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Blade & Bastard vol. 1 novela ligera |
Traducción jpn-ing: J-Noxx xxxxTraducción ing-esp: Raruk BergCorreción: Raruk Berg
Blade & Bastard 1: Warm ash, Dusky Dungeon
Capítulo 3: Scale

Pareces feliz.”
“¿Lo parezco?” Cuando Aine respondió al comentario de Iarumas, de hecho, sonaba positivamente exuberante.
Sucedió una tarde en el templo.
El sol se abría paso entre las nubes color ceniza, cálido y reconfortante.
Muchos tipos se pondrían celosos de él, al mantener una conversación con una hermosa elfa de cabello plateado —la Hermana Ainikki— en un día como éste.
Es decir, si no fuese porque la conversación tenía lugar en la morgue, donde se almacenaban los cadáveres de los aventureros.
“Pareces estar de buen humor.” Iarumas no sabía el porqué. No es que tratara de entenderlo.
Si está de buen humor, eso es bueno.
Iarumas era el tipo de hombre que podía pasarlo por alto sin preocuparse de indagar más. Ya tenía suficientes problemas para controlar sus propias emociones. Si ella iba a ocuparse de las suyas por su cuenta, entonces eso era lo mejor.
“Sip”, respondió Aine, sin dejar que su indiferencia hiriera sus sentimientos. “Nunca creí que llegaría el día en que encontrarías tus propios compañeros.”
“¿Compañeros?”, repitió él, ladeando la cabeza. Sus ojos se posaron en la chica que estaba sentada en el suelo. Ella le dirigió un gruñido malhumorado.
“Compañeros...”, murmuró de nuevo, mirando a Raraja, que maldecía mientras rebuscaba entre las posesiones de los cuerpos.
Iarumas suspiró. “Nunca había pensado en ellos de ese modo.”
“Bueno, sí, hablamos desde mi punto de vista, no del tuyo.”
¿Es una cuestión de perspectiva, entonces? reflexionó Iarumas. Dejó escapar un silencioso “hmmm”, sin molestarse en discrepar con ella.
Bueno, era cierto que, aunque no sabía cuánto tiempo estarían juntos, todos se dirigían a la mazmorra una vez más...
“En ese caso”, dijo Iarumas en voz baja, “supongo que necesitaré algunas cosas.”
“Iré contigo.”
“¿Hm?”
Él había estado murmurando para sí mismo, pero Aine le había respondido alegremente. Al ver que no entendía lo que ella quería decir, le señaló con el dedo y le dijo: “Te vas de compras, ¿verdad?”
Bueno, sí, es cierto. Iarumas lo admitió. No ganaba nada con negarlo.
“Entonces, déjame preguntarte esto”, continuó Aine, sonriendo. “¿Qué es lo que vas a buscar?”
“Bueno...” Iarumas miró a Garbage y a Raraja.
Cabello rojo desordenado. Una complexión escuálida. Un collar tosco. Ropas que eran básicamente harapos. Y una espada ancha.
Cabello negro descuidado. Un cuerpo mugriento. Una armadura hecha de remiendos. Una daga que apenas podía considerarse un arma.
Habiendo evaluado a ambos, Iarumas murmuró: “Armas y armaduras... y luego pociones y pergaminos.”
Sin embargo, las cosas disponibles en las tiendas eran muy buenas. Cascos, escudos objetivo. Cota de malla o peto para armaduras. ¿No había guantes de cobre también? En cuanto a pociones y pergaminos, las tiendas no tenían nada especialmente bueno, pero los artículos que vendían eran valiosos para un grupo sin muchos lanzadores de hechizos.
Después de todo, Iarumas no podía lanzar ni un solo hechizo de curación.
El mayor problema lo tenía justo frente a él — ¿toleraría la monja (que estaba esperando a que él pagara su diezmo al templo) que derrochara en todas esas cosas?
“No tienes remedio...” Dijo la Hermana Ainikki, repitiendo su comentario del otro día, pero esta vez con una sonrisa. “Pensé que ese podría ser el caso.”
“Entonces, ¿no servirá?”
“No, me temo que no servirá en absoluto”, coincidió Aine con él, asintiendo. “Ustedes dos”, llamó al chico y a la chica.
“¡Yap!” Garbage respondió primero, ladrando y luego corriendo hacia Aine — o más bien, hacia Iarumas. Cuando Aine extendió una mano delgada para acariciar su cabello rojo y rizado, la niña cerró los ojos con satisfacción.
Raraja, que siguió a Garbage, se movía con bastante lentitud. “Viejo, estoy agotado...” Arrojó al suelo un saco lleno de cosas — que aterrizó con un traqueteo metálico.
