Blade & Bastard Vol. 1, Capítulo 4

Blade & Bastard novela ligera español Volumen 1, Capítulo 4.
Raruk Berg

Blade & Bastard volume 1 novela ligera
Blade & Bastard vol. 1 novela ligera
Traducción jpn-ing: J-Noxx xxxx
Traducción ing-esp: Raruk Berg
Correción: Raruk Berg
Info! Esta traducción es una versión revisada y corregida: versión 2.0.

Blade & Bastard 1: Warm ash, Dusky Dungeon

Capítulo 4: Garbaje

Blade and Bastard volumen 1 capítulo 4

Aniquilado...”

Todo esto comenzó por ese murmullo en la Taberna Durga.

Era muy temprano por la mañana. La taberna estaba bulliciosa, pero no abarrotada — aún quedaban asientos libres.

Iarumas, que estaba en un rincón comiendo gachas, oyó la repentina voz. No levantó la vista, siguió llevándose la comida a la boca en silencio.

Aquel día, el grupo de Iarumas se tomaba un descanso. A él, por supuesto, no le gustaba tomarse tiempo libre en el trabajo. Sin embargo, su grupo no incluía a ningún sacerdote, y sin la ayuda de la magia curativa, sus cuerpos necesitaban tiempo para recuperarse de forma natural. Por eso, a veces no tenían más remedio que pasar varios días en la posada.

Parecía que el hombre afligido se había propuesto eso.

De repente, el hombre abrió las puertas de la taberna —como de costumbre— y entró dando tumbos. Estaba desaliñado, y si alguien le llamaba “bushwhacker[1]”, bueno, desde luego lo parecía. Tal vez había estado bebiendo en algún otro lugar antes de llegar a la taberna, porque parecía inestable sobre sus pies.

Además, el hombre murmuraba para sí mismo repetidamente.

“Aniquilado...”

¿Y qué? Que un grupo fuera aniquilado no era tan inusual. Nadie iba a pararse a escucharlo. Iarumas se limitó a engullir más gachas.

Que un grupo de aventureros fuera aniquilado en una mazmorra no era algo de lo que valiera la pena hablar. Especialmente si no eran un grupo famoso como los All-Stars de Sezmar. Había demasiados aventureros de poca monta por ahí, todos llamándose a sí mismos la banda heroica de algún país u otro.

Echando un vistazo a los pocos asientos vacíos disponibles, el hombre eligió uno justo detrás de Iarumas y se sentó. El pesado sonido que produjo hizo que Iarumas enarcase una ceja ligeramente.

“El tercer nivel...”, murmuró el hombre. “En lo profundo del tercer piso... Una puerta oculta... Ahí es donde, ahh...”

El hombre siguió hablando mientras Iarumas guardaba sus gachas. Aunque supuestamente no hablaba con nadie en particular, daba detalles muy concretos sobre cómo su grupo había sido derrotado.

El tercer piso. Una puerta oculta que nadie más había descubierto — un grupo de monstruos tras ella. Un cofre de tesoros. Una trampa...

“Soy el único que queda... Sólo yo... Mis compañeros... Todavía están...” El hombre siguió hablando. Aunque no se dirigía a nadie en particular, el volumen de su voz hacía que sus palabras llegaran a los oídos de la gente.

Al final, satisfecho de haber dicho lo suficiente, el hombre se levantó lentamente y se marchó tambaleándose. No estaba claro adónde iba, pero abandonó la taberna y desapareció en medio de la ciudad.

Nadie le prestó atención — igual que cuando apareció. Eso incluía a Iarumas.

Sin embargo, pudo darse cuenta, incluso sin mirar, que el hombre llevaba una capa muy parecida a la de un mago.

“Sinceramente.” Iarumas dejó caer la cuchara en el cuenco vacío y sonrió. “¿No podría ser más descarado?”

§§§

“¿Quieres parar ya con eso?”

“¡Arf!”

Garbage volvió a recorrer la mazmorra hoy, sin prestar atención a las quejas que venían de detrás de ella.

Esto era algo cotidiano.

Aventurarse bajo tierra, espada en mano. Matar monstruos. Encontrar cofres de tesoros. Abrirlos.

Bueno, no — abrir cofres tenía resultados extraños la mayor parte del tiempo. Cuando ella estaba sola, los dejaba sin abrir.

Hoy, al salir de la posada, el mocoso que había estado siguiéndola últimamente empezó a armar alboroto por algo. Lo había traído con ella (ya que el tipo de negro le había indicado que lo hiciera), pero, por supuesto, ahora volvía a hacer ruido otra vez.

Garbage se estaba hartando, así que dejó de escuchar.

Para Raraja, esto era una gran molestia.

¡Maldito sea ese tipo! Diciendo cosas como: “Si estás tan preocupado, ¿por qué no la acompañas?”

¡Ugh...!

Raraja nunca admitiría que estaba preocupado por dejar a una chica como ella entrar sola a la mazmorra. Ella era la sobra de monstruos después de todo. Aun asi...era verdad que él había cuestionado la cordura de ella al ir sola bajo tierra.

Y ahora que la había seguido... así fue como resultó.

“¡¡¡Auuuuu!!!”

“¡Ah, maldita sea! ¡Se lo acabo de decir!”

Garbage soltó un aullido cuando pateó la puerta de una cámara funeraria y saltó a través de ella.

Obviamente, Raraja no tuvo otra opción que seguir adelante. No quería quedarse solo —no en la penumbra de la mazmorra, donde sólo podía ver unos pocos metros hacia delante— incluso si eso significaba que su única compañera era Garbaje, y habría monstruos en su camino.

“¡¿BOOOW?!”

“¡¡¡ROOAAAR!!!”

Dentro de la cámara funeraria había una serie de criaturas humanoides junto a burbujeantes charcos de viscosidad rosa.

¿Kobolds y slimes burbujeantes?

Si era así, estaban de suerte. Para este nivel de la mazmorra, estos eran enemigos débiles... aunque todavía sólo “débiles” para los estándares de la mazmorra.

“¡¡¡Guau!!!”

Pero incluso mientras Raraja pensaba eso, Garbage ya estaba saltando hacia el enemigo. La superaban en número, pero ¿le importaba eso a ella? Giró su espada ancha, estrellándola contra los monstruos.

“¿¡¿¿AAHHHH??!?”

Un grito — un chorro de sangre. La gruesa hoja golpeó, desgarrando el hombro de un monstruo con cara de perro y poniéndole fin a su vida.

“¡Oh, por el amor de...! ¡Estupendo!”

Raraja corrió hacia el lugar de la pelea, pero sus articulaciones crujieron de dolor.

¡Maldición, me duele el cuerpo! Esto era culpa del catre en el que había estado durmiendo últimamente. No, más que eso— fue culpa de Iarumas.

Cuando el hombre se había enterado que Raraja dormía en los establos, lo había arrojado a un catre en la posada. Raraja había intentado objetar, pero Iarumas se había limitado a fruncir el ceño y decir: “La Hermana Ainikki se pondrá furiosa”.

Okay, me parece justo. Esa es una posibilidad aterradora.

Raraja sólo pudo asentir con la cabeza porque sí, Iarumas no tenía muchas opciones en el asunto.

Lo maravilloso de un catre, era el hecho de ser una cama, por muy simple que fuera. Aunque sólo se tratara de unas cajas de madera unidas, un catre era a leguas mejor que las cuerdas que algunas posadas especialmente baratas ponían para que los huéspedes durmieran de pie. Aunque la paja de los establos no estaba tan mal, la suavidad de su nueva cama le sorprendió.

Pero...

¡No puedo acostumbrarme...!

“¡¡¡Rah, ahhhh!!!”

No obstante, sería una mentira decir que no había ganado nada. Con un grito y un movimiento de su daga, Raraja atravesó el cuerpo de un kobold.

“¡¿UGHHH?!”

Apartó de una patada al hombre-bestia con cara de perro mientras éste lanzaba un agudo grito de agonía. Manteniendo la distancia, el chico trató de recuperar el aliento.

¡Le he dado!

No había necesidad de realizar grandes oscilaciones — los movimientos de Raraja ya eran lo suficientemente rápidos y afilados ahora. Sólo tenía que concentrarse, concentrarse en los puntos débiles de su enemigo, y luego apuñalar y atravesarlos.

Eso era todo. Y para hacerlo, necesitaba observar más de cerca a sus enemigos.

Ese golpe de ahora... ¡fue demasiado superficial...!

“¡Growl!”

Mientras tanto, Garbage blandía su espada en todas direcciones, sin importarle estar cubierta de un slime. Sus golpes sólo impactaban o aplastaban al enemigo si tenía suerte. Totalmente sin rumbo. Incluso Raraja podía ver que la forma en que luchaba no era ningún tipo de técnica adecuada.

Y aun así... la forma en que torcía todo su cuerpo como un resorte... Ese movimiento era...

¿El de la Hermana Ainikki?

Parecía similar, al menos.

Se oyó un chasquido seco, como el aire al cortarse, mientras un slime estallaba y volvía a caer como una lluvia. Uno de los kobolds quedó atrapado en su ataque, y fue convertido en carne picada — ¡oh, diablos!

“¡Maldita sea, eres aterradora!”

“¿Bark?”

“¡Sigue así de desenfrenada!” Mientras él blandía su nueva daga, Raraja se preguntaba, ¿Cuánto de lo que digo ella realmente entiende?

Una chica pelirroja, ojos azules aterradoramente fríos, y gestos perrunos... El collar de hierro alrededor de su cuello era pesado, y la espada ancha que llevaba era como una zarpa — demasiado grande para una persona de su tamaño.

Ella no pensaba en matar monstruos. Al igual que Raraja. Pero, ¿eran iguales a la hora de matar humanos?

Había oído que la habían llevado a la mazmorra como esclava. ¿Qué estaba buscando ella ahora por su cuenta?

Él no podía imaginar que ella se aventurara por lealtad a Iarumas. Raraja tenía la vaga sensación que ella buscaba algo —o a alguien— aquí abajo. Pero en cuanto a quién o qué podría ser...

See, no tengo ni idea.

Cuando Raraja acabó con el último de sus oponentes, Garbage no reaccionó mostrando ninguna emoción en particular. La bonita ropa nueva que la Hermana Ainikki le había comprado el otro día ya estaba manchada de un rojo oscuro. La chica se frotó la mejilla con la manga de su capa, permaneciendo allí como aturdida, y entonces...

Sniff... Sniff...

“¡Ah, oye!”

Ella frunció la nariz y salió corriendo hacia una esquina de la habitación.

Raraja la persiguió, y allí estaba el cofre de tesoros.

“Siiih... Si necesitas algo, sólo dilo.” Aunque no es como si las palabras de Raraja fueran a llegar a ella. Él se agachó frente al cofre.

¿Por qué aparecen estas cosas de todos modos? Esa pregunta se aplicaba tanto a los monstruos como a los cofres de tesoros.

“Porque estamos en la mazmorra”, era la respuesta sencilla en ambos casos... pero dejaba muchos misterios.

