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Blade & Bastard vol. 1 novela ligera |
Traducción jpn-ing: J-Noxx xxxxTraducción ing-esp: Raruk BergCorreción: Raruk Berg
Blade & Bastard 1: Warm ash, Dusky Dungeon
Capítulo 5: Ainikki

“¡¡¡■■■■!!!”
Alguien gritó un nombre. Uno que le resultaba terriblemente familiar.
Abrió los ojos en la oscuridad. Pero la escena que se extendía ante esos ojos también era oscura.
No.
Un monstruo aberrante enseñaba los colmillos en lo más profundo de la obscuridad de la mazmorra. Tenía un cuerpo enorme, azul oscuro con los músculos al descubierto, y sus ojos eran de fuego ardiente.
Un demonio mayor.
Sus brazos, como grandes árboles, se lanzaron hacia delante desatando una tormenta letal de hielo y aire helado.
¡「Es MADALTO」! Eso era lo que el hombre había querido gritar. Su campo de visión dio vueltas.
A partir de ese momento, las escenas se precipitaron demasiado rápido como para seguirlas.
Vio un equipamiento encantado con magia que brillaba como un diamante — flotaba en el aire, atacando por sí solo. Magos y luchadores que se hacían llamar examinadores intercambiaban golpes con el shinobi[1], ofreciendo al hombre elogios que parecían peores que una tontería.
En el interior de una gran caverna rocosa, él esquivó los ataques de monstruos primigenios, deambulando en busca de tesoros.
En cada una de estas eras, él había sido un aventurero. También la mazmorra había estado allí.
Quemado, decapitado, petrificado, su nivel drenado — había muerto muchas veces. Y cada vez, incluso cuando se había convertido en cenizas, había regresado del inframundo para desafiar a la mazmorra una vez más.
En última instancia, podría no haber sido diferente de aquellos muertos resucitados.
El hombre se rio un poco cuando se le ocurrió ese pensamiento. No es que supiera de qué se reía.
Con el tiempo, antes de darse cuenta, se encontró en una oscura cámara funeraria.
No solo — sino con todo el mundo. La cámara estaba llena de una espesa energía mágica. Su fuente... el anciano justo ante sus ojos.
Los ojos del anciano brillaron, destellando una extraña luz que ardía con una mezcla de locura y razón, ninguna separada de la otra. Este mago, que era servido incluso por el rey de los no-muertos, sostenía algo que brillaba con un pálido resplandor blanco.
El amuleto.
Lo comprendió instintivamente
Él necesitaba tenerlo en sus manos.
Esa era la razón por la que el hombre seguía aquí. La única razón.
“¡¡¡■■■■!!!”
Alguien estaba pronunciando su nombre. Ese nombre tan terriblemente familiar...
Él respondió a la voz de su camarada, abalanzándose hacia delante con su katana sujeta con fuerza. Se acercó. Y se puso dentro del alcance.
La boca del mago loco se abrió. Pronunció palabras de verdadero poder.
Oh, viento veloz, desencadénate junto con la luz.
Viento. Luz. Calor. La oscuridad blanca lo consumió todo.
*¡Chasquido!* La conciencia del hombre se cortó, sumergiéndose una vez más. Ya no podía ver nada.
No podía oír.
Todo lo que quedaba era...
Murmullo, oración, canto, y luego, un mandato.
Rezar.
§§§
“¡Iarumas!”
Sus ojos se abrieron.
Había sido arrastrado a tierra desde el mar de los sueños.
Su boca se abrió. No podía respirar. Oh, cierto. El aire no le sentaba bien aquí. Este era un lugar diferente.
Incapaz de soportarlo, se sentó. No podía inhalar. Se asfixiaba. Sus pulmones no respondían.
“Cálmate. No pasa nada, okay”, le susurró una suave voz al oído. Una mano blanca y fría le acarició la espalda — la espalda de Iarumas.