Todo aquello, era equipamiento de aventureros perdidos.
Si se dejaba un cadáver en la mazmorra el tiempo suficiente, independientemente del estado en que se encontrara, a veces volvía a levantarse, habiendo perdido su voluntad. O, si alguien permanecía en la morgue el tiempo suficiente, se determinaba que nadie vendría a resucitarlo, y sería enterrado.
Almas extinguidas, sus nombres eliminados del registro... Éstos eran los perdidos, los que ni siquiera podían convertirse en cenizas.
Cuando se había enterado por primera vez, Raraja había parecido terriblemente asustado por algo — pero eso ya era cosa del pasado. Agotado como estaba, no tenía tiempo para preocuparse por los demás.
Todo esto había comenzado cuando los tres habían regresado al templo cargando cadáveres. Aine les había saludado con una sonrisa y petición: “Estoy revisando algunos ítems —ítems de los difuntos que nadie vendrá a recoger— y luego me desharé de ellos. ¿Puedo pedirles que me ayuden?”
Cuando mencionó que les pagaría por su tiempo, Raraja había exclamado descuidadamente: “¿Lo dices en serio?”, con una gran sonrisa en la cara.
Era un hecho que el trabajo debía ser compensado — cuanto más duraría la tarea, mayor sería el pago. Y había un gran número de cadáveres... todos habían muerto en el campo de batalla.
La recolección de su equipo podría haber parecido sencilla, pero era un trabajo difícil el quitar un casco cuando había sido roto, doblado, aplastado, fundido y luego fusionado a un cadáver.
Pero hablando en serio... ¿qué mató a estos tipos?
Raraja tuvo una sensación de escalofrío en el fondo del estómago cuando trató de imaginárselo. Además de eso, arrancar los trozos incrustados en la carne muerta hizo que le dolieran los dedos. Aunque utilizaran herramientas como alicates, tenazas de metal, sierras y limas de metal, seguía siendo un duro trabajo. Y luego, una vez que habían sacado los ítems, tenían que ordenarlos y categorizarlos:
Las que se podían utilizar y las que no. Cosas que se podían vender y cosas que no.
Sí, así es— algunos de estos ítems se venderían. Si no iban a ser enterrados junto con el cuerpo, el templo se desharía de la mayoría de ellos.
Básicamente, esa es la tajada que se lleva el templo.
A Iarumas no le parecía que fuera especialmente codicioso, pero no podía culpar a nadie que les criticara por ello.
“Ha sido un buen entrenamiento, ¿verdad?”, dijo Aine con una sonrisa.
Raraja se limitó a gemir, incapaz de decir algo.
Al ver las expresiones en los rostros de Garbage y Raraja, la sonrisa de Aine se suavizó más y más. “No creo que pueda dejarte esto a ti...” dijo la hermosa elfa de cabello plateado, mirando a Iarumas. “Así que te haré el favor de acompañarme.”
§§§
Para ser más precisos, ella les ofreció pagarles un extra por transportar las armas y el equipo hasta el lugar donde serían vendidos.
Por un centavo, por una libra. Raraja apretó los dientes mientras se esforzaba bajo la pesada carga que llevaba a la espalda.
“Maldita sea... ¡¿Realmente nos pagarás por esto, verdad?!”
“Prometí que lo haría, así que por supuesto que lo haré.”
Por la tarde, Scale tenía un ambiente muy relajado y lánguido. La mayoría de los aventureros se habrían dirigido a la mazmorra por la mañana, y los que se quedaron se estaban tomando un descanso del trabajo, así que era de esperar un ambiente tranquilo.
Sin embargo, eso no significaba que la ciudad fuera menos ruidosa. Simplemente, los aventureros estaban haciendo ruido en su lugar. Esta gente se había reunido para hacerse con los tesoros que traían los aventureros, o para ganar algo de dinero ofreciendo sus servicios.
“¡Vende tus armas y equipos innecesarios aquí! ¡Te haremos un presupuesto gratis si eres un aventurero!”
“¡Si encontraste un accesorio, este es el lugar! ¡Te los compraremos a un precio alto!”
“¿Quieres jugar durante un buen rato? ¡¿Qué tal un soporte para antorchas?! A diferencia de la mazmorra, ¡te sentirás seguro por la noche con uno de estos!”
“¡Vino del oeste e hidromiel del norte! ¡Traficamos con finas bebidas alcohólicas de todos los rincones!”
“¡Si quieres recibir lecciones sobre el amor de una Diosa, podemos organizarlas para ti ahora mismo!”
