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Blade & Bastard Vol. 2 capítulo 1

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Capítulo 1: Berkanan

Traductor: Raruk Berg
Corrector: . . .

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Era una chica grande.

Alta, con grandes ojos. Grandes músculos, grandes pechos y también un gran trasero.

Pero, sobre todo, lo que atrajo las miradas del público fue lo grande que era. Medía dos metros y medio de altura. Lo suficiente como para que la gente tuviera que mirarla.

Su cabello, que se balanceaba detrás de ella como una cola, era negro, pero sus tímidos ojos brillaban con un dorado resplandeciente. Caminaba como un fantasma — despacio, encorvada, como si intentara ocultar su gran tamaño en la medida de lo que podía. Sin embargo, no parecía darse cuenta de que esa postura hacía que su voluminoso pecho sobresaliera hacia delante.

Allí, en la abarrotada zona de recepción del campo de entrenamiento, no conseguía pasar desapercibida.

"Ahora, escribe tu nombre."

"¡O-Okay...!"

El guardia miró a la chica. Ella se encogió de manera penosa y escribió su nombre en el registro.

"¿Creo que era Almarl?", pensó distraídamente el guardia, mientras seguía con la mirada el garabato de la chica.

Aunque escuchaba los nombres de tierras extranjeras todos los días, nunca podía distinguir una de otra. Sin embargo, había un país en el este, donde las arenas se extendían a lo largo y ancho, y estaba bastante seguro de que se llamaba Almarl.

Esa nación le había venido a la mente por el provocativo atuendo que vestía la chica. Durante las noches de copas, había oído hablar de los bailes que las chicas almari llevaban a cabo con aquellos reveladores atuendos.

¿O era Hiren? Bueno, da igual.

Por su atuendo, pudo deducir que era extranjera, y presumiblemente también una maga. Llevaba un bastón, uno adecuado a su tamaño. En manos de cualquier otro, habría sido prácticamente un garrote.

Sin embargo, lo que realmente llamó la atención no fue su gran cuerpo, ni siquiera su inusual vestimenta — sino su hermoso rostro. Su seductor rostro era la esencia misma de aquella tierra extranjera más allá de las arenas del este. Había algo sensual en ella.

Si tuviera la confianza para respaldarlo, ella realmente sería algo...

Pero la chica era tímida. Miraba a su alrededor vacilante, como si estuviera asustada. Cada vez que se daba la vuelta, su cabello trenzado se balanceaba, al igual que su enorme pecho. En una mujer de menor estatura, estos gestos habrían sido menos perceptibles; sin embargo, el movimiento necesario para que ella mirara a su alrededor se veía magnificado por su gran figura.

"Puedes pasar."

"¡M-Muchas gracias...!"

"¡Whoa!" El guardia tuvo que esquivar rápidamente su garrote —en realidad un bastón— cuando el arco formado por ella lo lanzaba en picada hacia él.

El campo de entrenamiento.

Construidas tras el descubrimiento de la mazmorra en respuesta al creciente número de aventureros, estas instalaciones se estaban convirtiendo en un cascarón de lo que fueron. No había forma de gestionar realmente a los aventureros — la brecha entre los que se adentraron en la mazmorra y los que no era insuperable.

No entraría en la mazmorra aunque me lo suplicaran, pensó el guardia. Si todo lo que quería era ganarse la vida, ya le pagaban lo suficiente como para limitarse a permanecer en su puesto. Él era mucho mejor que un héroe valiente, un descendiente de alguna figura legendaria o uno de los monstruos de la mazmorra.

Entonces, ¿para quién eran los campos de entrenamiento?

Para los aventureros, había concluido el guardia. Los recién llegados que no sabían nada venían a inscribirse en el registro y, a cambio, los veteranos que buscaban escudos conseguían carne fresca.

Para eso era este lugar.

"Okay, yo... ¡Haré lo mejor que pueda!"

La chica se armó de valor y dio un paso adelante. Su nombre, según constaba en el registro, era Berkanan. El guardia tenía pocas ganas de recordarlo. Con toda probabilidad, nunca la volvería a ver.

Pocos aventureros abandonaban Scale.

Ninguno de los muertos lo hacía — por supuesto, pero era raro incluso para aquellos que seguían vivos.

◇◆◇

"¡¿Whoa?!"

"¡Arf!"

Raraja pensó que iba a morir, pero Garbage era la personificación misma del buen humor. Sus ladridos de entusiasmo resonaban en la mazmorra mientras su espada rugía, dando muerte a sus enemigos. Los golpes con tal masa y velocidad detrás de ellos podrían no decapitar al enemigo, pero el daño estaba seguro de ser crítico. Sin embargo, por muy hábil que fuera, un solo golpe de la espada de una luchadora nunca podría matar a toda una turba de enemigos.

Raraja levantó su daga para detener a un enemigo que venía volando hacia él.

"¡BUZZZZZZZZ!"

"¡¿Qu-Qué pasa con estos bichos?!"

Raraja hizo una mueca cuando el escarabajo chirrió alrededor de su hoja, que quedó atrapada en sus mandíbulas. Parecía que el insecto podía masticar cualquier cosa... tal vez incluso el equipo que habían comprado en la tienda Catlob. Si Raraja todavía hubiera estado usando el arma de mala calidad en la que una vez había confiado, no habría sido capaz de soportar mirar la cara del insecto.

Escarabajos Aburrido*.

[Nota: Es un tipo de escarabajo de tierra.]

Él no pudo evitar reírse de lo extraño y tonto que había sonado el nombre cuando lo aprendió por primera vez. ¿De verdad eran tan aburridos? Por lo que había oído, estos insectos gigantes habitaban los pisos menos profundos de la mazmorra. Podían enrollar sus cuerpos en bolas y salir disparados.

Tal vez en realidad son escarabajos de bolos, o escarabajos peloteros, pensó, pero no...

"Te va a atravesar", advirtió el mago vestido de negro —Iarumas— que estaba de pie en la retaguardia con los brazos cruzados.

"¡Woodhead sux!", espetó Raraja. Nadie recordaba siquiera el origen de esa maldición, pero aun así la lanzó en dirección a Iarumas. Aunque el muchacho maldijera, él no se quejaría — sabía muy bien lo afortunado que era de estar en su situación actual.

Las chispas volaron por la oscura cámara funeraria, y Raraja soltó su daga mientras su persistente luz abrasaba la oscuridad. Aunque las defensas de su enemigo fueran sólidas (aunque Iarumas había dicho inexplicablemente que eran débiles), había formas de enfrentarse a ellas.

araja salió disparado hacia delante y asestó tres puñaladas al escarabajo. Un golpe se hundió en un hueco de su caparazón.

"¡¿BUZZZZZZZZ?!"

"¡Muere...!"

Raraja plantó una bota en el insecto mientras éste agitaba las patas, escupiendo asqueroso jugo de insecto por todas partes, y lo apartó de una patada, liberando su espada. Al limpiar el arma, Raraja vio que su pálida hoja estaba intacta, sin una sola astilla. Dejó escapar un suspiro de alivio. Pero, no pasó mucho tiempo antes que frunciera el ceño de nuevo. Podía sentir los ojos de Iarumas en él, aunque el hombre no dijo nada.

¡¿Qué sigue ahora?!

"¡Guau!"

Él se dio la vuelta para ver a la escuálida chica pelirroja blandiendo su gran espada, llena de vida.

Garbage se enfrentaba a lo que básicamente era una enorme araña.

La criatura tenía finos pelos por todo el cuerpo, ocho ojos fríos, colmillos goteantes de baba y saltaba mientras atacaba. Incluso una sola de esas características habría sido suficiente para aterrorizar a Raraja, pero aparentemente, no era así para Garbage.

"¡Yap! ¡¡¡Yap!!!

Ella golpeó su espada contra el cuerpo bulboso como un niño revoltoso aplastando una sandía con un palo. Y, al carecer del caparazón de un escarabajo aburrido, la araña era probablemente un objetivo más blando. Cada uno de los golpes de Garbage iba seguido de una lluvia de icor.

"Tengan cuidado. Hay muchos de ellas."

"¡Arf!"

El tono tanto de la advertencia de Iarumas como del ladrido de Garbage eran tan relajados — ¿realmente comprendía las palabras de él?

Si ella entendió o no, Raraja lo hizo. Demasiado bien.

"¡No te adelantes demasiado!"

Desesperadamente persiguió a la chica mientras ella avanzaba, oscilando una y otra vez. Garbage apartó a las arañas, que eran tan numerosas como había dicho Iarumas, y desvió los escarabajos que volaban hacia ella.

De todos modos, ¿por qué trabajan juntos estos monstruos?

Seguramente, las arañas comían escarabajos. Y cuando los escarabajos eran de este tamaño, probablemente también podían comer arañas. Raraja reflexionó sobre su extraña alianza, y por un instante, la encontró similar a su propio grupo extraño.

