Blade & Bastard Vol. 2 capítulo 2




Capítulo 2: La Periferia de la Ciudad

Traductor: Raruk Berg
Corrector: . . .

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"No me importa", dijo Iarumas. "Es motivo más que suficiente para lanzarse a la aventura."

Berkanan estaba de regreso en la Taberna Durga, saltando ante cada pequeña cosa como si tuviera miedo. Sus ojos recorrían la estancia con desconfianza. A estas alturas, obviamente tenía algo más que una sábana de lino cubriendo su cuerpo, pero seguía siendo una chica grande, llamativa para los clientes que la rodeaban. Sus intentos de ocultar su figura encogiéndose sobre sí misma sólo la hacían destacar aún más.

Por toda la taberna, la gente la miraba sin contenerse. Por supuesto, en parte también era curiosidad — era una cara nueva, e Iarumas de la Vara Negra, el transportista de cadáveres, estaba hablando con ella.

Quizá debido al dragón rojo, esta noche había muchos más aventureros de lo habitual en la Taberna Durga. Si carecían de los medios o el valor para escabullirse del dragón rojo, no podrían adentrarse más en la mazmorra. Y sin la mazmorra, no tenían adónde ir. Ese tipo de gente de bajo calibre, fueran buenos o malos, bueno... no tenían precisamente clase.

Sintiendo la intención detrás de todas las miradas que la chica estaba recibiendo, incluso Raraja tuvo que simpatizar con ella. No sería una buena ladrona, pensó el muchacho. Volvió a la taberna con ella (y con Garbage también).

Siendo realistas, a nadie le importaba quién ocupaba qué clase en Scale. Pero, al mismo tiempo, la mazmorra engullía aventureros sin importarles sus situaciones personales. Los que elegían una clase que no les convenía simplemente desaparecían, sin que nadie se diera cuenta.

Puede que ni siquiera llegaran hasta la Taberna Durga.

Raraja recordó su antiguo yo — un chico sin talento (puntos de bono). Empezó a darse cuenta que lo había tenido mejor que otros. Como mínimo, nunca más se encontraría atrapado en la taberna. También había logrado sobrevivir tanto tiempo. Aunque si podría seguir así era otra cuestión.

Se dijo a sí mismo que este razonamiento, este progreso que había hecho, justificaba su inminente comportamiento espinoso.

"Pero yo... umm", murmuró Berkanan.

"¿Qué? Suéltalo de una vez." Raraja frunció el ceño. La mujer parecía mayor que él — él reaccionaría con sorpresa si se enterara que ella era más joven. Y sin embargo, mira cómo está actuando...

Hacía tiempo que había dejado de molestarse en ser cortés.

"Uhh..."

Después de todo, así era como ella actuaba: cabeza gacha, desviar la mirada, murmullos incoherentes. Le costaba creer que fuera la misma chica que había declarado que quería matar al dragón rojo. Lo único que hizo Berkanan fue juguetear con el dobladillo del traje, que Aine le había ofrecido de todo corazón. Y debido al tamaño de su cuerpo, era un dobladillo terriblemente corto. Parecía que Berkanan estaba tratando desesperadamente de estirarlo y hacerlo más largo.

No va a hacer mucha diferencia de cualquier manera.

Raraja chasqueó la lengua con irritación, haciendo que Garbage levantara la cabeza con un "¿Yap?"

La chica sintió que su trabajo había terminado una vez que había traído a sus dos subordinados —Raraja y Berkanan— a la taberna. Saludó a Iarumas con un ladrido de satisfacción antes de tomar asiento. Ante ella había una ración de gachas y empezó a engullirlas — boca abajo en el cuenco, como si se tratara de un perro callejero. Provocó un gran desorden de esto.

Cuando levantó la vista, tenía la cara cubierta de restos de comida y sólo les dijo una palabra.

"¡Arf!"

"Erm..." Los ojos de Berkanan se movieron hacia Iarumas, Raraja, y luego a Garbage mientras trataba de obtener una lectura de ellos y actuar en consecuencia. Finalmente, la chica dijo: "Yo... sólo puedo lanzarHALITO."

"No hay de qué preocuparse", respondió Iarumas, con palabras breves pero tajantes. "La única diferencia es el tiempo que tardas en aprender los hechizos y el orden en que los adquieres. A fin de cuentas, no eres diferente de los demás."

"¿Tú eres...?", preguntó Berkanan vacilante, "¿un mago?"

No obtuvo respuesta. El hombre vestido de negro se limitó a encogerse de hombros.

"Además", murmuró él en su lugar. "Matar dragones no está mal de vez en cuando." Sus palabras eran casuales, como si toda la situación no fuera gran cosa.

Raraja lanzó una mirada dudosa al hombre sombrío que siempre lo arrastraba. "Dices eso, pero la última vez te escapaste..."

"Sí, porque carecíamos de los medios, o de la causa para matarlo", respondió con simpleza. "Pero ahora tenemos causa, y podemos buscar los medios."

Sin dejar de mirar a Iarumas, Raraja apoyó los codos en la mesa. No tengo ni idea de lo que está pensando este tipo. Sentía lo mismo por Garbage, pero al menos era bastante fácil de entender cuando engullía gachas.

¿Iarumas? Pues no tanto.

¿Qué había estado haciendo todo el día?

Raraja había ido al templo con Garbage, habló con Aine, realizó la ceremonia y trajo de vuelta a Berkanan. Durante todo ese tiempo —sí, todo ese tiempo—, ¿había estado este tipo merodeando por la taberna? No comportándose estridentemente como los demás aventureros, ni lamentándose de la situación actual, sino simplemente... ¿actuando con normalidad? ¿Había estado en silencio, sin hacer nada en particular? ¿Se había quedado allí sentado, con la mirada perdida?

El chico tenía la sensación de que su imaginación había dado en el blanco. Sólo de pensarlo sintió un ligero escalofrío en la espalda.

"¿Vas a ayudarme?"

La sensación de inquietud de Raraja le llevó a cambiar su enfoque hacia Berkanan y su pregunta vacilante. No tenía sentido pensar en Iarumas. De hecho, era mejor no hacerlo. Probablemente.