“¡Puedes añadir un extra por sólo una moneda de plata!”
Al pasear por la calle, resonaban todo tipo de voces haciendo eco mientras los negocios trataban de llamar a los clientes. Era un desorden caótico, pero todo al servicio de ofrecer a los aventureros un lugar para refrescarse. Era de esperar que resultara así.
La Hermana Ainikki caminaba con elegancia, sin dejar traslucir en su rostro el desagrado por el estado de las cosas. Quizá por eso nadie miró con curiosidad a Iarumas, aunque estaba a su lado. ¿No se daban cuenta que se trataba de Iarumas porque iba con una pelirroja, un ladrón y una monja?
O tal vez... ¿habían confundido a la Hermana Ainikki con una de las damas de la noche?
Eso sería un error sacrílego si alguna vez hubo uno...
Raraja había oído rumores de tales mujeres ejerciendo su oficio en las sombras por la noche, junto al cementerio o el templo. Y la mujer de cabello plateado que caminaba frente a él era hermosa, con una abundante cantidad de carne en sus huesos. No se veían mujeres así en su ciudad natal...
“¿Ocurre algo?”, preguntó Aine.
“N-No es nada...”
Cualquiera que fuera la razón de su indiferencia hacia Iarumas, todo lo que Raraja podía hacer era concentrarse en llevar la mercancía.
“Entonces...” Como para desterrar sus pensamientos indecentes, Raraja volvió a preguntar: “¿Tú realmente nos comprarás espadas y esas cosas?”
“Eso lo decidirá Iarumas-sama”, respondió Aine con una risita, casi como si hubiera visto a través de Raraja. “Yo sólo compartiré mi opinión.”
“Bueno, sería bueno conseguirte un equipo adecuado”, dijo Iarumas asintiendo distraídamente.
Sin embargo, Raraja no estaba prestando atención. En lugar de eso, se imaginaba a sí mismo blandiendo una gran espada. No es que supiera cómo blandir una espada apropiadamente...
En realidad, los movimientos que fantaseaba ejecutar pertenecían a la chica que trotaba delante de él.
“¿Arf?” Garbage giró para mirarle fijamente como si preguntara: “¿Qué quieres?”
“No es nada”, respondió Raraja.
La chica se dio la vuelta, mirando al frente una vez más. Frunció el ceño y sacudió la cabeza ante el ruido, incapaz de entender nada de lo que gritaban los vendedores.
Por otro lado, el olor a carne frita que emanaba de uno de los puestos de comida la hizo olfatear con gran interés.
“Puaj...” Raraja frunció el ceño. “Me sorprende que todavía tengas apetito...”
“¿Yap?”
Ellos recién acababan de ver todos esos cadáveres... incluso si ella había estado mirando con menor detalle de lo que Raraja había tenido que hacerlo. Dada la mirada en blanco en su rostro, la experiencia no debe haber afectado a Garbage en absoluto.
Al notar que se disponía a salir corriendo hacia la carne, un guantelete negro sin ornamentos la agarró por el cabello rojo.
“Comeremos más tarde”, le dijo Iarumas.
Garbage soltó un decepcionado “Guau...” pero no dijo nada más que eso. Ella no se resistió y luego trotó obedientemente tras él, así que probablemente se llevaban bien.
Aun así...
Sí, no entiendo su relación.
Tras concluir eso, Raraja ajustó la posición de la mochila que llevaba en su espalda, y luego siguió a los demás sin quejarse. Un pequeño recado como este, no era gran cosa comparado con lo que su antiguo clan le había hecho pasar. Además, cuando terminara, recibiría dinero y equipo, así que...
¡Sería una estupidez discutir!
¿Raraja podía notar la diferencia en él, ahora que había regresado de la mazmorra varias veces? Llevaba una carga de equipo tan pesada que ninguna persona normal podría soportarla, y sin embargo, sus pasos no temblaban en absoluto. Sí, sentía que el peso le penetraba en los hombros, pero no le cansaba de ninguna otra forma.
Incluso si lo hubiera notado, probablemente solo eso no sería suficiente para hacer que Raraja se perdiera. Sus ojos estaban enfocados en una sola cosa.
Garbage estaba trotando a su manera despreocupada. A su espalda — una enorme espada ancha.
Por eso, cuando Aine se dio cuenta, dijo, “Oh, querida,” con una sonrisa, eso ni siquiera la perturbó.
Raraja siguió caminando en silencio, absorto en sus fantasías.
§§§
Finalmente, se desviaron de la ruta, e Iarumas se detuvo frente a un cartel.
“Vaya, vaya...” A la Hermana Ainikki le brillaron los ojos.