Sin duda, la mano del dios de la muerte debía de ser así de suave y hermosa.
“Sí, estás bien. Se te ha permitido vivir. Cálmate...”
Cálmate. Estás bien. Estas palabras que ella repitió tuvieron menos efecto que el timbre de su voz.
Esforzándose a respirar entrecortadamente a través de su garganta ronca, Iarumas llenó sus pulmones de oxígeno. Luego, tras una pausa momentánea, dijo en voz áspera: “Hermana Ainikki”.
“Sí”, le respondió con una sonrisa la elfa de cabello plateado que estaba al lado de Iarumas. “Bienvenido de nuevo.”
En ese momento, finalmente Iarumas se dio cuenta que estaba en el altar del templo. Esto también le resultaba familiar — algo que había experimentado muchas veces.
Iarumas se preguntó qué debería decir. Abrió la boca, pero no salió ninguna palabra. Tras un rato de indecisión, él murmuró: “Creí que había muerto...”, como si fuera la cosa más intrascendente.
“Lo hiciste”, dijo Aine, exasperada. “¿Y quién crees que rezó a Dios por「KADORTO」en tu nombre?”
Con un gran suspiro, Iarumas desvió la mirada hacia la Hermana Ainikki. La joven elfa de cabello plateado tenía una expresión en el rostro como nunca antes la había visto.
¿Qué debería decir? Iarumas estaba, inusualmente, un poco inseguro.
“Así que, tú también puedes poner ese tipo de cara, ¿huh?”
Aine se quedó en silencio por un momento. Luego, ella le ofreció una amplia sonrisa y dijo: “Incluso si nos encontramos de nuevo algún día en la Ciudad de Dios, sigue siendo triste, tener que separarnos por tanto tiempo.”
“Estoy agradecido”, dijo Iarumas. “Y supongo que también debería darle las gracias a Sezmar.”
Aine dejó escapar un largo suspiro. Sin decir una palabra más, señaló con el dedo las rodillas de Iarumas. Siguiendo su gesto con la mirada, Iarumas finalmente comprendió una parte de por qué su cuerpo se había sentido tan pesado.
Al parecer, no se debía sólo porque había muerto.
Una joven había arrojado su esbelto cuerpo sobre su regazo sin tener en cuenta la menor moderación, y ahora ella estaba dormitando.
Iarumas extendió su mano hacia el cabello rizado de Garbage y torpemente comenzó a peinarlo con sus dedos. “Ahh”, murmuró ella.
“Sezmar-sama se encontró con la chica mientras te arrastraba de regreso.”
“¿Y Raraja?”
“Si te refieres al chico ladrón, entonces también estaba con él.”
“Ya veo...” En ese caso, Iarumas tendría que agradecer a Raraja también.
El hombre siguió acariciando distraídamente el cabello de Garbage mientras consideraba todo esto.
“Umm...” Garbage suspiró. Sus pestañas, inesperadamente largas, se agitaron mientras sus párpados se contraían. Entonces, sus ojos se abrieron de golpe, y miró fijamente el rostro de Iarumas. “¡Arf!”, ladró ella, inflando su pecho con orgullo.
Ella le ofreció algo pequeño — un fragmento, no más grande que una moneda. Ya sin brillo, no era más que un viejo trozo de metal... pero no cabía duda.
Era el amuleto que colgaba del cuello del mago.
“Trajiste de regreso algo más además de mí, ¿huh? ¿Esto también?”
“¡Yap!”
“Seguro que trabajaste duro...”
“¡Ejem!”
Iarumas cogió el amuleto de Garbage, que parecía tan satisfecha de sí misma que él pensó que empezaría a mover la cola.
Pero...
No.
Esto era sólo un fragmento del amuleto. Un fragmento, uno de cientos.
¿El mago había sido capaz de ejercer todo ese poder sólo con esta cantidad? O... ¿incluso ese enorme poder mágico estaba limitado por tener tan poco?