Los ojos del chico se encontraron con un par de ojos azules.

"Arf."

Garbage lo miró mientras corría sobre una pila de arañas muertas, resoplando como si dijera: "Eres demasiado lento".

¡Por qué, tú—!

Era frustrante, pero por el momento, sin duda era ella quien les estaba abriendo el camino. La maldijo mentalmente, pero no se quejó. Sabía muy bien lo afortunado que era de estar aquí ahora.

Sí, era afortunado.

Ahora tenía una rutina: despertarse en la posada, preparar el equipo, adentrarse en la mazmorra, luchar contra monstruos, ganar riquezas y regresar a la ciudad. Eventualmente, su grupo pasaría al siguiente piso. Como preparación, Raraja entrenó. Subió su nivel.

Dejar que Garbage lo arrastrara mientras golpeaban bichos era solo otro paso hacia eso.

En resumen, se estaba aventurando.

◇◆◇

"Arf."

"¡No vayas pateándolos a cada rato! ¡Es peligroso, ¿okay?!"

Tras darle una buena patada al cofre de tesoros, Garbage le miró. Aquellos ojos azules, como lagos transparentes, parecían decir: "Date prisa".

Sintiéndose inquieto bajo su mirada, Raraja siguió moviendo sus manos. La cámara funeraria estaba llena de una montaña de cadáveres de arañas y escarabajos, empapados de jugos pegajosos que podían ser mucosidades o algún otro fluido corporal no identificado. Arrodillado, rodeado de vísceras, giró la cerradura con su ganzúa, buscó trampas, las quitó y luego abrió la caja.

"A fin de cuentas, así son las aventuras", reflexionó su compañero Iarumas, que estaba de pie junto a la pared, cruzado de brazos y observándolos.

En efecto, así era la aventura — recorrer tímidamente el primer piso, irrumpir en las cámaras funerarias, matar a los monstruos que allí se encontraban y robarles el tesoro.

Luego, seguir adelante.

Destilado, esa era realmente la esencia de la aventura, y en ese sentido...

Empiezan a parecerse.

Como mínimo, su grupo podría hacer un trabajo aceptable en este piso. Aunque sólo en este piso, por ahora. En cualquier caso, estaban progresando. Iarumas dejó que sus labios se curvaran en una sonrisa.

"Había una mazmorra en la que sólo podían entrar los aventureros buenos, y otra en la que sólo podían entrar los aventureros malvados."

"¿Huh?"

Raraja miró en esa dirección, pareciendo espantado. Las palabras de Iarumas habían llegado inesperadamente, y el chico no entendía qué se suponía que significaban.

A su lado, Garbage dejó escapar un pequeño bostezo, aparentemente desinteresada.

Otra vez están hablando de algo, se dijo ella a sí misma, antes de agacharse en el suelo junto al cofre de tesoros y hacerse un ovillo como un cachorrito.

Iarumas le hizo un gesto a Raraja con la barbilla, como diciendo: "Sigue moviendo las manos", y luego continuó.

"Seis aventureros podían entrar en la mazmorra a la vez. ¿Sabes cuántas personas hicieron falta para despejar las dos mazmorras?"

"Bueno..." Raraja se detuvo. Sólo el sonido de su murmullo y el «clic-clic» de sus herramientas resonaban dentro de la cámara funeraria.

Doce no podía ser la respuesta. Sería demasiado fácil.

Incluso después de que el último clic metálico se desvaneciera, todavía pasó cierto tiempo antes que se reanudara la conversación.

"Once, ¿verdad?" Dijo Raraja mientras ponía la mano en la tapa del cofre, aún sin estar seguro de lo que decía. "Sólo hay sacerdotes de alineación buena y de alineación mala... y tendrías un ladrón neutral para ambos..."

"El número mínimo es siete", dijo Iarumas, revelando la respuesta.

"¿Huh?"

"Un sacerdote bueno, uno malo y cinco aventureros neutrales."

Raraja se quedó muy silencioso. "¿Eso... funcionó?"

"Es una aproximación, eso es todo." Iarumas soltó una risa en voz baja. La advertencia era que si el grupo que había descrito quedaba aniquilado, significaría el fin para ellos.

El hombre de negro se alejó de la pared, se acercó al cofre de tesoros y le dio una patada casual con su bota. La tapa se levantó con un ruido seco. Garbage le dirigió una mirada y ladró.

"Tienes que pensar en todo tipo de maneras de manejar las cosas. Nunca hay una sola respuesta."

Raraja frunció el ceño y guardó silencio un rato antes de ponerse de pie lentamente. "Claro."

"¿Cómo se sienten?"

"¿Hm...? ¿Qué quieres decir?"

"Tus herramientas", aclaró Iarumas. "Son nuevas, ¿verdad?"

Raraja tenía una mirada inescrutable en el rostro — acarició el cuero recién adquirido de la bolsa que colgaba de su cintura. Dentro estaban las herramientas para abrir cerraduras que acababa de guardar. Por supuesto, Iarumas sabía que eran nuevas.

"Bueno, son mejores que las viejas", murmuró Raraja. "Sí... Mejores que las viejas."

Raraja había estado frecuentando la tienda de Catlob últimamente. El chico probablemente entendió que tenía mucho que ganar de lo que el tendero podía enseñarle. Era bueno que mejorara sus habilidades. Especialmente si podía aprovechar ese entrenamiento en la mazmorra...

"¡Yap!" Garbage, que había avanzado un espacio en el pasillo, giró la cabeza para ladrar, casi como si le resultara fastidiosa su charla.

"Sí, espera." Iarumas le hizo un gesto con la mano antes de dirigirse nuevamente a Raraja. "Consulta el mapa", le indicó.

"Siempre acabo preguntándome... ¿realmente necesitamos consultarlo con tanta regularidad?", preguntó Raraja.

"Si pisamos un suelo giratorio o un teletransportador sin darnos cuenta, sería poco menos que divertido", explicó Iarumas en tono cortante pero indiferente, sin enfadarse por la pregunta del chico. "Cuando revises el mapa, compáralo con los accidentes geográficos que puedas ver cerca. No cuesta nada más que tiempo."

Raraja hizo una pausa y luego respondió: "Claro." Entonces, empezó a rebuscar en su mochila, lento pero obedientemente. Sacó el mapa, lo revisó, dibujó algunos detalles más, lo dobló y lo guardó una vez más.

¿A Raraja le molestaba consultar el mapa porque le costaba mucho esfuerzo hacerlo? Si ese era el caso...

Supongo que debería comprarle una bolsa de mapas, pensó Iarumas, dejando escapar una risa en voz baja.

"¿Arf?" Garbage, que se había tambaleado hacia ellos en algún momento, soltó un ladrido suspicaz. O tal vez estaba diciendo: "Muévete".

Fuera como fuese, Iarumas se limitó a negar un poco con la cabeza.

Si la Hermana Ainikki pudiera verle actuar así, estaba seguro de que estaría encantada.

◇◆◇

El grupo de Iarumas —no tenía intención de llamarlos clan— estaba concentrado en el entrenamiento.

"Ya podemos abrir cofres de tesoros", dijo. "No hay razón para no hacerlo."

Raraja no sabía cómo tomar eso. ¿Era un cumplido? No. Juzgando por el tono de Iarumas, simplemente estaba diciendo los hechos.

Pero aun así, ¿no estaba insinuando que no serían capaces de hacerlo sin Raraja? Cada vez que tales preguntas pasaban por su mente, el muchacho tenía esta sensación de picazón, desagradable. Por eso se acostumbraba a levantar la voz y gritar cada vez que salía el tema.

"¡Será mejor que no hayas olvidado tu promesa!"

"¿Promesa?"

"¡¿Yap?! ¡Yap!"

Iarumas agarró a Garbage por el cogote justo cuando estaba a punto de irrumpir alegremente en la siguiente cámara funeraria. Luego se giró para mirar a Raraja.

Mirando a su alrededor con cautela —siempre había monstruos errantes de los que preocuparse—, Raraja respondió: "¡El cadáver! De mi—"

¿Qué es ella para mí? ¿Una amiga? ¿Una camarada? Cuando lo pensó de nuevo, no pudo decidir una palabra clara y descriptiva. En cualquier caso, fuera cual fuera la palabra, no quería tener que añadir "antigua" o "ex" delante de ella.

"—la persona a la que estoy buscando...", terminó sin entusiasmo.

Iarumas asintió. "No, no lo he olvidado."

"¿Seguro?"

"Ella murió en este piso, ¿verdad?"

Tras una larga pausa, Raraja respondió: "Sí."

"¡Arf!"

Garbage se sacudió liberándose de la irritante mano que la sujetaba y pateó la puerta de la cámara funeraria. La puerta cayó al suelo con un estruendo, y Raraja suspiró al verla saltar por encima del umbral.

"¡Oye, espera!"