"Sí", respondió Raraja. "Si te vas y mueres de forma que no quede un cadáver, tendré una gran pérdida." La pinchó con toda la actitud que pudo reunir, frunciendo los labios.

Quizá él estaba pensando algo así como: Date un descanso, o tal vez Regresa a tu ciudad natal. Pero Berkanan se quedó muy callada — su actitud se volvió seria como no lo había sido hacía un momento.

En medio de la algarabía de la taberna, justo alrededor de su pequeño grupo, un prolongado silencio flotaba en el aire.

Garbage vació su cuenco, se limpió la cara con la capa y dejó escapar un satisfecho "Guau".

"Mi magia no sirvió de nada..." Murmuró Berkanan, mirando la vara negra de Iarumas. "¿Pero funcionaría una espada?"

§§§

"¡¿Wahhhhhh?!"

"Grrrr... ¡¡¡Awooo!!!"

¡No entiendo por qué eso significa que tengo que blandir una espada!

A Berkanan ni siquiera tuvo la compostura de expresar esta queja. Con la espada de madera que se le venía encima —whoosh, whoosh, una y otra vez, sin cesar— bueno, sí, por supuesto que sería incapaz de expresar su preocupación. Sus voces resonaban con fuerza en la tierra yerma, bajo un cielo deprimente y ceniciento. Probablemente podrían oírse incluso al otro lado del muro de piedra.

Este era el borde de la ciudad — un terreno baldío que se encontraba entre las entradas de Scale y la mazmorra. También era conocido como el campo de entrenamiento. Sin embargo, este terreno desolado se había convertido en una cáscara de lo que fue, y ahora era un lugar de entrenamiento sólo de nombre. No había nada que delimitara la zona, ni siquiera muñecos de paja a los que golpear.

Sin embargo, eso no significaba que no se pudiera entrenar allí — o eso había dicho Iarumas.

"¡Guau!"

"¡¿Eek?!"

*wheeze, wheeze* La respiración de Berkanan era tan dificultosa que no respiraba, sino que jadeaba. Ya no podía contar las veces que había maldecido su torpe cuerpo.

Ojalá fuera pequeña, delgada y linda... como la chica que tenía detrás.

Le habían dicho que la pelirroja —la que blandía la espada de madera— se llamaba Garbage.

He oído que es costumbre poner nombres poco atractivos a los niños para protegerlos de los malos espíritus, pero eso es nuevo. ¿Y por qué lleva ese collar de metal alrededor del cuello?

"¡Bowwow!"

"¡¿A-Ah?! Lo entiendo, ¡correré...!"

Tras su conversación anterior, Iarumas había escoltado inmediatamente a Berkanan a través de las puertas y fuera de la ciudad. Luego, tras guiarla hasta aquí, le había lanzado una espada de madera a Garbage.

"Hazlo", había dicho llanamente.

"¡Yap!"

Berkanan no pudo saber si los dos consiguieron entenderse de algún modo. El resultado, sin embargo, fue que Garbage persiguió alegremente a la chica grande, blandiendo la espada de madera.

Era una situación increíblemente embarazosa — Berkanan, corriendo en sandalias con las piernas al descubierto por el corto dobladillo de su traje. Pero, si se detenía a juguetear tímidamente con la prenda, la espada de madera no tardaba en abofetearle la espalda o las nalgas.

Curiosamente, a pesar de haber sido abrasada por el fuego del dragón, una pequeña cosa como esa seguía doliendo mucho.

Una vez que empezó a correr, la desesperación se encargó del resto.

"Escucha, Berka. Si alguien hace algo por ti, tienes que hacer algo por él a cambio." Esa era una de las tres grandes reglas del mundo que su abuela le había enseñado.

Todavía no les he pagado. No tengo con qué pagarles. Así que, como mínimo—

"¡Arf! Arf!"

"Eek... ¡Eek! ¡¡¡Eeeeeek...!!!"

Por el momento, le costó todo lo que tenía para seguir corriendo desesperadamente — ni siquiera tuvo tiempo de terminar su pensamiento. Con pasos pesados, corrió alrededor del campo de entrenamiento, gritando en voz alta mientras lo hacía. El soldado solitario que estaba cerca, y que parecía fuera de lugar, soltó un breve "Oh" cuando vio a las dos chicas.

Mientras tanto, Raraja se sentó en una roca cercana, ignorando las palabras del soldado. "¿Tiene algún sentido esto?", preguntó a Iarumas.

"Seguro que no es inútil." La respuesta del hombre fue simple, a medias. "Si se entrena como luchadora, ganará resistencia y concentración... el poder de sobrevivir (puntos de golpe)."

"Hmm..."

"Un mago que simplemente no muere puede ser bastante aterrador."

Parecía extrañamente confiado acerca de esto. ¿Había hecho Iarumas este tipo de cosas también?

¿Iarumas, corriendo, gritando, mientras un instructor lo perseguía? Eso es un chiste malo.

Raraja apoyó sus codos en sus rodillas. "No me harás entrenar a mí también, ¿verdad?"

"No hay necesidad, ¿verdad?"

"Bueno, no..."

"¿Querías?"

Raraja no respondió. Su corazón se aceleró al imaginarse a sí mismo luchando heroicamente contra el dragón. El admiraba ese tipo de cosas — pensaba que eran geniales, y ciertamente no despreciaba las historias de héroes. Le encantaban ese tipo de cosas.

Pero por alguna razón, en las fantasías de Raraja, la que intercambiaba golpes con el dragón era una niña pelirroja.

"No." Raraja sacudió la cabeza. "Eso probablemente no es para mí."

"Entonces está bien," dijo Iarumas.

"Pero iremos a cazar dragones, ¿sabes?"

"Es bueno ir de vez en cuando."

Raraja había estado tratando de preguntar: "Eso no va a ser suficiente, ¿verdad?", pero no tuvo la oportunidad de reformular su pregunta. En ese momento, un grupo de aventureros salieron corriendo de la entrada de la mazmorra, armando un gran alboroto.

"¡Maldita sea, nadie nos avisó! ¡¿Qué demonios fue eso?!"

