Overlord Volumen 13, Capítulo 4 Parte 2

Lee la novela ligera de Overlord volumen 13, capítulo 4 parte 1 en español.
Raruk Berg

Overlord novela ligera vol. 13
Overlord vol. 13 novela ligera
Traducción jpn-ing: Nigel
Traducción ing-esp: Rawi
Corrección: . . .

Warning!
Esta traducción es la versión 2.3 traducido por Rawi. Se sacará una versión en el futuro.

Overlord Volumen 13: La Paladín del Reino Santo | Parte II

Capítulo 4: Asedio

Overlord volumen 12 Cap 4

Parte 2

Neia tragó los jugos gástricos que se elevaban dentro de ella mientras caminaba hacia la habitación del Rey Hechicero. Al hacerlo, una intensa acidez se extendió por su boca.

Ella tomó la bolsa atada a su cinturón y bebió el agua que había dentro.

El agua era apenas deliciosa, con sabor a cuero, pero ayudaba a calmar la sensación de ardor en su garganta y el hedor en su boca. Sin embargo, la ira aún permanecía en el pecho de Neia y su rostro seguía pálida.

Recordó la escena que le revolvió el estómago y que no podía olvidar, aunque quisiera.

El ejército semi-humano había rodeado esta ciudad durante tres días.

El enemigo no había atacado ni intentado negociar, simplemente dejaron pasar el tiempo. Pero hoy, los semi-humanos habían sacado a sus cautivos del Reino Santo a los muros exteriores del distrito de Loyts, donde estaban Neia y los otros. Si ellos tuvieran arqueros u honderos hábiles presentes, podrían haber sido capaces de atacarlos. Desafortunadamente, no tenían a nadie así disponible.

Neia confiaba en derrotar a los semi-humanos si usaba el arco del Rey Hechicero. Sin embargo, lanzar un ataque apresurado podría desencadenar un ataque total. Eso llevaría a una batalla de 10.000 contra 40.000 y tendrían que abrir las puertas de la ciudad si querían salvar a esos cautivos.

Una vez que las puertas se abrieran, las fuerzas semi-humanas seguramente entrarían como una avalancha. No se podía permitir que algo así ocurriera, así que, todo lo que podían hacer, era hacerse a un lado y mirar.

Había menos de veinte cautivos. Estaban formados por hombres y mujeres, adultos y niños, pero no había ancianos entre ellos. Todos los prisioneros estaban desnudos y cubiertos de cicatrices y moretones.

Justo cuando la gente reunida del Reino Santo comenzó a pensar que habían sido traídos como garantía para algún tipo de negociación, se desató la tragedia.

Los semi-humanos comenzaron a masacrar a los cautivos.

Un semi-humano que parecía tener unos tres metros de altura, había decapitado a un prisionero y luego levantó la cabeza cortada en posición invertida. Neia había visto claramente cómo la tierra había bebido las vastas cantidades de sangre fresca derramada sobre ella.

Después de eso, los semi-humanos empezaron a descuartizar los cadáveres de los prisioneros.

Neia anteriormente había visto a su padre procesar cadáveres de animales. Sin embargo, la visión de que algo así les ocurriera a los seres humanos, había asestado un duro golpe a la psique de Neia.

Después de eso, los semi-humanos se comieron a los cautivos uno tras otro, mientras aún estaban frescos.

La parte más cruel, fue ver cómo algunas personas habían sido devoradas vivas.

Incluso ahora, los oídos de Neia seguían sonando con el llanto de un niño y el sonido de sus entrañas siendo arrancadas mientras un semi-humano masticaba su vientre abierto.

Afortunadamente, Gustav había sido lo suficientemente sabio como para evitar que Remedios apareciera, bajo el pretexto de proteger al Príncipe. Seguramente ya estarían peleando si ella hubiera visto algo así.

Neia inhaló profundamente, luego tomó otra bocanada de agua y se obligó a tragarla.

Había oído a alguien decir que se sentiría mejor vomitar si uno tuviera náuseas, pero, dado que se dirigía a la habitación del Rey Hechicero, sería irrespetuoso llegar con el hedor del vómito aferrado a ella.

Después de olerse varias veces, Neia se paró ante la puerta de la habitación del Rey Hechicero.

No había nadie a cada lado de la puerta.

Ahora que la ciudad había sido rodeada por los semi-humanos, no quedaba nadie para proteger — en realidad, vigilar — al Rey Hechicero.

Neia tocó a la puerta para indicar su presencia a la persona que estaba dentro.

"Su Majestad, soy la escudera Neia Baraja. ¿Puedo entrar?"

"Adelante."

Después de recibir permiso para hacerlo a través de la puerta de la habitación, Neia entró en silencio.

El interior estaba amueblado de forma sencilla ya que los semi-humanos habían destrozado la mayor parte. Aun así, era más de lo que cualquier otro en la ciudad tenía.

El Rey Hechicero estaba de espaldas a Neia mientras miraba por la ventana.

"Parece bastante caótico afuera, dado que he visto tanta gente corriendo desde aquí arriba. Hemos estado rodeados durante cuatro días, pero este es el día más ruidoso de todos. Eso podría indicar... ¿qué es una señal de que el enemigo se está preparando para atacar?"

El Rey Hechicero no había mostrado intención alguna de participar en esta batalla, simplemente permanecía en su habitación sin incidentes. Ni siquiera se había presentado a la reunión estratégica cuando el ejército semi-humano empezó a desplegarse alrededor de la ciudad.

Naturalmente, los líderes del Ejército de Liberación no estaban contentos con esto, pero les costó mucho pedirle algo al Rey Hechicero después de haberles dicho: "¿No sería malo en el futuro que el rey de otra nación metiera las narices en sus asuntos?".