Este diminuto fragmento no era nada comparado con el objeto de los recuerdos de Iarumas. Aun así... conseguir un fragmento del amuleto era como una insignia de honor para cualquier aventurero.
Iarumas tenía la mirada perdida en el fragmento, preguntándose qué debía hacer con él, cuando...
“¡Otra vez con los vivos, ¿verdad?!”
La puerta se abrió de golpe. Su atención se dirigió a Sezmar.
El caballero libre, rubio y varonil, al parecer había regresado de una pieza.
“¿No has muerto, entonces?”, preguntó Iarumas.
“A diferencia de ti”, replicó Sezmar con una risa jovial.
Raraja estaba a su lado. Parecía que el chico no sabía que expresión debía poner en estos momentos. ¿Había madurado algo después de la pelea en el subsuelo? Miró a Iarumas, luego frunció los labios y dijo: “Bah, hombre... Al final fuiste y nos engañaste...”
“Soy un aventurero, después de todo”, dijo Iarumas, asintiendo. “Eso viene con el negocio.”
“En ese caso, voy a llegar hasta la parte más baja sin morir ni una sola vez.”
“Un buen objetivo. Estaré deseando verlo.”
Iarumas no estaba siendo sarcástico, pero Raraja resopló en respuesta.
“Podrías haberlo expresado mejor”, dijo Sezmar, riendo.
Iarumas lo rechazó con un “¿Ah, sí?” No sintió la necesidad de reformularlo. No era tan importante. No, en la mente de Iarumas, lo importante era—
“Creo que debo agradecértelo de alguna manera.”
—saldar la deuda. Ya fuera dinero, equipo o alguna acción. Todo tenía un precio.
Sezmar se limitó a sonreír y encogerse de hombros. “Invítame un trago la próxima vez, ¿quieres?”
“¿Eso va a ser suficiente?”, preguntó Iarumas. La petición de Sezmar había sido sorprendentemente humilde. Un aventurero de alto nivel como él podía permitirse el lujo de ser más codicioso. Incluso si era de buena alineación.
La pregunta hizo que la sonrisa de Sezmar se hiciera más profunda. “Sarah y Moradin me han estado insistiendo para que les cuente la historia de cómo moriste.”
“Dudo que termine sólo con eso...” Conociendo a los dos, harían preguntas implacables e indagarían en todos los detalles posibles. Iarumas se cruzó de brazos, pensando que, después de todo, su escrutinio sería un precio bastante alto.
Pero entonces, la voz de Raraja cortó su contemplación. “En ese caso,” dijo Raraja, pareciendo haber encontrado su resolución. “Encuentra un cadáver para mí. Eres un cazador de cadáveres, ¿no?”
“En realidad no.”
Raraja continuó como si Iarumas no hubiera respondido. “Es una chica rhea. Aunque ya lleva tiempo muerta. Su cuerpo puede haber desaparecido.”
“Lo dudo...” Iarumas negó lentamente con la cabeza. No era que se sintiera conmovido por esto. Él no tenía interés en la chica que Raraja quería buscar. Sin embargo, habló claramente, diciéndole al chico los hechos tal como los conocía. “Si queda aunque sea un pedazo de ella, aunque sea un hueso, entonces resucitarla no será imposible. Al menos vale la pena intentarlo.”
Antes que él pudiera decir que aceptaría la tarea, Raraja se inclinó y exclamó: “¡¿En serio?!”
Iarumas sonrió un poco. “Si te mintiera sobre esto, tendría que ser malvado, ¿no?”
“¡Te escucharon decirlo! ¡Sezmar, Garbage, y la Hermana también! ¡Todos te oyeron, ¿okay?!”
“Sí, lo sé.”
¿Tenía el chico alguna razón para estar tan exaltado por esto? Iarumas no lo sabía. Pero incluso sin saberlo, le agradaba cómo se sentía.