Tuvo que preguntarse por qué Iarumas no le daba una lección a Garbage después de que ella hiciera cosas como esta. Todavía habría monstruos en la cámara. Eso, asumiendo que otro aventurero no los hubiera matado ya.

Era el trabajo de Raraja perseguir a Garbage cuando ella se lanzaba así.

¿Qué será lo siguiente? ¿Un perro sarnoso? ¿Una rata gigante? ¿Algo humanoide?

Raraja desesperadamente desenvaino su daga con una actitud que parecía decir, "Bien, arrojame lo que sea", y luego se agacho dentro de la cámara funeraria.

Silencio. Un silencioso "guau" de Garbage.

Y sin embargo... Nada pasó.

Todo lo que Raraja vio fue una mazmorra sombría construida de piedra fría y pálida. El patrón regular de los bloques de piedra era ciertamente conveniente para el mapeo.

Aun así, es realmente grande... ya sabes.

El tamaño de la mazmorra subterránea era algo impreciso. Parecía diferente cada vez que la veía.

"Cuenta tus pasos", decía siempre Iarumas. "Confía sólo en el número de pasos que has dado, yDUMAPIC."

Tendré que dar un paseo por esta zona abierta más tarde.

Por ahora, sin embargo, Raraja tuvo que lidiar con Garbage.

Se quedó sola de pie en el centro de la cámara, con una mirada aburrida en su rostro, levantando su espada ancha y dejándola descansar sobre su hombro. Si él la dejaba sola así, ella estaba obligada a volar inmediatamente a otra cámara funeraria.

Raraja corrió hacia Garbage e, ignorando su aullido de protesta, agarró a la chica por el cogote.

"Algo apesta", murmuró él.

Miró a Garbage, aunque dudaba que entendiera lo que había dicho.

No, no se refería al hedor de la niña salpicada de sangre — sino a otra cosa que flotaba en el aire de la cámara funeraria.

Tenía un sabor familiar. Como los trozos de tocino achicharrado que había guardado de los restos de las hogueras después de que los bastardos de su antiguo clan se hubieran ido a dormir. Como el humo después de que estallara una bomba dentro de un cofre de tesoros y volara por los aires al tipo encargado de desactivarla.

O, más recientemente, como el olor de su propio pelo después de haber estado expuesto al aliento abrasador de una libélula.

Es carne quemada.

"¿Era una aventurera rhea lo que buscabas?", susurró de repente Iarumas.

Raraja volteo a ver al hombre de negro agachado en la oscuridad — espera, no.

"Entonces no es ella."

Lo que a Raraja le había parecido oscuridad era, de hecho, una pila negra de carbón — carbón con forma humana.

"Blegh..." Raraja soltó un gemido involuntario, pero ¿quién podría culparlo? Brillantes estrías rojas y blancas —los colores de la carne cocida— asomaban por las grietas del carbón. El chico había estado ayudando a la Hermana Ainikki a quitar el equipo de los cadáveres en el templo con más frecuencia últimamente, pero aun así...

"Hombre, esto es horrible... ¿Qué pasó aquí?"

Esta no es una muerte ordinaria, pensó él. Ciertamente no fue causada por una cuchilla, colmillo o garra. Magia — tuvo que ser magia. Eso fue lo que pensó Raraja. Aunque, eso era simplemente porque era todo lo que podía imaginar.

Cualquier cosa que pudiera matar a un hombre el doble de alto que Raraja tenía que ser mag—

"Ella era grande", observó Iarumas. "Basándome en la musculatura, probablemente era una mujer."

"¿Huh...?"

Cuando escuchó eso, Raraja parpadeó. Con toda honestidad, no quería mirar, pero vacilante se inclinó al lado de Iarumas para echar un vistazo a los restos. La ropa, la armadura y el equipo ya estaban ennegrecidos y derretidos, o simplemente habían desaparecido por completo. Su rostro estaba tan carbonizado como el resto de ella y tan hinchado que no soportaría volver a verla.

Aun así...

Eso es... ¿una mujer?

Por lo que Iarumas había señalado, las suaves y voluptuosas curvas de su cuerpo parecían más bien femeninas. Aunque, en este lamentable estado, su figura no le hacía sentir otra cosa.

Sin embargo, si estuviera viva...

"¿Arf?"

"No es nada."

Cuando Raraja lanzó una mirada involuntaria a Garbage, se encontró con sus ojos azules. Parecía tan despreocupada por esto.

Apuesto a que la mujer carbonizada no se habría parecido en nada a ella.

"Sea lo que sea que haya pasado aquí, ella no es un rhea. Este es un fracaso", concluyó Iarumas. Luego, como si hubiera perdido el interés, procedió a mirar alrededor de la habitación, buscando su próximo curso de acción.

Garbage hizo algo parecido. Raraja, sin embargo, se sorprendió a sí mismo diciendo, en voz baja: "¿Qué? ¿No vas a llevarla de regreso?"

"La intención de hoy era entrenar", respondió Iarumas. "Sólo hemos traído dos bolsas para cadáveres." Si ellos necesitaban una tercera, no quedaría nadie para arrastrarlas de regreso.

Permaneciendo en silencio, Raraja miró el miserable cuerpo cerca de sus pies.

Me pregunto cómo era ella...

¿Bueno? ¿Maligno? ¿Neutral? Los alineamientos eran simplemente lo que alguien proclamaba ser. En realidad, eso no decía nada sobre un aventurero como persona.

¿Por qué ella había venido a Scale? ¿Y por qué se había adentrado en esta mazmorra?

¿Cuáles eran sus sueños, sus metas? ¿Dónde nació? ¿Qué le gustaba a ella? ¿Qué odiaba?

Nada de eso tenía que ver con por qué había muerto o por qué la habían dejado languidecer aquí como una cáscara carbonizada, una de las perdidas. Nadie recordaría jamás este miserable cadáver — este cadáver que una vez había sido una compañera de aventuras.

Así le habría sucedido a Raraja. Así había sido para la chica rhea que había muerto en una trampa de ballesta.

Notando el silencio vacilante de Raraja, Iarumas preguntó: "¿Qué pasa?" "Esta podría ser ella", respondió el muchacho.

"¿Oh?"

"Con quemaduras como estas, no se sabe quién es."

Suena como si estuviera poniendo excusas, pensó Raraja. Sin embargo, ahora que había empezado a hablar, encontró que las palabras le salían con sorprendente facilidad. Decidiendo simplemente dejarse llevar, las escupió todas con un aire de desesperación.

"Entonces, no podemos saberlo hasta que la revivamos, ¿verdad?"

Iarumas soltó una risa baja. "Te endeudarás más."

"Entonces tendré que pagarlo... ¡y lo haré!" Raraja extendió la mano para pedir una bolsa para cadáveres, e Iarumas le arrojó la bolsa en silencio. Agarrando el cuerpo —todavía pesado, incluso en este estado carbonizado— por las piernas, Raraja empezó a arrastrarlo.

Lo que una vez había sido piel se desprendió y se le pegó a los dedos, pero ¿qué le importaba eso? Si este cuerpo perteneciera a una chica joven, se habría mortificado por la posición en la que se encontraba, pero de nuevo, ¿qué le importaba a él?

¡Te llevaré de regreso, así que no me vengas con tonterías!

Aunque Raraja trabajaba bajo las órdenes de Iarumas como transportista de cadáveres, había límites a lo acostumbrado que podía llegar a estar a esa tarea. Esta era la primera vez que manipulaba un cadáver tan carbonizado — por supuesto que iba a luchar.

"¡Yap!"

Viendo a Raraja en un estado tan triste, Garbage se acercó a mirar. La luz de la verdadera diversión brilló en sus ojos. Su ladrido se burló de él, como diciendo: "¿Qué estás haciendo?"

Por supuesto, Raraja sabía que no debía esperar ayuda de Garbage.

"Por cierto, ¿qué te parecería gastar quinientas monedas de oro por un poco de tranquilidad?"

"Más deuda, ¿verdad?" Raraja hizo un puchero. "A estas alturas da lo mismo."

"Muy bien." Iarumas sacó un pequeño frasco del interior de su capa. Contenía un líquido verde claro que parecía originarse de una pequeña piedra en el fondo — Raraja había aprendido previamente que era una poción de「 DIOS」. "Si aplicas una pequeña cantidad", continuó Iarumas, "dicen que es fácil convencerse de que 'sanó su alma y los salvó'".

"Eso realmente no sirve para nada más que para dar tranquilidad...", argumentó Raraja. En el estado en que estaba el cadáver, una poción no le haría ningún bien.

Raraja sonrió con pesar mientras destapaba la botella y rociaba un poco sobre el cuerpo. Luego, con algo de esfuerzo, metió los restos ligeramente humedecidos en la bolsa.

Garbage pasó todo el tiempo merodeando junto a Raraja. Si ella le hubiera dado otra patada ahora mismo, incluso Raraja se habría enfadado con ella... pero parecía que al menos tenía el sentido común de no hacerlo.