"¡Nop— no puedo hacer esto! ¡¿Qué hace un dragón ahí?!"

"¡Tuvimos una gran pérdida en esta!"

Aquellos hombres que gritaban estaban cubiertos de hollín y arrastraban tras de sí varios trozos de carne carbonizada. El grupo pasó corriendo junto a Raraja e Iarumas, dejando negros rastros de ceniza en el suelo mientras corrían de regreso a Scale.

Raraja siguió distraídamente las huellas con la mirada, e Iarumas dijo: "Tendremos que preparar algo de equipo."

"¿Para la chica?"

"Sí, en efecto."

"Pero no tenemos dinero para ello, ¿verdad?"

Estarían dispuestos a endeudar a la chica para pagar su equipo; sin embargo, el grupo seguía sin tener dinero para prestarle. Incluso poner el oro para cubrir su resurrección habría sido normalmente imposible — el templo no era tan generoso. Todo fue gracias a que Aine pagó el diezmo por ellos. Así de bien le caía Iarumas a la monja... o Garbage, o tal vez incluso Raraja.

La Hermana Ainikki creía que a todos ellos les esperaba una muerte mejor, y esperaba que la encontraran. Habría sido más que erróneo esperar ese tipo de amabilidad de cualquiera.

"Oh, sí que hay dinero." Iarumas miró a Berkanan, que finalmente se había desplomado, jadeando. No había ni rastro de alguna expresión en su rostro. "Si vas a los que lo tienen."

§§§

"Vaya, pero si es el Sr. Iarumas. Has vuelto terriblemente rápido."

En la taberna, les recibió un hombre de aspecto sórdido. Era difícil imaginar que tuviera dinero. Vestía harapos, encorvado como una especie de pulga, parecía prácticamente un mendigo, y su figura era extraña — pequeña y enjuta. Pero lo que realmente llamaba la atención era la oscilante lámpara de mano que sostenía y la gran carga que llevaba a la espalda. Aquella bolsa, tan abultada como era posible, bien podría haber sido más grande que el propio hombre pulga.

Este idiota viste harapos porque tiene todas las cosas posibles metidas en esa bolsa suya...

Esa fue la impresión de Raraja. ¿Era el hombre un enano? ¿O tal vez un rhea? Él no lo sabía.

Garbage olfateó alrededor del hombre durante un rato, y finalmente ladró: "Yap".

¿Había perdido el interés? ¿Decidió que era seguro? ¿Satisfizo su curiosidad? Sólo Garbage lo sabía.

Al ver esto, Berkanan finalmente asomó la cabeza por detrás de Raraja. Obviamente, una chica tan grande como ella no podía esconderse detrás de un chico de su tamaño, pero por alguna razón, insistió en aferrarse a su espalda.

¿Estaba totalmente aterrorizada? ¿Estaba agotada y necesitaba apoyo? ¿O simplemente tenía la costumbre de quedarse a la espalda de alguien?

Cualquiera que sea la razón, era incómodo para Raraja.

"¿Quién es él?", murmuró Berkanan con voz ronca.

"Bank."

Iarumas presentó al hombre con esa única palabra. Como si fuera suficiente.

"Es un placer conocerlos, joven y jovencitas." Bank se frotó las manos como una especie de mercader, y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.

Sí— en cuanto a la estética de un mercader, desde luego tenía mucho mejor aspecto que el Sr. Catlob. A los ojos de Raraja, no parecía un aventurero. Pero si estaba aquí en esta taberna...

"¿También eres un aventurero, viejo?", preguntó Raraja vacilantemente.

"Je je". La sonrisa de Bank era inquebrantable. "Bueno, algo por el estilo..."

Dejó la gran bolsa. Sin duda, era la responsable de su espalda encorvada. Golpeó fuertemente contra el suelo, y Garbage, que estaba sentada en su silla y actuaba con desinterés, levantó ligeramente los párpados.

"¡Guau!"

"Ups. Discúlpame. Lo siento, jovencita." Bank respondió a su queja con una actitud despreocupada, y su rostro se arrugó en una sonrisa arrugada. Luego puso la mano encima de la bolsa y dirigió su mirada hacia Iarumas. "Ahora bien, ¿qué puedo hacer por usted, caballero? ¿Son cosas lo que necesita? ¿O dinero?"

"Varias cosas, pero de momento sólo dinero." Iarumas inclinó ligeramente la barbilla hacia la asustada Berkanan.

La chica se estremeció cuando Iarumas la señaló — trató de ocultarse una vez más a espaldas de Raraja. El muchacho podía oler su sudor por encima de él.

"Quiero reunir un conjunto de equipo para esta chica. El dinero para costearlo será suficiente."

"Je je. ¿Estás seguro de que no necesitas cosas también?"

"Las cosas que llevas tienen un precio demasiado alto."

"Si tú lo dices..." Bank asintió repetidamente, y luego empezó a rebuscar en su bolsa.

Raraja sintió que Berkanan agarraba con fuerza el dobladillo de su camisa. Haciendo su mejor esfuerzo para ignorarla, el muchacho habló. Su tono era terriblemente agudo.

"¿Quién se supone que es este tipo?"

"Te lo dije, ¿no?", dijo Iarumas. "Es Bank."

"Sí, claro, entiendo que 'Bank' es su nombre..."

"Así es." Iarumas asintió. "Acepta depósitos de ítems y dinero, y también los presta."

Tras una pausa, Raraja preguntó: "¿Es un aventurero?"

Iarumas no respondió, y eso fue porque el dink acababa de sacar una tintineante bolsa de oro.

"¿Será suficiente con esto?"

"Sí, debería ser suficiente." Iarumas cogió la bolsa y pesó el oro en la palma de la mano. "En algún momento te lo devolveré."

"Mientras siga vivo, por favor, caballero." Bank sonrió ampliamente y se frotó continuamente las manos. "He tenido todo tipo de problemas últimamente, con este asunto del dragón rojo y todo eso."

¿Qué tipo de problemas?

¿Qué conexión tenía este hombre con la mazmorra, más allá de tratar con los bienes que los aventureros traían de regreso?