Aquí estaba, en este extraño lugar, aventurándose junto a un hombre de negro y una chica pelirroja.

Hace sólo unos días, nunca habría sido capaz de imaginar vivir de esta manera. Estaba muy lejos del tiempo que había pasado corriendo como un lacayo del clan, y no sólo en términos de cómo lo trataban — la gente que lo rodeaba ahora también era diferente. Claro, no es que los entendiera muy bien.

Sin embargo, no iba a negar que estaba empezando a divertirse un poco...

“¡Whoa!”

¿Fue porque estaba pensando en todas estas cosas?

De repente, se oyó un fuerte ruido y el cofre de tesoros que tenía delante se sacudió violentamente.

¿Una trampa? Levantó la cabeza y allí estaba Garbage, con una mirada fría en los ojos. “Yap.”

Ella pateó el cofre como diciendo: “¡Vamos, hazlo!”

“¡Por qué, tú!” Raraja se levantó temblorosamente. “Me estás despreciando totalmente, ¿no es así?”

“¡Arf!”

No hace falta decirlo.

§§§

“¿Podrías acompañarme un rato?”

“Claro, no me molesta.”

Una de las mejores cosas de Sezmar era que, te saludaba con una sonrisa, aunque le hablaras mientras comía. El luchador palmeó el casco que había dejado junto al borde de la mesa y miró al amigo que estaba a su lado.

“Gracias”, respondió Iarumas. La vara negra —aquella vaina de hierro— asomaba bajo su capa, también de color negro.

Era de noche en la Taberna Durga.

“¿Cuándo puedes empezar?”, preguntó Iarumas.

“¿Para cuándo me necesitas?”

“No tengo prisa, pero probablemente cuanto antes mejor.”

“Bien entonces...”

Puede que algunas noches estuvieran más ocupadas que otras, pero esta taberna siempre estaba rebosante, y el sonido del dinero flotaba en el aire.

Para los aventureros, el tiempo era una construcción extremadamente ambigua. Tendían a cuantificarlo de tres maneras: cuando iban a la mazmorra, cuando regresaban a la ciudad y cuando no iban a ir a la mazmorra. En cualquiera de esos momentos, tenían la opción de ir a la taberna a prepararse, celebrar o descansar.

Por eso a nadie le preocupaba que Sezmar y Iarumas hablaran.

Iarumas, el transportador de cadáveres, era un excéntrico, y también lo era el luchador que aún se hacía llamar caballero. Si estos dos bichos raros querían hablar, entonces sólo un verdadero bicho raro querría unirse a esa conversación.

Esto fue especialmente cierto una vez que la puerta se abrió y la pequeña, sobra de monstruos, se acercó a ellos, bañada en sangre.

“¡Arf!” Ladró Garbage, tal vez anunciando que había regresado.

“Sí”, dijo Iarumas con desdén, quitándosela de encima. “Hay comida si tienes hambre.”

“¡¡¡Yap!!!”

Corrió hacia la mesa redonda con todo el vigor de un perro moviendo la cola — lo que provocó que la persona que pronto se sentaría con ella gritara: “¡Oye, tú! ¡Primero límpiate!”

“¿Guau?”

Sí, la queja vino de Raraja. La había seguido a la taberna y ahora se quejaba de la sangre y vísceras sobre su mesa. Viendo la forma en que fruncía el ceño y murmuraba, Garbage lo miró sin comprender, con la cabeza inclinada en interrogante.

En silencio, Iarumas empujó un cuenco de gachas hacia la chica, que al instante ladró: “¡Yap!”

Entonces, él le dijo a Raraja: “Pide lo que te guste.”

“Carne”, respondió el chico tras un momento de vacilación.

Al ver cómo la chica se lanzaba de cara al cuenco de gachas, Sezmar esbozó una pequeña sonrisa.

“¿Qué?”, preguntó Iarumas.

“Estaba pensando que ya te has acostumbrado a esto.” Sezmar señaló a Garbage con la barbilla. “¿La envías ahí abajo sola?”

“Si ella desea salir a vagar, realmente no es de mi incumbencia”, respondió Iarumas. “Y de todas formas tiene a alguien que la vigile.”

“Supongo que sí.” Sezmar no insistió en el tema.

Probablemente, Iarumas no estaba actuando con indiferencia para ocultar su vergüenza — sino que sus palabras expresaban sus verdaderos sentimientos. Sin duda, pensaba que simplemente estaba cuidando de la chica.

Sarah no se lo creía. Había insistido repetidamente en ello hacia Iarumas mientras estaba borracha, pero Sezmar no le haría eso. Al fin y al cabo, Sezmar conocía sus puntos fuertes — él sólo era un tipo honesto, diligente, de mente sencilla y jovial.

“Y además, aunque le preguntemos cuáles son sus objetivos, no es como si fuéramos a averiguarlo”, concluyó Sezmar.

“¿Yap?” Garbage levantó la vista como si respondiera al llamado de alguien, pero Sezmar agitó la mano para decir que no era nada.

Iarumas ni siquiera sabía su verdadero nombre — suponiendo que tuviera uno. Por supuesto, él tampoco sabría nada más.

Habiendo aceptado esto, Sezmar preguntó: “Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos?”

“Al tercer piso”, respondió Iarumas. “He oído algo al respecto.”

“Es un nivel poco profundo.”

Poco profundo para la mazmorra, que se adentraba hasta profundidades desconocidas; su nivel más bajo estaba anidado en las entrañas más profundas de la tierra. Incluso ahora, el tercer nivel aún no había sido explorado por completo. Los monstruos también eran muy diferentes a los del primer y segundo piso.

“Bueno, para empezar, me gustaría escuchar qué es lo que puedes contarme”, solicitó Sezmar.

“Por lo que parece, alguien encontró una cámara funeraria tras una puerta oculta en el tercer piso”.

“Oho.”

“Activaron una trampa de caja explosiva que acabó con la mitad de su grupo. El sacerdote se apresuró a lanzar「LOKTOFEIT」para escapar.”

“Dejando atrás los cuerpos y equipamiento de los miembros de su grupo, ¿huh?” Murmuró Sezmar. “¿Un sacerdote sobrevivió a la explosión?”

“En su lugar, podría haber sido un lord”, dijo Iarumas. “Sin embargo, entiendes lo que estoy diciendo, ¿verdad?”

“Sí — hay un montón de cadáveres y equipamiento en esa cámara oculta.”

Iarumas asintió. Sezmar se cruzó de brazos.

“¿Escuchaste esto de la Hermana Aine?”

“De un borracho que aparentemente quería que la gente lo oyera.”

“Bueno, eso suena dudoso.”

“Seguro que sí.”

Iarumas y Sezmar soltaron una risa suave. Ellos no habían olvidado lo que había pasado el otro día. Pero, ¿de qué serviría dar vueltas al asunto? La información sobre la cámara oculta olía mal y sonaba peligrosa... pero no era nada comparado con los peligros habituales de la mazmorra.

Además, ¿qué diferencia había entre un ataque repentino de asesinos y una emboscada de monstruos? Podrían estar caminando hacia una trampa, pero Sezmar temía más a las que se colocan dentro de los cofres de tesoros.

“Claro, cuenta conmigo. Suena divertido.” Ahora que su propio grupo se estaba tomando un descanso, esto era algo perfecto para matar el aburrimiento. Además, sería bueno ayudar a un amigo.

 “Gracias”, murmuró Iarumas. Luego dio media vuelta y llamó al chico ladrón que había estado escuchando. “Raraja. ¿Tú también vienes?”

El chico estaba a mitad de comer el pedido de carne que acababa de llegar. Al principio no dijo nada, simplemente se limpió la boca con la manga. Parecía que estaba indeciso sobre qué hacer — ninguna respuesta inmediata salió de su boca.

La cabeza de Raraja revoloteaba con el incidente del otro día, junto con la veracidad de este rumor, lo dudoso que parecía, y su propio nivel de habilidad.

Sopesó el peligro contra el beneficio. ¿Hasta qué punto era arriesgado?

Si Sezmar venía, estarían más seguros que antes. Probablemente.

Así que, tras una pausa prolongada, finalmente logró ahogar las palabras: “Si hay dinero de por medio.”

“No hay nada garantizado”, fue la escueta y tajante respuesta.

Raraja frunció el ceño, y una expresión de resignación que rozaba la desesperación cruzó por su rostro. “¿Cuántas personas vamos a llevar? No seis, ¿verdad?”

Había una regla tácita en la mazmorra: la gente jamás se aventuraba en grupos mayores de seis. Se adujeron varias razones para esta regla, como la amplitud de los pasillos o el tamaño de las cámaras funerarias... pero eran todas cosas que la gente había inventado a posteriori. Las cámaras funerarias eran lo bastante grandes como para que cupieran enormes dragones, y a veces los pasillos parecían demasiado estrechos como para respirar en ellos. Por eso, en la mazmorra, donde el espacio y la distancia eran imprecisos, la única distinción que importaba era si estabas en primera o en última fila.

A pesar de todas estas especulaciones, sólo había una razón verdadera para el tamaño estándar de los grupos:

Si un grupo de más de seis entra, ellos morirán.

Era un rumor, susurrado como si fuera un hecho. Pero todo el mundo lo creía.

Una vez hubo un grupo de diez personas que bajaron y no volvieron a subir a la superficie. Tampoco lo habían hecho dos grupos de seis que se habían encontrado y unido durante una inmersión. El resultado fue el mismo.

El destino de estos grupos era incierto. Algunos decían que habían quedado sellados dentro de los muros de piedra, mientras que otros suponían que sus entrañas habían sido devoradas por monstruos.

Por eso, un grupo constaba de seis personas. No más — aunque menos también estaba bien.

Y ese número... incluía cadáveres.

Puedo ver por qué este tipo trabajaba solo, pensó Raraja. Tenía sentido.

“Veamos... Tal como están las cosas, tenemos tres personas, pero...” Iarumas se giró hacia la chica que estaba atiborrándose de gachas en un rincón de la taberna. “¿Vendrás tú también?”

Garbage levantó un rostro cubierto de gachas del cuenco y ladró en respuesta. “¡Arf!”

“Ya veo.” Iarumas asintió con una expresión pensativa.

No lo entiendo...

Con una mirada decepcionada en su rostro, Raraja miro a Sezmar. El caballero sonrió sin decir una palabra y levantó sus dedos para que Raraja los viera.

Eran cuatro.

§§§

Al día siguiente — primer  piso bajo tierra.

“Ugh, nunca cambia...”

Difícilmente podías culpar a Raraja por fruncir el ceño.

Justo después de que descendieron las escaleras hacia la mazmorra, el área estaba rebosante de aventureros. En este lugar, el efecto de la mazmorra sobre la percepción era todavía débil. El lugar estaba abarrotado, estrecho, congestionado. Sin embargo, si se abrían paso entre los demás y avanzaban un espacio en la cuadrícula, todo se desvanecería en un instante.

Garbage gruñó — incluso ella parecía algo exasperada.

Raraja no sabía cuántos de estos aventureros serían tragados por la mazmorra, para nunca regresar. Tampoco le importaba. Él mismo podría convertirse en uno de los perdidos.

