Blade & Bastard Vol. 3 capítulo 2



Blade & Bastard
Blade and Bastard volumen 3
Traductor ing-esp: Raruk Berg
Corrector: . . .

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 Llave Dorada

“Hey, Raraja.”

La voz de un sinvergüenza llamó a Raraja mientras el muchacho estaba ocupado engullendo gachas en la taberna.

Iarumas, Garbage, y Berkanan no se veían por ningún lado. Aunque no era como si anduvieran juntos todo el tiempo. Raraja no sabía lo que la sobra de monstruos y la chica maga hacían en sus días libres. Sin embargo, podía imaginarse a Iarumas sentado en algún rincón de la taberna todo el tiempo...

De todos modos, sería injusto decir que Raraja había bajado la guardia porque le habían pillado solo así. No, si había que culparlo por algo, era por olvidar la posibilidad de que su pasado lo alcanzara.

“Qu...” Raraja casi habló cortésmente, pero luego se tragó cualquier amabilidad. “¿Qué quieres?”

Delante de él había una figura conocida — un luchador enorme, con los brazos cruzados y músculos como las de un oso. Aunque este hombre sólo había hablado con Raraja en unas pocas ocasiones, le había golpeado más veces de las que el chico podía recordar.

“Huh. ¿Hablándole así al jefe de tu clan? Ahora te crees un gran cazador de dragones, ¿no? ¿Es eso, Raraja-san?”

El hombre se llamaba Goerz. En otra vida, una en la que no existieran las mazmorras, este hombre con la gran espada colgada a la espalda probablemente habría sido el jefe de una banda de bandidos. Afortunadamente para el mundo, Goerz había decidido dedicarse a la aventura. En lugar de matar y robar a gente inocente, su objetivo eran los monstruos de las mazmorras, así como los aventureros tontos que aún no se habían hecho un nombre.

Raraja sintió que se ponía tenso, que las protestas le subían a la garganta, pero se resistió. Esta reacción no era más que una respuesta condicionada. En su cabeza, sabía que este perdedor no era tan temible... no comparado con un dragón.

Raraja nunca imaginó que alguien lo estaba buscando. Él había asumido que había sido olvidado — sólo otro insignificante, estúpido mocoso.

Olvidado... Tal vez Raraja se había sentido aliviado por eso. ¿Se había relajado demasiado? El muchacho no había esperado que este hombre apareciera ante él con una sonrisa que era más como una bestia mostrando sus colmillos.

Goerz se sentó frente a Raraja. La silla chirrió en protesta bajo el peso de sus gruesos músculos y su pesado equipo.

“No creo que tengas nada que hacer conmigo”, gruñó Raraja con toda la actitud que pudo reunir.

“Vaya, vaya, eso sí que fue rápido. Podría aprender un par de cosas de ti, Raraja-san.”

Este tipo me asusta.

Ése fue el primer pensamiento concreto de Raraja sobre el asunto. Él entendería si este tipo hubiera venido aquí a buscar pelea, a extraer su libra de carne como pago por cómo Raraja había terminado las cosas. Y si Goerz estaba aquí para arreglar las cosas, con la esperanza de obtener un beneficio, Raraja lo entendería también.

Pero, ninguno de esos parecía ser el caso. Su voz —ese tono burlón, su malicia evidente— sólo podía significar una cosa.

“¿Qué estás tramando?”, preguntó Raraja.

Sin darse cuenta, tensó las piernas bajo la mesa. Sus ojos recorrieron la taberna. ¿Estaba rodeado? Buscó las posiciones de los enemigos, igual que haría al entrar en una cámara funeraria en la mazmorra.

Había una norma no escrita que prohibía a los aventureros luchar entre sí en la superficie. Pero al mismo tiempo, lo que pasaba desapercibido quedaba impune.

Obviamente, Raraja no iba a armar un escándalo por la paliza que su clan le había dado el otro día. Ese tipo de violencia ocurría todo el tiempo en Scale. En todo caso, tal vez debería haber estado agradecido de que no lo hubieran matado... aunque admitirlo era difícil.

“¿Tramando?” Goerz se burló. “Haces que suene tan siniestro. Los aventureros tenemos que cuidarnos los unos a los otros, ¿no?”

“Si tenías un problema con mi salida del clan, entonces no deberías haberme echado.”

“No lo habría hecho si hubiera sabido que eras capaz de matar a un dragón. Me arrepiento, ¿okay? Nunca pensé que entrarías con Iarumas...”

¿Está Goerz aquí solo? Incluso si lo está, sigue siendo el más peligroso de todos.

Era un error pensar que Goerz era un simple matón — el líder de unos bandidos de caminos o algo así. No, lo cierto es que había conseguido reunir a la clase de aventureros “malvados” que no actuaban por la bondad de su corazón, sino por puro interés personal. Y ese acuerdo sólo fue posible porque todos sus seguidores pensaron que sería increíblemente arriesgado intentar atacar a Goerz y apoderarse del grupo para sí mismos.

Pero en última instancia, Goerz era más débil que un dragón. No había necesidad de tener miedo. Raraja se dijo esto, pero en el fondo de su mente, el chico sabía que Goerz podría matarlo con un solo golpe. El hombre solo necesitaría blandir esa gran espada una vez, despreocupado de lo que alguien pudiera pensar. Entonces Raraja estaría muerto.

¿O lo haría yo?

Sería una batalla de enfoque (Puntos de Golpe). Raraja lo pensó. O sobreviviría por un pelo, o moriría.

Por eso a Raraja se le ponían los nervios de punta cada vez que el hombre agitaba sus grandes manos.

“Tienes al transportador de cadáveres, la sobra monstruos y la chica grande. En el mejor de los casos, sólo eres el tipo que lleva sus bolsas, ¿verdad?”

Raraja no dijo nada. No podía suprimir la mirada de irritación intensa en sus ojos, aunque sabía que Goerz sólo estaba tratando de provocarle un aumento enfado de él.

“No mires así. Es sólo una broma.”

El mejor juicio de Raraja le aconsejaba dejar que el tipo hablara... pero sus emociones le gritaban que golpeara a Goerz en la cara. ¿Por qué Raraja sólo tenía que sentarse allí y soportarlo en silencio? Su cuchara ya había dejado de llevar gachas a su boca.

“Entonces”, dijo Raraja, “dime ya qué quieres.”

“Oh, no mucho. Sólo quiero pedirte un favor, Raraja-san.”

El chico no dijo nada y siguió mirando.

“Sería una pena volver a desperdiciar a alguien como tú — alguien capaz”, dijo Goerz. “Estoy pensando en poner a prueba a nuestra gente. Para elegir a los mejores, ¿sabes?”

“Puedes hacer lo que quieras...”

Goerz ignoró el comentario de Raraja. “¿Conoces la Llave de Oro?” Se frotó las palmas de las manos —gruesas como planchas de hierro— con una sonrisa. “Es un tesoro que está en el segundo piso. Es curioso, incluso una vez que alguien la toma... la Llave de Oro vuelve a aparecer.”

“Igual que cualquier otro tesoro, ¿verdad?”

“Lo que pasa con éste, sin embargo”, explicó Goerz, “es que siempre aparece en el mismo lugar.”

“Hmm”, murmuró Raraja. “Si eso es verdad...”

El chico estaría mintiendo si dijera que no estaba interesado. Aun así, se arrepintió de haber escuchado a Goerz aunque sea por un momento.

“Mandaremos a los novatos a buscarlo”, dijo Goerz. “Esa es la prueba — si pueden hacerlo o no. Funciona como una especie de filtro de depuración de malezas.”

Los ojos de Goerz se entrecerraron al mirar a Raraja, igual que un pescador miraría a un pez en el sedal.

“Y, para probarlo... ¿Crees que podrías ir a buscar la Llave de Oro por mí? Tu solo, Raraja-sensei.”

El chico se quedó sin habla. No había ninguna razón para cooperar. Incluso sin saber los detalles, estaba claro que lo que sea que Goerz estaba tramando, no era bueno. Pero si Raraja afirmara que no estaba interesado en este tesoro desconocido... se estaría mintiendo a sí mismo. Garbage acaba de romper su espada. Berkanan era un nuevo miembro del grupo. Y aunque, ni Iarumas ni la Hermana Aine estaban apurando a Raraja para que les pagara, estar en deuda no era un buen aspecto.

Pero más que todo eso,sin embargo... ¿No sería esta una oportunidad para realmente sorprender al hombre frente a él, así como a los miembros de su antiguo clan?

El encanto de la propuesta tiró del corazón de Raraja. Dejo escapar un gemido, luego hizo una larga pausa. Finalmente, dijo: “No gano nada con esto, ¿verdad?”

“Estás buscando a esa chica rhea, ¿verdad?” Goerz tiró de la caña de pescar. “Dame el tesoro y te hablaré de ella.”

§§§

“Así que aceptaste la oferta.”

“Sí...”

Al final, Raraja informó de su desagradable encuentro a Iarumas la siguiente vez que el grupo salió a explorar. No había forma de saber si Raraja explicó las cosas unas horas después o al día siguiente; la mazmorra desdibujaba cualquier sentido del tiempo. ¿Cuánto tiempo llevaban explorando esta serie interminable de muros de piedra, suelos de baldosas de piedra y cámaras funerarias de piedra?

Más que suficiente para que el chico se relajara — más que suficiente para que se dejara llevar mientras descansaban de explorar.

Se está relajando. Iarumas no dijo si era algo bueno o malo. Simplemente lo aceptó como un hecho.

“¡Guau!”

“¡W-Wahh...!”

La mirada de Iarumas se clavó en las dos chicas que actualmente estaban frente a una banda de bolas con forma de espora que flotaban en el aire.

“¡¿Arf?!”

Garbage parecía constantemente insatisfecha con la forma en que se sentía la Espada Cusinart.

O era demasiado ligera o demasiado afilada. La nueva hoja era más delgada que la anterior, y cada vez que intentaba blandir su espada, era casi como si la espada la blandiera a ella en su lugar.

Según la estimación de Iarumas, probablemente estaba dando demasiado impulso a sus golpes. Y, por supuesto, tendría sentido que así fuera — ya que nunca había recibido un entrenamiento formal en esgrima.

Pero, ¿de qué servirían las lecciones de esgrima contra los monstruos de la mazmorra? Aprender a luchar en la mazmorra, contra sus monstruos, era algo que sólo podía aprenderse mediante el estudio práctico.

Por eso Iarumas tampoco enseñaría a Berkanan.