"No esperaba nada, pero maldita sea, me haces enojar."

"Arf."

La expresión de Garbage parecía decir: "Oh, ¿por fin has acabado?" o quizás: "Wow, sí que no tienes remedio, ¿lo sabías?"

No podía soportar la forma en que ella lo miraba fijamente como un esbirro mal entrenado... no, no podía soportarlo en absoluto.

"Tendrás que cargar tú mismo el cadáver", señaló Iarumas.

El muchacho volvió a hacer un puchero. "Por supuesto que lo haré... Ya lo sé." Después de todo, había dicho que lo haría. Ahora sólo tenía que limpiar su propio desastre.

Raraja tomó la cuerda que cerraba la boca de la bolsa y la envolvió alrededor de su mano. Luego tiró la cuerda sobre su hombro y comenzó a arrastrar la bolsa detrás de él.

"Podrías romperla en pedazos, pero ten cuidado de no perder ninguno. Lo mismo se aplica cuando alguien está petrificado."

"Si perdiera algo de ella... ¿qué pasaría con la resurrección?", preguntó Raraja.

"¿Quién podría decirlo?"

No fue una broma muy graciosa. Nah, conociendo a Iarumas... ¿quizás no era una broma en absoluto? Raraja no podía decidir de una manera u otra.

"Bueno, supongo que debemos dar por terminado el día", dijo Iarumas. "Tendrás que llevar a esa chica de regreso al templo."

"Ahora que lo pienso..."

"¿Qué?"

Raraja miro a su alrededor antes de hacer la pregunta que lo habia estado molestando todo este tiempo. Los restos quemados de algo yacían a sus pies, junto con algún tipo de palo.

Entonces...

"¿Qué pasó en el grupo de esta chica?"

Al instante, un rugido espeluznante resonó desde lo más profundo de la vasta cámara funeraria.

Ahí estaba su respuesta.

◇◆◇

Habiendo visto uno antes, Raraja no pensó que se asustaría tanto la segunda vez. Aunque sabía, en el fondo, que era sólo su orgullo hablando — algún tipo de falsa alegría, tal vez una falta de voluntad para admitir la derrota. Aun así, pensó: Ya que lo he visto antes una vez, no volverá a ser así.

Pero esto... ¿qué era esto?

Cuando Garbage —Garbage— soltó un quejido ronco y quejumbroso, Raraja ni siquiera pudo gemir.

¿Qué era esto?

Sólo podía haber una respuesta a esa pregunta.

"¡¡¡SSSKREEEEEEEEEEONK!!!"

"Esto" era un dragón. Su rugido por sí solo era suficiente para hacer temblar el alma.

Raraja tragó saliva, golpeado por una alucinación que parecía deformar la mazmorra, haciéndola expandirse. La forma montañosa del monstruo ante él, el hedor sulfuroso, el fuego blanco ardiendo en sus ojos... No, no eran sólo los ojos los que ardían; también lo hacía el cuerpo, que brillaba, pareciendo viscoso y húmedo.

Raraja nunca había visto magma, pero estaba seguro de que así era como debía verse.

Rojo.

Con escamas como llamas, brillando incandescente de calor... Este era un dragón rojo — la encarnación de la muerte misma.

"Ya veo. Un dragón de fuego, ¿huh?", murmuró Iarumas.

Esas palabras hicieron que Raraja volviera en sí, y el miedo que lo había atado se desvaneció. En algún momento, el hombre se había movido hasta colocarse entre Raraja y Garbage. Tenía la mano puesta en la vara negra de la cadera — la empuñadura de ese delgado sable que llevaba. La disposición del hombre indicaba la gravedad de la situación.

"Nosotros—" La voz de Raraja se atoró en su garganta. "—podemos ganar contra esto, ¿verdad?"

"¿Qué te hace pensar eso?"

"Porque..."

Porque hemos vencido a uno antes, ¿no?

Su susurro era algo parecido a una oración, una esperanza, un deseo.

Aquel otro día, cuando de repente se habían encontrado con un dragón en la mazmorra, Iarumas lo había derrotado con facilidad.

O, así le había parecido a Raraja.

"Este es de una clase completamente diferente."

Iarumas dijo eso con mucha facilidad, pero Raraja no podía creerlo. El hombre de negro soltó una carcajada, aunque no estaba claro qué era tan gracioso, y sacudió la cabeza como diciéndole al muchacho que se rindiera.

Esta monstruosidad pertenecía al piso más bajo de la mazmorra.

"¡¡¡GRRROOOOOOWL!!!"

Raraja se reflejó en los ojos del monstruo. Sin embargo, no lo estaba mirando a él. Un chico ladrón estaba bajo su atención. Una pequeña mosca irritante. Nada más.

Entonces, ¿qué iba a hacer? Con su brazo en forma de árbol, levantó una garra —una garra tan larga como alto era Raraja— y se preparó para golpear.

"¡¿¡¿W-Wahhhh?!?!" El grito de Raraja era penoso, y él lo sabía.

«Thud.»

La mazmorra tembló, y el impacto catapultó a Raraja, enviándolo a volar.

Pero no estaba muerto. Al menos, no todavía.

¡¿Yo... esquivé eso?!

Se sintió como un milagro. O, tal vez, en realidad no había sido atacado. El dragón de fuego simplemente se había acercado — eso era todo. La batalla ni siquiera había comenzado...

"¡¿Aúúúú?!" Con ese aullido, Garbage salió rodando, rebotando como una pelota. Rápidamente se reincorporó y se puso en pie de un salto. La empuñadura de su espada ya estaba ajustada, y adoptó una postura baja, con los colmillos al descubierto.

"¡Rrruff!"

Su voluntad de luchar era fuerte — su moral, inquebrantable.

Ella es asombrosa.

Raraja frunció el ceño mientras preparaba su daga y se colocaba en posición de combate, aunque fue unos segundos más lento que Garbage. Sin embargo, incluso una vez que lo hizo, no tenía ni idea de lo que se suponía que debía hacer. Oyó cómo la bolsa del cadáver caía al suelo con un ruido sordo. Con suerte, el cuerpo que había dentro no se había roto del todo.

"¡Hey, ¿qué vamos a hacer?!", prácticamente gritó, con los ojos desviándose rápidamente a izquierda y derecha.

Garbage gruñó.

Por favor, no ataques, pensó Raraja.

Iarumas permaneció inmóvil.

Di algo, por favor.

"No había otros, ¿verdad?", preguntó Iarumas.

"¡¿Huh?!"

"Monstruos", aclaró el hombre. "No te topaste con otros nada más entrar en la cámara, ¿verdad?"

"¡Bueno, no...!"

Pero, ¿qué importaba eso? Iarumas siguió murmurando para sí mismo, sin responder nunca a la pregunta en la cabeza de Raraja.

"Un monstruo errante, entonces..."

Lenta, muy lentamente, Iarumas arrastró los pies, midiendo la distancia entre él y el dragón de fuego.

"Estamos de suerte."

Raraja lo miró con incredulidad. "¡¿Cómo que estamos de suerte?!"

"Porque puedo manejar esto, de alguna manera."

"¿De verdad?" Preguntó Raraja, usando sólo sus ojos.

"Probablemente, sí", se jactó Iarumas. "Lleva el cadáver. Es decir, si todavía quieres llevarlo de regreso a la superficie."

"¡D-De acuerdo!" Raraja se agachó torpemente, sin dejar de mirar al dragón de fuego. Enrollando la cuerda alrededor de su mano, se echó al hombro la bolsa del cadáver. Podía oír y sentir el carbón chirriando contra la tela de cáñamo.

¿Qué le había ocurrido? ¿Qué había pasado con el resto de sus compañeros? Raraja estaba a punto de terminar igual que ella.

¡Maldita sea...!

El chico se maldijo a sí mismo cuando sus piernas empezaron a fallar. Apretó los dientes para que dejaran de castañear.

"Grrr..." Garbage soltó un gruñido bajo, ajustando la empuñadura de su espada mientras buscaba el momento adecuado para atacar. Pero, no pudo encontrar una abertura.

El dragón permanecía quieto, inmóvil.

Todavía no... Aún no estaban muertos...

Vivos.

"¿Qué vamos a hacer?"

"Huir", dijo Iarumas sin rodeos.

"¡¿Yap?!"

En un instante, Garbage, que había estado a punto de arremeter, se encontró con su menudo cuerpo izado en el aire. Iarumas la arrojó sobre su hombro. Antes que Raraja pudiera siquiera decir, "¡¿Huh?!" se sorprendió al ver que su propio cuerpo ya estaba saliendo de allí.

"¡¿P-Por qué...?!"

"Si no podemos ganar, correr es lo único que nos queda por hacer."

"¡¡¡SSKREEEEEEEEONK!!!"