Eso era algo en lo que prefería pensar lo menos posible. Aunque, en verdad, le preocupaba.

“Hey,” Raraja llamó al hombre de negro que caminaba delante de él. “¿Qué están haciendo todos?”

“Curando sus heridas”, respondió Iarumas, sin molestarse en girar para mirarlo. El hombre miraba fijamente hacia la oscuridad de la mazmorra. “Descansan en los establos para restaurar sus hechizos, y luego se adentran en la mazmorra para usar magia curativa en su grupo.”

“Okay, seguro. Pero los magos sólo pueden usar hechizos un número limitado de veces al día, ¿no?”

 “Es por eso que hacen varios viajes durante varios días”, explicó Iarumas, mirando por encima del hombro a Raraja por primera vez. “Visitan sólo los establos para restaurar su magia — se dirigen a la entrada de la mazmorra para curarse. Así es como funciona.”

“¿En serio...?” Raraja respondió con un gemido. Podía imaginarse por qué los otros grupos lo hacían así: por falta de dinero.

Estos grupos se quedaban en cuclillas en el suelo, esperaban a que sus sacerdotes lanzaran「DIOS」, y luego volvían a la superficie. Era un proceso largo y, en última instancia, que no cambiaría ni siquiera cuando terminaran y reanudaran la exploración.

Esta escena distaba mucho de la imagen heroica que la gente de otras regiones tenía de los aventureros.

Pero aun así...

Las cosas siguen siendo mejores de lo que solían ser...

Raraja había empezado a darse cuenta de lo equivocada que había sido su vida antes, pero sólo porque ahora tenía más libertad de acción.

Sin embargo, su grupo actual —si podía llamarlo así, y no estaba seguro de poder hacerlo— no tenía a nadie que pudiera lanzar hechizos de sacerdote.

Una vez que había empezado a ganar dinero, Raraja había podido dormir en una cama adecuada por primera vez. Incluso su catre parecía todo un lujo. En su antiguo clan, realmente no había tenido libertad de acción para observar la situación a su alrededor. Y, en todo el tiempo que se había aventurado con ellos, no le habían curado, ni una sola vez, ni siquiera una oportunidad de hacerlo. Conseguir una resurrección habría sido imposible — era más barato ahorrar dinero y pescar algunos novatos en su lugar.

Había cualquier cantidad de sustitutos para Raraja... o una chica como Garbage.

Tras regresar de la mazmorra, estos aventureros de reemplazo se tendían sobre montones de paja, refunfuñando una y otra vez por el calor y el dolor de sus heridas, para volver a ser utilizados como escudos de carne al día siguiente. Eventualmente, morirían.

Había visto a muchos de sus compañeros pasar por eso. Y ellos habían sido los afortunados. Después de todo, habían tenido alguna posibilidad de sobrevivir.

Tal como lo había hecho Raraja.

Sezmar, que había escuchado por casualidad su conversación sobre la magia curativa, se metió en ella. “¿Qué, nunca nadie lo hizo por ti?” Este caballero libre, cuya armadura sonaba al caminar, tenía el equipo más pesado del grupo.

“Bueno, ah...” Raraja se quedó sin palabras. Difícilmente podía ser culpado por sentirse un poco nervioso. El caballero era uno de los aventureros más famosos de esta mazmorra, y eso lo ponía en una liga muy por encima de la de Raraja. Sezmar no era tan intimidante cuando descansaba en la taberna, pero al verlo vestido así, Raraja sintió la disparidad de poder con más intensidad. La naturaleza despreocupada del hombre sólo sirvió para que Raraja se sintiera aún más confundido sobre cómo debía actuar.

Casi desearía que fuera más antipático —como cierta persona— y no tan fácil de entender...

Raraja lanzó una mirada de resentimiento hacia Iarumas mientras pensaba esto, pero el hombre de negro ya se había dado la vuelta y se alejaba.

Como no tenía sentido seguir esa línea de pensamiento, Raraja se concentró en Sezmar una vez más. “No,” fue su breve pero honesta respuesta.

“Entonces déjame mostrarte cómo es un mejor trato.” Sezmar levantó la mano derecha y cantó con fluidez. “Mimuarif pezanme re feiche (Oh gran escudo, ven rápido del más allá).”

“Uh, ¿qu...?” Raraja pronunció sin querer — pero no pasó nada.

“¿Arf...?” Incluso Garbage se detuvo, parpadeando repetidamente con sus ojos claros.

Aunque en su caso, apuesto a que probablemente fue tomada por sorpresa porque este tipo de repente comenzó a gritar...

Raraja estaba igual de confundido. Vacilante, miró a Sezmar, tratando de obtener una lectura de la reacción del caballero. “Um, ¿qué fue eso?”

“Si tuviéramos un buen sacerdote, nos lanzaría un cántico de「MAPORFIC」antes de que fuéramos a explorar”, respondió Sezmar.

Más adelante, Iarumas dejó escapar un suspiro. “No eres un lord, así que no puedes usarlo.”

¡Wah ja ja ja!” Sezmar soltó una carcajada bulliciosa.

Raraja estaba asombrado. No sabía que decir.

Uhh, entonces, básicamente... ¿eso fue una broma?

Debe haberlo sido. Probablemente. Tal vez.

“Tu defensa (AC) no consiste sólo en endurecerte. ¡Vamos a soltarnos y tomárnoslo con calma!” Dentro de su yelmo, que estaba adornado con un ornamento de dragón, Sezmar guiñó un ojo. O... eso le pareció a Raraja.

¿Estaba tratando de aligerar las cosas con una broma?

Si es así... entonces veamos si se me ocurre algo mientras el estado de ánimo se relaja.

Habiéndose decidido, Raraja casualmente le preguntó a Iarumas, “Si sabemos hacia dónde nos dirigimos, ¿entonces no podemos usar un hechizo de teletransportación para acercarnos hasta allí?”

No se basaba en lo que había oído — Raraja no tenía muchos conocimientos sobre hechizos. Más bien, hablaba por experiencia; específicamente, la del otro día. Esa Piedra del Demonio había sido aterradora, pero deseaba no haberla perdido...

“Ese es un hechizo de alto nivel”, dijo Sezmar, sonando exasperado.

Teletransportación. Un arte secreto que permitía saltar a través de las dimensiones. Verdaderamente, era el tipo de técnica especial de la que sólo se podía hablar en las leyendas. Era diferente del hechizo de los sacerdotes para un rápido escape. La teletransportación podía llevar al lanzador a donde quisiera.

“Ni siquiera Prospero puede usarlo aún... Quiero decir, ¿puede hacerlo alguien?”

“Los hechizos son valiosos”, murmuró con sencillez Iarumas, y luego siguió caminando. Garbage lo siguió.

Raraja corrió tras ellos — aunque antes de hacerlo, miró hacia atrás a la entrada por un momento.

Donde antes habían estado los aventureros, ya no podía ver nada. Sus siluetas habían sido tragadas por la oscuridad — o tal vez fue al revés, siendo Raraja y los demás eran los que fueron tragados.

§§§

“Eres muy hábil.”

“¿Guau?”

“No son únicamente a monstruos. También has derribado a personas, ¿verdad?”

“¡Arf!”

“Ya veo que es así.”

Fue una conversación despreocupada...

O lo habría sido, si Sezmar no hubiera acabado de balancear su Were Slayer y descuartizar capibaras[2], sapos gigantes y coyotes.

Con movimientos torpes, Garbage, empapada en sangre, envolvió su espada en la manga y utilizó la tela para limpiar la sangre. El gesto le resultó familiar a Sezmar, y puso una mano sobre la cabeza de la chica, pareciendo genuinamente complacido.

“¡¿Guau?!”

Estos intercambios ocurrieron en cada cámara funeraria que despejaron — Raraja nunca los interrumpió. El miró el cofre de tesoros con una expresión seria en su rostro, concentrado en abrirlo.

Raraja diría que abrirlo era la parte fácil. El verdadero problema era identificar el tipo de trampa y saber cómo desarmarla. Ningún ladrón, por experimentado que fuera, podía estar completamente seguro. Y... era aún peor para un principiante.

“Ojalá tuviéramos un sacerdote que pudiera lanzar「CALFO」para mirar dentro”, murmuró Sezmar. Miró a Raraja, que estaba tanteando la caja en silencio.

Sezmar entonces despeinó el cabello rizado y pelirrojo de Garbage como si estuviera acariciando a un perro. Ella protestó con un “¡Yap!”, pero él siguió haciéndolo.

“Si ibas a reclutar personas para que vinieran con nosotros, ¿no deberías haber invitado también a Aine?”, preguntó Sezmar.

“Ella probablemente me cobraría.” La respuesta fue así de simple.

El único lanzador de hechizos del grupo estaba de pie junto a la pared, con la postura relajada. Hasta el momento, había sido capaz de tomarse las cosas con más calma de lo habitual — mientras que para Garbage habría sido un suplicio luchar ella sola, los enemigos del primer y segundo piso subterráneo eran débiles con Sezmar cerca.

No tenía sentido que Iarumas desperdiciara valiosos hechizos. Por el camino, había caído en la última fila junto a Raraja.

Cuando se jactó de lo agradable que era relajarse un poco, Sezmar se rió a carcajadas. “Ya lo creo. Aunque será mejor que no te comportes como un tacaño. Aquí hay vidas en juego. Es por eso que Aine te regaña tanto, ¿sabes?”

“Creo que 'sermonear' es la mejor palabra.”

“Tiene sentido.”

La Hermana Ainikki, esa devota sacerdotisa elfa, también le había dado un sermón a Iarumas hacía unos días. Mientras Iarumas continuaba sus bromas despreocupadas con Sezmar, recordó vagamente lo que había sucedido en la Taberna Durga el otro día.

§§§

“¿No es mejor no saber...?”

La Taberna Durga estaba concurrida, repleta de aventureros que podrían morir hoy o mañana. En una pequeña mesa, alejada de la ruidosa charla, Aine había hecho esta pregunta en voz baja entre sorbos de licor destilado del norte.

“¿Sobre qué?”, vino la respuesta.

“Sobre tu pasado.”

Sí, la taberna siempre estaba llena de aventureros — este día no fue la excepción. Tras dejar atrás a Raraja y a Garbage, la Hermana Ainikki había conducido a Iarumas hasta una mesa redonda. Una vez que había tomado asiento dócilmente, la elfa de cabello plateado se había acomodado frente a él.

Para beber, Iarumas había pedido una simple cerveza. Al ver esto, Aine esbozó una sonrisa ligeramente preocupada.

“Me he enterado de lo que pasó el otro día.”

“¿Con ese 'cliente' de Raraja, quieres decir?”

“Sí.” Asintió Aine, con el rostro mortalmente serio. “Aunque también tiene que ver con el disturbio de hoy.”

Iarumas tenía la costumbre de escucharla cuando se veía así. En este mundo, ser quisquilloso a la hora de aceptar ayuda de otros era un lujo.