En última instancia, en lo que a aventuras se refería, habían fracasado esta vez. Aunque habían encontrado un área inexplorada de la mazmorra, ahí fue donde terminaron los descubrimientos. Ningún tesoro, e Iarumas había muerto, sólo para resucitar de nuevo. No habían ganado nada.
Y sin embargo...
No se siente tan mal.
“Odio sacar este tema cuando estás de tan buen humor, pero...” Una voz aguda se dirigió a Iarumas, quien todavía estaba en el altar. La Hermana Ainikki. Exhibía una sonrisa radiante digna de una santa. “¿Podría pedirte que pagues el diezmo por tu resurrección?”
“¿No estaba pagado ya...?”
“Tomamos todo lo que llevabas encima, y aun así no fue suficiente, así que añadiremos el resto a tu deuda, ¿okay?” Sin dejar de sonreír, Aine agregó: “Después de todo, eres un aventurero de alto nivel.”
Iarumas miró sin decir una palabra hacia al techo del templo, alto y distante. Luego miró a su costado. Por alguna razón, Garbage ladró un “Arf”, con una expresión de orgullo en el rostro.
Como ya estaba endeudado con Sezmar y Raraja, no tenía sentido recurrir a ellos en busca de ayuda.
Al final, Iarumas levantó el trozo de metal que sostenía para que Aine lo viera. “¿Puedo pagarte con esto?”
“¿Cuántas monedas del mismo tamaño vas a pretender que valga esa pequeña placa de metal?”
No sería un intercambio justo, dijo ella. Pero... ¿justo para quién, exactamente?
Sezmar dejó escapar un profundo suspiro.
No hay nada más que hacer, pensó Iarumas mientras estiraba la mano y empezaba a despeinar vigorosamente el cabello rizado de la chica que tenía en el regazo.
“¡¿Aah?!”, protestó ella, mirándolo con resentimiento.
Él la miró. Sus ojos azules y claros eran como dos lagos sin fondo.
“Vienes conmigo para asumir la responsabilidad de esto.”
Su respuesta fue un solo ladrido.
“¡Ruff!”
§§§
No es que nada cambiara drásticamente después de eso.
Hubo el mismo *clink*, *clink* mientras algo pequeño y metálico rebotaba por el suelo de la mazmorra. Con cada paso (espacio, área, como quieras llamar a la medida) que Iarumas se movía, lanzaba su moneda y la enrollaba de nuevo.
La Moneda Rastrera siempre volvía arrastrándose hacia él. Él dio otro paso y volvió a lanzarla.
Lo mismo una y otra vez. No había caminos fáciles en la mazmorra — en ningún sentido de la palabra.
“¿En serio tenemos que hacer esto?”
Pero eso no significaba que no fuera desalentador.
Iarumas respondió al gruñido de Raraja mientras enrollaba la moneda. “No, en realidad no.”
“¡¿En serio?!”
“Sí.”
Últimamente, Iarumas sentía como si hablaran más durante sus exploraciones. Aunque, en lo que a él respectaba, ése era el único cambio.
“No soy ladrón”, dijo Iarumas, “pero he oído que, con algo de experiencia, un ladrón puede ver a través de las trampas en las paredes y piso.”
“¿Y hasta que tenga esa experiencia...?”
“Nos lo tomaremos con calma y precaución.”
“Urgh...” A pesar de sus gemidos, Raraja tenía una sonrisa en la cara.
Podría ser justo decir que sus aventuras lo habían cambiado.
Mmmm.
A Iarumas lo encontraba divertido pensar en eso. Cuando recordó el pasado, sintió como si hubiera visto el crecimiento de sus compañeros como algo positivo en ese entonces también. ¿Se debía a esos vagos recuerdos que vislumbró? ¿Las visiones de las que había sido testigo mientras oscilaba entre la vida y la muerte?
Sin embargo, incluso esos sueños eran tan efímeros como las burbujas, seguro que se desvanecerían al despertar...
“Tendremos que empezar por enseñarte a dibujar un mapa.”