“¡¡¡Y-Ya no puedo... hacer esto... más...!!!” Berkanan gritó desesperadamente mientras blandía su espada. La forma en que su carne se sacudía al blandir el Dragon Slayer era ridícula. Sin embargo, para sobrevivir, tendría que acumular muchas experiencias como ésta.

Por ahora, lo primero que tenía que hacer era aumentar su resistencia y perseverancia — su enfoque (Puntos de Golpe).

Al fin y al cabo, las bolas de pelusa son una verdadera molestia.

Pero eran un buen sustituto de los muñecos de paja. Aunque estos monstruos flotaban en el aire, no tenían más habilidades que aumentar su número.

No había mejor oponente para una luchadora poco acostumbrada a su espada — o para una maga que no fuera buena con una.

Incluso mientras Berkanan se quejaba, un sinfín de monstruosidades esponjosas seguían apareciendo de la nada.

“No acabará hasta que acabes con todos.”

“¡Wahhhhhh...!”, gritó Berkanan.

“¡¡¡Hissssss!!!”

Mientras observaba a una irritada Garbage blandir su espada, Iarumas contuvo un aburrido bostezo. Raraja soltó un gemido

“Hey”, dijo, girándose hacia Iarumas. “¿Crees que puedo hacerlo?”

“¿Hm?”

“Solo, quiero decir...”

“Depende de tu objetivo.” Iarumas contesto una pregunta indistinta con una respuesta indistinta.

No había nada que Raraja pudiera hacer hasta que la batalla contra las bolas de pelusa terminara. Pero el muchacho había estado dándole vueltas a su inquietud durante tanto tiempo que ahora su cabeza probablemente estaba dando vueltas. A Iarumas no le importaba complacer cualquier pregunta que el muchacho decidiera hacer.

“Si abres todas las cámaras funerarias, luchas contra todos los monstruos y abres todos los cofres, así es como acabarás.” Iarumas dio una ligera patada a la bolsa de cadáveres que tenía a sus pies.

El botín de hoy: seis aventureros muertos. O habían bajado la guardia porque estaban en un nivel poco profundo, o habían sido atrapados por explosiones. El grupo de Iarumas los llevaría de dos en dos — en tres viajes. Era un fastidio, pero no había forma de evitarlo. Si el trabajo fuera fácil, no les pagarían por las molestias de recoger cadáveres.

“Pero si evitas las cámaras funerarias, esquivas las trampas, te alejas de los monstruos y te diriges directamente a tu objetivo...”

“Entonces puedo lograrlo, ¿huh?”

“Sin embargo, nada está absolutamente garantizado.”

En su tiempo de aventurero, Iarumas nunca había conocido ninguna certeza. Si el primer y el segundo nivel de la mazmorra eran lugares donde una persona podía sentirse segura caminando sola, serían más seguros que la ciudad por la noche.

“Espera... ¿No vas a decirme si debo hacerlo o no?”, preguntó Raraja. Era una pregunta un tanto enfurruñada — el chico estaba mirando a ver cómo respondería Iarumas.

“No me corresponde a mi decidir,” respondió Iarumas. “Pero sin un ladrón, no podemos abrir cofres. Así que sería un fastidio.”

“¿Te estaría molestando si muriera?”

“Sería un fastidio”, repitió Iarumas. Encontrar un nuevo ladrón —uno con las habilidades, el alineamiento y la forma de pensar adecuados— resultaría complicado. Así que, riendo por lo bajo, Iarumas añadió: “No te preocupes. Recogeré tu cadáver.”

El chico soltó una risita. “Eso no es tranquilizador...”

“¡Raraja...-kun! ¡Hemos terminado...!”

Levantó la cabeza cuando Berkanan le llamó. Su voz sonaba agotada. Empapada de sudor como estaba, casi parecía estar llorando.

Realmente debían de haber hecho todo lo posible por exterminar a las bolas de pelusa.

Garbage, mientras tanto, estaba de pie junto al cofre de tesoros. “¡Yap!”, ladró ruidosamente.

“Si no te das prisa, volverá a patearlo”, murmuró Iarumas.

“Lo pateará de cualquier manera, la idiota.”

“Tienes un punto ahí.”

Con pasos ligeros, Raraja corrió hacia las chicas — hacia el cofre de tesoros.

Lo que siguió fueron los sonidos de abrir cerraduras, de los ladridos de Garbage, los insultos de Raraja y las apresuradas intercesiones de Berkanan.

Era lo mismo de siempre — una escena ordinaria para su grupo.

“Pero, la Llave de Oro, ¿huh?” Mientras los observaba, Iarumas se acarició la barbilla. Había algo en la historia que le preocupaba. “¿Fue alguna vez tan importante ese ítem?”

§§§

De pie en la entrada de la mazmorra, Berkanan hizo todo lo posible por ocultar su timidez. Miró a Raraja y preguntó vacilante: “¿Vas a estar bien?”

En su mente, se inclinaba ligeramente para mirar al chico; en realidad, se agachó lentamente, bastante, hasta que su cabeza quedó junto a la de él.

Esto atrajo las miradas de los otros aventureros que estaban cerca de la entrada. Sus ojos parecían cuchillos clavándose en ella.

“Sí”, respondió Raraja bruscamente.

Los ojos de Berkanan vagaron, inseguros. Tal vez esa no era la forma correcta de preguntarle... Su pregunta casi sonaba como si ella no creyera que el podría hacerlo solo. Este no era el caso, aunque — Raraja era su superior en el grupo y el aventurero en el que más confiaba.

“Bueno, Iarumas me dio su aprobación”, dijo Raraja. “Todo lo que estoy haciendo es dar un paseo hasta el segundo nivel. Me las arreglaré de alguna manera.”

“Si...”

“Pero si meto la pata...” El chico hizo una pausa por un momento. “Cuento contigo.”

“C-Cierto... ¡Definitivamente iré a buscarte...!”

Raraja soltó una risa seca. “Ahora hay un pensamiento inquietante.”

Esa no fue una buena reacción. Berkanan se encogió en sí misma tanto como su enorme cuerpo se lo permitió. Obviamente, parte de su inquietud se debía a que era tímida por naturaleza, pero había algo más.

¿Estoy preocupada?

Sí, tal vez. Caminar sola por la mazmorra no era algo sano, aunque era fácil pensar lo contrario después de ver a Iarumas. Ni siquiera los miembros de los All-Stars se aventurarían solos bajo tierra.

Una sensación de inquietud inundó su pecho.

Pensando en el pasado... esta aprehensión había estado allí desde que ella había oído que Raraja se adentraría en la mazmorra por su antiguo clan. ¿Podría estar sintiéndose así porque nunca antes se había aventurado sin él?

Cuando lo pensó de esa manera, Berkanan se dio cuenta que sus emociones negativas eran todas sobre ella, no sobre Raraja. Se sintió un poco decepcionada de sí misma. No era como debería estar actuando frente a un chico que pronto estaría en peligro.

“D-De todos modos, yo... Estaré animándote, Raraja-kun.”

El chico rió entre dientes. “Sí, eso suena mucho mejor.”

Dejó escapar un suspiro de alivio — una vez que había apaciguado su propia inquietud, había sido capaz de arrancarle una sonrisa a Raraja.

Berkanan miró la bolsa que siempre llevaba y rápidamente metió la mano dentro. Lo primero que sacó fue un pequeño bulto — al menos pequeño desde la perspectiva de Berkanan.

“Erm, toma...”, dijo. “Te he preparado una comida. De la Taberna Durga.”

Raraja tomó el paquete de ella. “Hey, eso es genial.”

“Este odre tiene té aguado... y este es sopa.”

“Sí, supongo que no bebes alcohol. Okay.”

“Cómete la sopa pronto, ¿okay? Ah, y... aquí tienes una poción de recuperación. Y una para la parálisis.”

“¿Segura que quieres darme todo eso?”

“Sí.” Berkanan asintió. “Dije que estaría animándote. Ah, claro, y también...”

“¿Todavía hay más?”

“Je, je...” Berkanan sonrió.

La bolsa parecía pequeña en relación con su cuerpo, pero en términos absolutos, era bastante grande. “En tu bolsa cabe de todo, Berka”, le había dicho una vez su abuela con una sonrisa cariñosa. Durante mucho tiempo, Berkanan había creído que la bolsa que le había regalado su abuela era mágica.

Raraja parpadeó sorprendido. Encantada por su reacción, Berkanan hinchó un poco el pecho. Debía de parecer muy orgullosa a la gente de los alrededores.

“Aquí tienes un Pergamino deKATINOy un Pergamino deHALITO”, dijo Berkanan, entregándoselos. “Hice lo que pude para copiarlos para ti.”

Le había preguntado a Iarumas cómo preparar los pergaminos y había gastado mucho dinero en ello. Las pociones también habían costado un dineral, pero estos pergaminos estaban a otro nivel. En total, mil oros. Menos mal que aún le quedaba dinero después de matar al dragón — podía agradecérselo a su naturaleza frugal. La experiencia le había enseñado por qué, a pesar de que había muchos magos en Scale, casi ninguno fabricaba pergaminos. No valía la pena exprimir el jugo, aunque, en el caso de Berkanan, ella sentía que sí.

“¿Estás segura?”, volvió a preguntar Raraja.

“Siií”, respondió Berkanan, asintiendo una vez más. “Sé que tienes que adentrarte solo en la mazmorra, pero nunca te dijeron que no pudieras pedir ayuda antes de partir.”

Raraja se quedó sin palabras.

“Oh, um, er... ¿Debería... no haberlo hecho?” Berkanan volvió a encogerse en sí misma, desinflándose como un globo.

Raraja miró todas las cosas que ella le había dado. Sacudió ligeramente la cabeza.

“No, solo estaba sorprendido... Gracias. Berka—Berkanan.”

“S-Si.”

Sólo Berka habría estado bien, pensó ella, pero no se atrevía a decirlo en voz alta.

“Oh, y una cosa más...”

Para disimular su torpeza, Berkanan rebuscó en el fondo de su bolso. Esta vez, sacó una pequeña bolsa de cuero, cuyo contenido ni siquiera ella conocía.

“Iarumas dice que es un regalo de despedida para ti.”

Raraja frunció el ceño. “¿De él? Suena sospechoso.”

“¿En serio?” Berkanan ladeó la cabeza. “No lo creo...”

“Te van a estafar un día de estos...” dijo Raraja. Entonces, sin dudarlo, abrió la bolsa extrañamente ligera. Le dio la vuelta y la sacudió en la palma de la mano.

Cayó una única moneda de oro y un carrete de hilo de pescar.