“Creo que podemos estar seguros que su objetivo eres tú, o la chica”, continuó Aine.

“Probablemente.”

“Entonces es peligroso. Ya sea para ti o para ella.”

“O para ambos.”

Aine hizo una pausa. Vacilante, abrió la boca como si fuera a hablar — una y dos veces. Cerró ligeramente los ojos, recitó el nombre de Dios y luego preguntó en voz baja: “¿Alguna vez has pensado que sería mejor no saberlo?”

La respuesta de Iarumas fue inmediata.

“Creo que no.”

El ruido de la taberna los presionaba y luego retrocedía, como si fuera la marea. Durante un rato, Iarumas y Aine permanecieron en silencio — como si estuvieran esperando a que el otro hablara, pero al mismo tiempo, como si la conversación hubiera llegado a su fin.

Pero entonces, Iarumas rompió ese silencio. “Agradezco tu preocupación. Decida lo que decida hacer, será después de conocer mi pasado. Sin ese conocimiento, no puedo tomar una decisión. ¿Verdad?”

Aine no respondió al principio. Ella entendió de lo que él estaba hablando, y sonrió. Su expresión era de resignación y exasperación.

“Pensé que dirías eso... Y últimamente he empezado a entenderlo.”

“¿Sobre qué?”, preguntó Iarumas.

“Tu camino.”

“¿Mi camino?”

“Sí.” Aine juntó las manos en su regazo, moviéndose en su asiento. Luego, levantó sus hermosos dedos índices. “Conoces el bien. Conoces el mal. No eres puro y, al mismo tiempo, no estás totalmente corrompido.” Su rostro —todavía hermoso, aunque ya no viviría tanto como sus antepasados lo habían hecho— miró fijamente a Iarumas. “Por eso puedes elegir la neutralidad.”

“Quizá sólo estoy tropezando en medio del camino.”

“Tal vez.”

Aine suspiró y sus ojos se entrecerraron suavemente. Al ver esto, Iarumas se encogió de hombros.

“Ahora que lo pienso, nunca me has sugerido que abandone Garbage.”

“Claro que no”, replicó Aine, frunciendo los labios con indignación. El gesto borró al instante la madurez élfica de su rostro, dejando tras de sí sólo a una chica que aparentaba su edad. Era curioso cómo funcionaba aquello.

Miró a lo lejos a Raraja y Garbage, que estaban rodeados por otros aventureros más experimentados.

“Solo inténtalo y hazlo”, lo desafió. “Si empiezas a inclinarte hacia el mal, te traeré de vuelta a este lado.”

“Eso, o simplemente empujarme al precipicio y luego acabar conmigo.”

“¿No estás agradecido?”

“Me estás haciendo llorar.”

Iarumas se rio, y la Hermana Ainikki sonrió, aunque con cierta torpeza.

Iarumas sintió ganas de hablar — no por la seriedad de Aine, sino por ninguna razón en particular. No había estado ocultando cosas. Tampoco había tenido la intención de quedarse callado.

Es sólo que ahora, pensó, puedo decírselo.

Tal vez fuera por la virtud de la santa devota.

“Hermana Ainikki.”

“¿Sí?” Su cabello plateado se balanceó mientras inclinaba la cabeza hacia un lado. “¿Qué pasa?”

“Te equivocas en dos cosas...”

§§§

Con un ruido estrepitoso, la tapa del cofre cayó al suelo, devolviendo a Iarumas al presente.

Raraja se secó el sudor de la frente y dejó escapar un largo suspiro.

“¿Es un éxito, entonces?”

“Bueno, claro. Las agujas envenenadas son fáciles...” Raraja se jactó, pero era evidente que estaba agotado.

El trabajo del ladrón abriendo cofres siempre era tenso — muy similar al combate que siempre le precedía. Si el ladrón no lograba desarmar la trampa, ellos eran los que saldrían heridos. Y en algunos casos, las trampas podían ser letales al instante. Si una trampa se identificaba erróneamente, todo el trabajo del ladrón no era más que allanar el camino hacia su desaparición definitiva.

Incluso en presencia de un sacerdote, como se mencionó anteriormente, el desarme seguía siendo una batalla de un solo hombre, y no se podía contar con la ayuda de nadie.

“¡Yap!”

Es por eso que Raraja se sintió exhausto. Garbage simplemente lo ignoró para abalanzarse sobre el tesoro.

No es que ella entendiera lo valioso que era — no.

“¡Arf! ¡Arf!”

Brillaba y era bonito, así que tal vez ella entendió su valor de la manera más pura e inocente posible.

Metió las manos en el montón de monedas de oro del cofre y las removió. Satisfecha, la chica se dirigió a Iarumas.

“¡Ruff!” Ladró orgullosa, levantando una sola moneda de oro como diciendo: “¿Qué te parece?”

“Para ti, esto no es más que otro trofeo, ¿huh?”

“¡¿Guau?!”

Cuando Iarumas le dio una palmadita en la cabeza con su mano enguantada, ella soltó un grito de protesta. Este tipo de intercambio, en el que ella le miraba y gruñía resentida mientras él le mantenía la cabeza hacia abajo, era típico en ellos.

Lo mismo le ocurría a Raraja, que estaba sentado en el suelo, bebiendo agua de su odre sin preocuparse por la cantidad que le quedaba.

“Nada de beber hasta que pasemos por la siguiente cámara funeraria”, dijo Sezmar con una sonrisa. Raraja soltó un gemido exagerado.

“Seguro que llegar hasta el tercer piso es una caminata...”

Podríamos usar el elevador... pero entonces nos perderíamos todos los tesoros del camino...”

Cuando Sezmar lo dijo de esa manera, Raraja, que todavía era un recién llegado a la mazmorra, no pudo discutir con él. Después de todo, el caballero era uno de los aventureros que habían llegado más lejos en la mazmorra. Y probablemente Iarumas también tenía mucha experiencia.

En cuanto a Garbage...

“¿Arf?”

“No es nada...”

La chica lo miró, con la cabeza ligeramente inclinada en un gesto interrogante. Parecía estar pensando: “No estoy tan segura de eso”.

Bueno, a fin de cuentas, Raraja tampoco hubiera querido perderse el tesoro. En su antiguo clan, no habría visto ni una moneda, pero en este grupo, podía contar con que sería repartido apropiadamente.

La cálida sensación que venía de tener un monedero lleno, no era tan fácil de abandonar una vez que te acostumbrabas a ella.

Como si viera a través de Raraja, Sezmar le dio una palmada en el hombro. “Aun así, a pesar de todas tus quejas, estás bastante acostumbrado a esto, ¿no?”

“Bueno, no es tan duro como enfrentarse a un dragón...” Aquella batalla había sido intensa.

No quería volver a pasar por una igual. Pero, siendo un aventurero, inevitablemente lo haría.

Raraja soltó un profundo suspiro, provocando una risa ahogada desde el interior del casco de Sezmar. Estaba claro que el caballero se estaba burlando de él, pero no de una manera jocosa. Había algo extrañamente jovial en ello.

Por eso la mirada resentida de Raraja no estaba enfocada en él, sino al hombre de negro (que, por su parte, estaba de pie cruzados de brazos) junto a Garbage. Iarumas estaba metiendo el tesoro en un saco.

“Llevo un tiempo preguntándome...”, dijo Raraja.

“¿Qué?”

“¿Cuál de los dos?”, preguntó Raraja en tono agotado, con el codo apoyado en la rodilla y la mejilla en la palma de la mano. “¿Eres un mago que puede luchar, o un luchador que puede lanzar hechizos?”

“¿Quién podría decirlo?”

Aquella inescrutable respuesta provocó una mirada terriblemente fascinante en el rostro de Raraja. Garbage se inclinó para observar su expresión con un confuso: “¿Arf?”

Y sin más, su exploración continuó sin contratiempos.

§§§

“¿Este es el lugar?”, preguntó Sezmar.

Iarumas asintió. “Eso parece.”

Delante del grupo había un muro de piedra, aunque no destacaba nada en particular digno de mención al respecto. Sin embargo, su aspecto era difícil de precisar — parecía una única lámina de roca lisa, un muro de piedras apiladas y un muro de roca, aparentemente todo a la vez.

Aquí abajo, en la mazmorra, la percepción de un aventurero era algo vago e incierto. Lo único que todos compartían era que esta pared era de piedra, y estaba en un corredor que conectaba dos cámaras funerarias.

Raraja se acercó vacilante a la pared con Garbage —quien estaba olfateando el aire— junto a él.

“Okay... Voy a comprobarlo, ¿de acuerdo?”

“Por favor hazlo,” dijo Iarumas.

Raraja tocó la pared, buscando en ella algo que pareciera fuera de lugar.

Era bien sabido que había puertas secretas en la mazmorra. También había puertas de un solo sentido y puertas que normalmente no se podían desbloquear. Aunque él no entendía como funcionaban...

Raraja permaneció en silencio mientras miraba la piedra, sintiéndose bastante tenso. Afortunadamente para él, era inaudito que las puertas mismas tuvieran trampas explosivas. Aunque si hubiera monstruos, estarían del otro lado...

Tragando saliva, Raraja palpó un rato la pared, dándole golpecitos, hasta que oyó a Garbage bostezar a su lado. Entonces, sacando su daga, la pasó por una esquina de la pared, haciendo un corte en forma de puerta.

“Eso debería bastar... creo.”

“Bien hecho”, dijo Sezmar, elogiándolo de verdad. Raraja se frotó la nariz tímidamente, sin decir nada en respuesta.

Los de primera línea tendrían que encargarse a partir de ahora. El chico retrocedió lentamente, dejando que los luchadores se adelantaran.

Sezmar, Garbage, y luego Iarumas.

Iarumas parecía relajado mientras miraba la puerta oculta, con la mano en la empuñadura de su katana que parecía una vara negra.

“Será mejor que marque esto en el mapa”, dijo él, con las comisuras de los labios hacia arriba. No estaba claro qué le hacía tanta gracia. “¿Entramos?”

“Tú eres el líder”, dijo Sezmar con indiferencia. “Adelante.”

“Okay.”

“¡Guau!”

Una vez recibido el permiso, Garbage se abalanzó sobre la puerta y los aventureros se lanzaron al interior de la cámara funeraria.

La mayoría de las cámaras funerarias contenían monstruos llamados guardianes... así como tesoros. El grupo debía permanecer alerta porque, incluso si los monstruos ya habían sido eliminados, reaparecerían al cabo de algún tiempo. Buscaron en el interior de la oscura cámara funeraria, cada uno de ellos agudizando sus cinco sentidos.

Olores, sonidos, sombras parpadeantes. El sabor del hierro en la punta de sus lenguas. El flujo de aire contra su piel.

Fue un momento tenso... pero no ocurrió nada.

“¿Ellos no... no están aquí?” Raraja dejó escapar un suspiro involuntario mientras se relajaba.

“Tal vez”, dijo Iarumas brevemente. “Busquemos los cuerpos.”

“¿Y su tesoro y equipamiento?”

“Entiendes perfectamente de que se trata todo esto.”