“Hm”, dijo Garbage, ladeando la cabeza.
Raraja se ajustó la mochila y preguntó: “¿Aquí?”, mientras miraba el cartel.
Llevaba la imagen de una espada y escudo, y junto a ellos, la cola suavemente enroscada de un gato.
Puesto Comercial Catlob.
¿Era una tienda de armas? Raraja dejó su mochila en el suelo con un traqueteo mientras miraba el letrero.
“¿Este es el lugar?”, preguntó él. “Hey, ¿pasa algo?”
“Ahh. No...”, murmuró Iarumas, sacudiendo la cabeza. “Es sólo que... cada vez que lo veo, el nombre me resulta familiar.”
“¿Tal vez solías venir aquí con frecuencia?”, sugirió Aine.
“Probablemente sea sólo el nombre que reconozco.”
“Aun así, eso es bueno.” Después de todo, ella podía contar fácilmente el número de veces que este hombre había mostrado interés en algo que no fuera explorar la mazmorra.
Cuantas más pistas pueda encontrar para recordar su pasado, mejor.
Las finas orejas de la Hermana Ainikki se balancearon con deleite mientras asentía. “Si consigues recordar el pasado, quizá dejes de estar tan obsesionado con explorar la mazmorra.”
Iarumas sonrió y abrió la puerta. “Eso no sucederá.” Garbage trotó detrás de él mientras cruzaba la puerta.
Cuando la chica volteo hacia atrás con un “Arf”, Aine suspiró, estiró la mano hacia la puerta, y...
“¿Hm?” Al notar una mirada extraña en el rostro de Raraja, ella se detuvo y giró para mirarlo. “¿Pasa algo?”
“No”, murmuró Raraja, lo mismo que había hecho Iarumas, y luego frunció el ceño a su pesar. “¿A qué te referías con el pasado...?”
Dudaba en hacer la pregunta. No creía que debiera indagar en el pasado de un aventurero. Raraja tenía como ejemplo su propio pasado. Las cosas con su pueblo. Con el clan. Con esa chica. Él no hubiera querido hablar sobre esas cosas si alguien le preguntaba, pero, aun así, le molestaba.
El hombre misterioso que vestía todo de negro... Raraja no podía decidir si era un mago o un luchador... o lo qué era...
Si pudiera conseguir algo de información sobre ese tipo, él lo quería... y ¿podría alguien realmente culparlo?
Aine en realidad no dudó ante la pregunta. Ella se paró en la puerta de la tienda, mirando hacia el interior. “No recuerda nada de antes de ser resucitado, ¿sabes?”
“¿Huh...?” soltó Raraja sin querer. No hacía mucho que conocía a la Hermana Ainikki, pero ya se daba cuenta que no tenía por qué dudar de ella cuando le contaba algo.
Aun así, su incredulidad se había filtrado en su voz.
“Sé que debe ser difícil de creer”, murmuró Aine con una risita en lo más profundo de su garganta. Sus ojos estaban fijos en el hombre que ya estaba dentro de la tienda. “He oído que esas cosas pueden suceder cuando una persona tiene su nivel drenado por una súcubo...”
Una súcubo, ¿huh?
Obviamente, Raraja nunca se había encontrado con un monstruo tan horrible. Siendo un hombre, como que quería... pero también como hombre, no quería dejar que ese hecho se supiera.
“Ya sea súcubo o no, no puedo imaginarlo enamorándose de una mujer.”
“Tienes un buen punto ahí.”
No, no parece del tipo que se deja engañar por una súcubo, pensó Aine con un suspiro. Además, si hubiera sido succionado hasta la muerte por una súcubo, entonces no habría sido posible resucitarlo. Esa muerte significaba la pérdida total del alma — Iarumas no estaría aquí si eso fuera lo que le había pasado.
Aine negó con la cabeza, balanceando su brillante cabello plateado con él. “Bueno, entremos. Estoy segura que aquí encontraremos un buen equipo para ti.”
Raraja la siguió, con el corazón acelerado por la emoción. Aunque no estaba claro si era por su sonrisa... o por las armas.
§§§
“¡Mira! ¡¿No es maravilloso?!”
La Hermana Ainikki sonrió ampliamente, sosteniendo un ítem junto a su pecho sobre su hábito. Si esto hubiera ocurrido en una tienda normal —por ejemplo, de ropa—, muchos hombres se habrían sentido encantados de ver a la monja así.
Sin embargo, se trataba de una tienda de armas y armaduras, lo que estaba abrazando era una gran espada, y el hombre que la miraba era Iarumas.