“Ese tarado...” Raraja frunció el ceño. Apretó la moneda y el sedal en la mano y echó el brazo hacia atrás para lanzarlos, pero al final se los metió en el bolsillo.

“Dile que al menos debería haberme dado un Anillo de Joyas.”

“¿Eh? ¿Y-yo?” Berkanan parpadeó. “Díselo tú mismo, Raraja-kun.”

“Aah...” Raraja miró al cielo plomizo de Scale y dejó escapar un gran suspiro. “Sí. Lo haré. Cambia mi mensaje a, 'Recordaré esto'.”

“Okay, entendido.”

Eso está mucho mejor. Raraja debería decirlo él mismo una vez que regrese.

Una sonrisa se dibujó naturalmente en los labios de Berkanan al imaginarlo. El regreso de Raraja era mucho mejor que la alternativa de encontrar sus restos — meterlos en un saco y sacarlos de la mazmorra.

Cuando terminaron, Raraja se puso el equipaje a la espalda, luchando un poco con el nuevo peso adicional. Berkanan lo ayudó torpemente y, después de un rato, lograron acomodar las cosas lo suficiente como para que pudiera llevarlo todo.

Por fin llegó el momento de que Raraja entrara en la mazmorra. Berkanan respiró hondo. Había estado pensando toda la mañana sobre lo que debía decir, y finalmente se había decidido.

“Da lo mejor de ti...”

“Si.”

Raraja ofreció esa única palabra de despedida y agitó la mano. Luego, tan despreocupadamente como si fuera a dar un paseo, desapareció en la oscuridad de la mazmorra.

Berkanan lo observó hasta que se perdió de vista. E incluso una vez que se hubo ido, ella siguió allí de pie.

§§§

“Ese tarado...”

Raraja se apresuró a pasar por la esquina del primer piso donde solían reunirse los aventureros. Generalmente había dos tipos de personas que se congregaban aquí: los que querían hacer equipo con aventureros de diferentes alineamientos y los que vivían de la curación y la identificación.

Raraja no tenía nada que hacer con esa gente — francamente, ni siquiera les dedicaba una mirada al pasar. Ya estaba felizmente preocupado con su propia aventura, incluso si el objetivo le molestaba.

Las cosas eran tan diferentes ahora de lo que habían sido en el pasado. Ese hecho estimuló sus pies, alejándolo a toda velocidad de aquel lugar. Sin embargo, a pesar de su entusiasmo, seguía refunfuñando por el sedal y la moneda de oro que tenía en las manos.

Sí, la moneda y el sedal en sus manos. No el set en sus bolsillos.

Raraja sentía que Iarumas había visto a través de él, y eso era muy molesto.

“El set que ese tipo me dio es sólo una copia de seguridad. Copia de seguridad...” Raraja refunfuñó como poniendo excusas.

Lanzó la moneda de oro, que ya estaba atada al hilo de pescar, hacia el suelo más adelante. La moneda rodó y rebotó por las baldosas de piedra antes de caer. Raraja recogió el sedal.

Este sitio está bien.

Había pasado por el primer piso de la mazmorra muchas veces, así que sabía que no había trampas.

Bueno, eso no es exactamente cierto. Sé que nunca ha habido trampas aquí antes.

Desde el reciente incidente con el dragón, Raraja no confiaba en sus mapas o en su memoria de por donde había caminado. Había algo en esta mazmorra. Algo que tenía el poder de cambiar el trazado sin previo aviso. Y por mucho que deseara lo contrario, se había involucrado con ese algo. Un poco de precaución estaba bien merecida.

Además, era posible que las baldosas que había pisado hasta ahora fueran las seguras. Tal vez si hubiera caminado un poco diferente, una trampa se habría abierto debajo de él. No quería pensar en ello.

Aquí en esta mazmorra, el tiempo nunca se gastaba, y era el único atributo que podía usar infinitamente. Fuerza vital, espíritu, y concentración — todos estos podían ser reducidos a cero, pero Raraja podía usar todo el tiempo del mundo aquí, y nunca seria desperdiciado.

Al menos, eso es lo que Iarumas diría...

Raraja no creía ciegamente en nada de lo que ese hombre le enseñaba. Pero si el muchacho pensaba que algo que Iarumas hacía parecía válido, entonces él activamente emularía ese comportamiento. Él había hecho lo mismo hace mucho tiempo, cuando había sido un “abridor de cofres” para ese maldito clan. Evitaba hacer cosas que habían matado a otros, e imitaba las cosas que el grupo había conseguido hacer sin morir. Era como caminar sobre los pasos de sus predecesores. Lentamente, Raraja había construido un sentido de seguridad de esa manera.

Por supuesto, no había jugado todo a lo seguro.

“Si no estuviera dispuesto a aventurarme en el peligro, no podría adentrarme en la mazmorra”, se dijo Raraja.

Avanzó cautelosamente hacia la oscuridad.

De hecho, esta no era, estrictamente hablando, la primera vez que Raraja entraba solo a la mazmorra. Había venido solo una vez antes con la Piedra del Demonio en la mano, preparándose para atacar a Iarumas y a Garbage. Iarumas lo había elogiado por las agallas que debió haber tomado, pero había una explicación simple para eso — la mente de Raraja había estado bajo la influencia de alguna magia extraña. No podía recordar nada de lo que había pasado durante todo el evento. Si no fuera por esa influencia, nunca hubiera sido lo suficientemente valiente para enfrentarse a la mazmorra solo.

Pero...

Eso era antes. Ahora tengo agallas de verdad.

De hecho, Raraja estaba ahora solo, caminando cuidadosamente, cautelosamente por la mazmorra. Si hubiera alguna forma de medir la habilidad (nivel) de una persona, entonces la suya sin duda había subido.

“La Llave de Oro...”

Desplegando el mapa, Raraja revisó su ubicación actual —que estaba en el primer piso, por supuesto— y murmuró su objetivo. Las palabras se escaparon de sus labios sin querer, incluso sin nadie alrededor que las escuchara.

¿Tan acostumbrado estaba a comunicarse, a explorar en grupos de tres o cuatro? ¿O las palabras pretendían ocultar su miedo? ¿O tal vez pensaba que era útil comprobarlo dos veces?

Raraja consideró estas opciones por un momento, luego las descartó. No importa cuál sea la verdad. Cualquiera que fuera la razón, no dejó que le molestara. Tenía cosas más importantes en su plato.

“Decían que estaba en el segundo piso...”

Su dedo trazó la ruta que debía seguir. Afortunadamente, pudo llegar a las escaleras que bajaban al segundo piso sin pasar por ninguna cámara funeraria.

Eso era realmente importante.

Si atravesaba una cámara, tendría que luchar contra sus guardianes. Esto, por supuesto, sería peligroso para un ladrón solitario — incluso si sólo se enfrentara a orcos o slimes burbujeantes.

“Si tienes que atravesar una cámara funeraria, visita sólo aquellas que otros aventureros hayan despejado.”

Este era uno de los pocos consejos que Iarumas le había dado a Raraja sobre aventurarse en solitario.

Los guardianes de una cámara funeraria no reaparecían si ya los habían matado ese día. Se desconocía si eso se debía a las restricciones de invocación que controlaban la mazmorra, o si los monstruos errantes simplemente odiaban el olor a muerte que permanecía alrededor de una cámara funeraria despejada.

En cualquier caso, esa era la norma. Era importante saberlo.

Con todo esto en mente, Raraja tenía una estrategia para el primer piso. El verdadero problema... iba a ser el segundo piso.

Basado en lo que Goerz le había dicho, la Llave de Oro estaba dentro de una cámara funeraria. Y si quería sacarla del cofre de tesoros, tenía que luchar contra los monstruos.

“Debería haber hecho que Iarumas fuera delante de mí.”

Con Iarumas, Garbagey Berka—Berkanan se las arreglarían bien. Como Berkanan había dicho, nadie le había prohibido pedir ayuda antes de su excursión en solitario.

Es una broma.

Raraja era muy consciente de que no era posible. ¿No se lo había dicho el cliente? La Llave de Oro reaparecía una y otra vez. ¿No significaba eso que los monstruos que la custodiaban también reaparecerían?

¿Qué pasaría si Raraja entraba en la cámara funeraria imprudentemente? ¿Sin pensarlo bien? ¿Suponiendo que su grupo ya la había despejado?

¿Estoy pensando demasiado...?

Anteriormente había considerado la idea de que todo esto era sólo una trampa para matarlo. ¿Era sólo paranoia? Bueno, si su antiguo clan sólo se estaba metiendo con él, tratando de hacerlo tropezar, entonces esta situación no iría muy lejos. Probablemente.

Claro, había renunciado a su grupo. Y querían hacérselo pagar... pero no con su vida. Probablemente.

Sin embargo, incluso si no quisieran matarlo, definitivamente no les importaría si muriera.

“Ah, maldita sea...”

Los pensamientos se arremolinaban dentro de su cabeza. Ninguna respuesta surgió. Se sentía como si su mente estuviera perdida en un laberinto.

O tal vez en una mazmorra.

Esa estúpida broma le ayudó a relajarse un poco.

Raraja tenía sus manos llenas con su propia aventura, así que ¿por qué la gente tenía que seguir trayendo problemas a su vida de esta manera? Desearía haber ignorado la propuesta de su antiguo clan — e ignorar cualquier burla que trataran de hacerle por su negativa. Eso habría sido lo mejor.

“¡Quiero dejar este clan lo antes posible, volver a casa y cuidar de mis padres! Tú también tenías alguna razón para convertirte en aventurero, ¿verdad, Raraja?”

Todavía recordaba las palabras de ella, su voz.

Raraja respiró hondo. Inspira. Exhala.

“Entra, tómalo, y regresa... Eso es todo. Eso es todo.”

Primero, tenía que bajar al segundo piso. Dirigirse a las escaleras. Dar un paso a la vez.

Esto no era complicado.

Raraja se armó de determinación y comenzó a caminar hacia adelante.

§§§

“¡Maldita sea!”

Sin embargo, pronto encontró una complicación mayor bloqueando su camino, y no sólo un obstáculo metafórico— literal, una puerta.

Tras descender al segundo piso y proceder con cautela con la Moneda Rastrera, había localizado el pasillo que normalmente conduciría a la cámara funeraria que contenía la Llave de Oro. Sin embargo, este corredor estaba bloqueado por una puerta.

La empujó. Tiró de ella. Trató de deslizarla a un lado. La puerta no se movía.