A Neia se le había ordenado asistir a varias reuniones en su lugar. Este era el plan del Ejército de Liberación para compartir lo que sabían con el Rey Hechicero y Neia lo aprobó. Sin embargo, eso había llevado a Neia a presenciar la tragedia que había ocurrido antes.

"…No, los semi-humanos no han hecho grandes movimientos de ese tipo. Pero... los semi-humanos, ah... cómo decirlo, tal vez estaban tratando de hacer una demostración de fuerza, así que, sus posiciones han cambiado un poco.

"En ese caso, esta espera solo continuará por un tiempo más, ¿no? Los semi-humanos están tratando de sacudir a nuestras tropas y debilitar su moral... ahora que lo pienso, ¿podemos ganar esta batalla?"

Imposible. La respuesta llegó al punto en que Neia podría responder en el acto.

En primer lugar, había una gran diferencia en el número respectiva de sus fuerzas.

10.000 humanos contra 40.000 semi-humanos.

Además, esa cifra de 10.000 incluía a los ancianos y a los niños y también estaban los heridos — tanto física como mentalmente — y la fatiga en la que habían incurrido en los campos de prisioneros, de los que todavía no se habían recuperado del todo.

Mientras que los defensores típicamente tenían la ventaja durante un asedio, eso solo se aplicaba cuando ambas fuerzas eran iguales.

Cuando uno comparaba al semi-humano promedio con un plebeyo humano, este último era tan débil que incluso compararlos parecía un gesto estúpido.

Como mucho, las únicas personas que podían estar en pie de igualdad con los semi-humanos, eran los paladines, los sacerdotes y los soldados profesionales, pero no tenían muchos de ellos y, en comparación con el ejército de 40.000 combatientes a los que se enfrentaban ahora, era como intentar apagar el aliento ardiente de un dragón con un cubo de agua.

Sin embargo, no se podría decir que esta fuera una batalla totalmente imposible de ganar.

Había una persona que podía derrotar a las hordas semi-humanas por su cuenta, incluso sin contar al Rey Hechicero.

Asumiendo que el agotamiento físico y los golpes del enemigo no fueran un factor, la Paladina más fuerte en el Reino Santo — Remedios — podría enfrentarse a 40.000 semi-humanos promedio y matarlos a todos.

Sin embargo, uno no podría decir que no había individuos poderosos en el ejército semi-humano que pudieran enfrentar a Remedios. De hecho, era muy probable que estuvieran ahí fuera.

Neia recordó al rey semi-humano que había gobernado esta ciudad anteriormente, el Gran Rey Buser. Mientras que el Rey Hechicero lo había matado como si no fuera más que un montón de basura, eso fue simplemente porque el Rey Hechicero era increíblemente poderoso, Buser era abrumadoramente fuerte por derecho propio. Neia no podía haberlo vencido, por mucho que lo intentara.

Reyes semi-humanos como ese podrían ser iguales a Remedios, o puede que incluso ser superiores. Todos ellos eran muy fuertes en la estimación de Neia, por lo que no podía juzgar con precisión el resultado de un enfrentamiento entre dos seres tan poderosos.

Además, desde un punto de vista práctico, había que tener en cuenta el agotamiento físico. No importaba lo fuertes que fueran, nadie podía escapar al espectro de la fatiga. La magia podría aliviarla brevemente, pero la fatiga continuaría acumulándose.

Incluso después de matar a un ejército de 10.000 hombres, Remedios podría ser atacada en un momento de agotamiento y debilidad y ser asesinada por un semi-humano cualquiera. Después de todo, la cantidad tenía su propia virtud.

Sin embargo, si había algún ser que pudiera cambiar esa lógica — los ojos de Neia se dirigieron al gran gobernante que tenía enfrente, que aún estaba de espaldas a ella.


Esa persona sería una fuerza absoluta.

Una entidad que superaba la lógica de este mundo — Overlord.

No era otro que el Rey Hechicero, Ainz Ooal Gown.


Mientras Neia miraba su espléndida espalda, de repente, se dio cuenta de que aún no había respondido a la pregunta del Rey Hechicero y se apresuró a hablar.

"¡No estoy segura!" —El pánico la hizo exclamar más fuerte de lo habitual y se sonrojó antes de continuar en un tono normal— "—Pero haré lo que pueda al respecto."

El Rey Hechicero parecía totalmente impasible ante esto y siguió haciendo otra pregunta.

"Ya veo. Entonces, ¿has descubierto algo nuevo sobre el enemigo? ¿Has comprobado la presencia de Jaldabaoth?"

"La situación en ese aspecto no ha cambiado en los últimos días. Aún no hemos visto a Jaldabaoth entre las fuerzas semi-humanas."

"Hm, eso me complica las cosas. Puede ser muy difícil para mí ayudarte en la defensa. Necesito reponer el maná que he usado. Después de todo, su plan podría ser privarme de energía. Debo pensar en este punto antes de decidir cómo actuar."

"Por supuesto. Todos conocen la postura de Su Majestad."

Durante una reunión de estrategia, alguien dijo una vez que había visto a un demonio que se parecía a Jaldabaoth, pero cuando Neia dijo que tenía que asegurarse, esa persona dijo inmediatamente, que probablemente se había equivocado.

Dado el ambiente en el aire, estaba claro que todos los presentes — con la excepción de Neia — planeaban involucrar al Rey Hechicero en la lucha difundiendo informes falsos sobre la presencia de Jaldabaoth.

Podrían despreciar a los no-muertos, pero mentirle al rey de una nación significa que no tienen integridad de la que hablar. Incluso si se vieran forzados a entrar en una situación desesperada, ¿no sería correcto mostrar su determinación a alguien que debería ser respetado?

"En ese caso, ¿qué piensas de los movimientos de los semi-humanos?"