Con una rápida mirada a la espada apretada entre sus pechos, se limitó a comentar: “Podría servir para Garbage.”
La selección era abrumadora.
En el momento en que Raraja puso un pie dentro de la tienda, se quedó mudo por las imponentes estanterías a su alrededor. Estaban repletas con más equipo del que jamás había visto en su vida: espadas, escudos, armaduras, yelmos, bastones, martillos, etc. Parecía que escaseaban los arcos y las armas de asta, como las lanzas... ¿Se debía a que la demanda de armas que la gente pudiera blandir en la mazmorra era mayor?
Era extraño — incluso las armas que llevaban mucho tiempo en la tienda no tenían ni una mota de polvo.
Este lugar es más grande de lo que pensaba... Pero también se siente estrecho.
Eso fue lo que cruzó por la mente de Raraja mientras observaba la abrumadora selección en los estantes que lo rodeaban. Una gran cantidad de armas y armaduras estaban almacenadas, pero esa no era la única razón de la impresión abrumadora. La espada que Aine estaba abrazando emitía una luz azul pálido dentro de la tienda tenuemente iluminada. Un arma mágica. Mirando a su alrededor, Raraja tragó saliva al ver más de ellas esparcidas aquí y allá, cada una envuelta en un brillo propio.
Y aunque este lugar no tuviera la legendaria Vestimenta del Lord en stock...
Puede que tuvieran cota de malla élfica.
Todas las armas mágicas emitían un aura amenazadora que flotaba en el aire alrededor de Raraja.
“Queremos un Mage Masher[1], creo...” Murmuró Iarumas.
“¿Oh? A mí me gusta más el Blade Cusinart[2].”
La manera displicente en que hablaban Iarumas y Aine (mientras Garbage los miraba aburrida, sin escuchar una palabra) era surrealista. La atmósfera que llenaba esta tienda —el Puesto de Comercio Catlob— hacía que Raraja se sintiera extraño.
“¿Clientes?”
Y por eso, aunque Garbage levantó la cabeza ante la repentina pregunta, Raraja no pudo moverse.
La voz era tenue, o tal vez fina, pero se proyectaba misteriosamente a través de la tienda — un sonido extraño y hermoso. Pero su encanto no era el de un instrumento musical.
No, era como el filo de una daga bien afilada.
Raraja se estremeció cuando miró en la oscuridad de la tienda, mirando detrás de la caja registradora. No vio nada más que sombras... hasta que, lentamente, una sombra se movió.
“¡¿Huh...?!” Pronunció Raraja sorprendido.
“Huelo el aroma del mar del norte... esa tierra sumida en un frío eterno”, dijo la voz. “Hermana Ainikki.”
“Ha pasado tiempo.”
Después de un momento, Raraja percibió que la sombra pertenecía a un hombre elfo cuya piel era de aspecto frío. No se podría precisar su edad, como siempre ocurría con los elfos. Era como adivinar la edad de un árbol viejo. El hombre ignoró a Raraja, juntando las manos en un gesto extraño pero respetuoso mientras miraba a Aine con una sutil inclinación de cabeza.
Luego, girándose lentamente...
“Ah, el olor de las cenizas viejas. Iarumas. No esperaba que siguieras vivo.”
“Bueno, al menos no estoy muerto”, respondió Iarumas asintiendo levemente con la cabeza. “Cuando te veo tras haber estado en esta tienda, me siento mal de algún modo.”
“Es[3] un nombre de trabajo. No puedo evitarlo.”
Despues de escuchar este intercambio, Raraja finalmente dedujo quien debía ser el viejo elfo.
El tendero — Catlob.
¿Un elfo, dirigiendo una tienda de armas y armaduras? En la mente de Raraja, eso parecía más un trabajo para un enano...
“Y detecto el brillo de un diamante pulido... mientras que el otro está todavía en bruto... O quizás, todavía carbón.” Resoplando, Catlob miró a Raraja. “Novatos.”
“Uh, claro...”
“¡Arf!”
Garbage ladró como de costumbre, sin inmutarse por esta evaluación, mientras que Raraja desvió la mirada torpemente.
Iarumas miraba con indiferencia. Qué poco fiable. Aine asintió. Eso, al menos, era un alivio.
“E-estamos aquí para vender”, tartamudeó Raraja, esforzándose por hablar. Luego añadió apresuradamente: “Para el templo”. Dicho esto, el muchacho dejó su pesada bolsa sobre el mostrador con un ruido sordo.
Catlob tanteó a ciegas los ítems de la bolsa, evaluándolos, pero se movía tan suavemente que parecía incorrecto describir sus movimientos de ese modo.
Sus ojos...