Incluso si sus compañeros hubieran estado con él, ninguno de ellos habría sido capaz de forzarla para abrirla.

Raraja suspiró. Esto realmente es una trampa, ¿no?

Nunca había oído hablar de algo así. En este punto, hasta la misma Llave de Oro empezaba a sonar dudosa. Pero no podía aceptar la derrota. No se daría por vencido y se iría a casa.

El clan no creería nada de lo que Raraja les dijera. Lo señalarían y se reirían.

He llegado hasta aquí. Así que voy a llegar hasta el final.

Gimiendo, sacó el mapa de su bolsa de piel de dragón.

Había cubierto una buena cantidad de territorio desde que se unió al grupo de Iarumas con Garbage y Berkanan. Últimamente, se habían centrado en entrenar, localizar al Dragon Slayer de Berkanan y eliminar al dragón rojo. Sin embargo, su objetivo final, por el que habían entrado en la mazmorra, era encontrar cadáveres. Por eso, era habitual que sólo entraran en cámaras funerarias que alguien más ya había despejado.

En ocasiones, entraban en otras cámaras y abrían cofres de tesoros, pero sólo para buscar objetos de valor.

Si hubiera algún objeto necesario para acceder a la Llave de Oro...

Bueno, Iarumas nunca iría a buscarlo.

Raraja tendría que buscar en las cámaras funerarias que conocía. Pero asumiendo que habría monstruos...

¿Cómo voy a abrirme paso a través de ellos?

El chico reflexionó sobre las cosas que habia experimentado hasta ahora y las cosas que habia oido de Iarumas.

Hm. Los monstruos de las cámaras funerarias...

La mazmorra estaba deformada — tanto metafórica como literalmente. Según Iarumas, la mazmorra no estaba hecha más que de líneas blancas sobre negro. El tamaño de un paso, de un espacio — de una sección, cambiaba para cada persona. A veces aumentando de tamaño. Otras veces se encogiéndose.

Lo mismo ocurría con lo que había dentro de las cámaras funerarias. Incluidos los monstruos.

“Si es absolutamente necesario que entres en una cámara funeraria”, había dicho Iarumas, “huye, cierra la puerta y ábrela una y otra vez hasta que encuentres un adversario que te convenga.”

Los monstruos cambiaban tanto que te hacía preguntarte si la mazmorra podría estar conectada a universos diferentes.

O eso dice Iarumas...

Raraja nunca había probado este método por sí mismo. Pero Iarumas había dicho que funcionaría, así que Raraja planeaba intentarlo. Y si resultaba que Iarumas estaba equivocado, Raraja se reiría en la cara del hombre. De cualquier manera, el muchacho quedaría satisfecho.

Sin embargo, había una laguna en este método. Iarumas le había advertido sobre esto con una sonrisa ligeramente sombría.

“Sólo funciona si consigues monstruos de los que puedas huir.”

Si Raraja abriera la puerta para encontrar un dragón rojo, sería el telón para él. No quería siquiera contemplarlo.

“Está bien.”

Nadie dijo que tenía que encontrar la cosa en su primer viaje. Si no estaba en las cámaras funerarias que desafió hoy, entonces podría buscar en otras diferentes mañana. Después de todo, el tiempo era la única cosa que podía gastar frívolamente mientras exploraba.

Ya veo. Entonces, así son las cosas...

El chico se dio cuenta de la naturaleza de su situación, llegó a comprenderla y aprendió. Si había algo como ganar experiencia, era esto.

Raraja caminó cautelosamente por la mazmorra, lanzando la moneda y volviéndola a enrollar.

§§§

Siempre había un momento de tensión suspendida cada vez que Garbage pateaba la puerta de una cámara funeraria. Siempre podía haber seres desconocidos acechando al otro lado.

“¡¡¡Graaawoooo!!!”

Con un fuerte rugido, la chica pelirroja se abalanzó sobre las tenues sombras de la cámara. Su espada brillaba, incluso en la penumbra, y parecía desgarrar tanto a los monstruos como a la oscuridad.

“¡¿¡¿¡¿GABBBBBLLLEEE?!?!?!”

Piel pálida y picos... Una manada de ogros, ¿huh?

Iarumas suspiró. Los ogros no le asustaron. “Son muchos. Muévanse hacia arriba. Y manténganse alerta.”

“¡D-De acuerdo!” contestó Berkanan, sonando nerviosa. “¡Entendido...!”

Mientras Berkanan avanzaba —en su mente, tan ágilmente como podía—, Iarumas apoyó la mano en su bastón negro.

De pie ante un ogro, incluso el enorme cuerpo de Berkanan parecía infantil. La diferencia de tamaño era aún mayor para Garbage. No obstante, la chica soltó un gruñido perruno y blandió su espada.

“¡Arf!”

A la hoja, fabricada por el maestro herrero Cusinart, no le importó lo más mínimo el trato brusco. Parecía digna incluso cuando silbaba en el aire, incluso cuando desgarraba el pecho de un ogro.

Sin embargo...

“¡¿Yap?!”

El exceso de impulso de Garbage la hizo girar una, dos y tres veces más. Ella tropezó con un ladrido resentido. La delgada hoja era ligera como una pluma — habría permitido a un maestro dar diez tajos en el lapso de un solo suspiro.

Pero a Garbage no le pareció bien. Bajó una vez más a su posición de combate. Y mientras lo hacía...

“¡Y-Ya lo tengo...!”

Berkanan acuchilló desesperadamente a los ogros, intentando apoyar a Garbage. La muchacha grande se mordió el labio. Tenía la cara pálida y los ojos muy abiertos por el miedo. No parecía una aventurera. Sus delgados brazos agitaban al Dragon Slayer como si fuera un palo. Parecía casi una niña jugando, aunque su poder estaba a otro nivel.

“¡¡¡ROOOAAARRR!!!”

“¡¿E-Eek?!” Berkanan saltó hacia atrás con un chillido cuando otro ogro la atacó desde un lado con su pico.

Sus movimientos eran lentos — su cuerpo se balanceaba al compás de ellos. No podía escapar a la impresión que daba su cuerpo grande y voluptuoso. Aun así, consiguió mantener la concentración. Independientemente de lo que pensara de su rendimiento actual, no cabía duda de que había mejorado mucho desde la primera vez que entró en la mazmorra — la diferencia era como la noche y el día.

“¡Yap!”

Y como resultado del torpe manejo de la espada de Berkanan, Garbage pudo abalanzarse. Blandió la espada que no se comportaba como ella quería, descargando su frustración sobre sus enemigos.

Dicho esto, por muy afilada que estuviera la hoja, no podría derramar la sangre de sus oponentes si la espada fallaba por completo en su objetivo.

Los ogros retrocedieron rápidamente, y luego rugieron mientras todos se abalanzaban sobre Garbage a la vez.

“¡Ruff!”

“¡¿Qu-Qu?! ¡¿No?! ¡¿Ahhh?!”

La chica ladró como un perro. Berkanan gritó. La carne se desgarró. Los huesos se rompieron. La sangre salpicó.

Si sólo se oyeran esos sonidos, uno podría imaginarse una escena totalmente distinta, pero las chicas estaban librando una buena batalla contra la pandilla de ogros.

Iarumas observó todo por el rabillo del ojo mientras escudriñaba cuidadosamente la cámara funeraria.

No hay señales de que Raraja haya pasado por aquí.

Dada esta situación increíblemente peligrosa, eso era algo por lo que estar agradecido.

Iarumas amplió su postura. Miró fijamente a la oscuridad, su estado de alerta se extendía en todas direcciones.

Los ogros no eran el verdadero peligro aquí.

“¡Iarumas-san!” Berkanan sonaba como si estuviera a punto de llorar. “¡Vamos, lanza un hechizo ya!”

Ella solo estaba lloriqueando. Eso fue lo que Iarumas pensó al principio. Estaba a punto de descartarla, pero lo reconsideró, sacudiendo la cabeza.

“Los ogros duermen bien”, aconsejó.

“¡¿Huh?! ¡Oh...!” La cara de Berkanan se iluminó, y su cabello negro se balanceó detrás de ella.

Tal vez se debiera a su total falta de fe en sí misma, pero su mente siempre estaba desesperadamente acelerada. Eso significaba que era rápida de reflejos. Aunque, por supuesto, la propia Berkanan no era consciente de ello.

“Garbage-chan, um, er... ¡Cuento contigo...”

“¡Yap!”

Tal vez lo único que Garbage entendió fue que la grandota estaba diciendo algo. No importaba — era suficiente para que la chica dedujera lo que tenía que hacer.

Cuando Berkanan retrocedió lentamente, fue el turno de Garbage de avanzar.

Ella no actuó por altruismo, ni pensaba realmente en apoyar a Berkanan. No, Garbage se movió porque creía que tenía que hacer las cosas por sí misma, ya que todos los demás eran inútiles sin ella.

Garbage blandió la espada en la que sentía que no podía confiar y la deslizó hacia el cuello de un ogro.

“¡Guau!”

“¡¿EEK?!”

La sangre voló— pero era un corte superficial. Había ido demasiado rápido. La hoja había pasado demasiado pronto. Si hubiera tardado un poco, el cuello del ogro habría estado en la posición ideal para una decapitación.

Garbage giró una vez más y sus pies resbalaron por las baldosas de piedra, incapaz de controlar el inesperado impulso adicional.

“¡¿¡¿¡¿GRRROA?!?!?”

El ogro por fin se colocó en la posición en la que debería haber estado, y de algún modo consiguió asestarle un doloroso golpe. Aun así, Garbage apretó los dientes, insatisfecha con el resultado. Al menos le había dado tiempo de sobra a Berkanan.

“¡Kafaref tai nuunzanme (Detente, oh alma, tu nombre es sueño)!

Utilizando el Dragon Slayer en lugar del bastón, Berkanan alzó la voz y entonó las verdaderas palabras. El aire miásmico deKATINOtomó forma en la cámara funeraria, atrapando al instante a los ogros.

“¡Lo hice...!”

Un mago que no podía lanzarKATINOera inútil. Parecía un prejuicio, pero un mago que pudiera lanzar el hechizo de sueño era un activo inmenso para un grupo.

Después de matar al dragón, Berkanan había aprendido el hechizoKATINO.

Incluso si es el más básico de los básicos, sigue siendo un gran paso adelante.

Los ogros no eran rival para Garbage con sus mentes adormecidas. Incluso Berkanan podía derribar a un monstruo que estaba ahí parado. Las chicas fueron despiadadas, o tal vez desesperadas, mientras iban de un lado a otro acabando con los ogros.