"Ah, sí, los semi-humanos se habían estado reuniendo previamente en la puerta oeste, pero, ahora han dividido sus fuerzas y están enviando algunas de sus tropas a la otra puerta — este. Creemos que están a punto de hacer su movimiento o prepararse para un asedio."

"Es decir, ¿ha pasado suficiente tiempo para que terminen de construir armas de asedio? Eso probablemente sea algo bueno. Después de todo, el enemigo no está tratando de mataros de hambre."

Neia no podía decir si era algo bueno o malo, pero no tendrían solución si los semi-humanos intentaran matarlos de hambre.

En un enfrentamiento directo contra los semi-humanos, los humanos serían rápidamente aniquilados debido a la abrumadora ventaja de sus números y fuerza. Sin embargo, si luchaban desde la protección de las murallas de la ciudad, no sería una batalla tan desigual. Por supuesto, simplemente estaba pasando de "probabilidades increíblemente malas" a "probabilidades no tan malas.

"Por supuesto, eso también podría deberse al hecho de que los semi-humanos no son conscientes de nuestra situación de suministro. Pero es más probable que no les importe una ciudad tan pequeña como esta."

"Bueno, los semi-humanos conquistaron la fortaleza que vimos cuando entramos en el Reino Santo, así que, sería razonable para ellos tener una pequeña ciudad como esta en baja estima... si les hacemos pasar un mal rato durante la defensa y les hacemos sentir que un asedio los pone en desventaja, eso hará que esta sea una guerra prolongada. Después de eso, la siguiente batalla sería muy problemática."

Parecería que el Rey Hechicero creía que tendrían que ganar esta batalla imposible de ganar antes de que la verdadera batalla comenzara.

"Su Majestad, ¿puedo pedirle su opinión sobre cómo cree que evolucionará la situación?"

"Desarrollos futuros, hm. Sinceramente, yo tampoco lo sé. En realidad, se podría decir que ya perdisteis al ser forzados a un sitio como este. Los asedios se llevan a cabo normalmente con el pretexto de que los refuerzos llegarán. O eso, o el enemigo está operando bajo alguna condición desventajosa, como un límite de tiempo. Sin embargo, simplemente estamos defendiendo una ciudad en territorio enemigo, así que, nuestras posibilidades de victoria son desesperadamente pequeñas."

"Aun así, logramos enviar a los nobles que liberamos al sur antes de esto, así que, no podemos decir con certeza que la ayuda no llegará."

Neia pudo haber dicho esas palabras, pero sabía en su corazón que no debía contar con refuerzos.

Los ejércitos del sur tendrían que atravesar el ejército semi-humano bloqueando su camino para llegar a la ubicación de Neia, e incluso si lo hicieran, todavía había un ejército de 40.000 semi-humanos con los que luchar.

Pelear batallas repetidas sería una gran pérdida de su fuerza de combate. Abandonar a las 10.000 personas en esta ciudad sería una decisión más sabia.

"Eso sería bueno..."

Parece que el Rey Hechicero tampoco lo creyó ni por un momento.

Pero eso era de esperar. Dadas las circunstancias, ¿quién podría cambiar las cosas sin sacrificar a nadie?

Neia disipó la idea que surgió en su cabeza.

Su Majestad está aquí para luchar contra Jaldabaoth, así que, agotar su maná en otros asuntos y así disminuir sus posibilidades de victoria no puede ser permitido.

"…Me tomará un tiempo lanzar el hechizo de teletransportación que usé con los orcos otra vez, pero, aún puedo lanzar el hechizo que ocasionalmente uso para volver al Reino Hechicero unas cuantas veces más. Llevar a una docena de personas conmigo no sería un problema... pero, supongo que no puedes decidir a quién enviar, así que, supongo que no lo harás."

"Le agradezco su comprensión, Su Majestad."

Quizás hubiese sido mejor pedirle al Rey Hechicero que tomase al príncipe Caspond y huyese, pero ese movimiento tenía sus propios deméritos.

Cuando un rey de otra nación estaba dispuesto a comprometerse en una batalla para enfrentarse a un temible demonio, el hecho de que un miembro de su propia familia real le rogara descaradamente a otra persona que se los llevara fuera del campo de batalla era totalmente vergonzoso.

Mientras Neia reflexionaba sobre esta información, el Rey Hechicero se giró para mirarla por primera vez desde que había entrado en la habitación.

Los puntos rojos de luz en sus ojos vacíos miraron directamente a Neia. Aunque una vez la habían asustado, Neia se había acostumbrado a ellos y había llegado a sentir que eran bastante encantadores.

"Esto es lo que pienso, Baraja-san. Hemos acabado en un enfrentamiento con las fuerzas enemigas debido a la estupidez del liderazgo del Ejército de Liberación. Tal situación no puede ser cambiada por los esfuerzos de una sola escudera. ¿Qué tal si te concentras en tu seguridad personal en lugar de centrarte en el panorama general? ¿Entiendes que mi nación aceptará tu lealtad, si estás dispuesta a dársela? Dado que has sido entrenada como paladín, estoy seguro de que podrás ejercer plenamente tu talento en mi país."

Neia estaba confundida y no sabía cómo responder.

Aunque estaba agradecida de que el Rey Hechicero se preocupara por ella, temblaba de miedo al considerar lo que podría perder si aceptaba la propuesta del Rey Hechicero.

La devoción de sus padres hacia este país.

Su amor por su ciudad natal.

Puede que nunca sea capaz de volver a la nación en la que nació.

Tenía recuerdos de varios amigos que tenía.

Ante los ojos de Neia, muchos recuerdos giraban en círculos y desaparecían uno tras otro como un carrusel, pero, entre ellos, había algo que se negaba a moverse, permaneciendo siempre en su conciencia — en otras palabras, lo mas importante.

Era miembro de La Orden de Paladines.

Aunque todavía no sabía lo que era la justicia, era lo único de lo que Neia podía enorgullecerse.