Había una cierta diferencia entre los que se habían adentrado en la mazmorra, aunque sólo fuera una vez, y los que no. Desde los aventureros de alrededor —que no parecían diferentes de cómo habían sido antes de salir— hasta el propio Raraja, la tímida chica detrás de él llamada Berkanan y, por supuesto, Iarumas y Garbage — había algo diferente en todos ellos.

Habría sido sencillo decir que era una cuestión de experiencia o nivel de habilidad, pero...

En cualquier caso, fuera lo que fuera "eso", no lo percibía en el tal Bank. Probablemente por eso Raraja nunca había notado la existencia de este hombre.

Obviamente, no podía tener ninguna conexión con el dragón rojo.

"Negocios, muchacho. Está ralentizando los negocios."

"Urkh." El hombre había leído su mente. No— ¿estaba escrito en su expresión? La cara de Raraja se crispó.

"Depósitos y retiradas. Ambos han bajado, ya ves. Sobre ese punto, Sr. Iarumas, podría decir..."

"Acudiré a usted cuando lo necesite. No tiene ninguna queja al respecto, ¿verdad?"

"Je, je..."

"Ahora, si Murphy estuviera aquí", murmuró Iarumas.

"¿Un conocido tuyo?", preguntó Raraja.

"Algo así", fue la breve respuesta de él.

Bueno, en este punto, no era como si Raraja se sorprendiera por alguien que el hombre de negro pudiera conocer.

"Joven, y jovencitas, espero que acudan a mí si alguna vez necesitan algo."

"Dices eso, pero..." No te voy a necesitar por un tiempo, Raraja iba a terminar, pero una gran mano tiró de su manga. Repetidamente. Poderosamente. Berkanan debía estar haciéndolo inconscientemente.

Con un ligero chasquido de lengua, Raraja giró su brazo con fuerza, jalando a la chica frente a él.

"¡Ah... Ah!" Berkanan tropezó, cayendo hacia adelante.

"Si tienes algo que decir, dilo tú misma", le espetó Raraja sin rodeos.

"Eh... Yo, umm..." Los ojos de Berkanan vacilaron. Raraja podia sentirlos vagando, moviendose de el mismo, a Garbage, a Iarumas.

Iarumas no dijo nada. Tampoco Raraja. Berkanan tragó saliva audiblemente.

"¿Gracias...? Señor..."

"Oh, vaya." Los ojos de Bank se abrieron de par en par, luego se entrecerraron con una sonrisa. "Bueno, entonces."

§§§

"No te sienta bien."

"Urkh..."

La situación estaba cambiando más rápido de lo que Raraja o Berkanan podían seguir. Empujados por la corriente de los acontecimientos, rápidamente se encontraron en la tienda de armas y equipo de Catlob. La única persona a la que esto no perturbaba era Garbage, que se limitaba a deambular por el puesto comercial olisqueando cosas.

Ah, y por supuesto, Iarumas.

Con el dinero en efectivo en la mano, Iarumas les había guiado hasta aquí, reacio a aceptar un no por respuesta. Bueno, no exactamente — más bien parecía que iba a ir, tanto si venían como si no.

La tienda estaba repleta de equipos. Iarumas se acercó al mostrador del fondo y le dijo claramente al señor Catlob: "Una coraza y un escudo redondo. También un casco."

"¿Y qué harás en cuanto a un arma?"

"Eso ya está resuelto."

"Entonces, tu total asciende a ciento setenta de oro."

"¡¿Eyagh...?!"

Raraja no podía culpar a Berkanan por parpadear salvajemente ante tal cantidad. Ni siquiera él estaba acostumbrado aún. No había forma de saber cuánto tiempo podrían tontear en el mundo exterior por esa cantidad de dinero.

Cuando antes habían pedido oro prestado a Bank, probablemente no se había imaginado que fuera ni de lejos tanto.

Se quedó helada, desconcertada, mientras arrojaban el dinero sobre el mostrador y colocaban las piezas del equipo a su lado, una tras otra.

"Ve a ponértelos", le dijo Iarumas.

Este fue el resultado.

"Realmente no te queda bien."

"Ohhh..."

Con el peto atado sobre sus delgadas ropas, un escudo desconocido en su mano izquierda, y su bastón en la derecha, no parecía una luchadora — quizás una sacerdotisa novata en el mejor de los casos. Todo lo que Raraja pudo decir fue que "no le sentaba bien". Incluso Garbage en sus harapos, con una espada ancha colgada al hombro, se veía mejor que Berkanan.

"Arf." Sin embargo, Garbage estaba deambulando por la tienda, luciendo increíblemente aburrida.

Berkanan sonrió ligeramente mientras miraba a Garbage corretear. Por alguna razón que Raraja no podía entender, Berkanan no parecía del todo indiferente con las sobras de los monstruos. Esto, a pesar del hecho de que la pequeña harapienta la había estado persiguiendo con una espada de madera hacía sólo unas horas. Si Raraja hubiera estado en la posición de Berkanan, estaba seguro que habría escupido una palabra o dos.

Tal vez sólo está demasiado agotada para pensar así.

"¿Vas a matar al dragón?" Catlob —ese elfo con ojos ciegos—preguntó de repente en un susurro tranquilo.

"¿Huh?"

No era a Iarumas, ni a Garbage, ni siquiera a Raraja a quien había preguntado.

"¿Te refieres... a mí?" La chica alta y de cabello negro parpadeó con sus ojos dorados.

"Yo soy quien tasó tu bastón." Catlob habló como si eso lo explicara todo, y luego ladeó ligeramente la cabeza. "Pensaba que eras una maga. ¿Me equivoqué?"

"No, um, er, soy..."

"Ella es una maga", intervino Iarumas. "Pero ahora es una luchadora."

"¿Te refieres a entrenarla?"

"¿Crees que ella puede ganar si yo no lo hago?"

"En absoluto." El elfo sacudió la cabeza. Como un viejo árbol mecido por el viento, su edad era igual de incierta. "Pero si esa es el arma que está usando..."

"¡Disculpe!"

Berkanan fue la que habló esta vez. Hubo un fuerte silbido cuando ese garrote —su bastón de madera dura— pasó justo por encima de la cabeza de Raraja.