Raraja se estremeció al darse cuenta que el hombre no podía ver. Parecía como si pudiera. Pero la realidad, era que los ojos del viejo elfo no trabajaban.
Sin importar eso, las pupilas sin visión de Catlob atravesaron el pecho de Raraja hasta llegar a su corazón.
“Muchos de estos están dañados.”
“Urkh...” Raraja tragó saliva. “No es mi culpa. Tuve que arrancarlos...”
“Es porque doblaste la armadura.”
“Bueno, ¿de qué otra manera se suponía que iba a quitárselos?”
“Tritura los cadáveres.”
“Puaj...” Mientras Raraja se imaginaba la desagradable escena, soltó un gemido de asco que rozó el grito. Apenas acababa de terminar de ver todos esos cadáveres destrozados por los monstruos.
Sin embargo, viendo la angustia de Raraja, Catlob extendió una mano al muchacho. Él tenía palmas misteriosas, poseyendo tanto la tosquedad no élfica como la delicadeza élfica.
“Eres un ladrón”, afirmó. “Saca tus herramientas.”
“¿H-Herramientas...?”
“Tus herramientas para forzar cerraduras. No vas a decirme que no tienes ninguna.”
Raraja hizo lo que el hombre dijo.
Garbage, Iarumas, e incluso Aine lo miraban con sonrisas. Eso avergonzó a Raraja, pero sabía que sería demasiado infantil objetar. Había mantenido estas herramientas en su persona todo el tiempo para que pudiera huir de Iarumas cuando lo necesitara.
Una vez que las puso sobre el mostrador, Catlob solo necesitó tocarlas por un breve momento antes de empezar a fruncir el ceño sin rodeos.
“¿Qué son éstos? ¿Excrementos?”
“Oh, cállate”, refunfuñó Raraja. “Tengo todo lo que necesito, ¿no?”
“¿Los hiciste tú mismo?”
“¿Eso es un problema?”
“Sí, lo es.”
Estas herramientas torpes y mal hechas, habían sido construidas por Raraja a partir de una necesidad desesperada. Era imposible que alguien en su situación no se molestara por los comentarios despectivos sobre su trabajo manual, pero...
“Haz algo de tiempo y asómate más seguido por este lugar”, dijo Catlob. “Quizá pueda conseguirte algo un poco más decente.”
Hubo un silencioso, insinuado, Si no eres un completo idiota, lo que hizo que Raraja cayera en un silencio decidido. Sin embargo, no rechazó la oferta, porque era dolorosamente consciente de su propia inmadurez. Raraja necesitaba ser capaz de sobrevivir por sí mismo. Siendo ese el caso, no iba a rechazar cualquier ayuda que pudiera obtener de los demás.
Raraja sabía que era débil, demasiado débil como para rechazar la ayuda innecesaria e inoportuna.
Sin decir otra palabra al muchacho, Catlob se dirigio a Aine. “El pago se hará al templo después de la tasación.”
“Sí, eso estará bien.”
Catlob continuó hablando de negocios con ella. Raraja lanzó una mirada interrogante a Iarumas, y en respuesta...
“Haz lo que quieras”, dijo Iarumas. “Cada uno debe ser libre de subir su nivel como mejor le parezca.”
¿Permiso? Uh, no es que Raraja fuera el subordinado de Iarumas ni nada por el estilo. Esto no era como en su época en el clan. Por eso Raraja soltó al hombre con un petulante, “Ah, ¿sí?”
Sus ojos se dirigieron entonces a la chica pelirroja, que estaba allí de pie sin nada que hacer, como siempre. Sus ojos aterradoramente claros le devolvieron la mirada como diciendo: “¿Puedo ayudarte?”
“¿Arf?”
“Debe ser agradable para ti, tenerlo tan fácil...”, murmuró Raraja.
Una chica que nunca hablaba, que había sido tratada como sobras de comida de monstruos, esencialmente una esclava — un hombre hosco que, genuinamente o no, afirmaba haber olvidado su pasado.
Comparado con sus situaciones, yo no lo tengo tan mal... Era algo que Raraja nunca había pensado.
§§§
“¿Qué uso tiene un ladrón para las armas?”
La petición de Raraja por una espada había sido cortada sin piedad por el tendero.
“Tampoco necesitas armadura.”
Sintiéndose abatido, Raraja dijo: “¿Así que me estás diciendo que muera? ¿Es eso...?”
“El trabajo de un ladrón es ocuparse de los cofres de tesoros”, señaló Catlob. “No tiene sentido que luches antes de eso.”
“Pero”, intervino Iarumas, interviniendo para respaldar a Raraja, “este chico es de primera línea.”