Lejos de esta escena, en la oscuridad de la mazmorra —entre las líneas blancas sobre negro—, la sed de sangre bullía en la superficie.

Iarumas se agachó y respiró hondo.

Ya está.

La hoja de su bastón negro salió de su funda y atravesó el vacío.

 

Poco después, Berkanan se acercó a Iarumas, sudorosa y sin aliento. No parecía en absoluto que hubiera salido victoriosa. “Creo... que podrías haber... ayudado un poco... Solo digo.”

Garbage estaba en el centro de la cámara funeraria. Giró su espada con irritación, moviendo la nariz. Lanzó un solo ladrido, e Iarumas la vio correr hacia el fondo de la cámara.

“Estaba haciendo mi trabajo”, respondió él.

“¿Trabajo? Berkanan lo miró, descorazonada. “¿Has matado a un conejo...?”

La espada de Iarumas apuntaba a la pequeña bestia blanca que ahora yacía muerta a sus pies.

§§§

“Hoy no hay cofres de tesoros.”

“¡Guaaaaauuuuu!”

“Ladrar no cambiará las cosas.” Iarumas habló en un tono firme sin una pizca de misericordia.

Garbage estaba abiertamente insatisfecha, pateando el cofre con fuerza y luego apoyando su pie en él. Gruñó, como exigiéndole que lo abriera, pero Iarumas no cedió.

“No tenemos a ningún ladrón.”

“¡Arf!”

“No.”

“¡¡¡Yap!!!”

Berkanan apretó el odre de agua que sostenía con ambas manos. ¿Qu-Qué debería hacer...?, se preguntó ella. No se le ocurrió ninguna idea.

Justo cuando el odre estaba a punto de reventar, finalmente dijo: “Yo-yo estoy de acuerdo con Iarumas...”

Garbage gimoteó.

“Yo... creo que deberíamos dejarlo... Sólo por hoy...”

“Aruff...” Garbage expresó su disgusto, pateando el cofre una última vez antes de retirar su pie de él. Su actitud sugería que esto era menos un ladrido de “supongo que tienes razón” y más como “esta vez me echaré atrás”.

En cualquier caso, Berkanan dejó escapar un suspiro de alivio — la pelea entre Iarumas y Garbage estaba resuelta.

Si tan sólo Raraja-kun estuviera aquí...

Se quedó callada, sintiéndose terriblemente patética por pensar eso.

A pesar de haber matado a un montón de ogros, Berkanan no se alegró lo más mínimo de su victoria. Aunque si su abuela se hubiera enterado de que había aprendido a luchar así, se habría alegrado muchísimo. O tal vez la anciana la habría regañado, le habría dicho que, como maga, debería limitarse a lanzar hechizos.

Pero si se hubiera enterado de que Berkanan podía lanzarKATINO, sus ojos se habrían abierto de par en par y colmaría de elogios a su nieta.

“¿No puedes acostumbrarte a todo esto?”

“¡¿Eek?!”

Cuando Iarumas le habló de repente, Berkanan estuvo a punto de dejar caer su odre de agua por la sorpresa, y luego lo compensó agarrándolo con fuerza.

Garbage se dirigió hoscamente hacia la puerta de la siguiente cámara, pero Iarumas se quedó donde estaba. Volcó su propio odre y se vertió agua en la garganta. Era como si beber fuera algo que estaba obligado a hacer y no algo para refrescarse. Una vez hubo terminado, se dispuso a seguir explorando.

Berkanan lo observó un momento y luego se apresuró a mojarse la garganta. El agua debía de estar tibia, pero se sentía fresca, vigorizante. Dejó escapar un suspiro de satisfacción, y entonces se le escaparon algunas palabras de sus labios.

“Creo que, tal vez... no quiero acostumbrarme a las aventuras.”

Berkanan no se dio cuenta de que se sentía así hasta después de haber hablado.

Se movió inquieta, sus ojos vagaron mientras intentaba evaluar la respuesta de Iarumas. Él estaba tan callado como siempre — sin decir nada. Se limitó a mirar a Berkanan.

Ella se sintió incómoda y siguió moviéndose inquieta. “Yo... um, si hay un piso inferior en la mazmorra...”

Si tal lugar existía. Si podían llegar hasta allí.

Si, si, si. Una hipotético. Vago, sin forma. Un futuro que ni siquiera podía imaginar.

Pero si fuera realmente posible...

“Quiero que todos vayamos allí, juntos... creo.”

Iarumas no respondió. Tal vez lo intentó. Pero Garbage ladró un “¡Arf!” desde el otro lado de la habitación. Parecía que había encontrado el pasillo o una puerta que conducía a la siguiente cámara funeraria.

El hombre de negro ya estaba caminando mientras sacaba su mapa con manos experimentadas.

Iarumas no respondió.

Pero no dijo que no, ¿verdad? Eso fue suficiente para Berkanan.

Entonces, se acordó de algo y añadió rápidamente: “Oh, mmm. Aunque me alegro de tener más hechizos... ¿Sabes?”

Con eso, Berkanan corrió tras Iarumas y Garbage.

Ahora, si Raraja volviera... todo estaría bien.

§§§

Raraja finalmente vio resultados tres días —bueno, tres viajes— después de que había empezado a explorar.

Su sentido del tiempo era poco confiable en la mazmorra. Puede que a Raraja le parecieran tres días, pero ¿cuántos habían sido en realidad? Era mejor cambiar mentalmente la métrica que utilizaba para medir el tiempo. Tres viajes de ida — tres viajes de vuelta.

La forma en que Berkanan se había preocupado por él cada vez que había regresado... Le avergonzaba. Pero también le estaba agradecido.

“Hmm... Esto es sólo la Llave de Plata, ¿huh?”

Raraja levantó una pequeña llave de plata, envejecida y deslustrada. Había atrapado a un orco acobardado solo en una de las cámaras funerarias y lo apuñaló por la espalda. Eso le había dado el cofre de tesoros que contenía esta pequeña llave.

Tal vez encontrar esta llave había sido una pérdida de esfuerzo; tal vez había sido un gran éxito.

“Había una puerta de plata, ¿no?”

Definitivamente un éxito.

Raraja miró al orco que se había desplomado en un charco de su propia sangre, luego se guardó la llave y se puso una mano sobre el pecho.

Todavía no estaba acostumbrado a matar monstruos humanoides... especialmente si no tenían intención de hacerle daño. Aunque llamar “amistosos” incluso a los encuentros con monstruos pasivos le parecía un poco irónico. No se sentía especialmente culpable por ello, ni tampoco emocionado. Se encontraba en un punto intermedio — lo que Iarumas llamaría neutral.

Nunca sé de qué habla ese tipo.

¿Hablaba en serio? ¿Bromeaba? ¿Había perdido la cabeza? No paraba de decir que la mazmorra no le parecía más que líneas blancas.

Raraja sintió un escalofrío mientras miraba la mazmorra de piedra. Seguro, incluso él experimentó momentos durante el combate cuando todo lo que veía en la oscuridad eran monstruos. Lo mismo le pasaba cuando abría cofres — perdía de vista todo lo que lo rodeaba.

Pero eso se debía a que estaba concentrado — era completamente diferente del mundo que había descrito Iarumas.

¿Cómo era para Garbage? ¿O Berkanan...? ¿O Ainikki?

¿Y cómo le había parecido a esa chica rhea?

Raraja no dijo nada. Sólo sacudió la cabeza, descartando las preguntas infructuosas. Empezó a caminar por la oscuridad de la mazmorra de nuevo, solo y en silencio.

Su única compañía era la Moneda Rastrera, lanzada hacia adelante y lentamente enrollada hacia atrás. Evitaba que se sintiera solo.

El mapa, su memoria, el paisaje ante sus ojos. Después de compararlos entre sí, Raraja se dirigió hacia una zona en medio del segundo piso. Había descubierto una cámara funeraria allí, pero no la había explorado hasta ahora. Había una razón muy clara para eso.

“Es plateado... ¿pero eso significa realmente que una llave de plata la abrirá?”

Raraja estaba ante una gran puerta plateada de aspecto antiguo. Los diseños tallados en su superficie representaban demonios emergiendo de una niebla que fluía desde los cielos.

Raraja frunció el ceño cínicamente. Dan ganas de echarse a temblar y salir corriendo.

Siempre era una estúpida banda de aventureros la que rompía los sellos de estas cosas y liberaba demonios por el mundo. Entonces, aparecía un héroe valiente y vencía el mal. Nadie se acordaba de los tontos del principio del cuento.

Un héroe, ¿huh?

¿Existe realmente gente así? Si lo hicieran, entonces la mazmorra habría sido despejada hace mucho tiempo. Y de todos modos, un tipo que dijera ser “el elegido del cielo” o lo que fuera no valdría nada aquí en las profundidades. No, si realmente hubiera un héroe valiente, tendría que aparecer desde dentro de la propia mazmorra.

Como, por ejemplo, la chica pelirroja y la chica de pelo negro que habían matado al dragón.

Bueno, si alguien pudiera decir que son héroes, serían los All-Stars, supongo.

Si Raraja desatara involuntariamente un demonio, esos seis serían los más indicados para derrotarlo. Y entonces, Iarumas y Berkanan recogerían el cadáver de Raraja. Garbage vendría también.

Así que en realidad, no tenía mucho de qué preocuparse. ¿Morir una vez era realmente tan importante? Raraja no lo creía. O, al menos, trató de convencerse de eso.

“¡Hagámoslo!”

Introdujo la llave de plata. La giró. La cerradura hizo clic. Pateó la puerta. La tensión se apoderó del momento

¡¿Cuál es el enemigo?!

Había varios en la cámara. Raraja lanzó una rápida mirada de barrido alrededor de la zona.

“Ahhhhhhh...”

“Growwwwwwwwwl...”

Sus ojos se posaron primero en unas inquietantes criaturas en el fondo de la cámara funeraria. Dejaban escapar horribles gemidos mientras se levantaban lentamente del suelo.

Al instante los identificó como zombies — eran cuatro.

¡Ahí es nada!

Pero había algo más. Tenía que vigilar sus pies.

Ahí están — mugre arrastrándose. Sucios montones de lodo se ondulaban en el suelo, arrastrándose hacia Raraja y haciendo ruidos repugnantes.

Las criaturas rastreras y zombis comenzaron a acercarse.

Si esto es todo lo que hay...

Podría arreglárselas... de alguna manera.

No...

Esto es malo.

Iarumas le había advertido que las garras y colmillos de un zombie segregaban una toxina paralizante, que no estaba presente en las criaturas antes de convertirse en no-muertos.