Raraja había abierto la boca para objetar, pero el estruendoso rugido de detrás de ellos le hizo cerrarla.

Una ola de sonido y una ráfaga de aire caliente les pasó por delante — el aliento de la criatura, en el sentido ordinario de la palabra. Sin embargo, les quemó la espalda.

Raraja tensó los músculos para no dejar caer el cadáver que llevaba. Con diligencia, movió las piernas.

Ahora que lo pienso...

Mientras corría a toda velocidad, Raraja notó un pequeño detalle: ¿Por qué no estaba muerto? ¿Cómo podía haber estado allí, temblando ante el dragón, durante tanto tiempo?

Es por Iarumas.

Ese dragón no había estado mirando a Raraja, ni siquiera a Garbage — sus ojos sólo se habían enfocado en Iarumas.

Iarumas no se había movido, así que el dragón tampoco. Con el fin de leer al enemigo y predecir el primer golpe de su enemigo, el dragón había permanecido cauteloso, inmóvil.

Todavía me quedo corto... En todos los sentidos, ¡sigo quedándome corto!

Mientras seguía corriendo, con la respiración entrecortada, Raraja miró a la forma oscura que tenía delante. Sus ojos se encontraron con los claros y azules de la chica pelirroja que era cargada al hombro por Iarumas. Raraja podía saber lo que ella quería decir sin necesidad de palabras — el tono molesto de su quejido era suficiente.

Escucha, estoy tan frustrado como tú.

Pero, por supuesto, Raraja no iba a admitirlo en voz alta.

◇◆◇

La noticia de que un dragón de fuego había aparecido en los pisos más bajos de la mazmorra se extendió por Scale como un reguero de pólvora. Después de todo, ésta era una ciudad donde los temas relacionados con las aventuras eran tan actuales como el clima. Sin embargo, lo más importante era—

"El negocio va mal últimamente..."

eso.

"Todos los aventureros se han acobardado."

"Es entretenido, supongo, ver algo tan inusual."

"No hay nada de qué entretenerse. Estamos cortos de dinero y de cosas para vender. ¿Qué haremos?"

"Bueno, en realidad no podemos ir a buscar las cosas por nuestra cuenta..."

"Ahora hay un pensamiento aterrador. Dame un respiro."

No es que la ciudad de Scale tuviera nada a su favor aparte de la mazmorra. La ciudad se asentaba en un páramo, donde un viento ligeramente frío soplaba bajo un cielo sucio y plomizo. Prosperaba como una ciudad que nunca dormía sólo gracias a la interminable recompensa que brotaba del interior de la mazmorra. Y eran aventureros con una fuerza inusitada los que llevaban esa riqueza de regreso a la superficie.

Dentro de la mazmorra, tanto un descendiente del héroe legendario como un joven temerario del pueblo eran iguales — los más débiles entre los débiles.

Sin embargo, los aventureros que sobrevivían en la batalla —triunfando sobre monstruos que trascendían el conocimiento humano— alcanzaban un poder como el de los héroes míticos.

El hecho era que, cuando los aventureros se enfrentaban al dragón de la muerte roja, nada de eso cambiaba.

Los que ganaban dinero matando monstruos en los pisos poco profundos de la mazmorra se sentían intimidados. En cuanto a los que podían escabullirse del dragón de fuego y acceder a los pisos más profundos, se mostraban realmente cautelosos al ir y venir.

No es que ellos le temieran a la muerte, en si... Pero morir cuesta dinero, ¿sabes?

No había muchos que estuvieran dispuestos a darles a esos avaros del templo algo por lo que alegrarse.

Aunque, el sentido del tiempo dentro de la mazmorra era algo vago. Probablemente había algunos que seguían explorando, ajenos a la existencia del dragón de fuego.

"Bueno, entonces, ¿qué hacemos?"

"Intentar preguntarles, supongo..."

Y así, el gremio de mercaderes de Scale pasó a la acción.

Básicamente, decidieron recurrir a un método anticuado — reunir fondos y pedir a un aventurero de confianza que se hiciera cargo del dragón.

La respuesta que recibieron fue breve.

"Bueno, ya sabes, los monstruos errantes no tienen cofres de tesoros", dijo Sezmar con una risa gárrula. En ese momento estaba sentado en la taberna Durga, devorando un trozo de carne.

"Bueno, sí, es cierto." Iarumas, que prácticamente se había visto obligado a sentarse con él, respondió con un movimiento de cabeza que daba a entender que la afirmación de Sezmar era obvia.

No hacía falta decirlo — Iarumas no había acudido a ellos con la idea de matar al dragón de fuego. Estaba atiborrándose de gachas cuando, antes de que se diera cuenta, los All-Stars lo tenían acorralado por todos lados. Hoy iban todos vestidos de civil, pero sólo un luchador sería menos potente por falta de armadura.

No había forma de escapar así... no con cuatro de los All-Stars aquí.

"¿Tienes problemas de dinero?", preguntó Iarumas.

Sezmar suspiró. "No iría tan lejos como para llamarlos problemas, pero andamos escasos de fondos, sí."

"O mejor dicho, no podemos permitirnos el lujo de acabar menos que ellos, ¿sabes?", añadió Moradin, el ladrón rhea, riéndose entre dientes. "Los mercaderes pagarán si lo derrotamos, pero no nos van a pagar nada extra si por casualidad morimos en el proceso."

"Hmm." Iarumas dio una respuesta indiferente, y luego engulló más gachas. "Entonces, ¿fue Hawkwind?"

"Difícilmente", respondió al instante el Sumo Sacerdote Tuck. "Aunque le arrancaras la cabeza, dudo que eso lo matara."

"Sabías eso cuando preguntaste, ¿verdad?" Sarah fulminó a Iarumas con la mirada, entrecerrando los ojos.

Ella tenía razón.

Los All-Stars, que eran los mejores aventureros de Scale, eran un grupo formado por seis miembros, como era habitual. Hoy sólo faltaban dos de ellos — el espía vestido de negro y el mago que ocultaba su bello rostro bajo la capa.

Podría haber variado dependiendo de la situación, pero, bueno, si uno de ellos tenía más probabilidades de morir que los demás, sería...

"Ya sabes cómo es esto", continuó Sarah. "La fila de atrás está formada por el Sumo Sacerdote Tuck, Moradin y Próspero, ¿verdad?"

"Sufrimos un ataque por la espalda, ya ves", explicó Sezmar torpemente.

"Bueno, si eso ocurre, por supuesto que Próspero va a morir." Iarumas asintió y dejó la cuchara en el cuenco de gachas. Le gustaba comer lo que le llenara la barriga más rápido. No era como si la comida tuviera algún efecto sobre sus habilidades.

A estas alturas, la razón por la que Iarumas no se levantaba y se marchaba era que en realidad le gustaba este grupo. No le importaba pasar un rato hablando con ellos. Además, no tenía nada más que hacer que ir a dormir a la posada.

"¿Y por eso no piensas ir a matarlo?", preguntó Iarumas.

"Podemos ganar dinero con otras cosas aparte de matar dragones."

"Sí, y no nos conformamos con dormir en los establos como tú, Iarumas. Usamos nuestro dinero de muchas maneras."

Iarumas no se molestó en corregir a la elfa informándole de que últimamente dormía en un catre. Sin embargo, no pudo evitar pensar que Sarah sí que era diferente de su compañera elfa, Ainikki.

No... ¿Quizás su fijación por el dinero es la misma?

No ganaba nada insistiendo en ese pensamiento. Si lo decía en voz alta, ambas elfas levantarían furiosas sus largas orejas.

"De todos modos, no tenemos nada que hacer en los pisos poco profundos", dijo Moradin, que se había servido una cerveza en algún momento de la conversación — probablemente de la bandeja de una camarera que pasaba por allí. Inclinó hacia atrás la jarra, que era enorme en comparación con su pequeña figura, y disfrutó de la bebida a fondo, luego lamió la espuma de alrededor de su boca. "¿Y tú, Iarumas?", preguntó Moradin. "Tiene que ser duro para ti con los dos chiquillos alrededor, ¿verdad?"

"No especialmente, no." Iarumas se cruzó de brazos y soltó un gruñido mientras pensaba en ello, luego siguió respondiendo en el mismo tono despreocupado. "Mientras no nos enfrentemos al guardián de una cámara funeraria, podemos huir tantas veces como sea necesario."

"Hmm, así que los estás cuidando como es debido, ¿huh?", murmuró Sarah, sonando sorprendida.

"Hey, ya", la reprendió el Sumo Sacerdote Tuck.

"Oh, vamos", replicó la chica. "¡Es una pena dejar a una lindura como Garbage con Iarumas!"

"Lo es", coincidió Iarumas.

"Quiero decir, es una chica, ¿sabes?"

"Nunca he visto eso como un problema... pero su juventud no es algo malo." Para Iarumas, significaba que tenía espacio para crecer, y que aprendía rápido.