Eso fue un cumplido. O eso pensó Raraja por un segundo. Aunque, no estaba seguro de por qué había pensado eso. De todos modos, el chico hizo lo que le dijeron y miró alrededor de la cámara funeraria en busca de los cadáveres de los aventureros.

Garbage, sin embargo, no lo hizo.

“¡Arf...!”

Ella había estado al límite con la anticipación de la batalla y ahora estaba descaradamente decepcionada por la falta de ella. Sin embargo, aunque pateó el suelo de baldosas de piedra por aburrimiento, había alguien que no había soltado su arma.

“No hay monstruos”, murmuró Sezmar, con espada en mano. “Tampoco hay cadáveres que pueda ver.”

“Ya me lo esperaba.” Iarumas estaba igual. Se rió entre dientes, con la mano aún en la vara negra que sostenía su arma preferida.

“Esto se está poniendo interesante.”

“Tú lo has dicho.”

Raraja regresó, refunfuñando, después de una corta recorrida por la sala. “Aquí no hay nada, ¿okay? ¿No crees que haya sido una pista falsa?”

Fue entonces cuando sucedió.

Fue repentino. Penetrante al oído, agudo. Un ruido metálico resonó a través de la cámara funeraria.

Garbage soltó un graznido de sorpresa, pero no se la podía culpar por eso. Mientras la chica se llevaba las manos a las orejas, Raraja sacó su daga por reflejo y se preparó para pelear.

“¡¿Qu-Qu...?!”

“Una alarma, ¿huh?” Murmuró Sezmar. “¿A pesar que no hemos abierto ningún cofre?”

“No es que no existan habitaciones como ésta”, dijo Iarumas. “Me pregunto si aparecerá un examinador.”

“¡¿Qué es eso...?!”, gritó Raraja. Pero entonces...

Una sombra se movió.

La oscuridad infinita que llenaba la mazmorra se agrandó, tomó forma tangible y se abalanzó.

En ese instante, ¡los monstruos atacaron!

§§§

“¡Uh, oh, oh, qué, ¿ah?!”

Un destello plateado atravesó la oscuridad y Raraja, por reflejo, blandió su daga para desviarlo.

El impacto le hizo caer de espaldas, y la hoja le siguió rápidamente. Gritó y se apartó de un salto, pero no cabía duda de que el ataque había mermado su concentración (HP).

“¡¿Qu-Qué son estos tipos?!”

Los monstruos que habían aparecido de la oscuridad tenían forma humana.

¿Podrían ser aventureros? Eran humanos, llevaban equipo mixto, y tenían una extraña luz brillando en sus ojos. No parecían tener fin — un grupo tras otro salía de la penumbra de la cámara funeraria.

“¡Corramos, ¿okay?!” Raraja gritó. “¡¡¡Vamos a morir!!!”

“No hay escapatoria mientras suene la alarma.”

Las criaturas se acercaron lentamente, atacándolos sin piedad.

Iarumas esquivó un tajo con su espada, desviándolo, y luego hubo un destello cuando atravesó el torso del enemigo.

El claro sonido del acero contra el acero. La salpicadura de sangre.

Uno de ellos cayó.

“Esto me remonta al pasado”, comentó Iarumas, sacudiendo la sangre de su katana y ajustando su postura. Sin embargo, aquellas palabras parecieron tomarle por sorpresa incluso a él.

Me... ¿remonta al pasado?, repetía Iarumas en su mente.

“¿Los conoces?”, preguntó Sezmar, que estaba asestando tajos a cualquier aventurero enemigo que se acercara demasiado.

Iarumas sólo pudo negar con la cabeza ante la pregunta de Sezmar. “Simplemente lo siento de esa manera. Y creo que aquella vez... yo estaba en un nivel más profundo que este.”

“¿Qué se supone que significa eso?” Sezmar sonrió. Este caballero libre —este luchador— siempre lo fue. Bloqueó los ataques del enemigo con su gran escudo, y entonces su Were Slayer rugió. Aquí sólo había humanos, pero los humanos también eran animales, y todos eran iguales ante el filo de su espada.

Golpeó una vez, luego dos en rápida sucesión, destrozando a un luchador que se había puesto descuidadamente dentro del rango de ataque. Pero Sezmar, por supuesto, sabía cómo mantener su ventaja.

“Quiero acabar con esto antes que gastemos algún hechizo en ellos”, declaró él. “Oye, Iarumas. ¿Tienes alguna magia buena que puedas usar?”

“Ojalá pudiera silenciarlos... como un sacerdote con「MONTINO」”, respondió Iarumas despreocupadamente, pero su mano izquierda vacía aún no había empezado a formar signos.

Si iba a usar un hechizo, sería「LAHALITO」, o...

Tal vez un hechizo de nivel aún más alto, como「BACORTU」, o「MADALTO」.

Sin embargo, el campo de efervescencia de「BACORTU」sólo disminuía la fuerza de la magia entrante. Si iba a lanzar algo de tan alto nivel, congelarlos con「MADALTO」 era la mejor opción. No había lanzadores entre los enemigos, al menos dentro del alcance visual. Pero eso no significaba que no hubiera ninguno en la retaguardia, aún por identificar.

Además, no podía contar con que「BACORTU」afectara a los refuerzos que la alarma seguía trayendo. Lo mismo ocurriría, obviamente, si acribillaba a todos los enemigos de la cámara con una ventisca, así que eso no inclinaba la balanza hacia un lado u otro.

No, la razón por la que Iarumas dudaba no tenía nada que ver con conservar hechizos. Si se quedaba indefenso frente a sus enemigos, eso acabaría con sus nervios (HP) un buen rato.

No quiero desperdiciar ningún movimiento, pensó. Quiero hacer el movimiento óptimo.

Mientras no hubiera hechizos o armas del tipo aliento, el grupo no iba a derrumbarse, incluso si el enemigo actuaba antes que Iarumas.

Su grupo, liderado por dos aventureros experimentados, volvió instantáneamente a la formación de combate. Aunque... Garbage se estaba volviendo loca, y todo lo que Raraja podía hacer por el momento era esquivar.

Los únicos que realmente podían ver la situación y dar órdenes eran Sezmar y Iarumas. El grupo podía estar en peligro, pero mientras ninguno de ellos les cortara la cabeza, no estaban en desventaja.

Claro, uno o dos del grupo podrían morir, pero...

“La muerte no es razón para dejar de ser un aventurero”, dijo Iarumas con valentía. Y tenía razón... siempre y cuando quedara alguien para llevar los cuerpos al templo y pagar el diezmo.

Pero, aunque su afirmación era cierta, no era razón para elegir activamente la muerte. Un final permanente llegaría por sí solo, a su debido tiempo.

Ya veo. Las cosas que dice Aine tienen algún significado.

Si muriera por un movimiento descuidado en batalla, esa sacerdotisa estaría absolutamente furiosa con él.

Mientras Iarumas corría por el campo de batalla, con la cabeza llena de pensamientos, miró hacia la chica.

“¡¡¡Guau!!!”

Garbage estaba en su ambiente. Como pez en el agua, o tal vez, un sabueso persiguiendo a su presa. Saltó hacia la formación enemiga con un sonoro ladrido, aprovechando el peso de su espada para acribillarlos. Parecía que la espada estaba balanceando su pequeño cuerpo, pero en realidad era al revés.

Resultaba difícil creer que alguien tan delgada como Garbage pudiera sostener una espada tan pesada, pero estaba blandiéndola contra sus enemigos con todo su peso e ímpetu.

Segar cuerpos, aplastar cabezas, enviar extremidades por los aires— eso no era ningún tipo de manejo adecuado de la espada.

Sin dudarlo, Iarumas llamó a la violenta tormenta de sangre.

“¡Garbage!”

“¡Arf!”

No la llamó para decir nada significativo. Supuso que, aunque le dijera que regresara o que se retirara, no le entendería.

Pero si la llamaba por su nombre... ella respondería. Se detenía, giraba y levantaba la cabeza.

Aquellos claros ojos azules lo miraban directamente. Iarumas incluso pensó que podía ver su propio reflejo en ellos.

Entonces, de repente, ellos se hundían.

“¡¿Yap?!”

“¡¿Qué...?!”

Garbage gritó. Incluso Iarumas gritó sorprendido.

Un conducto.

El suelo se abrió bajo los pies de Garbage, tragándosela.

Qué extraño.

El tiempo parecía alargarse. Una sola gota de sangre voló hacia Iarumas. Pudo seguir su arco con la mirada.

Garbage no es la primera persona que pisaba aquel suelo.

Ella había estado saltando, corriendo y blandiendo su espada todo este tiempo. Si el conducto se activara por el peso, se habría activado al primer paso.

Entonces, ¿por qué? ¿Por qué se abrió ahora? ¿Porque ella se detuvo? ¿La estaba apuntando? Si era así, eso significaba...

¿Alguien está controlando la mazmorra?

¡Ja!” Iarumas sonrió. Era una sonrisa voraz, como la de un tiburón que había encontrado a su presa.

Al instante siguiente, pisó con fuerza el suelo de la cámara funeraria y saltó por los aires. Deslizándose entre los monstruos que parecían sombras, lanzó la katana que llevaba colgada en la mano derecha.

Su hoja se enganchó en el hueco del suelo justo cuando se cerraba el conducto, y el metal empezó a emitir un desagradable crujido.

“¡¿Iarumas?!”

El extraño ruido de su katana chirriante — el grito de Sezmar.

Nada de eso le importó a Iarumas.

Agarró la empuñadura de su katana con ambas manos y empezó a usarla para forzar el suelo y abrirlo.

“Oye”, dijo Iarumas. “Una vez que hayas salido de aquí, baja por las escaleras.”

“¿Qué vas a hacer?” Ahora que Iarumas y Garbage estaban fuera de la formación, Sezmar se movía para llenar los huecos que habían dejado en la primera fila. Golpeó a un enemigo con su gran escudo y se colocó junto a Raraja.

“Voy a saltar”, simplemente dijo Iarumas. Se rió, y luego continuó: “Puedes volver a casa si quieres...”

“¿Estarías bien si hago eso?”

“No puedo pedirte que me sigas hasta tu muerte.”

Cuando Iarumas introdujo un pie en el hueco, miró a Sezmar.

Mientras Sezmar giraba el Were Slayer hacia las costillas de su oponente, atravesándole el corazón, miró a Iarumas.

Ambos soltaron carcajadas vacías y compartieron sonrisas absurdas.

Al verlos actuar así, Raraja, que estaba blandiendo su daga para salvar su vida, parecía incrédulo.

Pero eso también duró sólo un momento.

Raraja reunió todo el coraje que pudo, y luego, con una mirada pensativa en su rostro, preguntó: “¿Vas a bajar a salvar a esa chica?”

“No... ¿no realmente...?” Iarumas miró a Raraja, luego empujó hacia abajo con fuerza, con su pie, abriendo suficiente espacio para que una persona entrara en el hueco.

Raraja pudo decir inmediatamente que Iarumas no estaba bromeando o tratando de negar sus verdaderas intenciones.