“Es más molesto de lo que crees”, le había dicho al chico, sonriendo desde la sombra de su capa oscura. “Cuando estás solo, quedarte paralizado significa una muerte segura — tan segura como que te corten la cabeza.”

Era un pensamiento inquietante. Raraja consideró huir. Pero también sintió que podría manejarlo. Dudó, retrocedió medio paso, y luego...

“¡¡¡Al diablo!!!”

El chico saltó hacia delante, con su daga brillando en la oscuridad. Su primer golpe fue bajo, un tajo cerca de sus pies. La hoja destrozó uno de los charcos de lodo que se retorcían, y estalló en una salpicadura casi explosiva.

Raraja pensó que sería más fácil vigilar a los zombies mientras eliminaba a las criaturas que se arrastraban por el suelo — ya que hacerlo al revés sería más difícil. Sin embargo, no tenía idea de si esa suposición era correcta.

“ Ahhhhhh ...”

“¡Waaah!”

Los zombies lo alcanzaron con sus brazos extendidos — Raraja rápidamente los detuvo. Por desgracia, eran muchos más que él. Por cada golpe de combate, Raraja sólo podía blandir su espada una vez, mientras que los zombies, con su ventaja numérica, podían atacar cuatro veces.

Desvió, esquivó, evadió, y entonces...

El último zombie golpeó — Raraja fue arañado. La sangre se drenó de su cara. Creyó sentir que la herida se entumecía... pero era sólo su imaginación.

“¡Púdrete—!”

Raraja maldijo mientras aplastaba una segunda criatura rastrera, pero entonces hubo cuatro ataques más de los zombies.

“¡¿Waaah?!”

Esta vez, Raraja pudo defenderse completamente. Saltó hacia atrás, respirando hondo. Había logrado defenderse. Evitar sus ataques. Permanecer relativamente ileso. Pero estaba mentalmente agotado. Su concentración (puntos de golpe) estaba siendo machacada.

¿Qué debo hacer?

“Ahhhhhhh...”

“Ahhhhhhh...”

Los zombies se arrastraron hacia él. Y aún había más criasturas rastrearas arrastrándose.

Malditos...

¿Qué haría Iarumas? ¿O Garbage? ¿O Berkanan—Berka?

“¡Espero que esto funcione!”

Raraja no dudó. Saltó hacia adelante como antes, pero esta vez, tomó su bolso con una mano.

“Duermaaaaaaaaan...”

Mientras los zombies se acercaban, sacó un ítem. Sus dedos no eran muy hábiles para estas cosas, pero consiguió romper el sello y desplegar el pergamino.

“Kafaref tai nuunzanme (Detente, oh alma, tu nombre es sueño).”

Al instante, un miasma salió disparado del pergamino, ralentizando a los zombies mientras Raraja observaba.

¡Supongo que aún les queda algo de cerebro en esas cabezas podridas! No, espera— ¿sus cabezas están llenas de moco? Bueno, da igual.

“Será mejor que le agradezca... a Berka.”

No estaba acostumbrado a llamarla “Berka” a la cara. Pero ahora mismo, murmurarlo para sí mismo no era ningún problema.

Raraja ignoró a los zombies confusos —que podían esperar— y se ocupó rápidamente del resto de las criaturas rastreras.

Por muy humanoides que fueran... matar zombies no le molestaba mucho. Después de todo, ya estaban muertos.

§§§

“Así que esto es todo, ¿huh?”

Todos los enemigos habían sido eliminados. Raraja estaba de nuevo solo en la ahora silenciosa cámara funeraria. Había logrado forzar la cerradura del cofre, y esto era lo que tenía para mostrar.

Raraja tenía una expresión vaga e inescrutable mientras miraba la Estatua del Oso. Era, en efecto, una estatua de oso muy feroz. Casi como si la persona que la había tallado hubiera querido decir: “He matado a un millón de ellos”.

¿Qué demonios se supone que tengo que hacer con esto?

Quería agarrarse la cabeza con las manos. Quería gritar en voz alta. ¿En qué estaba pensando el amo de la mazmorra? No podía imaginarse qué podría poseer a alguien para esconder esto en una cámara funeraria aislada... y detrás de una puerta cerrada, nada menos.

Raraja solo se agacho y gimió por un rato. Finalmente, suspiró resignado. “Si esto es lo que encontré, entonces supongo que debo llevármelo”. Era la única opción, así que tendría que hacerlo.

Se esforzó por meter la estatua del oso en la bolsa. Al final lo consiguió, aunque uno de los brazos del oso sobresalía. Si hubiera sabido que iba a tener que cargar con esto, habría traído una bolsa más grande.

Y si Berkanan estuviera aquí, podría habérselo echado encima. Esa bolsa suya es terriblemente grande.

Raraja pensó en esto mientras sacaba el mapa de su bolsa, lo estudiaba, y luego emprendía el camino que había recorrido antes. Los corredores, el paisaje, el mapa, las trampas bajo sus pies — los examinó todos, dando cada paso cuidadosamente, dirigiéndose hacia la cámara funeraria que contenía la Llave de Oro.

Raraja arrojó la moneda y luego la recogió. Sonrió cínicamente.

Es imposible que los novatos puedan hacer esto...

Esta forma de pensar... Era casi como si él mismo ya no fuera un novato. Después de todo, había luchado contra un dragón rojo, así que probablemente no lo era.

Pero, no lo sé.

No se sentía preparado para llamarse a sí mismo experimentado — para llamarse a sí mismo un aventurero experto.

Esto se debía a que conocía a Iarumas, Ainikki y los All-Stars. Incluso Garbage probablemente había estado profundizando en la mazmorra más tiempo que él. Comparado con ellos, Raraja apenas sabía algo de este lugar. Apenas había comenzado a absorber los más mínimos conocimientos sobre cómo sobrevivir aquí.

Pero...

Ahora entiendo más que ella que en aquel entonces.

Esa chica rhea. En aquel entonces, ella sabía tanto como él — nada.

Si volvía a encontrarse con ella, tal vez... podría darse aires de ser el más experimentado. Cuando se lo imaginaba, le parecía divertido. Tal vez se aferraría a esa agradable visión para el futuro — un cuento del mañana sin nada que lo respaldara.

Raraja estaba lo suficientemente relajado como para darse cuenta de lo tonto que era, pero la imagen mental fue suficiente para poner un resorte en su paso. Antes de darse cuenta, se encontró de nuevo frente a la puerta.

Tranquilizó su respiración. La Llave de Oro estaba al otro lado de la puerta. Pero, ¿era la Estatua del Oso la llave? ¿Cómo eso funcionaría?

No necesitaba preguntárselo. Cuando Raraja puso su mano en la puerta, se abrió por si sola — ni siquiera tuvo que empujarla. La puerta había sido como un solo panel de metal, pero al tocarla, se formó una costura en el medio, y los dos medios paneles se deslizaron silenciosamente a un lado..

Raraja tragó saliva, luego se lamió los labios y avanzó.

Daga en mano. Postura baja. Miró a izquierda y derecha. No había enemigos a la vista. Con cautela, avanzó.

Había una pequeña cámara funeraria más allá de la puerta, y al fondo de ella...

Otra puerta grande.

Raraja suavemente puso su mano contra ella.

La empujó. Tiró de ella. Trató de deslizarla a un lado. La puerta no se movía.

Incluso si sus compañeros hubieran estado con él, ninguno de ellos habría sido capaz de forzarla para abrirla.

“¡¿Otra vez?!”

Al final, necesitaría otros tres viajes. Tenía que encontrar la Llave de Bronce y la Estatua de la Rana antes de poder saquear la Llave de Oro.

§§§

El intercambio iba a tener lugar en el primer piso de la mazmorra. Esta ubicación había sido decidida por la otra parte, pero Raraja no podría haber pedido un lugar mejor.

De esta manera, nadie puede quejarse si las cosas se ponen violentas.

A pesar de que esta reunión estaba tomando la forma de un intercambio, no había manera de que la otra parte no hubiera preparado algo. Tal vez la propia chica rhea. O, en su defecto, alguna pista sobre su paradero.

Incluso si lo que traían resultaba ser falso o una trampa... Incluso si Raraja se metía en una discusión con ellos por eso...

Aquí abajo, todo vale.

Esos eran los pensamientos de Raraja al respecto.

En el mundo de arriba, había una regla no escrita en contra de que los aventureros llegaran a las manos. Pero no en la mazmorra. Así que, dado el lugar que habían elegido para el intercambio, Raraja podía estar seguro de que iban a intentar sacar algo.

Dos pueden jugar a ese juego.

No importa que tan buenos fueran los miembros de su antiguo clan en las aventuras, definitivamente no eran más duros que un dragón rojo. Mientras no lo decapitaran de un solo golpe, pensó que sería capaz de agarrar a la chica rhea por el brazo y salir corriendo. La alcanzaría — gritaría su nombre. Ella se alejaría de ellos, le tomaría de la mano y huirían.

La chica rhea era como una brisa primaveral. Podía verla vívidamente en sus recuerdos. Sin duda alguna — esta chica, que siempre llevaba el cabello recogido en coletas, le seguiría. Y si acaso, ella sería la que buscaría activamente su oportunidad de escapar. Ella sería la que gritaría su nombre.

Mientras la tomara de la mano, el resto funcionaría.

“Y para eso es esta llave, ¿huh?” Raraja inconscientemente tocó el peso en su bolsillo.

La Llave de Oro.

Era exactamente como su nombre lo describía. Había necesitado dos llaves y dos estatuas para llegar hasta allí.

Había eliminado a los capibaras que custodiaban la cámara funeraria, había abierto el cofre y había conseguido la llave. No había ocurrido nada dramático — había estado guardado en un cofre como cualquier otro tesoro. Y como no parecía especial... no parecía real. ¿Por qué, a pesar del peso del objeto, se sentía tan increíblemente ligero?

Raraja había tocado sin cesar la llave, la había escudriñado de cerca. Incluso había acudido a sus compañeros en busca de confirmación.

Obviamente, Garbage sólo había ladrado, pero...

“¿Esta... es la Llave de Oro?”

Recordó la vaga e indescifrable expresión del rostro de Berkanan cuando habían hablado de ello en la Taberna Durga.

 

“¿Estás realmente seguro?”

“Esto es todo lo que había”, le dijo Raraja, frunciendo los labios. “Así que debería ser el indicado, ¿no?”

“Bueno, podrías tener razón en eso, pero...” Berkanan agachó la cabeza y se encogió sobre sí misma.