“¿Un mapa?”, preguntó Raraja. “¿De la mazmorra?”
“Nadie más lo va a dibujar por ti, ¿cierto?”
“Urgh...”
“Arf.”
En cierto sentido, todo esto era gracias a la chica que acababa de salir de una cámara funeraria cubierta de sangre.
Encontrar a Garbage había sido un punto de inflexión para Iarumas.
Aquella chica, que aún tenía aquel tosco collar de hierro alrededor de su cuello, arrastraba algo pesado detrás de ella.
Un cadáver.
Obviamente pertenecía a un aventurero... pero el cuerpo estaba tan destrozado que no había forma de identificarlo. Lo mejor que Iarumas pudo hacer fue fijarse en sus botas — el estilo sugería que este cadáver era probablemente una mujer. Una elfa o una humana, probablemente.
“Buen trabajo.”
“¡Yap!”
Cuando Iarumas despeinó a Garbage con su mano enguantada, ella soltó un ladrido. Al menos ahora lo toleraba. Aunque, en cuanto a si se había encariñado con él, aún lo dudaba.
A fin de cuentas, nada había cambiado... con una única excepción: ahora los tres estaban explorando juntos la mazmorra.
Iarumas reflexionó distraídamente mientras sacaba las bolsas de cadáveres del bolso. No era habitual en él. No había nada en lo que debiera estar pensando aparte de la mazmorra.
¿Tal vez, podría ser...? Sería demasiado decir que había cambiado, pero tal vez... ¿algo más sutil que eso?
Sí. Estaba descubriendo que hablar así con los demás era...
No tan desagradable.
A Iarumas le sorprendió descubrir esto sobre sí mismo, pero lo aceptó como lo que era. ¿Cómo reaccionaría la Hermana Ainikki si se lo dijera?
“¡Ow!”
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un grito repentino — Garbage aparentemente había pateado fuertemente a Raraja en la canilla.
“¡O-Oye, tú! Deja de hacer eso, ¡¿okay?!”
“Arf.”
Las objeciones de Raraja no le sirvieron de nada. Ella hizo un gesto hacia la cámara funeraria con su barbilla, luego trotó en esa dirección.
Raraja siguió tras de ella, agarrándose la pierna y gimoteando. “Si hay un cofre, sólo dilo... ¡Con palabras!”
Solo estaban jugando a pelear — recibir una patada no bajaría la concentración (HP) de nadie. El chico sería capaz de abrir el cofre de tesoros sin problemas.
¿Pero y si Raraja se equivocaba de alguna manera? ¿Si Garbage quedaba atrapada en algo otra vez?
Iarumas pensó por un momento, luego murmuró para sí mismo. Era una palabra que había olvidado hacía tiempo, una que se decía cuando pasaban este tipo de cosas.
“Vaya...”
§§§
“Hey, mira eso.”
“Iarumas, huh...”
“Iarumas el de la Vara Negra...”
“Es un saqueador de cadáveres.”
“Maldito sea ese gusano...”
“He oído que hace poco se consiguió una esclava.”
“¿Un peón desechable? Pobre cosa.”
“¿Quién sabe la veracidad de su historia? ¿Qué clase de hombre no recuerda las cosas que pasaron en su pasado?”
“¡Oh, cállense! ¡Abran paso, abran paso!” Gritó Raraja, dispersando a la gente de la muchedumbre que miraba a Iarumas de la misma manera que lo hacían siempre. Cuando los espectadores se apartaron de él, con los ojos muy abiertos por la sorpresa, los miró con odio. “¡Si ustedes mueren, no los arrastraré de regreso!”
Era por la tarde en Scale.
Incluso si la mayoría de las personas en los alrededores eran aventureros, gritar en voz alta en la calle seguía llamando la atención. A Raraja no le molestaba eso.