“Tú— date prisa y reúne a seis personas”, respondió Catlob.
Iarumas respondió encogiéndose de hombros antes de volver sus ojos impasibles hacia el chico. “Elige lo que quieras. Yo pago.”
“¿Seguro?”
“Incluso si no lo hiciera, Aine lo pondría a mi cuenta.”
Raraja pensó que probablemente ella lo haría, dado como habían ido las cosas hasta ahora. La sonrisa de Aine no se desvaneció en absoluto cuando escuchó a Iarumas decir eso.
“Bueno, entonces me llevaré a esta chica”, Aine puso una mano en el hombro de Garbage, “y elegiré algo de equipo para ella.”
“¿Yap?”
Aine pasó los dedos cariñosamente por el cabello pelirrojo de Garbage mientras la chica ladeaba la cabeza con gesto interrogante. El contacto debió de sentarle bien, porque los ojos de Garbage se entrecerraron alegremente.
“También me gustaría quitarle este collar... pero romperlo a la fuerza entrañaría el riesgo de lastimarla.”
Sí— Garbage todavía tenía ese collar tosco y pesado colgando alrededor de su cuello, brillando con su lustre oscuro. Raraja se preguntaba si no le parecía pesado, pero Garbage parecía haberlo aceptado como algo normal. Si alguien le dijera a Raraja que ella había nacido con él, le creería.
La Hermana Ainikki miró a Garbage y dejó escapar un suspiro de dolor. “Bueno, ven— vamos a buscarte una bonita armadura y una espada.”
Garbage gimoteó y soltó un pequeño bufido, pero no se resistió. Siguió a Aine hasta el fondo de la tienda.
Quedaba solo Raraja, que miró torpemente a su alrededor. Nadie le dio más instrucciones.
“Erm...” Vacilante, como si deambulara por una mazmorra, Raraja se dirigió hacia el centro de la tienda.
Impresionante.
Su impresión podía resumirse en esa palabra.
Aunque los aventureros se enfrentaban a monstruos que parecían sacados de la era de los mitos, no había mucho ingenio en la selección de armas disponibles. Al final, todo era acero. Fila tras fila, templado y revenido hasta que ya no podía templarse más. El acero brillaba radiante, y la visión hizo que Raraja tragase saliva.
Su propio cuchillo multiusos no era nada en comparación. Tampoco lo eran las espadas que blandían los chicos de su antiguo clan.
“¿Fueron estas... encontradas en la mazmorra?”, murmuró Raraja, sin esperar realmente una respuesta.
Sin embargo, la voz grave de Catlob le dio una. “Algunas, sí. Sin embargo, la mayoría fueron creadas por la mano del hombre. Pocos fueron 'descubiertos' allí, en el verdadero sentido de la palabra.”
“¿Hm?”
“Me refiero, por supuesto, a la categoría de objetos que llamaríamos... legendarios.” Había algo casi lírico en la forma en que Catlob pronunció esa última palabra.
Raraja no podía imaginar a qué se refería. Cada una de las espadas de las estanterías le parecía legendaria.
Para Catlob, aparentemente, no. El hombre soltó un suspiro, casi como si estuviera contemplando una montaña de basura. Luego se quedó en silencio. Tal vez pensó que había dicho demasiado.
Raraja estiró la mano hacia uno de los cuchillos en el estante, desenvainándolo. Cuando miró su hoja... de repente, el brillo de la espada desenvainada que había visto el otro día volvió a él. Imágenes de un sable, como una vara negra, y el hombre que lo portaba, vacilaron en los ojos de Raraja.
“Iarumas.”
“¿Qué?”
“¿Tú... también quieres ese tipo de cosas?”
“Siento como si lo hubiese estado buscando”, murmuró él, sacudiendo la cabeza y pareciendo reflexionar sobre el camino que había recorrido. Era una respuesta terriblemente vaga, viniendo de Iarumas. “Pero, en definitiva, es un medio. Un medio para un fin.”
“Un medio...”
“Si tuviera uno, sería conveniente, sí.” Iarumas pareció sonreír levemente. “Pero si no lo tengo, que así sea. Hay otras formas de proceder.”
Así que empuñar una no era esencial. Raraja no entendía cómo podía decir eso tan desapasionadamente. Supongo que eso significa que su arma no es la legendaria o como se llame, o lo que sea. En ese caso, ¿podría Raraja llegar al mismo nivel simplemente blandiendo un cuchillo ordinario?
La daga en las manos de Raraja no le resultaba familiar mientras jugaba un poco con ella. Era una obra maestra como ninguna que hubiera tocado en su vida.