El hombre verdaderamente no tenía ninguna intención —ninguna— de salvarla.

Entonces, ¡¿por qué?!

No tenía sentido. A pesar de su confusión, Raraja dijo: “Esto es una locura, ¡¿entiendes?! ¡No tiene sentido!”

Sí. No tenía sentido. ¿Entonces, por qué hacerlo? ¿Qué estaba pasando realmente?

De repente, una especie de entendimiento se formó en su mente...

“¡Te enfrentarás al amo de la mazmorra, ¿verdad?!”, gritó Raraja.

La respuesta de Iarumas fue corta.

“Tengo negocios con ellos.”

Y así, con movimientos bien practicados, como si lo hubiera hecho docenas de veces...

Iarumas saltó por el conducto y desapareció.

§§§

 “¡¡¡Auuuuuuuu!!!”

Su grito resonó con eco en la oscuridad antes de desvanecerse.

Garbage estaba sentada sobre las frías baldosas de piedra del oscuro suelo de la mazmorra, mirando a su alrededor.

No había nadie ahí.

“Guau...” La chica soltó un pequeño bufido indiferente. Estaba acostumbrada a las frías y oscuras salas de piedra. En cuanto a estar sola... bueno, siempre lo había estado. No era nada nuevo.

Durante algún tiempo, Garbage se quedó sentada, aturdida. Luego, se irguió y se marchó en silencio

No — ella no entendía lo que había pasado ni nada complicado como eso. Tampoco tenía ni idea de lo que debía hacer al respecto. Su mente nunca se detuvo en lo que estaba por venir, o lo que había venido antes, sino más bien, en lo que estaba sucediendo en el momento.

Y sin embargo, debido a esta situación...

Por primera vez en mucho tiempo, Garbage estaba recordando el pasado.

Un día, de repente, la sacaron de una habitación oscura y la metieron en una caja que se sacudía de un lado a otro. El contenedor se había estremecido con una gran sacudida, y entonces... Garbage había sido arrojada a un espacio abierto.

Cosas extrañas habían atacado. Ella no las había entendido, pero había matado para evitar que la mataran. Alguien le había ofrecido comida. Le habían puesto un collar. Decidió obedecer mientras la comida siguiera llegando. Si ellos decían que fuera — ella se adentraba en la mazmorra. Le dijeron que matara — ella mató.

El techo de piedra de aquí abajo le sentaba mucho mejor que el ancho y extraño techo azul de allí arriba (que ni siquiera había visto hasta que la sacaron de la habitación oscura).

Sí. Antes no había pensado que su situación fuera tan mala.

Pero había estado hambrienta. Verdadera y absolutamente hambrienta.

Conocer a esa gente nueva la había sorprendido. Por primera vez, ella había sido capaz de comer todo lo que quería. Nadie se había enfadado. Había sido una experiencia nueva. Y no sólo por la comida — antes, Garbage no recordaba muchas ocasiones en las que no le hubieran dado órdenes.

Debido a este nuevo margen de maniobra, Garbage había estado pensando que podría quedarse un poco más. Pero, si la iban a separar de ellos, pensó que probablemente no podría hacer mucho al respecto.

Estar con ellos no fue tan malo, pensó, aunque no en palabras tan bien formadas.


Después de un rato vagando en silencio y sin rumbo por la mazmorra, la chica se detuvo de repente. Se encontraba en un vasto espacio. Sin embargo, no parecía ser lo que los aventureros llamaban una cámara funeraria — no había puertas que la bloquearan.

Un corredor. Un espacio. Podría haberse llamado de muchas maneras...

Garbage escupió con disgusto. Su nariz captaba un hedor desagradable en el fondo de la zona.

“Si te hubieras muerto, esto habría sido mucho más fácil. Pero tuviste que seguir aferrándote a tu asquerosa vida...”

Totalmente indiferente. La fuente del olor emergió de las profundidades de la oscuridad. Era un hombre vestido con una túnica de alta calidad.

No estaba solo.

Hombres vestidos de negro le seguían, emergiendo de las sombras.

Innumerables hombres.

Innumerables.

Se abalanzaron hacia Garbage como una masa, rodeándola en una multitud de varias capas de profundidad.

Garbage sujetó con fuerza la empuñadura de su espada, bajando lentamente la postura.

Los hombres parecían no sentirse amenazados. Se acercaron. El horrible olor era cada vez más fuerte.

“Pensar que tendría que sacar este amuleto sólo para deshacerme de una inmunda salvaje como tú...”

El hombre de la túnica que iba al frente del grupo escupió sus palabras con odio. Llevaba algo extraño colgando en el cuello, una especie de esquirla — un amuleto con una luz blanca abrasadora en su interior.

“Se nos fue de las manos. No podemos permitir que te hagas un nombre.”

El hombre agarró el amuleto y soltó un gemido mientras fijaba los ojos en Garbage. No había hostilidad en ellos. Tampoco remordimiento. Sólo desprecio y resentimiento por el hecho de que ésta molesta tarea se hubiera cruzado en su camino.

Mientras el hombre hablaba, Garbage oyó que los demás a su alrededor aflojaban las espadas en las vainas bajo sus túnicas.

“No eres más que un pequeño perro en forma de chica. No tiene sentido hablar con un animal que no puede entender, pero... muere aquí.”

El hombre tenía razón en una cosa — Garbage no entendía nada de lo que decía. Ella no estaba escuchando.

No, ella sólo detestaba absolutamente el hedor que se aferraba a estos hombres. Cuando había estado en aquella habitación pequeña, oscura y fría, era el único olor que siempre le había molestado. Ellos aparecían de vez en cuando, la miraban, decían algo y se iban. En algún momento, Garbage había llegado a reconocerlos por su hedor.

Por eso, desde que había sido arrojada de la caja a ese lugar al aire libre... había estado haciendo una sola cosa por sí misma.

Cada vez que aparecía alguien envuelto en ese hedor, Garbage siempre pensaba—

“¡Muere, maldita bastarda de la Casa Real de Llylgamyn!”

—Me desharé de ellos.

§§§

Con cada gruñido de su espada ancha, otro cadáver se añadía a la pila.

“¡Growl...!”

La voluntad de lucha de Garbage no mostraba signos de flaquear. Los asesinos silenciosos se abalanzaron sobre ella, cortando con las espadas desenvainadas, pero ella no retrocedió ni un paso. Saltó hacia el centro del grupo que la rodeaba, blandiendo su espada ancha sin precisión — si tenía suerte, alguien resultaría rebanado por sus salvajes tajadas.

El viento rugió cuando ella intervino con su espada — utilizó una de sus delgadas piernas para sostenerse mientras lanzaba su enorme espada a su alrededor. No era un manejo del espada propiamente dicho, en absoluto. Era contundente y violenta, basada en el peso y masa.

Sin embargo, ella danzó.

Con cada paso no coreografiado, con cada giro de su espada, se apilaban más cuerpos. Era la danza de la muerte.

Esto contrastaba con los asesinos, que atacaban en silencio.

“¡Grrrr!”, gruñó Garbage al ver que los hombres con túnica —con dagas preparadas y listas para atacar— permanecían inmutables, sin importar a cuántos de ellos matara.

Los asesinos se movían con destreza y sus espadas siempre buscaban sus órganos vitales. Aunque le costaba, hasta ahora ella había podido esquivarlos. Aventurarse significaba estar siempre acompañada por la muerte. Sin embargo, cuando la muerte la perseguía tan implacablemente, la tensión era enorme.

Su voluntad se derrumbaba. Su concentración se desvanecía. Se quedaba sin aliento. El sudor corría por su cuerpo. Respiraba entrecortadamente.

“¡¡¡Guau!!!”

A pesar de su fatiga, Garbage mostró sus colmillos, impulsándose a sí misma a la acción, y se abalanzó sobre su próxima presa.

No importaba cuántos adversarios hubiera, su número no podía ser infinito. Garbage no entendía conceptos difíciles como el infinito, pero sí comprendía una cosa: si mataba lo suficiente, todos estarían muertos.

Y sin embargo... aunque la chica era una excelente luchadora, no era más que eso.

“Realmente eres una bestia”, espetó el hombre de la túnica, sin molestarse en ocultar su desprecio. “Veo que no tienes más habilidad para hacer más que dar vueltas salvajemente.”

Todavía tardaría algún tiempo en alcanzarle con su espada a través del muro de asesinos que se abalanzaban sobre ella.

“¡¡¡Rrruff!!!” Garbage ladró como diciendo: “¡Sólo espera!”

El hombre de la túnica no se molestó en enfrentarse a ella. En lugar de eso, agarró el amuleto que colgaba de su cuello y empezó a recitar palabras de verdadero poder.

“Seenzanme chuzanme re darui (Demonios invisibles, tomen forma).”

Al instante, algo cambió.

Llevado por el viento, llegó un olor horrible... como a carne podrida. Llenó la habitación en poco tiempo, contaminando los pulmones de Garbage.

“¡¿Yap?!”

Por primera vez, la cara de la chica se torció de consternación. Pero el verdadero terror estaba aún por llegar.

“GRAAAHHHHGG...”

“RRAAAAUUUUGGHH!!!”

La carne de los asesinos muertos comenzó a pudrirse y a desprenderse. Sin embargo, a pesar de esto, lentamente comenzaron a levantarse una vez más... como si estuvieran vivos.

Estos cadáveres putrefactos eran claramente hostiles. El hechizo que el hombre había cantado era「SOCORDI」, aunque Garbage no lo sabía. Y aunque lo hubiera sabido, sin duda se habría quedado boquiabierta ante su increíble poder.

En efecto, se trataba de magia de quinto nivel — uno de los legendarios hechizos mágicos que invitaban a varios monstruos a venir a este mundo desde otro.

Sí, eso es correcto. Sólo a varios.「SOCORDI」no tenía el poder casi inhumano de levantar a cada uno de las docenas de cadáveres caídos.

“¡Grr...!”

Incluso mientras convergían hacia ella, la chica mantuvo su espada ancha y nunca dejó de resistirse. Ni siquiera se detuvo a respirar. Instintivamente, tal vez sabía que detenerse significaría su muerte.

Fue una demostración digna de elogio. Nada que deba tomarse a la ligera.

Sumida en sudor y sangre roja oscura, seguía avanzando hacia su objetivo, como si ella misma fuera una espada.

Sin embargo, incluso esa belleza pura y noble carecía de sentido en este lugar.

“Kafaref tai nuunzanme (Detente, oh alma, tu nombre es sueño).”

“¡¿Eek?!”

El hechizo「KATINO」fue despiadado. Con un aullido, Garbage tropezó de repente con sus pies y cayó penosamente al suelo de baldosas de piedra. Convulsionando y agitándose como un hombre que se ahoga, luchó por ponerse en pie, pero todo fue inútil. Todo su cuerpo se había paralizado, negándose a moverse como ella quería.

En ese mismo instante, su voluntad se desvanecía.

Los muertos la rodearon y extendieron sus manos. Sus ojos azules se abrieron como platos y su boca se abría y cerraba.