"Estoy profundamente agradecida por la indulgencia de Su Majestad, pero, como ciudadana del Reino Santo, siento que estoy obligada a salvar a tantas personas como pueda. Eso es porque, salvar a los indefensos, salvar a los que sufren, es de sentido común."

El Rey Hechicero dejó de moverse repentinamente, como si hubiese sido congelado en su lugar.

"...Hm."

El Rey Hechicero murmuró para sí mismo y luego se acarició la barbilla.

Parecería que las palabras de Neia había tocado la fibra sensible del Rey Hechicero, por lo que volvió a estudiar a Neia.

Fue sólo un comentario desechable y Neia se encontró inquieta e incómoda.

"¿Estoy en lo correcto al decir que, cuando los semi-humanos ataquen, serás destinada a las murallas cerca de la puerta oeste, en el lado izquierdo de la ciudad? Es un lugar muy peligroso y, contar conmigo para salvarte será un error ¿sabes?"

"Lo sé muy bien."

Neia era experta en el tiro con arco y, dado que había sido asignada al corazón de la batalla, no había duda de que sería asesinada en combate. Sin embargo, se había preparado para morir, ya que iría al campo de batalla.

Esperando una respuesta, Neia miró al Rey Hechicero a los ojos.

"Ahh, esos ojos. Me gusta la mirada en tus ojos."

Los murmullos autodirigidos del Rey Hechicero hicieron sonrojar a Neia. Aunque el Rey Hechicero no quiso decir otra cosa con sus palabras, fue muy impactante escuchar a alguien que ella respetaba decir que ella le gustaba.

"En ese caso, te prestaré varias cosas, Baraja-san. Por favor, haz buen uso de ellas."

Tan pronto como lo dijo, hubo un *whoosh* cuando una cosa increíblemente grande apareció de la nada. Ella había pensado lo mismo cuando el Rey Hechicero le había dado el arco en el carruaje, pero la magia era algo sorprendente.

Neia había visto el ítem mágico — el traje de armadura — que había surgido de la nada. Era una armadura que parecía una coraza verde, era la armadura que el difunto Gran Rey Buser había usado.

"Esto, esto es..."

"Esta armadura debería ser útil, para tu seguridad."

La armadura era demasiado grande para Neia — y sus dimensiones serían bastante grandes para casi cualquier ser humano. Sin embargo, dado lo que Neia sabía sobre la armadura encantada, no sería un problema si se la probara.

Una armadura ordinaria necesitaría ser alterada por un herrero para adaptarse al cuerpo de su portador. Sin embargo, había un límite a la capacidad de tales alteraciones. Una armadura tan grande simplemente no podía ser lo suficientemente ajustada para caber.

Sin embargo, era diferente para una armadura mágica. Cualquier persona puede usarla independientemente de su sexo o raza, siempre y cuando no haya restricciones especiales sobre su uso. Aunque los cambios no serían demasiado drásticos, la armadura ajustaría automáticamente su forma para adaptarse a su portador.

Uno podía incluso hacer que un gigante usara un traje de armadura no más grande que su propio pulgar, pero la durabilidad de la armadura mágica variaba con los materiales con los que estaba hecha y su calidad. Un traje de armadura del tamaño de un Corona se dañaría fácilmente si se le sometiese a hechizos, ácidos o ataques de debilitamiento de equipo y eso reduciría en gran medida la potencia de los encantamientos sobre él.

No había tal cosa como un almuerzo gratis, y los llamados atajos a menudo no funcionaban. Aun así, la armadura de Buser era probablemente muy resistente, dado que era de ese tamaño incluso sin que nadie la llevara puesta.

"Además, te prestaré tres cosas más." —el Rey Hechicero le entregó personalmente esos ítems a Neia— "Una corona, guantes y un collar. ¿Alguno de ellos es redundante con tu equipo personal?"

"No, en absoluto. No tenía ningún ítem mágico para empezar."

"Es bueno oír eso. Ahora, explicaré brevemente el uso de estos ítems."

Como su nombre lo implicaba, la Corona de la Voluntad de Hierro defiende la mente contra hechizos, miedo y otros ataques mentales similares. Sin embargo, aunque la corona hacía que uno fuera inmune a los ataques mágicos, solo podía fortalecer la resistencia del portador contra los ataques derivados de habilidades especiales. Otra cosa que ella tuvo que notar, fue que la corona también negaría los efectos mágicos positivos.

Los guantes eran los Guanteletes de Tiro con Arco. De todos los hechizos del mundo, había algunos que solo podían ser utilizados si su lanzador poseía habilidades de tiro, razón por la cual el Rey Hechicero había hecho ese ítem. Sin embargo, el Rey Hechicero había abandonado esos hechizos después de crear el ítem y por eso los guanteletes eran inútiles para él.

Habían languidecido en el almacén hasta ahora.

Por último, el collar era un ítem que consume maná para lanzar el hechizo de tercer nivel「Recuperación Pesada」. Mientras uno podía usarlo indefinidamente mientras poseyera suficiente maná, consumía más poder mágico que lanzarlo directamente. Dadas las escasas reservas de maná de Neia, lo mejor para ella, era considerarlo un ítem de un solo uso. Por lo tanto, tendría que pensar cuidadosamente cuándo utilizarlo mejor. Este ítem no había sido hecho por el Rey Hechicero ni por sus semejantes; simplemente había sido tomado por su apariencia y lo había comprado en algún sitio.

De hecho, una mirada más de cerca reveló que el collar era de mano de obra muy fina. Era como si una diosa sostuviera una esmeralda. De hecho, era una obra de arte muy atractiva.

Neia miró estos valiosos ítems y luego agitó la cabeza para negarse.

"Lo siento mucho, Su Majestad, pero, no puedo aceptar esto."