Cuando él murmuró eso, Sarah soltó un exagerado "¡Caramba!" e hizo ademán de alejarse de él.

"Voy a tener que decirle a Aine que no te quite los ojos de encima..."

"Oh, estoy seguro que estará vigilando al Sr. Iarumas sin necesidad que se lo digas", añadió Moradin con otra carcajada. El Sumo Sacerdote Tuck los regañó a ambos.

Sezmar decidió sentarse y dejar que el enano se ocupara del rhea y la elfa. Estaba disfrutando de su carne y su bebida cuando preguntó: "Por cierto, ¿dónde están los dos? Espero que no los hayas dejado tirados en el templo."

"See", respondió Iarumas en tono relajado. "Hoy están en el templo." Sin embargo, ninguno de los dos estaba muerto o convertido en cenizas.

◇◆◇

"¡Sinceramente, es una verdadera lástima!", se lamentó Ainikki, en la tranquilidad de una capilla llena de murmullos, cánticos, oraciones e invocaciones. Su hermoso rostro no era menos atractivo por sus cejas arqueadas, quizá gracias a las largas y temblorosas orejas que brotaban del espacio entre su hábito y su cabello plateado.

Raraja simplemente se sentó en uno de los bancos, escuchando. Él era el que había conseguido un asiento en primera fila el otro día... cuando ella había matado a un asesino en la tienda de equipos.

Suponiendo que no fuera un golpe de suerte en el que accidentalmente le arrancó la cabeza...

Pero incluso si estuviera seguro que había sido suerte, seguiría siendo un tonto por provocarla deliberadamente.

"Yap."

Incluso Garbage se había apresurado a retirarse. Ahora estaba sentada en la esquina, envuelta fuertemente en su capa. Raraja no podía entender que la tenía tan asustada. Tal vez, contrario a sus expectativas, la Hermana Aine le había hecho algo horrible en el pasado...

Maldita sea, Iarumas.

Ahora que lo pensaba, bueno, visitar el templo hoy estaba bien. Se habían reunido en la taberna antes de separarse. Eso también estaba bien. Había decidido hacerlo él mismo, después de todo. Pero, Raraja había quedado confundido cuando Iarumas dijo, "Ve con ella."

Confundido, es decir, hasta que Garbage, que también había estado escuchando, empezó a tambalearse, liderando el camino. La chica pelirroja se mantuvo un poco por delante de él, mirando hacia atrás de vez en cuando, pero no era como pasear a un perro.

Aquellos ojos azules, como estanques transparentes, le decían claramente: "Date prisa y ven conmigo."

Ese tipo debería haberme dicho: "¡Llévatela!", pensó Raraja.

"¿Me estás escuchando? ¡Raraja-sama!"

Ups.

Con el hermoso rostro de la elfa muy cerca del suyo, y el ligero olor a incienso flotando en el aire, Raraja le respondió nerviosamente. "Um, er, uh... Si."

Por supuesto que estaba escuchando. Tal vez en el pasado no lo hubiera hecho, pero ahora —misteriosamente— descubrió que podía percibir más que antes.

"Decías que no es bueno que los aventureros hayan estado evitando la mazmorra..."

"Para aquellos sin habilidad, no tienen elección. Sí, no tienen elección." No parecía que buscara una respuesta. Alejándose con elegancia, Aine sacudió la cabeza con indignación. "Y sin embargo, cuando uno de ustedes tiene la habilidad de desafiar a la bestia, tengo que preguntar, ¡¿cómo pueden hacer otra cosa?!"

"Quiero decir, es un dragón y todo eso." Raraja se cruzó de brazos, apoyándose en el respaldo del banco y mirando al techo.

Ese terrorífico dragón rojo revoloteó por su mente.

Era la muerte encarnada. Si luchaban contra él, morirían — se convertirían en cenizas y se perderían para siempre. Probablemente, aquella bestia ni siquiera reconocía a aventureros insignificantes como ellos como una amenaza.

Excepto Iarumas.

Frunciendo el ceño, Raraja sacudió la cabeza con enojo. "No me importa cuánto paguen. No vale la pena."

"¿No es matar dragones lo que hace tan grandes a los aventureros? No entiendo por qué querrías eludir semejante honor..."

Aine seguía negando con la cabeza, lamentando esta situación. Sin embargo, no era como si se estuviera quejando con Raraja y Garbage. Hoy no había mucha gente en el templo — algo inusual. Por lo menos, era la primera vez que Raraja había visto el templo tan vacío desde que empezó a ayudar aquí. Si los aventureros no se aventuraban en la mazmorra, eso significaba que menos morían, y menos visitaban el templo.

El masivo edificio de piedra. Los hombres y mujeres del clero que caminaban en silencio a su alrededor. La gran estatua que se alzaba en la parte trasera. Con la sala de oración tan desierta como estaba, por alguna razón, todos ellos adquirían un aspecto más austero que de costumbre.

Raraja contempló vagamente el rostro de la estatua del dios Kadorto, tan grande y distante que necesitó levantar la vista para hacerlo. El otro día, la Hermana Ainikki le había dicho que estaba hueca.

Poco después, un sacerdote salió de la parte de atrás y se acercó en silencio. Susurró en la larga oreja de Aine, que asintió antes de volver a mirar a los dos.

"Ya han terminado de prepararse. Vámonos."

"Ok~."

"¡Arf!"

Raraja saltó del banco y se puso de pie. Al sentir su movimiento, Garbage también se levantó. Mientras veía a la chica acercarse a ellos, Raraja expresó un pensamiento repentino.

"Hermana, ¿hay alguna posibilidad de que vayas a matar al dragón...?"

Ella no dijo nada, solo miro a Raraja con una sonrisa tranquila. Por alguna razón, eso se sintió como una respuesta más elocuente a su pregunta que cualquier cosa que ella pudiera haber dicho.

◇◆◇

"¡¿Wahhhh...?!"

Berkanan agitó sus gruesos brazos y piernas, gritando penosamente. Sus golpes eran completamente indignos, pero no podía permitirse ser quisquillosa con esas cosas mientras estaba atrapada en la boca de un sapo gigante.

Cuando por fin consiguió liberarse de la lengua que la envolvía, se arrastró hacia el exterior. Todo su cuerpo estaba cubierto de baba.

Berkanan estuvo a punto de llorar al ver su miserable y empapado estado.

Se había ensuciado muchas veces en el camino a Scale, así que estaba emocionalmente preparada para la suciedad que podría encontrar en la mazmorra. Pero aun así, este atuendo había sido cosido para ella por su abuela...

"¡Maga, lanza un hechizo!"

"¡D-De acuerdo!"

A pesar de la suciedad que la cubría, cuando uno de los miembros de su grupo la llamó, Berkanan se levantó lentamente. No recordaba el nombre de la persona, pero seguían siendo compañeros — le hacía feliz que le pidieran ayuda.

"¡Hea lai tazanme (Llamas, vengan a mí)!"

Alzando una voz temblorosa, Berkanan amasó su magia y luego lanzó las pequeñas llamas que aparecieron en la punta de sus dedos.

HALITO.

Era un gran hechizo, otorgado a Berkanan por su abuela tras muchos años de entrenamiento.

El fuego atravesó la penumbra, dejando una estela de luz blanca por la cámara funeraria. Chocó con la piel del sapo y estalló, emitiendo una explosión.

Cuando el hechizo se disipó, el cuerpo entero del sapo... ni siquiera estaba chamuscado.

"¿Eh? ¿U-Uh...?", balbuceó Berkanan.

"¡¿Qué haces, idiota?!", gritó el luchador de la primera fila. Empuñando una gruesa espada de acero templado, clavaron la hoja en la carne del sapo. Sin embargo, la piel gomosa de la criatura resultó ser más dura de lo que el luchador hubiera imaginado — incluso ensartado por una espada, el sapo gigante siguió abriendo su enorme boca de par en par.

"¡¿Eek?!"

Berkanan se encogió desesperadamente, resbalando bajo la lengua que surcaba el aire por encima de su cabeza. Su trasero se estrelló contra el suelo de piedra y, aunque le dolió debido al impacto, aquella incomodidad fue mejor que ser tragada de nuevo.

Quizás también era mejor que el dolor de seguir esperando en la taberna.

"¿Ni siquiera conocesKATINO?"

Se había sentado en una mesa de la Taberna Durga. Su corazón estaba agitado y sus ojos brillaban de emoción. Un aventurero la llamó preguntándole si era maga, y ella asintió con la cabeza.

"Y-yo... ¡He aprendido las verdaderas palabras del fuego!"

La respuesta a esta afirmación fue... bueno, despiadada.

La verdad pronto pisoteó su concepción. HALITO, el hechizo que había creído su técnica definitiva, era sólo una habilidad de primer nivel en la mazmorra. Incluso el nombre era diminuto; significaba "pequeño fuego".