“Es matar o morir...”, murmuró el hombre de la túnica, muy satisfecho por el efecto de su hechizo de primer nivel.

¿El nombre del mago? Egam Evif.

Para Egam, esta misión no era nada. No quería ser parte de ella. Había estudiado magia. Dominaba el sendero. Había buscado la gloria en el palacio, sólo para verse obligado a tratar con esta chica bestial.

Sin embargo, incluso los niveles más altos de magia que un mago podría alcanzar en el mundo exterior eran lo más básico de lo básico aquí en la mazmorra.

Ese hecho, agravado por el tiempo que había tardado en adquirir este hechizo, le irritaba terriblemente. Sin embargo, el gran efecto que tenía, incluso aquí en la mazmorra, le llenaba de orgullo. Le molestaba que muchos de sus agentes secretos hubieran sido asesinados por una pequeña chica, pero...

Al final, ella se arrastrará ante mí, suplicará perdón, y luego morirá como el perro que es.

“¿Quién podría haberlo imaginado? La chica que Su Alteza dejó embarazada tras aquel arriesgado escarceo... Ella llevaba la sangre del maldito Overlord en sus venas.”

La pequeña chica abandonada que blandía su espada era realmente horrible, bestial. La existencia del legendario Overlord loco maldito era una vergüenza... una que tenía que ser ocultada.

Pronto, la sangre del Overlord sería destrozada. Devorada. Desterrado de este mundo. Y sólo quedaría la sangre legítima de la familia real.

Se trataba, sin duda, de un gran logro.

Egam entrecerró los ojos, no queriendo perderse el momento del triunfo, y entonces—

“¡Mimuarif mimuzanmere raiseen (Monta mi voz, oh terror, y extiéndete)!”

—sus ojos se abrieron de par en par al escuchar pronunciar esas verdaderas palabras.

“¡¿ARAAAAGUU?!??!”

“¡¿AAAAAHHHHH?!”

“¡¿Qué...?!”

Egam no fue el único que se sobresaltó — el efecto se extendió rápidamente por las filas de los muertos. Los cadáveres nunca habían estado organizados en primer lugar, pero el instinto les había impulsado a rodear a la chica. Ahora todos retrocedían o se doblaban, retorciéndose mientras gritaban.

“Ese hechizo... ¡¿「MAMORLIS」?!”

Egam sabía lo que era. Un hechizo mágico de quinto nivel. Sacudía el espíritu, inspirando terror. Incluso afectó a los muertos, que sólo tenían los restos más pequeños de un alma.

Pero...

Es bueno, pensó Egam con un gemido. Ah, cierto. El hechizo no tendría ningún efecto sobre la chica casi inconsciente.

El lanzador que había desconectado los cadáveres putrefactos de Egam con un solo movimiento, emergió de la oscuridad de la mazmorra.

Un hombre de negro.

En su mano, la vara negra centelleó, haciendo volar cabezas.

El aventurero siguió de frente, apartando los cadáveres de una patada mientras éstos se convertían en cenizas, y luego pisoteándolos. Lo que al principio había parecido un bastón era, en realidad, un sable. Y lanzó un canto.

“¡Mimuarif kafaref nuuni tazanme (Golpeado por las tormentas, se hace añicos como una roca)!”

Su espada desenvainada albergaba una magia letal, y su golpe invisible cortó el aire. Egam estaba indefenso mientras su cuerpo absorbía el hechizo mortal,「MAKANITO」.

*Slash* Fue así de fácil.

El hombre de la túnica salió volando, con el torso partido en dos por un corte diagonal.

“¿Arf?”  Garbage soltó un pequeño ladrido al sentir que el hombre estaba a su lado. Sacudiendo la cabeza, se levantó tambaleándose. Su ropa estaba rota. Su equipo, dañado. Pero aún tenía su espada ancha en la mano.

Su voluntad de luchar era inquebrantable. Ahora, en cuanto a por qué era eso...

“He oído decir... que, en el lejano oriente, hay luchadores que también pueden usar magia...” Egam murmuró, a pesar de haber sido claramente dividido en dos.

Su amuleto brilló con una luz pálida, que instantáneamente reconectó las mitades cortadas de su cuerpo, uniéndolas. La sangre que había derramado, los órganos que había perdido... todos fueron succionados de nuevo dentro de él, devueltos al lugar al que pertenecían.

Era un espectáculo antinatural.

Pronto, Egam se levantó, imperturbable, con el mismo aspecto que tenía desde el principio. Entonces, mirando al aventurero que estaba junto a la chica, Egam entrecerró los ojos.

“Samurai, ¿verdad? No sabía que aún existieran los de tu clase.”

“Yo tampoco lo sé. Salvo una cosa.” Iarumas, el samurái vestido de negro, sonrió como si acabara de reencontrarse con un viejo amigo. “Eso es un amuleto, ¿no?”

“En ese caso... parece que no puedo dejarte con vida.” Sin darse cuenta, Egam agarró con fuerza el fragmento —el amuleto— que colgaba en su cuello. De él se filtraba una luz pálida y tenue. El brillo de la magia. La luz de la inteligencia. El poder manifestado.

Este tesoro, que se le entregó al recibir la misión, llenó a Egam de alegría.

No había forma que él, su portador, terminara su vida aquí. No, ciertamente no en esta miserable mazmorra, nunca habiendo llegado a ser más que un chico de los recados para la familia real.

Se haría más fuerte. Alcanzaría altas posiciones.

Al ver el rostro de Egam embriagado por su propia ambición, Iarumas dejó escapar un pequeño bufido. Luego volteó hacia Garbage. “¿Estás preparada?”, preguntó a la chica, cuya respiración seguía siendo agitada. No paraba de sacar la lengua para tomar aire superficialmente.

Garbage miró a Iarumas como si estuviera aturdida. Sus claros ojos azules empezaron a enfocarse.

La chica guardó silencio unos instantes por vacilación, o porque estaba pensando, o tal vez por alguna otra razón totalmente distinta. Finalmente, le respondió con un escueto: “¡Arf!”.

“Bien.”

La mano enguantada de Iarumas palmeó ligeramente la cabeza de Garbage. La chica no levantó la voz en señal de protesta. En su lugar, agarró con fuerza su espada, mirando a Egam.

“¡¡¡Guau!!!”

§§§

“¿Qué es él?” Murmuró Raraja. Las palabras se le escaparon sin querer mientras seguía explorando junto a Sezmar.

“Explorando” era una buena manera de decirlo. En realidad, solo estaban luchando contra enemigos que seguían viniendo hacia ellos. Estos grupos consistían de luchadores, magos, sacerdotes, y ladrones — sus ropas negras, recordaban a las de Hawkwind.

Raraja estaba desesperado. Balanceó su daga, bloqueó, desvió y esquivó. Al instante, la espada de Sezmar, el Were Slayer, bramó y repartió muerte entre sus enemigos.

Si algún hechizo alcanzaba a los dos, estaban muertos. Y sabiendo eso, Raraja no podía relajarse. Si él no hubiera tratado de fundirse en las sombras, colocarse detrás de sus atacantes, y clavar su daga en sus órganos vitales, los dos probablemente habrían muerto mucho antes.

¿Acaso es diferente aquí, en la mazmorra?

Extrañamente, él no dudó en matarlos. Esto no se parecía en nada a la vez que habían sido atacados en la tienda de ítems. ¿Fue porque estaba pensando que estos no eran hombres, sino monstruos?

Raraja se deslizó por detrás de un mago cuyos ojos eran tan claros como los suyos habían sido una vez, y le clavó una daga en la espalda. Cuando el hombre se desplomó y Raraja saltó alejándose, de repente se le ocurrió que tenía más libertad de acción que antes...

El margen de maniobra para abrir la boca y hablar.

“Bueno, ¿qué crees que es él?”, preguntó Sezmar, casi como si estuvieran charlando. Su Were Slayer abatió a otro enemigo. En lo que había tardado un Raraja desesperado en acabar con un enemigo, Sezmar había amontonado una enorme pila de cadáveres.

La forma despreocupada en que hablaban mientras luchaban, hizo que Raraja se superpusiera mentalmente con Iarumas. Intentando desterrar esa imagen de su mente, el chico dijo: “Escuché que tiene amnesia.”

Raraja e Iarumas eran demasiado diferentes. No... el abismo entre sus habilidades era demasiado grande.

“También escuché el rumor que resucitó por error.”

“Bueno, no estás del todo equivocado”, replicó Sezmar, deteniéndose de repente al terminar de blandir. Parecía haber soltado una pequeña risita. “También tengo bastante curiosidad por saber quién es él. Pero ya sé lo que es.”

“¿Qué...?”

“Es un cadáver.” Sezmar se rio. “Un cadáver que encontramos dentro de una región inexplorada de la mazmorra.”

“Eso es...” Raraja se detuvo, esforzándose por hablar. ¿Imposible? ¿Increíble? Esas palabras casi salieron de sus labios. Después de todo, si Iarumas fue encontrado como un cadáver en una zona inexplorada... entonces eso significaba que había estado en algún lugar donde nadie había llegado...

“Sí. Y lo que realmente me asusta, es que definitivamente él es un aventurero.” En un gesto tan típico de él, Sezmar se echó la espada al hombro, riendo. Luego, girándola sobre la palma de su mano, empaló a ciegas a un enemigo que se había acercado a su flanco. Sezmar ni siquiera se dio la vuelta. La sombra vestida de negro que había atravesado —un asesino que le había apuntado al cuello— murió sin lanzar un grito.

Raraja sacudió la cabeza en negación ante lo que acababa de ver. Luego, abriendo mucho los ojos, volvió a concentrarse en la batalla.

Había un mago por allí. Raraja contuvo su respiración, borro su presencia, y lentamente se deslizó detrás del hechicero. El hombre soltó un grito sordo, amortiguado por la mano de Raraja, mientras le cortaban la garganta. El chico ladrón mantuvo sus oídos atentos todo el tiempo.

“En fin, trajimos el cadáver e intentamos resucitarlo... ¡y así fue como ocurrió!”

Sezmar labró un camino para los dos, y fue como si estuvieran caminando por un campo vacío. Sus oponentes no eran bestias, pero por lo visto eso no importaba ante la espada de Sezmar. O tal vez, en lo que respecta a su espada asesina de bestias, los hombres también eran bestias. Aún estaba afilada después de beber su sangre.

La espada oscilaba de izquierda a derecha, derribando enemigos conforme Sezmar avanzaba a paso firme hacia la salida de la cámara funeraria.

¿Algún lanzador de hechizos?

Parecía que él había acabado con todos. Rápidamente, Raraja siguió por detrás a Sezmar, concentrado en defender la espalda del caballero. Aunque, dudaba que lo necesitara.

Una hoja se balanceó hacia Raraja, y él la rechazó con su daga. Saltaron chispas. Su mano se sentía entumecida. Pero eso era todo.

Su concentración (HP) no estaba a punto de agotarse. Eso lo hizo feliz.

“¿Entonces es verdad? ¡¿No tiene recuerdos?!”