"¡Whoa!" Si no se hubiera agachado, le habría roto el cráneo.

Sin embargo, Berkanan había necesitado toda su fortaleza sólo para hablar, así que no se dio cuenta de la reacción de Raraja. Ella se inclinó. Por su parte, ella había tratado de moverse sólo un poco, pero para todos los demás, parecía que se estaba inclinando profundamente.

"¿Tienes un arma que pueda matar dragones?"

"Un arma que mata dragones, ¿huh?" Catlob parecía menos que divertido por esta pregunta. Sus manos, que podían estar haciendo algún tipo de trabajo detrás del mostrador, se detuvieron. Sus ojos no se movieron. "En cierto modo, sí."

"¡¿Lo-lo dices en serio...?!", dijo Berkanan irguiéndose.

"Porque cualquier arma puede matar a un dragón."

Berkanan volvió a encorvarse. El elfo lo había dicho sin rodeos, como si hubiera comentado que un hacha era una herramienta para cortar leña.

"Pero, si tuviera que elegir sólo uno..." Catlob se llevó una mano a la barbilla y pensó un momento. "Sería el Dragon Slayer."

"Je."

Raraja enarcó una ceja a esta vocalización callada de Iarumas. Justo ahora... ¿No fue eso —tal vez— una risa?

Dentro de esta tienda, sombría incluso durante las horas del día, el muchacho no podía distinguir la forma de los labios del hombre, enmascarados debido a la sombra de una capa.

"No es como si esa sugerencia fuera una total tontería, ¿verdad?", preguntó Raraja.

No hay nada de qué reírse.

Iarumas respondió a la pregunta del muchacho con un leve encogimiento de hombros. "Es mejor que él ofreciendo un shuriken*."

[Nota RB: Un shuriken (espada oculta en la mano) es un tipo de arma blanca arrojadiza, similar a un proyectil, originaria del Japón medieval. Posee una gran variedad de formas y estilos, pero predominantemente en forma de estrella, con filos cortantes y de un tamaño lo bastante pequeño para ocultarlo con facilidad.]

"¿Qué es un shuriken?"

"Un cuchillo arrojadizo."

"Ese tipo de cosas se encuentran en todas partes."

"Sí, en todas partes." Fue Catlob, no Iarumas, quien respondió a Raraja. "Pero, sólo cierto tipo es el auténtico."

Aunque sus ojos no pudieran ver qué había donde, el dueño de esta tienda de armas y equipamiento debía de conocer el lugar como la palma de su mano. Así de convincente se mostró cuando el elfo señaló con un delgado dedo en una dirección concreta.

"Son un producto demasiado común de las mazmorras. De hecho, tengo uno aquí, si quieres verlo."

Catlob había señalado —con ojos ciegos— un solo barril. Estaba lleno de espadas. No parecía que las hubieran tratado especialmente bien. Al examinarlas más de cerca, se vio que había una espada con el diseño de un dragón. Aunque, era ciertamente extraño poner un motivo de dragón en una espada destinada a matar dragones...

Tímida, nerviosa, vacilante, lenta — fuera o no consciente de ello, Berkanan estaba siendo terriblemente lenta a la hora de echar un vistazo dentro del barril.

"¿Te importaría... si lo saco...?"

"Haz lo que quieras."

Berkanan extendió la mano con nerviosismo y sacó la espada del barril. La hoja desnuda, sin vaina, brillaba con una tenue fosforescencia — que resultaba aún más evidente en la penumbra de la tienda. El pálido resplandor era inequívocamente el del poder mágico. Raraja había visto algo parecido de cerca el otro día.

Pero...

Sintiendo que algo andaba mal, Raraja entrecerró los ojos, mirando fijamente la espada Dragon Slayer. Obviamente, él no podía distinguir una espada buena de una mala — no una vez que alcanzaban el nivel de calidad requerido para ser exhibidas en este establecimiento. Pero, bueno, comparada con las otras que había en las estanterías, ésta era...

"¿Una espada ordinaria...?"

O lo parecía, por lo que él podía ver. Le faltaba estilo — personalidad. Si alguien le hubiera dicho que era una reliquia familiar, podría haber creído esa historia, pero nunca creería que este Dragon Slayer era un arma legendaria.

Parecía que Berkanan compartía esa misma vaga impresión. Sus ojos se encontraron con los de Raraja cuando miró más allá de la hoja, luego giró apresuradamente la cabeza a otro lado.

Su cabello negro, que estaba atado hacia atrás, rebotó y se balanceó como una cola real.

"Todos los Dragon Slayers que encontrarás en la mazmorra carecen de espíritu", explicó Catlob.

"Eso se aplica a la mayoría de las cosas", dijo Iarumas, en un tono poco habitual en él — una reminiscencia divertida mezclada con gruñidos. Hablando en un murmullo resentido, como si se estuviera quejando a Catlob, añadió: "Nunca me sirvió de nada. Junto con el Mago Masher."

"¿Y el Were Slayer?" preguntó Raraja, frunciendo los labios. "Sezmar usa uno, ¿no es así?"

"Eso es una excepción."

"¿Qué quieres decir con una excepción?"

"El Were Slayer es útil."

¿Está bien dejar pasar esto con tan poca explicación?, se preguntó Raraja. Y espera, basado en la forma en que dijo eso...

"¿También has usado un Were Slayer?", preguntó Raraja.

"¿Quién sabe?"

Raraja no pensaba que Iarumas estaba siendo evasivo. Simplemente no lo recuerda. Estoy seguro de eso.

"Bueno, entonces..." Murmuró Berkanan, todavía mirando al Dragon Slayer que sostenía en sus manos. "¿Hay uno 'real' de estos también?"

"Aquí no la hay."

"Entonces... ¿dónde?"

"En las profundidades de la mazmorra", afirmó el Sr. Catlob, como si no fuera gran cosa.

Lo que significa...

"Así es", asintió Iarumas en acuerdo.

Era como si los dos hombres les estuvieran contando un acertijo. ¿Fue Iarumas quien se rió? ¿O Catlob?