Los aventureros de Scale tenían habilidades mucho más potentes que la gente del mundo exterior — la diferencia era abismal. Aunque, como ella había oído hablar que la mazmorra era un mundo de mitos, un mundo de leyendas, Berkanan ya se lo había imaginado.

Aun así, era una cabeza más alta de los demás que la rodeaban, por lo que se sentía como una adulta sentada en la mesa de los niños. Eso la hacía muy visible para los demás. Mucha gente le tendía la mano, pero también experimentó un porcentaje de rechazo comparativamente mayor. Al parecer, a los aventureros no les servía de nada una maga que sólo sabía lanzar fuego.

Su punto de ruptura llegó cuando alguien señaló su bastón y le preguntó: "¿Luchas con un garrote? Ven a ser nuestra primera línea." Huyó de la taberna avergonzada.

Los magos solían ser bienvenidos en los grupos por el simple hecho de serlo. ¿Ya no era suficiente? ¿Había llegado el fin de esa época?

Quizá solo se trataba de la mala suerte de Berkanan, o quizá había llegado un día en el que los aventureros reunidos podían permitirse ser más exigentes a la hora de elegir a sus magos. En cualquier caso, ella nunca sabría la verdadera razón. Al final, Berkanan se sentó abatida en una mesa, sintiéndose fuera de lugar, y así fue como concluyó su primer día en Scale.

Al final, fue un aventurero que se alojaba en los establos quien pareció compadecerse de ella —no, seguramente no era lástima— y esa persona le mostró el camino.

Mientras Berkanan recogía paja para dormir, llorando todo el tiempo, el aventurero se ponía su propio equipo. "Deberías intentar ir al primer piso de la mazmorra", le sugirieron ellos.

Había una regla tácita de que los aventureros de diferentes alineamientos no trabajarían juntos en Scale. Sin embargo, la mazmorra era una excepción. En el primer piso, el número total de aventureros que buscaban a un mago era mucho mayor — aunque el acuerdo sólo fuera temporal.

Pero, ¿era cierto? ¿Encontraría ella realmente una oportunidad allí? Berkanan parecía medio convencida mientras se dirigía al primer piso de la mazmorra.

Incluso entre la multitud de aventureros, ella destacaba. Expuesta a sus miradas curiosas —o quizás amorosas—, se encogió sobre sí misma y permaneció de pie junto a la pared durante un tiempo.

El primer grupo con el que habló le preguntó qué hechizos podía lanzar. Cuando escucharon su respuesta, discutieron un poco antes de decir: "Bueno, supongo que eres mejor que nada."

Ese grupo, probablemente de alineamiento malvado, dijo que habían perdido a su mago durante un intento anterior. Una cosa sorprendente de este pueblo era que aquí, los muertos podían ser resucitados. Obviamente, sin embargo, eso tenía un costo. Incluso si Berkanan se agregaba al grupo sólo para llenar un vacío, ella estaba satisfecha.

Y eso nos trae de vuelta al presente.

"Ugh, sin duda fuiste un dolor de trasero..."

Terminada la batalla, el luchador sin nombre clavó un pie en el cadáver del sapo gigante y lo maldijo. El ladrón estaba en un rincón de la cámara funeraria, agazapado frente al cofre de tesoros, trabajando duro para abrirlo. Varios miembros del grupo estaban alrededor, curando heridas o permaneciendo alerta ante posibles amenazas, cualquiera que fuera su trabajo específico.

Pero, ¿alguien se preocupó por la maga deprimida, sentada apoyada contra la pared? Desde luego que no.

"Esa rana tenía algún tipo de protección contra los hechizos", murmuró Berkanan débilmente. "Te digo que mi fuego rebotó... Si no fuera por eso..."

Si no fuera por eso, ¿entonces qué?

Las palabras, que sonaban como una excusa destinada a alejar sus inseguridades, sólo alimentaban su propio odio hacia sí misma.

¿Es culpa mía que no digan nada? se preguntó, mirándolos a través del espacio entre sus rodillas. ¿O es que el grupo era así incluso antes que yo me uniera?

¿Qué hago si me echan? ¿Tendría que volver a quedarse de pie en el primer piso de la mazmorra? ¿O tal vez retirarse a la taberna? Pero todos la habían visto antes, cuando no pudo encontrar compañeros, y la habían visto aventurarse hoy con este grupo.

Berkanan sabía que llamaba la atención. La gente la reconocería enseguida.

Berka aburrida. Berka lenta. Berka torpe. Berka inútil.

Oh, pero ¿tal vez a los aventureros no les interesan otros aventureros...?

Berkanan esperaba que así fuera. Era casi un deseo o una plegaria — así de mal lo había pasado.

"¿Qué opinas?"

"Debería ir por cien de oro, diría yo."

"Una Espada de Rebanar, ¿huh? ¿No podríamos haber obtenido una buena daga en su lugar, como una Hoja Dentada o algo así?"

"Como si fueran a dejar que una maldita rana tuviera algo tan bueno."

Uno de los miembros del grupo volteó hacia Berkanan y gritó: "¡Oye, vámonos!"

"Oh, okay."

Lentamente se puso de pie. En voz baja, comenzó a cantar feiseen (vete), pero luego se detuvo y sacudió la cabeza.

La abuela se enfadaría...

"Escúchame, Berka — las palabras de verdad no deben decirse a la ligera." La anciana se lo había dicho a menudo con un rostro de amargura. No, Berkanan no podía usar esa palabra para limpiarse la baba de su ropa.

Aun así, los sonidos ridículos y pegajosos que hacía a cada paso sobre el suelo de baldosas de piedra eran terriblemente embarazosos. La baba de rana hacía que la ropa de Berkanan se le pegara al cuerpo y le picaba un poco, haciéndole sentir todo tipo de picazón.

El ladrón que caminaba a su lado —un elfo, ella pensó— parecía estar mirándola. Aunque intuía que estaba siendo demasiado tímida, Berkanan encorvó su corpulento cuerpo, tratando inútilmente de parecer más pequeña.

"Algo huele raro..."

"¿Seguro que no es sólo baba de sapo?"

En la oscuridad, se oía el hablar de la gente.

"No soy yo", murmuró Berkanan, con una voz tan débil como el zumbido de un mosquito. Sus manos se apretaron alrededor de su gran bastón en forma de garrote; sus brazos abrazaron con fuerza su amplio pecho. Sus ojos se movían rápidamente a izquierda y derecha, buscando sin saber por qué. En su cabeza, musitaba: No volveré a meter la pata. La próxima vez, los eliminaré con mi fuego.

La próxima vez—

"¿Hm?"

De repente, Berkanan notó una sombra que se cernía sobre ella. No ocurría a menudo. Por eso levantó inmediatamente la cabeza, mirando sorprendida.

Ante ella, se alzaba—

"Ah."

—un dragón rojo.

◇◆◇

Murmurar—Cantar—Rezar—Invocar

◇◆◇

"¡¿Aughguagahhhhh?!?!?"

Todo el cuerpo de Berkanan convulsionó mientras se retorcía y daba vueltas.

"¡Caliente! ¿Está ardiente? ¡¿Aughahhhh?! Ahhhhhh!!!"

No podía respirar.

Agonía.

Se arañó la garganta y gritó como si vomitara sangre, con los ojos abiertos de par en par.

"Tranquila."

Una mano fresca, tal vez incluso fría — pero suave. Esa frialdad, junto con la calidez de la voz, ayudó a Berkanan a controlar sus movimientos. La mano que le acariciaba la espalda subía y bajaba lentamente, como una madre que tranquiliza a su hijo.

"Se te ha concedido la vida. Que el miedo al sufrimiento, al dolor y a la muerte te inspire a vivir aún más."

Berkanan era incapaz de responder — sólo podía respirar con dificultad y le dolía la garganta. Aun así, aquellas palabras amables y gentiles llegaron a su corazón, como si le insuflaran nueva vida.

Sí, allí estaba su corazón, latiendo en su pecho. El pulso. Estaba viva.

Viva...

Sus brazos y piernas seguían unidos. Nada quemado, ceniciento o carbonizado.

Este era el cuerpo por el que su abuela la había elogiado. Tienes una piel tan blanca y bonita, Berka. Ni siquiera el sol puede vencerte.

"Que vivas una vida mejor y mueras una muerte mejor. Levanta la cara, mira hacia adelante y avanza."

El rostro de un elfo de hermoso cabello plateado llenó la visión borrosa de Berkanan. Su voz era tranquila y amable, al igual que su expresión.

Tranquila, parecía susurrar el elfo. Tú puedes hacerlo.

Berkanan respiró profundo y entrecortadamente, aspirando aire con desesperación. Y entonces... y entonces...

"Porque eso es lo que se busca de ti."

Berkanan alzó la voz y lloró.

◇◆◇

"Todo salió bien."

Los ojos de Raraja se abrieron de par en par al escuchar la voz de la Hermana Ainikki. "Oh..."