Raraja nunca sabía qué hacer cuando ella se ponia asi. Siempre se sentía como si estuviera a una palabra equivocada de hacerla llorar. Francamente, tenía miedo de lo que le pasaría a él si ella se echaba a llorar. Se imaginó a Sarah de los All-Stars, con sus largas orejas retorciéndose de rabia.

Mientras intentaba averiguar qué decirle a Berkanan, miró en dirección a Iarumas. Bajo su capa, el hombre se reía para sí mismo con voz suave, aunque no estaba claro qué era lo que le hacía tanta gracia.

“Bueno, llévaselo y a ver qué tal”, le había dicho antes Iarumas. “Después, pasará lo que tenga que pasar.”

 

Y eso es exactamente lo que Raraja estaba haciendo.

Pasó junto a la multitud de aventureros anónimos que abarrotaban la entrada del primer piso. Por lo general, nadie pensaba dos veces en el nombre y el origen de un aventurero, pero este grupo en particular siempre parecía especialmente dudoso. Eran personas que no habían podido encontrar un grupo, por lo que se ganaban la vida prestando sus dudosos servicios como sanadores, tasadores u, ocasionalmente, como apoyo al grupo. ¿Eran aventureros de alineamiento bueno o malo? Tal vez la mayoría se encontraba en algún punto intermedio, aunque no había garantía de que no hubiera bandidos al acecho entre ellos.

Por eso Raraja se empeñaba en ignorar a tipos como ellos.

El chico siguió sin decir una palabra, avanzando por secciones de la mazmorra, hasta que—

“Hey, lo lograste.”

“Sí...”

se encontró con una cara sonriente que no quería volver a ver. Raraja esperaba que esta fuera la última vez.

Goerz estaba de pie allí, con una gran espada atada a su espalda, como si estuviera a punto de ir de aventura. Estaba esperando a Raraja, igual que la dudosa pandilla a la entrada de la mazmorra había estado esperando para formar un grupo.

Raraja apenas había logrado mantener el resentimiento fuera de su voz... o al menos, creía que lo había logrado. No creía que podía esconder completamente sus sentimientos, pero todavía tenía que tratar de mantener la apariencia de civilidad.

“¿Cómo te fue, Raraja-sensei?”, dijo Goerz en tono amistoso.

“Si envías a los recién llegados a un lugar como ese, la gente va a ser asesinada”, respondió Raraja bruscamente. “Era muy diferente a como lo describiste.”

“¿Ah, sí?” Goerz se encogió de hombros. “Bueno, obtuve toda mi información de algún rumor.”

El hombre soltó una risita. No lo sentía en absoluto. O tal vez simplemente no le importaba si los recién llegados que enviaba a recuperar la llave acababan muertos. Probablemente era un poco de ambos.

Raraja gimió. Sacó el objeto liviano pero pesado de su bolsillo.

“Aquí está — la Llave de Oro.”

“Hmm, así que es eso, ¿huh?” En la penumbra de la mazmorra, el oro brillaba como una estrella centelleante. Los ojos de Goerz se entrecerraron y dejó escapar un zumbido muy deliberado para mostrar lo impresionado que estaba con ella. “Parece ser la llave. Pero no puedo arriesgarme. Comprobemos si es auténtica.”

“¿Qué, quieres ir hasta la casa de Catlob?” Preguntó Raraja.

“No te quitaremos tanto tiempo, Raraja-sensei...” Goerz volteo a mirar detrás de él. Por primera vez, Raraja notó la figura agazapada en las sombras. “¿No es cierto?”

“¿Orlaya...?”, murmuró Raraja.

La chica había sido una vez como su nombre — una pequeña flor que florecía en los campos. Pero lo que Raraja veía ahora parecía un gusano retorciéndose que hubiera sido destapado por una roca volcada.

Ante él había un escuálido bulto de piel y huesos cubierto de harapos — de vendas. Parecía una chica. El único ojo enturbiado que le quedaba se volvió hacia Raraja. La pupila estaba nublada.

Raraja inconscientemente repitió su nombre. “¿Orlaya...?”

Todo acerca de la chica era diferente de sus recuerdos, pero por alguna razón, él todavía había hecho la conexión. No había duda en su corazón, ni incredulidad — era ella.

“Dámelo ya”, gruño ella.

En vez de responder a su nombre, le exigió la llave a Raraja. Su brazo, marchito como una rama seca, se extendió hacia él.

Su mano estaba extendida...

Raraja no la aceptó.

Con un ligero chasquido de lengua, agarró la Llave de Oro como un buitre carroñero. Orlaya entrecerró su único ojo e inmediatamente comenzó a pasar sus dedos sobre la llave.

Raraja reconoció inmediatamente lo que estaba haciendo — la identificación. El Sumo Sacerdote Tuck le había dejado ver el proceso innumerables veces antes, aunque había una diferencia entre cómo se movía el sacerdote y cómo se movía la chica ahora. Los dedos heridos de Orlaya rozaron la llave con ternura, como si estuviera acariciando la virilidad de alguien. Su tacto era experimentado. Era evidente que había hecho esto innumerables veces antes.

Pero aunque Raraja pudiera registrar esas observaciones, entenderlas era otra cosa. Hace un tiempo, en la tienda de Catlob, había sentido que se formaba una clara brecha entre su cuerpo y su mente. Y ahora, esa brecha se estaba abriendo una vez más dentro de él.

“¿Qué es esto?”, espetó la niña rhea vendada — Orlaya. Miró con odio la Llave de Oro. “¿Crees que puedes comprarme con esta cosa?”

“¿Huh?”

Raraja se quedó sin habla. ¿Comprar? ¿Comprar qué? ¿A ella?

“No. ¿Qué estás diciendo? Yo nunca—”

“Estás intercambiando la Llave de Oro por mí, así que eso es lo que significa, ¿verdad?”

“Bueno...”

Ella... Ella tenía razón. Sí. Era verdad. Pero no de esa manera. Algo estaba mal aquí. Esa no era su intención. En absoluto.

Pero los hechos seguían siendo los mismos — él estaba cambiando la llave por su vida. Lo que significaba que, sí, en cierto modo, esa había sido la intención de Raraja.

Se dio cuenta de que Goerz estaba sonriendo.

Orlaya le fulminó con la mirada. “¿Crees que puedes estafarnos con esto? ¿Esta basura sin valor? ¡No me hagas reír!”

Después de todo, era una trampa. Todo, de principio a fin. Todo...

Incluyendo a Orlaya.

§§§

“Así que, básicamente, estabas tratando de convertir basura en tesoro, ¿huh? Raraja-sensei...”

Raraja sólo pudo volver en sí gracias a la experiencia que había acumulado.

«¡Shing!» Una espada desenvainada. La masa opaca y pesada de intenciones asesinas. Fue directo y eficiente — como pisotear una cucaracha o aplastar una mosca. Según Iarumas, percibir la intención asesina era producto de la imaginación.

Cuando tus instintos te dicen que estás sintiendo algo así, en realidad es sólo tu experiencia la que habla.

Mientras esas palabras corrían por la cabeza de Raraja, se dio cuenta que ya estaba saltando hacia atrás. Donde su torso había estado hace unos momentos, la hoja de hierro de una espada segaba el aire como una guadaña.

Una Espada Cortante. ¡Goerz!

“¡Supongo que no puedes quejarte si te mato!”, se burló el hombre.

“¡Qu—!”

Raraja se agachó, preparándose. Miró a izquierda y derecha.

Estoy rodeado.

Caras familiares de repente empezaron a aparecer de entre la multitud de dudosos aventureros congregados en el primer piso de la mazmorra.

Eran sus antiguos —no quería usar la palabra compañeros— compañeros de clan.

¿Y ahora qué? ¿Qué debo hacer? ¿Para qué vine aquí?

Orlaya.

Miró a su alrededor, intentó llamarla por su nombre. Pero fue inútil. Sus miradas se cruzaron. El único ojo que le quedaba lo fulminó con la mirada, apuñalándolo, frío y afilado.

Rechazo... Su intención era clara.

En ese instante, todos los planes anteriores de Raraja se fueron completamente por la ventana.

La espada de Goerz seguía avanzando. Raraja reflexivamente se agachó. Por alguna razón, sus piernas cedieron debajo de él, y terminó de espaldas.

La espada se levantó de nuevo sin palabras. Su sombra cayó sobre la frente de Raraja.

Era hombre muerto.

No había duda — esta vez lo iban a atrapar. Aquí mismo.

Justo en frente de Orlaya.

No podía soportarlo.

Pero entonces...

“¡¡¡Auuuuuu!!!”

Una pequeña figura se abalanzó sobre las cabezas de los aventureros, dejando escapar un aullido mientras blandía su espada. Atravesó el aire mientras Goerz se apartaba. Ella giró una vez más con el impulso que le quedaba.

Los ojos de Goerz se abrieron de par en par al ver el brillo de una Espada Cusinart, la envidia de los luchadores de todo el mundo. “¡Maldito seas, Garbage!”, gritó él.

“¡Guau!”

Ignorando a Goerz, Garbage miró a Raraja con esos ojos azules suyos que eran tan claros como lagos sin fondo. Apoyando su espada contra su hombro, ella lo miró con una mirada de exasperación. Era como si ella dijera, Este tipo no tiene remedio sin mí...

Normalmente, darle a Raraja una ligera patada habría sido suficiente para irritarlo, pero ahora mismo, estaba sin habla.

¿Por qué estaba ella aquí? Parecía que Goerz se preguntaba lo mismo. Pero antes de que Raraja pudiera hacer la pregunta, la respuesta surgió de la multitud.

“Ups.”

Un hombre caminó hacia ellos. Su risa era suave, cruel y vacía.

El transportador de cadáveres vestido de negro — el portador de vara negra.

“¡Iarumas!”

El hombre de negro ladeó la cabeza encapuchada. “Eso sí que fue rápido, Goerz.”

“Tú lo metiste en esto, ¿huh?” Goerz gruñó. Pero su rabia pasó rápidamente. Goerz llevaría mucho tiempo muerto si fuera de los que pierden la cabeza por algo así. Preparó su Espada Cortante, arrastrando los pies y midiendo la distancia que lo separaba de Iarumas. Goerz era muy consciente de que la vara negra de su oponente albergaba un sable. “¿Has cambiado de opinión? Nunca creí que metieras las narices en este tipo de cosas.”

“No creo que lo haya hecho.”