¿Era su atrevimiento debido a la confianza en sí mismo que había comenzado a desarrollar a partir de sus aventuras? Tal vez también podría verse como un exceso de confianza... En cuyo caso, habría gente a la que se le ocurrirían ideas.
El chico ganaba dinero transportando cadáveres. Incluso tenía una esclava con él. Los aventureros querrían aprovecharse de ellos.
Pero, aunque la gente lo intentara...
Lo estoy respaldando, ¿huh?
Eso no le gustó a Iarumas en absoluto.
Negó lentamente con la cabeza, ajustando una vez más la posición de la cuerda en el hombro que usaba para llevar la bolsa porta cadáveres.
“No hay necesidad de armar un escándalo”, dijo Iarumas. “No tendrá fin.”
“Cállate.” Raraja fulminó al hombre con la mirada. “¡Me molesta!”
“Bueno, entonces no hay nada que pueda hacer al respecto.” Si se trataba de un problema con Raraja, entonces no había nada que hacer.
“¡Arf!” Garbage dio un enérgico ladrido. ¿Cuánto entendió ella?
No importa que camino tomemos desde aquí, seguro que será uno animado.
Justo cuando Iarumas pensaba que...
“Guau...”
De repente, Garbage se encogió y retrocedió, pareciendo asustada.
Este comportamiento —que casi nunca había mostrado en la mazmorra— hizo que Iarumas enarcase una ceja.
“Hey. ¿Qué pasa?” preguntó él. Obviamente, no obtendría una respuesta significativa.
Raraja se lo imaginó. “Ahhh.” El chico sonrió. “Su enemigo natural está aquí.”
“¡¡¡Garbage-chan!!!”
La sacerdotisa elfa era increíblemente rápida. Entró corriendo, ágil de pies, y rodeó con sus delgados brazos el cuerpo aún más delgado de la chica.
“¡¿Yap?!”
Sarah ignoró tales gritos y frotó la mejilla contra Garbage. “¡En serio, Iarumas! ¡¿Cómo pudiste hacer que esta chica también transportara cadáveres?!”
“Ella no lo está acarreando.”
“¡Estás haciendo que ella ayude, así que es lo mismo! ¿Me oyes? ¡Lo mismo!”
Garbage gimió penosamente, sus ojos suplicando a Raraja que hiciera algo, cualquier cosa, para salvarla. Pero Raraja no iba a complacerla. Solo sonrió, con su resentimiento por la anterior patada en la canilla escrito en su cara.
Bueno, que hagan lo que quieran. Iarumas sonrió ligeramente. Había visto a cinco conocidos más detrás de Sarah.
Cada uno de los All-Stars llevaba su propio equipo, único pero poderoso. No tenían olor a sangre, pero estaban completamente equipados. Eso significaba que probablemente se dirigían a la mazmorra.
Al darse cuenta del “equipaje” de Iarumas, el Sumo Sacerdote Tuck inclinó ligeramente la cabeza. Aunque el enano no tuviera ni idea de a quién pertenecían los restos, merecían que se les rindiera respeto. Ya sea que fueran a resucitar o perderse para siempre, la muerte seguía siendo la muerte...
“¡¿Iarumas, lo escuchaste?!”
Sin embargo, el caballero libre, Sezmar, ignoró ese hecho, comportándose como siempre, jovial. Parecía listo para soltar una estridente carcajada en cualquier momento, y sin duda, había una sonrisa escondida dentro de su casco.
Sarah había corrido delante del grupo, pero Sezmar se acercó ahora a grandes zancadas, y el resto de su grupo le siguió a la estela.
“¿Escuchar qué?”, preguntó Iarumas.
“Sobre esa esquina del tercer piso”, respondió Sezmar. “Los monstruos vuelven sin importar cuántas veces los mates. He oído que se ha convertido en un buen lugar para hacer dinero.”
“Qué gustos tan extraños tienen algunas personas.”
“¡Aw, no seas así! Todo el mundo quiere dinero y experiencia.”