Los ítems mágicos que el Rey Hechicero le ofreció eran, sin duda, equipo de primera clase. Sin embargo, ¿qué pasaría si Neia muriera mientras los llevaba puestos? Estos ítems caerían en manos enemigas y, en su lugar, terminarían fortaleciendo a los semi-humanos. Incluso si no cayesen en sus manos, ¿qué pasaría si su cadáver desapareciese durante el caos de la batalla y su equipo desapareciese con ella? Más aún, Neia ya tenía el arco que el Rey Hechicero le había concedido, así que ¿cómo podía estar descontenta con eso y pedirle más cosas?

Hablando de eso, debería devolverle el arco al Rey Hechicero antes de ir a la batalla.

"¿Por qué? Estos objetos te serán útiles en la batalla por venir, ¿no es así? Después de todo, eres del tipo guerrero y careces de maná, así que, es posible que ni siquiera seas capaz de usar la habilidad de ese collar. ¿Por qué no los tomas y los pruebas?"

Neia confesó su inquietud en respuesta a la pregunta del Rey Hechicero. El Rey Hechicero escuchó sus palabras y simplemente sonrió.

"Qué tal esto. Ve al campo de batalla con la determinación de devolverme estos ítems."

Neia había estado resuelta a hacer justamente eso todo el tiempo, pero, la resolución por sí sola no podía romper su malestar. Después de escuchar su respuesta, el Rey Hechicero hizo un gran gesto con la mano.

"Oh, solo tómalo. Tengo hechizos que pueden localizar ítems mágicos y ya he marcado esos objetos. Puedo encontrarlos, aunque estén perdidos."

"¿Ah, sí?"

"Sí, lo es... está bien, no hace falta que seas tan cortés. Tómalos, úsalos."

Si el Rey Hechicero pudiera hacer expresiones faciales, probablemente estaría sonriendo — esos pensamientos pasaban por la mente de Neia mientras escuchaba sus palabras.

Ahora que los había ofrecido con tanta sinceridad, rechazarlos sería un acto descortés. La idea de aceptar su buena voluntad, luchaba con el deseo de disculparse por incurrir en una pérdida para el Reino Hechicero. Esos pensamientos se arremolinaron en la mente de Neia—

"¿Y bien? ¿Puedes prometérmelo? ¿Juras que me devolverás estos objetos después?"

"¡!"

Vuelve con vida. Ese era el significado detrás de esas palabras que humedecieron las esquinas de sus ojos con lágrimas. Solo sus padres la habían tratado con tanta amabilidad antes.

El Reino Hechicero está bendecido por tener un soberano tan misericordioso. Mientras Neia pensaba eso, se mordió el labio y bajó la cabeza.

"¡Muchas gracias! ¡Juro que los devolveré!"

"…Hm."

Ella levantó la cabeza y secó sus lágrimas.

Después de todo, no podía usar su armadura aquí. Sin embargo, los guantes, el collar y la corona no debían ser un problema. Empezó abrochándose el collar alrededor del cuello.

En el momento en que se lo puso, comprendió inmediatamente las habilidades del ítem mágico y cómo usarlo. Era como si el ítem fuera parte de ella y, hacer uso de él, era tan natural y sin esfuerzo como usar sus propias extremidades.

La siguiente fue la corona. Sin embargo, no sintió nada especial cuando se lo puso. No obstante, según la explicación anterior, probablemente lo entendería cuando llegara el momento.

El último ítem fueron los guantes.

Eran un asunto diferente. Podía sentir clara y vívidamente el cambio.

El poder fluía en ella.

Era como si hubiera sido fortalecida por la magia. Sus músculos parecían haberse extendido repentinamente y sus movimientos eran más rápidos y precisos. Además, podía distinguir pequeños detalles, e incluso su estado cardiovascular había mejorado. Se sentía llena de energía.

Sentía que todos los aspectos de sus habilidades físicas habían mejorado.

"Esto es increíble..."

La fuerza adquirida a través del entrenamiento se acumulaba lentamente, por lo que era difícil de percibir. Sin embargo, podía sentir claramente el intenso aumento de sus capacidades físicas. Más sorprendente fue el hecho de que no sintió ninguna incomodidad en el control de su cuerpo dadas las diferencias entre su ser anterior y presente.

"La magia es realmente asombrosa..."

El Rey Hechicero se encogió de hombros al escuchar a Neia reaccionar con asombro.

"Eso es verdad. De hecho, yo mismo me he sorprendido por la variedad de utilidad que pueden brindar los hechizos."

"¿Qué quiere decir con eso…?"

"Hay hechizos que pueden crear azúcar, pimienta y hielo. Además, hay hechizos que incluso pueden crear minerales, aunque no son muy eficientes. Algunas ciudades también dependen de hechizos para complementar su suministro de agua... Parece que los hechizos están estrechamente ligados al desarrollo de la cultura de este mundo."

"¿Es... eso cierto?"

¿Por qué un gran lanzador de magia como él se sorprendería con hechizos tan triviales? Aun así, debe tener sentido, dado que el Rey Hechicero lo había dicho. Y, de hecho, la utilidad de los hechizos había llegado a ser de gran ayuda en muchos lugares; la vida diaria podría no ser posible sin tal magia.

"También están los desagües que usan slimes... o, mejor dicho, coexisten con ellos... ah, me estoy desviando del punto. Baraja-san, no me hagas caso y vuelve a tu trabajo."

En realidad, no había tarea más importante que hacer compañía al Rey Hechicero. Sin embargo, era cierto que carecían de mano de obra y Neia tenía un sorprendente número de cosas que hacer, mientras que dichas tareas estaban relacionadas en gran medida con hacer guardia — lo que cualquiera podía hacer — todavía eran muy importantes.

"Muchas gracias, Su Majestad. Con toda seguridad, volveré con vida."