Iarumas era el mismo de siempre. Siempre estaba de pie de la misma manera mientras estaba en la mazmorra — sin romper nunca su postura. Sus labios mostraban una leve sonrisa. Sus ojos se entrecerraban divertidos. Esos mismos ojos sólo veían la mazmorra como líneas blancas sobre negro... o eso decía él.

Estaba disfrutando profundamente. Era una vista extraña — pero una a la que Raraja estaba acostumbrado.

Aflojando la vara negra con una mano, Iarumas se jactó, “Demasiada matanza corrompe, mientras que ser demasiado puro embota las habilidades de uno. Cuando se trata de técnicas para matar, se necesita la cantidad justa de impureza.”

“Duro discurso...”, murmuró Goerz.

“Ni siquiera he empezado a luchar.”

No se sabía cuándo Iarumas cerraría la brecha entre ellos. Ahora mismo, su comportamiento era el de alguien que da un paseo casual.

Goerz no estaba seguro de cómo presionar el ataque. Pero al mismo tiempo, no parecía asustado. Sopesó las opciones en su cabeza. Necesitaba equilibrar castigar a Raraja contra el derribar tanto a Iarumas como a Garbage.

Y también...

“Escuché que el grupo que mataba dragones tiene una gran luchadora también.”

“Maga”, corrigió Iarumas. “Ella puede lanzarKATINO.”

Necesitaba sopesar la posibilidad de otro enemigo al acecho, esperando — uno que podría ser una maga. Suponiendo, por supuesto, que Iarumas no estuviera mintiendo.

La balanza dentro de la cabeza de Goerz comenzó a inclinarse.

Garbage estaba preparada para salir en cualquier momento — acumuló fuerza en sus piernas, casi como si fuera un resorte comprimido. E incluso mientras todo esto sucedía, Raraja permaneció en el suelo de la mazmorra donde había caído cerca de los pies de Garbage, incapaz de moverse.

Estaba clavado en el lugar — tal vez deliberadamente.

El único ojo bueno de Orlaya atravesó a Raraja, y no se lo quitó de encima. Su cara, temblando de resentimiento, se veía horriblemente deformada y fea.

Raraja sintió que iba a llorar. Por alguna razón, por más que lo intentó, no pudo decir su nombre.

Orlaya tampoco pronunció su nombre.

“Bien, entonces.” Después de algún tiempo, Goerz bajó lentamente su espada. Garbage soltó un bufido aburrido. “No merece la pena pelear con ustedes por el chico.”

“¿Es eso cierto?”, murmuró Iarumas.

Sin responder, Goerz volteó hacia sus hombres. “Nos vamos.”

Los miembros del clan hicieron obedientemente lo que se les dijo, siguiéndole mientras se marchaba. Eso, por supuesto, la incluía a ella.

“Orlaya...”

Cuando por fin forzó sus cuerdas vocales para pronunciar su nombre, ya era demasiado tarde. Ella obviamente no podía oír su gemido, y no miró hacia atrás.

Todo lo que Raraja podía hacer era mirar como su pequeña espalda desaparecía en las profundidades de la mazmorra.

“¿Raraja...-kun?”

Una voz vacilante vino de detrás de él. Él dejó escapar un suspiro.

“Berka...nan.”

“Sí.”

Miró hacia atrás para encontrar a la gran chica de cabello negro haciendo todo lo posible para parecer lo más pequeña posible. Ella asintió con la cabeza. No había habido ningún truco para ocultarla — simplemente había estado allí entre la multitud, agachada.

Raraja de alguna manera se las arregló para murmurar un “lo siento” o alguna disculpa similar.

“Sí.” Berkanan volvió a asentir, igual que antes. Esperó a que Raraja se pusiera en pie.

Mientras Raraja se levantaba lentamente, Garbage le dio una buena y fuerte patada. Gimió de dolor, pero no hizo ningún escándalo. Supuso que se lo merecía. Pero hubiera preferido que Orlaya le diera una bofetada.

Una vez que estuvo de pie, Raraja encaró al hombre de negro.

“Viniste a salvarme, ¿huh?”

“Esa no era realmente mi intención.” Iarumas se encogió un poco de hombros, sacudiendo la cabeza. “Simplemente íbamos de camino a explorar la mazmorra, y nos topamos contigo.”

“Apuesto a que...” Raraja supuso que probablemente era cierto. Así era Iarumas.

“¿Fallaste?”, preguntó Iarumas.

“Parece que sí...”

“Bueno, estas cosas pasan.”

¿Eso pretendía consolarlo? Raraja miró fijamente a Iarumas. Todavía tenía una sonrisa leve — lo que significaba que lo que había dicho probablemente no tenía la intención de consolar al chico.

De repente, Raraja notó que la punta de su pie estaba tocando algo.

La Llave de Oro. Orlaya se la había tirado en algún momento.

Raraja recogió la llave, la limpió en su camisa, y la guardó en el bolsillo.

“Mientras estés vivo, tendrás otra oportunidad,” dijo Iarumas.

“Oh... ¿En serio?”

“Sí, de verdad.”

Iarumas no era de los que ofrecían palabras de consuelo. Si él estaba diciendo esto, entonces era simplemente un hecho.

§§§

Tch. Ese maldito gusano de Iarumas...”

Las palabras llenas de bilis de Goerz resonaron en la mazmorra, mezclándose con el sonido de los pasos — su pandilla de aventureros, cuyos nombres no tenían importancia, caminaba a su lado.

Con toda probabilidad, Goerz sólo había planeado humillar y atormentar a Raraja. Probablemente lo habría dejado así.

Nunca esperó que aparecieran Iarumas o ese perro callejero de Garbage.

Tan corto de visión a futuro...

Orlaya sabía que no debía decir nada en momentos así. Era cierto que Goerz era corto de visión a futuro. Nunca pensaba más allá de la situación actual, y siempre tomaba la decisión que le beneficiaba — la que le hacía sentirse bien.

No era mejor que un matón. Incluso los asaltantes de caminos eran más listos.

Pero la mazmorra no era un lugar fácil de atravesar. Un hombre como él no podía haber sobrevivido tanto tiempo sólo con la fuerza de sus brazos.

Amenazas y posibilidades de supervivencia — enemigos y aliados.

¿A quién podía Goerz menospreciar, burlarse y atormentar?

Había algo en este hombre —algo salvaje— que le permitía olfatear estas cosas.

Por eso era fuerte. Por eso había sobrevivido.

Orlaya mantuvo la boca cerrada, bajando desesperadamente los ojos mientras intentaba ahuyentar las palabras de Goerz de su cabeza. Necesitaba evitar su mirada. Evitar que leyera su corazón. Hizo todo lo posible por no pensar en cómo iba a utilizarla para descargar su frustración. Cómo la convertiría en un ejemplo por su fracaso colectivo.

Ella podía manejar el dolor, el sufrimiento, la agonía — siempre y cuando despejara su mente. Cada momento individual dolería, pero una vez que pasara, se acabaría.

Y sin embargo, por la razón que fuera, la cara de ese maldito chico era lo único que tenía grabado a fuego en su memoria.

Todo por culpa de ese chico... Porque Goerz no dejaba de decir su nombre. Nunca lo había recordado hasta ahora, pero en el momento en que Goerz había mencionado al chico, bueno, basta con mirar lo que le había sucedido a ella.

Las emociones estallaron en su interior una y otra vez como explosiones. La sangre se le subió a la cabeza. Su mente se contorsionó. Los pensamientos se enroscaban sobre sí mismos como serpientes.

Se había olvidado de ella. Él se había ido a una aventura rodeado de otras chicas. Y ahora aparecía de nuevo diciendo que la salvaría. Era demasiado tarde para eso. La estaba tratando como a una idiota. ¿Qué demonios era eso? ¿Quién se creía que era?

Además, aunque hubiera dicho que intentaba salvarla, ella sabía que no era así — quería comprarla a cambio de la Llave de Oro.

Esa llave era basura barata y miserable. ¿Era todo lo que ella valía? Sí. Pero aun así...


La estaba tratando como a una idiota. Tratándola como a una idiota. Tratándola como a una idiota.

Esto no está bien.

Cuando Orlaya se sintió fuera de control, contuvo sus emociones. Justo a tiempo — apenas pudo darse cuenta de que Goerz se había detenido.

De repente, una voz la llamó desde la oscuridad de la mazmorra.

“Bueno, eso fue ciertamente desagradable para ti...”

El hombre que emergió era como un recorte de una figura humana. Una capa carmesí oscura sobre una vestimenta verde — un sacerdote.

Goerz entrecerró los ojos y miró al hombre como si fuera un perro callejero ladrando a sus pies. “¿Quién es usted?”

“Oh, nadie importante. Nadie cuyo nombre necesites saber...”

“Entonces muérete.”

Orlaya no vio a Goerz blandir la Espada Cortante — ella oyó, tardíamente, el sonido de la hoja cortando el aire.

Incluso cuando se encontraba con monstruos “amistosos”, Goerz nunca mostraba piedad. Se reía, diciendo que los pasivos solían ser los que más dinero llevaban encima.

“Ups...!”

El misterioso sacerdote gritó aquella tonta exclamación. A los ojos de Orlaya, parecía como si le hubieran cortado en dos. La hoja había cortado definitivamente el espacio donde estaba el sacerdote, a través de su vestidura, y sin embargo...

Je, je. Sólo estaba siendo humilde. Si te he ofendido, disculpa, disculpa...”

El sacerdote estaba vivito y coleando, unos pasos más atrás de donde estaba antes. Llevaba una sonrisa exasperantemente afable.

Orlaya parpadeó. Le había parecido ver un símbolo sagrado colgando del cuello del sacerdote — un fragmento de algún tipo de amuleto.

“¿Eres sanador?”, preguntó Goerz. “¿O estás ofreciendo algún tipo de hechizo protector?”

“Ah, sólo fueron unos torpes trucos míos.”

“Ambas cosas, entonces...” Con un breve chasquido de lengua, Goerz envainó su espada.

Orlaya miró al líder del clan para ver cómo reaccionaba — un hábito que había desarrollado y que siempre la ayudaba a prepararse para lo peor.

Goerz sonreía.

“Bien. No querría que pensaran que soy un tipo que no paga la entrada cuando alguien le enseña sus trucos.”

“Gracias.” El sacerdote inclinó la cabeza. “Sí, sí, no te arrepentirás.”

Orlaya se preguntó, ¿Por qué me mira ese sacerdote?

Raraja...

La chica se mordió el labio, irritada. Ese maldito tonto nunca debería haber pasado por su mente. No debería importarle lo que le pasara. 


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