“No recuerdo haber dicho que fuera algo malo.”
“No, no lo dijiste”, respondió Sezmar con seriedad antes de romper a reír. “Bueno, ¿entonces, sabes sobre esto?”
“Otra vez, ¿de qué estás hablando?”
“La cámara funeraria. Al parecer la llaman el Centro de Asignación de Monstruos.”
“Mmm...”
Centro de Asignación. A Iarumas le gustó cómo sonaba. Era un buen nombre con un sonido familiar.
Pero, si Iarumas tuviera que cambiar una cosa al respecto...
“Es una pena que no haya sido en el cuarto piso.”
“A veces, dices cosas que no tienen sentido.”
Iarumas se rió. “Sí, yo tampoco entiendo las cosas que digo.”
Después de eso, se enzarzaron en algunas bromas frívolas más y luego se fueron cada uno por su lado.
“¡Hora de irse!”, gritó Prospero mientras apartaba a Sarah de Garbage. La sacerdotisa elfa saludó con la mano y dijo: “¡Hasta luego!”
Finalmente, libre, Garbage lanzó un contrariado “¡Guau!” y se dirigió hacia Raraja. Iarumas ignoró el sonido del ladrón gritando de dolor por otra fuerte patada en la canilla, y volvió a echarse el cadáver al hombro.
Los All-Stars irían a la mazmorra, mientras que él —ellos— irían al templo.
Cuando Iarumas empezó a caminar en la dirección que iba, oyó el sonido de pasos apresurados detrás de él. Sin tener que mirar, se dio cuenta que eran un chico y una chica que corrían para alcanzarlo.
§§§
“¡Oh, Iarumas-sama! Veo que hoy has vuelto a trabajar duro también.”
Cuando llegaron al templo, la Hermana Ainikki les esperaba con su sonrisa habitual. Vio la bolsa porta cadáveres que Iarumas transportaba, y su sonrisa se relajó, haciéndose aún más suave.
“Espero que ellos hayan podido vivir y morir bien...” Se persignó delante de su pecho. “Oh, cielos”, exclamó ella, con los ojos muy abiertos. “Raraja-sama y Garbage-sama están contigo, por lo que veo. ¿Por qué no entran todos? Prepararé té.”
“¿Lo dices en serio?”, dijo Raraja exuberantemente. Había mucha gente, no sólo Raraja, que estaría encantada de tomar el té con la Hermana Ainikki.
En contraste con Raraja, que se dirigió directamente hacia adentro, Garbage se quedó en el lugar donde estaba, luciendo indecisa.
“Hmmmmmm...” gimió ella, y luego se quedó en silencio. Estaba en guardia. Probablemente se debía a la amarga experiencia que había tenido... El baño. Sin embargo, su vacilación pronto se desvaneció, por lo que debió de decidir que no había sido tan mala como tratar con Sarah. O tal vez pensó que, ya que Raraja iba, ella tendría que ir también.
“Yap.” Con ese corto ladrido, Garbage trotó tras el ladrón.
Aquello, los dejó solos a los dos.
Murmullos, oraciones, cánticos.
Aquellos sonidos llenaban el silencioso templo, subiendo y bajando como la marea.
“Ven también. Tendremos que depositar a esta persona en la morgue...” Dijo Aine, extendiendo la mano para aceptar la bolsa porta cadáveres de Iarumas. Parecía, sorpresivamente, que la fuerza que había demostrado el otro día le servía para sus tareas habituales como mujer de armas tomar — levantar un cadáver era, sin duda, un ejercicio.
“Por cierto”, dijo Iarumas, dándose cuenta por fin de algo que le había estado rondando la cabeza. “¿Quién pagó mi resurrección?”
“¿Hm?” Aine ladeó la cabeza. Un signo de interrogación parecía flotar sobre ella. “Te dije que lo pondría en tu cuenta, no—”
“Me refiero a la primera vez”, aclaró él.