"Para matar al dragón, primero tendremos que escabullirnos a través de él — hasta los niveles inferiores de la mazmorra."

§§§

"Bueno, vamos."

"Hey." Raraja fulminó a Iarumas con la mirada en cuanto salieron de la tienda de armas y equipo.

Este hombre les había hecho entrenar, reunir dinero y preparar equipo. ¿Qué vendría después? Raraja podría aventurar una conjetura.

"¿Ir a dónde? No te referirás a la mazmorra, ¿verdad?"

"Sí, a eso me refiero."

"Oh, vamos," se quejó Raraja en voz baja. El problema era que cuando dejaba que Iarumas manejara las cosas, siempre resultaban así. La cabeza del hombre tenía precisamente dos categorías en ella: "la mazmorra" y "todo lo demás". También había sido así cuando trataba con Raraja. Por eso el chico lo había visto venir.

"Augh..." El pálido rostro de Berkanan palidecía tanto que parecía de color ceniza. Era todo lo que podía hacer para mantenerse en pie, usando su bastón como apoyo. Raraja no podía culparla por eso.

"¿Arf?"

"Oh, um, está bien... De verdad. Estoy bien..." Berkanan ofreció una débil sonrisa mientras Garbage la miraba.

El muro entre los que habían estado dentro de la mazmorra y los que no, era absoluto. Sin embargo, también había un abismo entre los que habían entrado varias veces y los que sólo habían estado una vez. Esa medida era aún mayor en el caso de alguien que había muerto y acababa de resucitar.

Aun así...

Nunca pensé que sería tan grande la diferencia.

Raraja había visto a Iarumas justo después de su resurrección. Él había tratado todo el asunto como si no fuera gran cosa.

¿Y qué hay de él? Raraja aún no había experimentado la muerte. Si muriera, ¿sería capaz de volver? ¿Y sería capaz de moverse después?

Raraja lo pensó, luego sacudió la cabeza en negación. No voy a morir.

"Podemos salir mañana igual de fácil", insistió. "La mazmorra y el dragón no irán a ninguna parte."

"Hmm." Con ojos desprovistos de emoción, Iarumas observó a sus tres compañeros de aventura. "Bien. A la posada entonces."

§§§

Así fue como Berkanan pudo por fin descansar un poco.

"Whew," exhaló, recostándose sobre una pila de heno en los establos. Le habían dicho que no podría descansar en un lugar así, pero no podía pedirles más dinero prestado. Ya habían pagado su resurrección, por supuesto, y luego el equipo. Incluso la comida de hoy. Aunque era un poco tarde para hablar de eso ahora.

Además...

Es más espacioso aquí.

Mientras ese pensamiento autocrítico pasaba por su mente, los labios de Berkanan se curvaron en una leve sonrisa. Este montón de paja era mejor que dormir sobre una cuerda o metido en una caja de madera del tamaño de un ataúd. Incluso el olor a caballo era algo a lo que ya se había acostumbrado en su ciudad natal. Berkanan estiró los brazos y las piernas.

"¿Qué va a ser de mí a partir de ahora?" Esas palabras se le escaparon sin querer. Había venido hasta aquí, empujada por la corriente de los acontecimientos, atrapada en la corriente.

Me preocupaba que me trataran de forma extraña, pero no fue así. El hombre que parece ser un mago... ¿Iarumas? Nunca tengo ni idea de lo que está pensando. Y la chica pelirroja, Garbage. Creo que probablemente sea amable. ¿De qué tierras viene? Y... ese chico. Raraja. ¿Qué hay de él? Sé que él es quien me resucitó.

Esas tontas palabras... "Quiero matar al dragón rojo." No sé por qué salieron de mi boca.

Con un profundo suspiro, Berkanan se sentó en el heno. Volvió a acostarse y volvió a sentarse. Una y otra vez.

Mañana se dirigirían una vez más a la mazmorra. A ese lugar oscuro — a ese abismo sin fin.

Cuando sus párpados se cerraron, la oscuridad se extendió ante ella, iluminada por destellos de llamas rojas. Cuando se abrieron de nuevo, vio el techo de los establos.

Tengo miedo, pero...

Extrañamente, no sintió deseos de huir. Aunque podría haber hecho las maletas y marcharse de la ciudad fácilmente. Pero tampoco tenía valor para dormir. Las facciones de Berkanan se arrugaron con una sonrisa al pensar en lo patética que era.

Seguramente fue el ruido crepitante. Sonaban chispas del fuego que ardía en un farol cuadrado colgado en una esquina de los establos.

Es cierto lo que dicen de que Scale es una ciudad que nunca duerme, pensó Berkanan. Estaba impresionada — después de todo, habría sido impensable que la ciudad natal de Berkanan estuviera tan iluminada por la noche. El combustible era precioso. Cera, aceite, incluso estiércol. No podían permitirse usarlo a menudo. La noche era para dormir. Sólo tenían que tener cuidado de que el fuego de carbón de la estufa no se apagara.

Por eso aprender con su abuela había sido...

Sí que fue duro.

Berkanan rodó sobre el heno, abrazándose las rodillas, cambiando de postura para dormir. De repente le entraron ganas de llorar. ¿Por qué? No porque quisiera volver a casa. ¿Sería porque quería ver a su abuela?

"¡No llores!" Berkanan se reprendió a sí misma, moqueando. Se abofeteó las mejillas. Le escocía.

Había muchos otros aventureros en los establos — hombres y mujeres con poco dinero y heridas sin curar. El hedor de los animales, el sudor y el hierro. El aroma de la sangre, la muerte y la ceniza. Lamentos y sollozos. Si aguzaba el oído, los establos estaban llenos de sonidos, además del crepitar de las llamas.

Seguramente era lo mismo para Scale — para la mazmorra también.

Y yo soy parte de ella, supongo.

Era extraño... aunque este lugar y su tierra natal existieran bajo el mismo cielo.

"Oye, ¿sigues despierta?"

"¡¿Qué...?!" Berkanan saltó ante la repentina voz. Su cabello negro se alzó, bajó como un látigo y golpeó la paja como la cola de un caballo. El sonido de la paja derrumbándose resonó en los establos, haciendo que la chica grande entrara en pánico.