Una persona iba detrás de Aine, tambaleándose sobre sus pies inestables — era como una niña pequeña llevada de la mano por una monja elfa. Su piel blanca y desnuda estaba cubierta por una sábana de lino, y estaba encorvada, mirando a su alrededor con desconfianza. Poco más que un trozo de tela la cubría, y no podía ocultar el bello rostro ni el exótico espíritu de la chica. Pero más que eso, había algo que llamaba la atención del chico...

"¡Ella es enorme!", soltó Raraja.

Tan pronto como habló, la chica se crispó, su cuerpo se estremeció, y se encogió en sí misma. Una rápida y penetrante mirada de Ainikki lo atravesó, pero no había forma de evitarlo — la chica era más grande que Raraja, incluso más grande que Iarumas.

Los recuerdos de los antiguos miembros del grupo de Raraja pasaron por su mente. Todos tenían cosas que no querían que se dijeran de ellos, o rasgos de los que no querían que se rieran. Sabiendo esto, Raraja quiso continuar rápidamente con su arrebato.

"Lo siento..." murmuró él.

"N-No lo sientas... Estoy acostumbrada..." La chica negó con la cabeza, pero también se escondió detrás de la espalda de Aine en un intento de ocultar su enorme cuerpo. El intento fue, por supuesto, infructuoso. Era demasiado grande.

Ahora que lo pienso...

A Raraja s se le vino a la cabeza tardíamente — si ahora no llevaba ropa ni equipo, ¿no significaba eso que también había estado desnuda en la mazmorra? Es decir, si se puede llamar "desnuda" a un pedazo de carne carbonizada que había sido arrojada en una bolsa para cadáveres.

Raraja sabía que, si decía eso, esta pobre chica con cabello negro y un cuerpo grande probablemente se encogería en sí misma aún más.

Cuando el muchacho torpemente desvió sus ojos, se encontró con otro par — azules, que parecían bastante desinteresados.

"Arf." Ladró Garbage como si dijera: "¿Qué estás haciendo?"

Raraja le dijo que se callara.

En este punto, se dio cuenta de que sólo había mujeres en el área del ritual en este momento. Si contabas a Garbage, una sobra de la merienda de un monstruo, como una mujer, entonces Raraja era superado en número tres a uno. Las probabilidades no estaban a su favor...

Aine le dio a la chica recien resucitada un leve empujon por detras, como para apoyarla.

"Ahora, ven por aquí."

"Um, er, uhh..." La chica habló entrecortadamente, claramente nerviosa, y luego inclinó la cabeza. "Muchas gracias. Muchísimas gracias. He oído que me salvaste. Pero, um..."

Sus gestos probablemente fueron hechos para ser pequeños y educados, pero le parecieron terriblemente grandes a Raraja. Primero, sintió su cabello negro rozar su nariz, y luego, debajo de ese cabello, vio sus ojos mirándolo fijamente.

No podía decir si ella lo estaba mirando con los ojos hacia arriba... o mirándolo hacia abajo. Pero a pesar de todo, la impresión que le dio —una mezcla de miedo, halago e incertidumbre, como si estuviera tratando de leer su estado de ánimo y actuar en consecuencia— se percibía con claridad.

"Erm... ¿por qué—"

¿Me salvaste?

No sé qué decirle.

En lugar de una respuesta, Raraja miró alrededor torpemente. Él no sabía la respuesta más que ella. Las resurrecciones costaban dinero, y el chico no obtenía nada a cambio. Bueno, pensó que podría conseguir que la chica le devolviera el dinero, pero en realidad no buscaba obtener ganancias. Sólo podía llegar al punto de equilibrio. Aunque... no, teniendo en cuenta su trabajo y el tiempo invertido, probablemente tendría pérdidas en este caso.

"Te encontramos por casualidad", dijo Raraja. "Eso es todo." Si iba a buscar una razón a pesar de eso, al final iba a dar con algo intrascendente. "Pensé que era mejor tenerte aquí arriba, viva, haciendo lo que sea que te gusta hacer, en lugar de muerta allá abajo."

Por alguna razón, los ojos de la Hermana Ainikki se entrecerraron un poco cuando escuchó eso. Raraja no tenía idea por qué ella estaba sonriendo tan alegremente.

¿Había, una vez más, mencionado él algo que no debía? Si es así, entonces pensó que no debería seguir caminando por encima de este escollo en particular por más tiempo.

Los ojos de la chica se abrieron con sorpresa, Raraja miro alrededor, y...

"Oh, oye, esa cosa."

"¡Guau!"

"Tráelo aquí, ¿quieres?"

Garbage había estado jugando distraídamente con un trozo de madera. Cuando se lo pidieron, lo recogió con sus pies y se lo lanzó a Raraja.

Lo sintió pesado en sus manos — robusto como un garrote, y largo también. Sí, era como un garrote. Pero no lo era. Y él ya tenía una idea de lo que debía ser.

"Este es tu bastón mágico, ¿verdad?", preguntó él. "Puedes tomarlo de vuelta."

"¡O-Oh...!"

Ella lo tomó de él y lo apretó contra el pecho con ambas manos, como si estuviera manipulando algo precioso. Él la oyó murmurar algo así como "Oh, gracias a Dios, gracias a Dios" entre sollozos, junto con algunas palabras de gratitud. Sus grandes y exagerados movimientos la hicieron sentir como si hubiera arrancado el bastón de las manos de Raraja.

El dueño de la tienda de armas, Catlob, le había echado un vistazo —literalmente, sólo uno— antes de decirle lo que era.

Un bastón muy atractivo — un Bastón Semental.

Duro y fuerte, estaba encantado para proteger al usuario. Era raro ver uno en el mundo exterior — aunque eran muy comunes en las mazmorras.

Esta chica estaba agarrando su bastón, llorando y gimiendo... Aunque estaba de rodillas, no había necesidad que Raraja mirara hacia abajo para verla. A pesar de eso, se veía terriblemente pequeña.

El chico no sabía de donde habia venido o que estaba tratando de hacer. Ni siquiera sabía su nombre. Sólo entendía dos cosas de la chica: era maga y acababa de resucitar de un cadáver.

Y también... ¿supongo que pagué por la resurrección?

La Hermana Ainikki no dijo nada — simplemente miró fijamente a Raraja. Mientras tanto, Garbage parecía completamente indiferente. Dejó escapar un quejido y trotó hacia la chica.

¿Cómo se sentía este bocado pelirrojo de sobras de monstruos acerca de todo esto? Raraja no tenía idea. Él especuló que ella podría estar pensando, "¿Quién es esta?" o algo así...

Solo un perro callejero queriendo olfatear un olor nocivo.

Aun así, mientras Garbage miraba a la chica, aquel rostro bañado en lágrimas formó una frágil sonrisa. Un pequeño y débil murmullo. Gracias, Raraja chasqueó la lengua. La chica se estremeció.

"Entonces", preguntó Raraja después de un momento, "¿qué vas a hacer ahora?"

"¿Ahora...?"

Parecía que él no tenía más respuesta a esa pregunta que ella. En retrospectiva, incluso preguntárselo a ella le parecía desagradable, pero pensó que debía decirlo — que era necesario preguntárselo.

"Quiero decir, claro, yo soy quien decidió poner el dinero para esto, y nunca te pregunté si lo querías, pero, sabes..." Su mirada apuntaba hacia otro lado, fuera de la zona ritual, hacia la sala de oración donde estaba el dios hueco —Kadorto— en pie. "No lo pagué sólo para que pudieras estar de rodillas, llorando", concluyó Raraja, antes de añadir un tranquilo: "Probablemente..."

"Y-yo... Yo..."

Los recuerdos daban vueltas en la cabeza de la chica — Berkanan.

Berka lenta. Berka aburrida. Convertirse en una gran maga. Hazte un nombre en la mazmorra.

Sólo puede lanzarHALITO. Inútil. La ropa de la abuela. Y...

"Quiero..."

Para sorpresa de Berkanan, su voz no era temblorosa. ¿Había hablado alguna vez con tanta firmeza? No que ella recordara. Siempre había tenido miedo. No sabía hacer nada bien. Las cosas siempre le salían mal. Lo intentó, pero fue en vano. Se esforzaba desesperadamente — pero seguía sin conseguirlo. Fuera donde fuera, estaba desesperada.

¿Las cosas también seguirían así a partir de ahora? ¿Seguiría huyendo, siempre, siempre, siempre con miedo?

Lo odiaría, pensó ella. No, no lo quería en absoluto. ¿Por qué siempre le tenían que pasar estas cosas?

Bueno, en ese caso...

Sin duda con la vista puesta en el futuro, Berkanan dijo: "Quiero... acabar con ese dragón rojo."


Gracias por leer: Blade & Bastard Vol. 2 capítulo 1, y si encuentras algún error en la traducción, reportar en comentarios.

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