"Ah, si las cosas se ponen muy feas, entonces, huye al este. Con toda probabilidad, ese es el único lugar donde podrías tener una oportunidad de sobrevivir."

Neia guardó la armadura de Buser y se inclinó antes de salir de la habitación.

♦  ♦  ♦

Dentro de la sala de operaciones, Remedios Custodio y tres paladines estudiaban un mapa de distribución de tropas.

El proceso de pensamiento de Remedios era ágil y claro cuando se trataba de la batalla, en contraste con la forma en que hacía suspirar a la gente con exasperación la mayor parte del tiempo. Mientras que su hermana menor diría, "Tienes un gran cuerpo allí, todo lo que necesitas ahora, es estudiar un poco más" no habría podido adquirir su actual habilidad de combate si hubiera seguido ese consejo.

Eso se debía a que era diferente a su hermana, que había sido bendecida con tres dones — sabiduría, talento y apariencia.

Nuestra fuerza de combate es de 10.000. El suyo se estima en 40.000. Nuestras condiciones para ganar son aguantar hasta que lleguen los refuerzos del sur, o hasta que el enemigo se retire... podríamos hacerlo si hubiera diez de mí alrededor....

Si los miembros de los Nueve Colores que habían sido elegidos por su fuerza de combate estuvieran presentes, podrían ser capaces de luchar bien, pero, el hecho es que, la situación actual, era un tremendo desafío.

Si queremos ganar tiempo, tenemos que contraatacar al enemigo durante su primera ofensiva. Eso los situará al margen y nos dará el tiempo que necesitamos. Después de todo, el enemigo no sabe qué fuerzas poseemos, ¿verdad?

También había considerado seriamente la propuesta de lanzar un primer ataque.

Podían reunir sus fuerzas en la puerta este y aplastar al enemigo allí con un golpe poderoso antes de girar para dirigirse a la puerta oeste.

Sin embargo, había llegado rápidamente a una conclusión — todo se perdería si fracasaban. Era muy probable que la puerta oeste se perdiera ante la fuerza principal del enemigo antes de que derrotaran al pequeño destacamento situado en la puerta este y, así, la ciudad caería.

Y, por supuesto, estaba la disparidad entre sus fuerzas. Tenían que compensar esa diferencia si querían ganar.

Pero eso es imposible.

Remedios frunció el ceño y miró las fichas que había en el mapa.

Ella esperaba que un destello de inspiración descendiera desde lo alto. Sin embargo, tal cosa no sucedió.

"¿Tenéis alguna idea?"

"Sí. Personalmente hablando, creo que…"

Escuchó la propuesta del paladín, la rechazó, luego pidió más ideas y el proceso se repitió hasta que ninguno de ellos pudo encontrar nada. En ese momento, un golpeteo resonó a través del pesado silencio de la habitación.

"Capitana, está aquí."

La persona que entró era el vice-capitán — Gustav Montagnés. Al instante, Remedios sintió como si la hubiera salvado la campana. Parecería que los otros paladines de la sala también se sentían así, ya que se podía ver un tenue rayo de esperanza en sus rostros abatidos.

"Ahh, llegaste justo a tiempo. Quería preguntarte si tenías alguna idea."

Remedios señaló al mapa que estaba tendido sobre la mesa con su barbilla. Parece que Gustav entendió lo que quería decir, porque asintió.

"Le puedo dar una o dos sugerencias, pero ¿puedo discutir algunas cosas con usted de antemano?"

"¿Hm? ¿Qué es? Adelante, dímelo."

"Ah..." —Gustav continuó en un tono más apagado— "En realidad, la situación ha empeorado. Algunos quieren saber si el Rey Hechicero participará en la batalla."

El Rey Hechicero no peleará en esta batalla. Esto era tanto para recuperar el maná que había gastado hasta ahora y en caso de que el plan de Jaldabaoth fuera hacerle gastar su poder allí.

Remedios tuvo dificultades para aceptar la primera razón, ya que su hermana pequeña Kelart podía restaurar su maná en un día. Sin embargo, todos los demás sentían que el Rey Hechicero no podía ser sometido a los mismos estándares que los seres humanos, dado que él solo había recuperado la ciudad, por lo que Remedios no dijo nada más. Pensándolo bien, también había sacerdotes presentes, por lo que los demás lo habían aceptado como tal.

Sin embargo, incluso Remedios podría aceptar la segunda razón.

¿Quién podría decir si Jaldabaoth se escondía entre las filas enemigas?

Habían traído aquí al Rey Hechicero para luchar contra Jaldabaoth. Aunque sería mejor que ambas acabasen matándose entre sí, no deseaba ver derrotado al Rey Hechicero. Por lo tanto, era natural que ella apoyase al Rey Hechicero para que pudiese luchar al máximo de sus habilidades, aunque ella despreciase intensamente a los no-muertos.

Aun así, aún había algunos que querían que el Rey Hechicero saliera al campo. Algunos de los nobles que se habían quedado en la ciudad le habían ofrecido enormes sumas de dinero — lo que había hecho que hasta los ojos de Remedios se abrieran tanto que parecía que se le iban a caer de la cabeza — para inducirlo a pelear, pero el Rey Hechicero no había aceptado sus ofertas.

"¿Qué hay de malo en eso? El Rey Hechicero no peleará en esta batalla. Tú también deberías saberlo, ¿verdad? Solo díselos y termina con esto."

"Capitana. No podemos decirles nada de eso. Si las cosas van mal... no, incluso si todo va bien, causará un gran alboroto."

"¿Y eso por qué?"

Ella no podía entenderlo. ¿Qué tenía de malo que el Rey Hechicero no peleara?

Después de ver las preguntas escritas por toda la cara de Remedios, Gustav frunció el ceño y respondió.

"Eso es porque la gente que nos vio recuperar la ciudad, sabe que hay cosas que los paladines no podemos hacer, pero que el Rey Hechicero puede lograr con solo dos personas."