Ohhh. La Hermana Aine sonrió y respondió: “Fui yo, ¿sabes?”
“Ya me lo imaginaba.” No había forma que ella lo hubiera resucitado por error.
La Hermana tímida y Iarumas con rostro pétreo. ¿Qué le habría parecido a cualquiera si los hubieran visto? No es que a ninguno de ellos le hubiera importado.
“Pero... ¿por qué?”
“Hm... No es nada tan complicado.” Los hermosos y delgados dedos de Aine jugaban con el dobladillo de su hábito. Era un gesto habitual para una chica de su edad. Después de un rato, soltó un triste suspiro. “Tenía un poco de... curiosidad. Por alguna razón...”
“¿Curiosidad de qué?”
“¿Con que propósito naciste? ¿Y qué intentabas lograr al morir en el intento?”
Iarumas no respondió, y la Hermana Ainikki no insistió más en esas preguntas. En cambio, quería confirmar una cosa con Iarumas.
“¿Preferirías... que no lo hubiera hecho?”
“No”, respondió él. “Estoy agradecido que me resucitaras.”
“Bueno, me alegra—”
Justo cuando la Hermana Ainikki sonreía, de la nada, una ráfaga de viento sopló a través del templo. El viento jugó con su cabello plateado, haciendo que Aine entrecerrara los ojos y se sujetara su toquilla.
Mientras lo hacía, notó que los labios de Iarumas se movían. Formaban palabras que ella no podía oír, ni siquiera con los oídos élficos, que, a pesar de la decadencia de su raza, eran mucho más sensibles que los de un humano.
“¿Acabas de decir algo...?”
“Nada importante.” Iarumas se rió. “Sólo espera.”
§§§
En la antigüedad, hace mucho tiempo, el pueblo lo había olvidado.
¿Quién puede decir cuántos años pasaron después de eso? Un día, cuando nadie sabía que había existido, regresó abruptamente.
La mazmorra.
Este agujero mágico, repentinamente excavado en la tierra, estaba literalmente rebosante de poder. Se adentraba en las profundidades de la tierra —nadie sabía hasta dónde— y estaba plagado de monstruos y tesoros.
Naturalmente, muchos autoproclamados héroes, santos y sabios desafiaron a sus profundidades uno tras otro. Muchos de los malvados villanos que vagan por nuestro mundo también intentaron apoderarse de la mazmorra. Sin embargo, todos ellos fueron engullidos y destruidos por ella.
Un descendiente del héroe legendario. Un gran sabio que pasó su vida estudiando magia. Un joven impetuoso del pueblo.
Dentro de la mazmorra, todos eran iguales — los más débiles entre los débiles.
Nadie sabía qué era la mazmorra. Sólo sabían dos cosas, y quizás, sólo una.
En su interior, dormían tesoros que trascendían la imaginación. La mazmorra también era el hogar de monstruos devoradores de hombres, y estaba llena de trampas letales.
En resumen, todo lo que se sabía era que la mazmorra era un lugar más allá de la comprensión de la humanidad — un mundo totalmente diferente.
La gente llegó a considerar la mazmorra como algo peligroso, por lo que se mantuvo a una distancia respetuosa de ella. Sin embargo, los productos que salían de la mazmorra seguían siendo —de distintas formas y para distintas personas— atractivos. No faltaban personas que se aventuraran en la mazmorra en busca de riqueza y fama, para realizar hazañas de armas, o con algún otro propósito…
Morir repetidamente, superar el peligro y apoderarse de un tesoro — algunos se fueron adaptando progresivamente a la mazmorra.
Con el tiempo, las personas llegaron a llamarlos a estos... aventureros.
Notas
- ↑ Shinobi ( 忍 び), son un grupo de mercenarios entrenados especialmente en formas no ortodoxas de hacer la guerra, en las que se incluía el asesinato, espionaje, sabotaje, reconocimiento y guerra de guerrillas, con el afán de desestabilizar al ejército enemigo.