Por eso tardó en darse cuenta de que el que había hablado era el chico — Raraja.

Pasó incluso más tiempo antes de que se diera cuenta de que él había estado esperando en silencio a que ella se diera cuenta.

"Um, er, uh, lo siento... Yo, eh, bueno..."

"Deja de moverte tanto. Cálmate", dijo con torpeza. "No estoy aquí para engullirte ni nada de eso."

Tras una pausa, Berkanan asintió. "Bien."

"Me sentaré a tu lado", dijo Raraja antes de dejarse caer en el heno.

¿Cuántos años tiene él? Berkanan miró al chico, cuya cabeza estaba más baja que su hombro mientras estaba sentado. ¿Tenía su edad? ¿Mayor? ¿Más joven? Berkanan no sabía realmente cómo eran los chicos púberes.

"No puedes dormir cuando estás tan agotado."

"¿Huh...?"

"Me imaginaba que estarías despierta", dijo, mirándola de arriba abajo. "Debes estar muerta de cansancio después de lo de hoy, ¿verdad?"

"Uh, sí." Berkanan asintió, moviendo repetidamente la cabeza. Su cabello rebotaba arriba y abajo con el movimiento. "Nunca había corrido así... Es como si hubiera envejecido un montón de años de golpe."

"Ese tipo Iarumas no tiene sentido para mí, y lo mismo pasa con Garbage también, ¿sabes?" El tono de Raraja dejaba entrever sus dificultades, aunque también contenía alguna especie de diversión.

"Um, ¿cuánto tiempo ha pasado...?"

"¿Huh?"

"¿Cuánto hace que formaste un grupo... o te convertiste en aventurera...? Yo..." No tengo ni idea. El resto de las palabras se perdieron en el murmullo de Berkanan.

Siempre era así. No sabía qué estaba bien decir y pronto se arrepentía de lo que salía de su boca.

Apuesto a que me volverán a gritar. O me echarán — ¿Qué hago si me echan?

Berkanan cerró los ojos y bajó la cabeza.

No ocurrió nada. Esperó muda, en confusión.

"Hrm... Me pregunto... ¿No mucho, creo?" Raraja no había cambiado su actitud hacia ella. Sólo parecía estar pensando. Parecía que tampoco le molestaba mucho su manera vaga e irresoluta de hablar. "A decir verdad, bueno, yo tampoco entendía muy bien lo que pasaba cuando me uní a ellos por primera vez."

"¿Tú no...?"

"Sí. No era muy diferente a ti. Antes de que me diera cuenta, había sido acogido por él — incorporado al grupo, más o menos."

"Hmm..."

Después de eso, Raraja torpemente le contó historias de sus aventuras pasadas mientras se rascaba la punta de la nariz. Por supuesto, probablemente estaba tratando de hacer que sonaran divertidas y emocionantes, a diferencia de cómo habían sido las cosas en la realidad. No obstante, ella se sorprendió cuando él le contó la historia — una sobre cómo habían sido arrojados de repente a las profundidades de la mazmorra, sobre cómo los tres habían terminado explorando juntos.

Según la historia de Raraja, incluso se habían encontrado con un dragón... y lo habían derrotado. Aunque había sido uno verde.

Cuando Berkanan murmuró, "Eso es asombroso", Raraja sacudió la cabeza torpemente.

Pero realmente pensó que era asombroso. Dirigiéndose a una región inexplorada de la mazmorra, irrumpiendo en una habitación oculta... Todo era tan increíble.

Pero ella no quiso irritarlo, así que ella sólo susurró mentalmente, aunque realmente pienso que es increíble.

Cuando Raraja contó que Garbage le había dado una patada mientras abría un cofre de tesoros, Berkanan no pudo evitar reírse a carcajadas.

"Oh, um, lo siento..." dijo ella, agitando las manos frenéticamente mientras trataba de calmar la situación.

"No, está bien." Raraja la perdonó, aunque con el ceño fruncido. Luego, suspirando, la fulminó con la mirada. Berkanan se movió nerviosamente sobre la pila de heno.

"Eres un poco blanda con las sobras de merienda de monstruos... uh, quiero decir Garbage."

"¿Eso crees?"

"Normalmente, esperaría que le tuvieras miedo. Quiero decir, ella te perseguía con una espada de madera, ¿sabes?"

"Hrm..." Berkanan hizo una pausa, pensándolo seriamente — o al menos, seriamente en lo que a ella se refería. "¿En serio?"

"¿En serio?", repitió Raraja. "Oh, vamos."

"Quiero decir, no da tanto miedo como el dragón rojo."

"Si ese es tu pun..."

"Además, no tuve una mala sensación con ella."

Sí. Berkanan asintió con la cabeza, su cabello oscilando vigorosamente. No percibí nada desagradable de ella. No es como si estuviera pensando: "Voy a intimidarla", o algo así. Me dio la sensación de que estaba disfrutando de la persecución... pero eso era, bueno, era como si estuviera jugando. Si la chica hubiera disfrutado haciéndole daño, Berkanan probablemente habría huido lo antes posible.

Sí. Esa era la razón por la que no había huido. Iban a pedirle que les pagara por ayudarla. Ella no esperaba conseguir nada gratis. Pero eso no significaba que le exigieran algo más que eso.

No eran ni buenos ni malos — en cierto modo, eso facilitaba las cosas a Berkanan.

"Bueno, no es que sea un problema ni nada", dijo Raraja.

Berkanan esbozó una sonrisa tonta.

Raraja la miró de reojo y luego suspiró. "Te daré esto antes de que se me olvide. Porque apuesto a que mañana te van a volver a corretear."

"Ah..." Berkanan parpadeó mientras miraba lo que él acababa de arrojar sobre su regazo. Le resultaba familiar. Una tosca mochila — la que había llevado consigo cuando llegó a esta ciudad.

"Tuviste suerte. Seguro que mañana ya se habrían deshecho de él."

Berkanan dejó escapar un suspiro. Acarició suavemente la bolsa para no hacer ruido. Fue una suerte que la dejara en la posada. Y más aún que no se la hubieran robado. Probablemente sólo porque no valía la pena robarla... pero aun así Berkanan se alegró.