Todavía no entendía lo que Gustav intentaba decir.

"Eso puede molestar a algunas personas, pero así son las cosas. ¿Qué hay de malo en eso?"

"No, lo que trato de decir, es que piensan que el Rey Hechicero es más confiable que nosotros los paladines. Si la gente de esta ciudad se entera de que el Rey Hechicero — el activo más fiable y poderoso que tenemos — no está luchando, la moral caerá en picada."

"¿Confiable?... Te das cuenta de que el Rey Hechicero es un no-muerto, ¿no?"

"No importa si es un no-muerto. El Rey Hechicero liberó la ciudad y rescató a la gente esclavizada. Así que, para ellos, el Rey Hechicero es un héroe."

"¿Un héroe?"

Remedios repitió las palabras de Gustav, incapaz de comprender su significado.

"¿La gente cree que es un héroe? Pero es un no-muerto, ¿no? Odian a los vivos y aman la muerte. Abandonó a los rehenes... no, los mató sin pestañear, ¿cierto?"

"Para ellos es lo mismo. Además... sería algo sencillo si simplemente lo consideraran un héroe. Pero, si esto continúa, la gente empezará a pensar en el Rey Hechicero como su salvador. Si las cosas salen mal, podría afectar al Rey Santo..."

"La Reina Santa, querrás decir", la cara de Remedios se torció y frunció el ceño.

"Ya he dicho esto muchas veces, pero Calca-sama debe estar encerrada en algún lugar. Había paladines y sacerdotes que se derrumbaron por todas partes tras esa batalla con Jaldabaoth, pero no pudimos encontrar a Calca-sama ni a Kelart en ninguna parte. No necesitarían moverla si estuviera muerta. Estoy segura de que debe haber sido tomada como rehén."

"Me expliqué mal, Capitana. Me temo que podría ser un problema que causaría inconvenientes al reinado de Su Majestad.

 "¿Problemas para su reinado?"

"Sí… Nuestra línea de defensa ha sido destrozada y nadie puede impedir que los semi-humanos invadan. Comenzará a haber gente que quiere ponerse al lado de un ser supremo que pueda protegerlos."

"Pero es un no-muerto... ¿entiendes?"

"Repito, no importa si es un no-muerto. Él los salvó en su momento de necesidad, ¿no es así?"

Remedios todavía no podía entender ese punto.

"Pero el Rey Hechicero no fue el único que luchó, ¿verdad? Nosotros también luchamos, bajo la bandera de la Reina Santa."

"Sí. Tienes razón. Todos luchamos, incluso la gente común. Pero, incluso con todo eso en consideración, si el Rey Hechicero hace más que nosotros, entonces, podría haber gente que lo valoraría por encima de la Reina Santa y trataría de convertirlo en su nuevo gobernante."

"¡¿HAH?!" —Remedios inconscientemente levantó la voz— "¿Cómo pasó eso? No solo es un héroe, sino que ahora… ¿cómo es que esa criatura no-muerta está siendo colocada por encima de la Reina Santa? ¿Tienes siquiera idea de lo que estás diciendo?"

"No, eso es desde el punto de vista de la gente..."

"—¡Bueno o no, sigue siendo un no-muerto! ¿Cuánto sufrimiento y esfuerzo crees que Su Majestad tuvo que pasar por el bien de su gente? ¿Cómo pudo esa gente...?"

"—¡Por favor, espere, Capitana!"

"¡¿Qué quieres decir con 'por favor, espere'?! ¿De qué demonios estás hablando, Gustav? No, ¿es eso lo que realmente crees?"

En el fragor de sus poderosas emociones, Remedios golpeó con su puño a la mesa. El furioso golpe — dado por un individuo que había entrado en el reino de los héroes — aplastó el área de la mesa debajo de ella y arrancó un trozo, que cayó al suelo. El extraño patrón de daño parecía como si algún gigante hubiese presionado el borde de la mesa, e indicaba lo enfadada que estaba de verdad.

"Por favor, cálmese, Capitana. Todos conocemos la grandeza y bondad de Su Majestad como algo natural. No hay forma de que el Rey Hechicero o cualquier otra criatura no-muerta pueda compararse con la gran Reina Santa. Pero eso solo lo sabemos porque estuvimos al lado de ella."

"¿Eres retrasado? Incluso si nunca han tenido una audiencia con ella antes, ¡no hay manera de que alguien respete a los no-muertos de otro país más que al gobernante de su propia nación! ¡Estás delirando!"

"CAPITANA." —exclamó Gustav en un tono que se parecía a un lamento— "¡Incluso si el Rey Hechicero es un no-muerto y rey de otra nación, él fue el que los liberó del tormento! ¡Y eso es algo... algo que Su Majestad, algo que nosotros no pudimos hacer!"

Gustav escupió esas palabras en una gran explosión y la habitación resonó con el sonido de él tratando de calmar su agitada respiración.

"… ¿Qué pensáis todos?"

Los paladines que habían estado previamente en la habitación, se miraron entre sí mientras escuchaban la callada voz de Remedios. Después de eso, uno de ellos habló, con una expresión de determinación mortal en su cara.

"Naturalmente, los paladines no consideramos al Rey Hechicero un héroe. Sin embargo, sabemos también que la gente común podría sentirse así."

Después de eso, otra persona habló.

"La mayoría de la gente sabe que el Rey Hechicero conquistó esta ciudad con la fuerza de solo dos... no, una persona. Aquellos que no han visto el poder del Rey Hechicero, a su vez, exageran estos rumores, deificándolo aún más."

El último añadió.

"Es un hecho innegable de que el Rey Hechicero se ofreció a ayudar a un país que no era ni aliado ni amigo suyo. Si hacemos caso omiso del hecho de que es un no-muerto... esas acciones calificarían como heroicas."