“Parece recordar cómo luchar, pero sus recuerdos (niveles) han desaparecido. Eso es verdad. Pero...”

“¿Hm?”

“Veo que te ha estado inquietando... no poder averiguar su origen. Y por supuesto que lo haría.” Sezmar cortó en dos a un luchador que se interponía entre ellos y la puerta de un solo tajo. Y se rio.

“Porque no tiene antecedentes.”

§§§

“Seenzanme chuzanme re darui (Demonios invisibles, tomen forma).”

La batalla comenzó con el segundo「SOCORDI」de Egam. ¿Qué diferencia podía hacer la adición de un aventurero más? Ninguna, no cuando se enfrentaba al poder mágico ilimitado dentro del amuleto.

“GRAAAHHHHGG...”

“RRAAAAUUUUGGHH!!!”

Los muertos se levantaron nuevamente. No sólo muertos, entre ellos también había asesinos — llamados desde las profundidades de la oscuridad.

Todos ellos estaban ahora dominados por el poder de la pálida luz que brillaba desde el amuleto. Estas marionetas de la voluntad de Egam atacaron a los aventureros, al igual que lo habían hecho antes.

Los asesinos apuntaban a los puntos vitales con hábiles manejos de daga, mientras que los muertos trataban instintivamente de morderlos y despedazarlos.

“Evítalos.

“¡Guau!”

Iarumas y Garbage, por otro lado, habían cambiado completamente su estrategia.

La forma en que Iarumas formaba signos con su mano izquierda hacía que pareciera que lo había hecho decenas, tal vez cientos veces antes. Siguió a Garbage mientras ella corría por su lado, y entonces empezó a entonar las verdaderas palabras del hechizo.

“¡La'arif hea lai tazanme (Oh llamas, conviértanse en tormenta y soplen con violencia)!”

El viento abrasador levantado por「LAHALITO」tiñó la mazmorra con sus colores. Los muertos recién levantados no tenían ninguna posibilidad contra las intensas llamas de este hechizo de cuarto nivel. Fueron envueltos en fuego antes incluso que tuvieran tiempo de gritar, y sus cuerpos ardieron como antorchas hasta que se convirtieron en cenizas y se desmoronaron.

“¡Fuu! ¡¡¡Oh!!!” Garbage se echó la al hombro su espada ancha y saltó sobre el sendero que había abierto el hechizo. Aprovechando su impulso, golpeó con la gran espada delante de ella como si la estuviera lanzando. Luego, sin mirar siquiera al asesino que acababa de partir en dos, aprovechó el movimiento de retroceso para girar sobre sí misma.

Dio otro paso adelante y golpeó horizontalmente con la hoja, el torso de su próximo enemigo. Su columna se quebró audiblemente. La sangre y las vísceras salieron a borbotones, manchando a la chica con más sangre, pero lo único que consiguió fue aumentar aún más sus ganas de luchar.

Si disminuía la velocidad, su hoja se desafilaría. Garbage se lanzó, con los colmillos desnudos, como un animal salvaje.

“Sería un fastidio que los muertos nos inmovilizaran...”

La espada desenvainada de Iarumas bramó cuando los asesinos que había abatido volvieron a alzarse como no-muertos. Los golpes de su katana con una sola mano cortaron cabezas, reduciéndolas a cenizas y extinguiendo sus almas. Iarumas debería haber usado sus hechizos para ocuparse rápidamente del mago. Los asesinos no eran un problema mientras evitara que golpearan sus órganos vitales. En verdad, no eran rivales para un aventurero con historia como Iarumas, o alguien dotada naturalmente como Garbage.

Ningún rival, excepto por el hecho que...

Tengo el amuleto en mis manos, pensó Egam.

El rostro del mago rebosaba de confianza. Mientras tuviera el amuleto, nunca perdería.

Ahora se daba cuenta. Un samurái, sí. La fuerza del hombre era impresionante, pero no sería capaz de desencadenar demasiados hechizos poderosos. Por supuesto, su manejo de la espada también era de temer, pero aun así, no era un problema si Egam no permitía que se acercara.

Mantener cierta distancia — dejar que los monstruos los desgasten. Nada había cambiado en el plan de Egam. Después de todo, tenía el amuleto. Un poder infinito. Enjambres ilimitados de monstruos a su disposición.

Podría seguir así para siempre.

No importaba cuántos mataran, todo lo que tenía que hacer era invocar más para atacarlos de nuevo. No importa cuánto tiempo le tomara, al final, saldría victorioso.

¿Cierto?

Egam se quedó en silencio. En ese momento, algo susurró dentro de su cerebro — un sexto sentido, o tal vez algún instinto que había recibido del amuleto.

¿De verdad es así?

Pudo ver que Iarumas y Garbage seguían luchando encarnizadamente. Las hojas rugían. Los hechizos volaban. Los muertos se convertían en cenizas, y los asesinos morían, sólo para que sus cadáveres resucitaran.

La situación no había cambiado. Aunque el par de aventureros se acercaban lentamente a él, eso era todo lo que hacían.

Pero...

Con muda sorpresa, Egam notó los ojos de Iarumas clavados en él. Las oscuras pupilas del samurái parecían dispuestas listas a tragárselo.

Algo está pasando aquí...

Esa mirada —no de resignación, ni de desesperación, sino de algún otro sentimiento inescrutable— atravesó a Egam.

“¡Daruila tazanme (Oh oscuridad, ven)!”

Agarrando el amuleto con fuerza, Egam entonó en voz alta las verdaderas palabras de un encantamiento.

「DILTO」. El arte secreto que envuelve un área en la oscuridad... sólo era un hechizo básico de segundo nivel en la mazmorra. Sin embargo, al mismo tiempo, el amuleto se extendió y amplificó el efecto de las palabras verdaderas a un grado aterrador.

De él surgió la verdadera oscuridad — una zona oscura, desprovista de toda luz.

Oculta en su interior, la forma de Egam desapareció de toda percepción. Su presencia se hizo indetectable.

“¡Guau!”

¿La chica quería huir? ¿O ella estaba declarando que no le dejaría escapar? Garbage ladró, con evidente urgencia en su voz. Parecía dispuesta a saltar a la oscuridad, pero...

“Espera.” La mano enguantada de Iarumas la agarró por el hombro y tiró de ella hacia atrás.

“¡¿Yelp?!” Los ojos de Garbage oscilaban entre emociones mientras ladraba y lo miraba con resentimiento.

¿Confusión? ¿Objeción? O tal vez, ¿duda?

En lugar de responder, Iarumas dijo en voz baja: “Averigua dónde está antes de ir a matarlo.”

Entonces, un instante después, el hombre de negro saltó, uniéndose a la oscuridad.

Al instante, sus cinco sentidos se desvanecieron. El suelo, las paredes, el enemigo, él mismo — todo se fundió y se disolvió.

Incluso un samurái bien entrenado era impotente en una zona como ésta.

Los enemigos se agolpaban por todos lados — Iarumas ni siquiera podía distinguir si eran asesinos o muertos.

En el momento siguiente, Iarumas recibió cortes por todas partes.

Apuñalado y mordido. Órganos desgarrados. La sangre fluyendo a borbotones.

Eran heridas fueron mortales, sin duda. La única razón por la que no se desplomó, fue que las armas enemigas que lo habían empalado lo mantenían erguido.

Pero...

“Si puedo verte o no, no importa”, declaró Iarumas.

Él sonrió. De repente, el rostro de la Hermana Ainikki pasó por su mente, y su propia voz sonó en sus oídos.


Te equivocas en dos cosas...

El otro día, Iarumas se lo había dicho. ¿Por qué se aventuró en la mazmorra? ¿Cuál era su razón?

Aine se había sentado con la espalda recta, mirándolo fijamente.

Tu primer malentendido — aunque quiero recuperar mi pasado (niveles), eso es sólo un medio para un fin. ¿Y el segundo? Ciertamente estoy buscando a mis antiguos camaradas, pero también son un medio para un fin.


Las palabras del hombre de negro resonaron en la habitación.

“Iarumas siente un poderoso deseo de matar al amo de la mazmorra y apoderarse del amuleto.”

En ese instante, Egam comprendió el significado de la oscura mirada en los ojos de aquel hombre — Iarumas. Para el hombre de negro, Egam ni siquiera era un enemigo — sólo era un obstáculo. Ni siquiera el objetivo final. Egam era algo que había que superar y luego dejarlo atrás. Solo un obstáculo, el cual había que superar.

Y para hacerlo, Iarumas no dudaría en morir.

Egam estaba horrorizado. Su temor escapó como un grito que resonó en la oscuridad.

“¡¿Estás loco?!”

No, Iarumas no dudaría en morir. Era fácil expresarlo así, en palabras. Especialmente aquí en esta mazmorra. Sin embargo, la muerte estaba destinada a ser aterradora. Dolor. Sufrimiento. Nadie podía ser indiferente a estas cosas...

Además, aunque la resurrección estaba disponible, no era perfecta. Todavía era posible que el alma de Iarumas se perdiera. La muerte completa, sin permitir siquiera la reencarnación del alma — la pérdida total del ser de este mundo, de este universo.


“¿Y qué piensas hacer si en uno ellos sale cruz?”

Iarumas sonrió.

“Cuando llegue ese momento, el próximo aventurero se encargará de ello.”


Su mano izquierda ensangrentada formó signos.

“¡Taila (Oh viento veloz)!”

Había canturreado este hechizo muchas veces.

“¡Tazanme woarif (Junto con la luz)!”

Era imposible que lo olvidara.

“¡¡¡Iyeta (Ser desatado)!!!”

「TILTOWAIT」.

“¡¿Qu...?!”

Los ojos de Egam se abrieron de par en par. Un hechizo de séptimo nivel... Estaba más allá de lo imaginable. Era el tipo de cosas de las que sólo se hablaba en las leyendas.

El destello borró la zona de Egam con una oscuridad blanca, y un intenso calor lo invadió.

Su grito no fue escuchado. Su dolor no se sintió. Lo único que le quedaba, era la sensación de calor.

Ojos cocidos. Piel llena de ampollas. Incapaz de respirar. Sin embargo, la mente de Egam era consciente de todo ello.

Agarró el amuleto como si se aferrara a un salvavidas. Que lo mantenía con vida — mientras lo tuviera, no moriría.

El amuleto lo era todo.

“¡¿Aghhh?!”

De repente, el brazo que sujetaba el amuleto fue cortado.

Egam gritó. No por la pérdida del brazo, sino por la del amuleto.

¿Qué había pasado? ¿Quién? ¿Cómo?

La confusión y el terror se agolparon en los ojos blancos y turbios de Egam cuando vieron lo último que verían.

Allí. Ocultando su diminuta forma en la sombra de Iarumas y evitando hábilmente el aire abrasador...

Ella lo había localizado en la oscuridad.

“¡¡¡Growl!!!”

Garbage separó la cabeza del cuello de aquel hombre.

Blade and Bastard Iarumas y Garbaje

Notas

  1. Aquella persona que recorre o vive en zonas boscosas poco pobladas.
  2. Es un roedor cavy gigante nativo de América del Sur.

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