Mira cuánto me queda todavía.

"Si duermes un poco, tus emociones se pondrán al día con el resto de tu cuerpo", le dijo Raraja. "O eso he oído."

"Si..." ¿Estaba mostrando preocupación? ¿Preocupado por ella?

Despues de decir eso, el chico se levanto. Berkanan lo siguió con la mirada mientras se iba, y a pesar de su drástica diferencia de altura, tuvo que levantar la vista.

"Gracias, um... ¿Raraja...-kun?"

"Deja el -kun." Respondió Raraja, chasqueando la lengua. "No soy un niño."

"Cierto... Lo siento."

"Y no te disculpes tanto."

Haciendo un gesto con la mano, salió de los establos tan silenciosamente como había llegado.

El viento soplaba fuera. Viento nocturno, a través de una ciudad que nunca dormía. Berkanan respiró profundamente aquel aire nocturno. Sus pulmones se sentían extrañamente ligeros dentro de su pecho, así que dijo una última cosa, sin importarle si alguien la oía.

"Haré lo mejor que pueda..."

Mañana — iremos a la mazmorra.

§§§

La ciudad de Scale nunca dormía.

Incluso con el dragón rojo proyectando una sombra sobre el caos y la depravación, la luz no se había desvanecido. Pero, ¿significaba eso que no había oscuridad en la ciudad? La respuesta era no.

En las profundidades de las callejuelas laberínticas, en el rincón de una taberna olvidada, en los canales subterráneos o tal vez en la mazmorra — esos lugares donde no llegaba la luz nunca desaparecerían. No mientras Scale siguiera siendo una ciudad.

Un grupo de hombres, y tal vez mujeres, estaban reunidos en aquella oscuridad, en una penumbra que podría haber estado en cualquier parte. Un grupo con capas a juego, capuchas bajas que les cubrían los ojos — seguramente, nadie sería tan tonto como para husmear en sus identidades.

O, así era como funcionaban las cosas — al menos en el mundo exterior.

"¿Y? ¿Cómo van los preparativos?"

"Supongo que debería decir que van bastante bien. Por ahora."

Acarició el amuleto —no, la esquirla— que colgaba de su cuello. Una tenue luz, misteriosa pero hermosa, brilló en la oscuridad. Alguien tragó saliva audiblemente.

"El dragón rojo ha llegado a las capas superiores. La noticia ya se ha extendido por todas partes."

"Intenso en verdad... es el poder que reside en los amuletos."

"Son ítems preciosos."

Con un gesto que sugería que temía que se lo robaran, el que había hablado volvió a esconder el amuleto dentro de su capa.

"Y se le escapó uno... Maldito sea ese Egam."

"Basta. Ya está muerto."

"Aunque hubiera conseguido volver con vida, no habría vivido para ver el próximo amanecer."

Mañana, el mismo destino podría caer sobre cualquiera de ellos. Por supuesto, habían elegido vivir en la oscuridad, así que no era como si no estuvieran preparados para ese resultado.

Entonces, ¿por qué habían estudiado tanto, dominando los caminos de la magia, trabajando en su oficio hasta poder blandir artes negras que desafiaban la comprensión humana?

En aras de su deber, utilizarían todo el difícil entrenamiento que los había llevado hasta este punto. Se enorgullecían de ello. No tenían nada de qué avergonzarse. Y sin embargo, y sin embargo...

"Por mucho que me duela admitirlo... Hay cosas que hemos aprendido gracias a sus esfuerzos."

"Hmm", respondió una voz ronca. "¿Te refieres al poder de esa niña bastarda?"

"Parece, como sospechábamos, que estos aventureros no son normales."

La mazmorra fácilmente aplastaba todo bajo sus pies. Sin embargo, aquella chica parecida a un perro, con su sangre de baja cuna, blandiendo una espada ancha, le había vencido.

No, no había sido sólo esa chica perro. Habían sido también los que se habían reunido a su alrededor — personas de orígenes inciertos, rufianes.

Un mocoso insignificante. Un mago inescrutable. Y el caballero libre que era amigo de ese mago.

"No es que lo hayamos subestimado, pero... la mazmorra es realmente aterradora."

Todos sus adversarios nacieron de la mazmorra. Los que regresaron con vida adquirieron un poder igual al de los héroes de leyendas — incluso de mito. Obtuvieron un poder que los de afuera jamás podrían igualar.


Sin duda, no era el acto de una mente sana aventurarse tan ansiosamente en esa frontera demoníaca, esa guarida del mal, ese pozo maldito.

"Así, ¿el dragón de fuego? ¿El dragón rojo?"

"Así es."

Pero era difícil imaginar que incluso los héroes de leyenda pudieran resistirse a ese dragón rojo. Era una monstruosa encarnación de la muerte misma, y ni siquiera un amuleto podía controlarlo por completo. Tenían la esperanza de arrastrarlo hasta la superficie, pero, sin duda, éste era un resultado suficientemente bueno.

"Si esa chica animal es asesinada por el dragón, entonces bien. Porque si no..."

"Entonces ¿no llegaremos más lejos sin adentrarnos en la mazmorra?"

"Así es."

No importaba cómo se desarrollara esto, no podía hacerles daño. Les irritaba tener que recurrir a un plan así, pero nunca dudaban en hacerlo. Complots, emboscadas, conspiraciones, trampas, asesinatos... Todas eran prácticas comunes en la guerra. Que dijeran lo que quisieran quienes las tildaban de torpes o cobardes. Los derrotados podrían quejarse, pero sus palabras no significaban nada.

"Ganaremos tiempo y buscaremos una apertura. Esa cosa es un animal. No puede tener la inteligencia para entender los movimientos que hacemos."

"Sin embargo..."

"¿Qué?"

El que había objetado no respondió de inmediato, al parecer temeroso de expresarlo con palabras. Era como si pensaran que la idea, una vez dicha, podría convertirse en realidad.

"Si esa chica matara al dragón rojo..."

"Es imposible que lo mate", salió una negación quejumbrosa.

O tal vez—

"Ella no puede..."

la negación era una oración.


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