Por lo visto, Remedios era la única que no podía aceptar esta situación. En ese caso, ¿cómo podría responder a la pregunta de Gustav después de todo esto?

Era verdad que, no tener a su héroe participando en la batalla, haría que la moral cayese y, pensar en las razones de ello, llevaría a una conmoción. El enemigo era un ejército que los superaba en número de cuatro a uno. Era natural que estuvieran en ese estado de ánimo cuando pensaban en tener que luchar contra algo así.

"…Entonces, ¿por qué no pintamos al Rey Hechicero como un villano y matamos dos pájaros de un tiro? ¿Qué tal si le dices a las masas que el Rey Hechicero ya no nos ayudará?"

"Mentir sería una muy mala idea." —dijo Gustav— "El estado de ánimo de la gente es como una presa justo antes de estallar. Si se enteran de la verdad a través de uno u otro canal y descubren que estamos tratando de ocultar la verdad, el asunto se saldría de nuestro control."

"Bueno, no tenemos que decir una mentira. Podemos hacerlo de una manera indirecta."

"Si la gente piensa que es una mentira, entonces, se convertirá en una mentira."

"Entonces, todo lo que tenemos que hacer, es evitar que vean al Rey Hechicero, ¿no?"

"… Así que, si estalla un motín o si alguien quiere suplicarle en persona, ¿lo mataremos?"

"… No quiero hacer eso."

Gustav suspiró pesadamente.

"Esto es frustrante. El Rey Hechicero mostró demasiado poder. Siento que no estaríamos así, si hubiéramos recuperado esta ciudad bajo nuestro propio poder... En el peor de los casos, si el país es conquistado. ¿Quién va a detener al Rey Hechicero si declara esta tierra un enclave del Reino Hechicero?"

"¡Esta nación pertenece a Su Majestad y al pueblo que vive en ella! ¡No a los no-muertos! Y, además, ¿crees que las naciones circundantes aceptarán eso?"

Remedios volvió a golpear la mesa. Sin embargo, la cara de Gustav no cambió e intervino.

"Probablemente lo harán. Capitana, usted también los vio, ¿verdad? Los monstruos de su ciudad. Ninguna otra nación querría convertirse en enemiga del Reino Hechicero, que posee un poder militar tan aterrador. Sería más prudente hacer la vista gorda al Reino Santo, que ahora es impotente... y si este lugar se convierte en un enclave, la fuerza defensiva del Reino Hechicero se reducirá a la mitad y muchos de los países vecinos estarán de acuerdo en que es algo bueno. Y si la gente desea que esto suceda también, el Rey Hechicero tendrá una causa justa para sus acciones."

"… Así que, ser un país de no-muertos es mejor que ser una nación cuyo pueblo ni siquiera puede defenderse... ¿es así, Vice-capitán?"

Gustav asintió a la pregunta de la paladina, "Así es".

"Gustav. ¿Cometí un error al pedir ayuda al Rey Hechicero?"

"Por supuesto que no, Capitana. Fue la mejor opción en ese momento. Sin embargo... es cierto que hemos confiado demasiado en su poder. Como acabo de decir, si hubiéramos recuperado esos campos de prisioneros con nuestras propias fuerzas, no estaríamos en esta situación ahora. Por lo que sabemos, la gente aún puede temer y odiar al Rey Hechicero, siendo que es un no-muerto."

"… ¿Qué debemos hacer?"

"Tenemos que tratar con el pueblo, ganar tiempo y derrotar al ejército enemigo por nuestra cuenta. Si ni siquiera podemos hacer eso, entonces, aunque derrotemos a Jaldabaoth... la guerra podría continuar."

Remedios miró hacia el techo.

"…Entonces, eso es lo que tenemos que hacer. Maldito sea ese Rey Hechicero... ¿ha planeado todo esto de antemano?"

"No lo sé... Realmente lo desconozco. Pero, podría haberlo hecho."

"Tal vez desea expandir sus dominios. ¿Es muy pequeño el Reino Hechicero?"

"Yo no diría que es muy pequeño, pero, es cierto que el Reino Hechicero es solo su ciudad y la tierra alrededor de ella, así como esa llanura que se rumorea que engendra grandes cantidades de no-muertos."

Por eso tenía los ojos puestos en las tierras del Reino Santo. Ciertamente, hay evidencias más que suficientes para llegar a esa conclusión.

"¡Esa maldita criatura no-muerta! ¡Deberíamos haber pedido la fuerza de Momon después de todo!"

"Tal vez las cosas habrían terminado igual si Momon hubiera venido. La conmoción no habría sido tan grande como el impacto que tuvo el Rey Hechicero. Un rey que conquista una ciudad por sí mismo es una imagen increíblemente sorprendente. El hecho de que dicho rey sea un no-muerto, que es enemigo jurado de nuestra nación, también es muy influyente."

"... Maldición."

Ahora que el silencio había vuelto a la habitación, Remedios — quien finalmente se dio cuenta de que Gustav le estaba pidiendo su opinión — le dio órdenes.

"Discutiremos esto con Caspond-sama. Sí, quizás, aunque siento que no es muy probable, pero, en caso de que Su Majestad haya fallecido, entonces, es la persona más elegible para ser el próximo Rey Santo."

"Como todavía no hemos encontrado a ningún otro miembro de la familia real, ese será ciertamente el caso. Iremos a pedirle su opinión de todo esto, entonces."

Remedios dejó a los paladines en la habitación y condujo a Gustav a la habitación de Caspond.

Al final, las cosas resultaron igual que las predicciones de Gustav. La conclusión fue que se retrasarían en responder a la gente y, si el enemigo atacara durante este tiempo, se enfrentarían a ellos sin la suposición de la ayuda del Rey Hechicero y los derrotarían, mostrando así al mundo que la fuerza del Reino Santo aún no había disminuido.

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