Catlob soltó un suspiro audible.
“Por eso es que no me agradas.”
En ese momento, la puerta de la tienda se abrió — entró un solo cliente.
§§§
“¿Huh...?”
Raraja reconoció al cliente, que llevaba una capa que lo cubría de la cabeza para abajo. Bueno, para ser más preciso, reconoció esa capa.
Recuerdos extraños, confusos — imágenes borrosas, como agua derramada sobre un retrato.
¿Es un mago?
“¡Ah!”
En el instante en que Raraja estableció contacto con el hombre de la taberna hace unos días, una espada destelló por debajo de esa capa.
Cuchillas gemelas.
Eso fue todo lo que Raraja entendió. Oh, mierda.
Su cuerpo no podía seguir el ritmo de sus pensamientos conscientes. No... no era eso. Mis pensamientos conscientes no pueden seguir el ritmo de mi cuerpo.
Justo cuando pensó que la hoja lo había cortado, Raraja se dio cuenta que, de hecho, se había inclinado hacia atrás para esquivar.
“¡¿Wuh, uh, wha, ahh?!”
¡¿Lo esquivé...?! Estaba más sorprendido por la reacción de su cuerpo que por el ataque sorpresa en sí. Parecía que el espeso hedor de muerte en la mazmorra había estado rehaciendo el cuerpo de Raraja sin que él se diera cuenta — no la estructura física de su cuerpo, sino su espíritu y concentración (HP). Ahora, aunque Raraja no se diera cuenta conscientemente del peligro, su cuerpo lo percibiría y evitaría su muerte inminente.
El atacante con las espadas gemelas parecía igual de sorprendido. Raraja sintió que los ojos del hombre se agrandaban en lo profundo de su capa.
“¡¿Au?!”
Pero eso fue todo. Ahora que su mente había alcanzado a su cuerpo, perdió el control de sus miembros y cayó torpemente. De espaldas, Raraja vio el techo.
Dos cuchillas bajaban hacia él.
Muerte.
“¡¡¡Ruff!!!”
Pero Garbage fue más rápida. La chica saltó sobre Raraja, ladrando — soltó la espada ancha de su espalda y la blandió en un movimiento limpio.
Él es humano.
Ese estúpido pensamiento pasó por la mente de Raraja. Sí, se enfrentaban a un humano — no a un monstruo. Se sentía mal, y eso era lo que había hecho tropezar a Raraja.
Pero Garbage se movió con una delicadeza practicada.
En estado de shock, mudo, el hombre respondió a su ataque con sus cuchillas gemelas, con los ojos aún más abiertos por la sorpresa. El metal chirrió contra el metal cuando las dos espadas se hicieron añicos — un golpe poderoso que desmentía los delgados brazos de la chica.
Normalmente, el hombre habría sido seccionado de la cabeza para abajo, pero sus dos espadas curvas aguantaron lo suficiente para permitirle sobrevivir... como si caminara sobre hielo muy delgado.
“¡¿Eek?!”
Un instante después, cuando su espada ancha impactó contra el suelo, Garbage soltó un aullido, cubriéndose la cara y doblándose hacia atrás.
¡Sopla dardos!
Otra evaluación inconsciente pasó por la mente de Raraja antes que pudiera analizar activamente la situación. En el momento en que los dardos de soplido aparecieron, se dio cuenta de ellos.
¡Maldita sea! ¿Qué demonios...? No podía seguir la brecha entre su mente consciente y su cuerpo. Sus músculos, nervios y ojos — todos ellos reaccionaron demasiado rápido. Su corazón se esforzaba por seguir el ritmo, y se sentía frustrado y confuso mientras su cuerpo hacía lo suyo.
Esta discordia interna era lo que le impedía reaccionar correctamente.
“¡¿Waah?! ¡Waah...!”
Resultó que Garbage tampoco podía actuar. Aunque, en su caso, las agujas que sobresalían de su cara eran las culpables. Sacudía la cabeza enérgicamente, intentando desalojarlas, pero los delgados dardos plateados no iban a salir tan fácilmente.
“Hey, no toques eso”, advirtió Catlob con voz llana.
Fue entonces cuando Raraja finalmente se dio cuenta de lo que estaba haciendo su atacante. Habiendo perdido su arma, había seleccionado una nueva de los estantes. Un sonido sonoro salió de la vaina cuando desenvainó la nueva hoja — una extraña arma envuelta en una demoníaca neblina púrpura emergió de la vaina.
Y eso no fue todo— no.
Mientras permanecía en silencio, los ojos del asesino, que hasta entonces habían albergado un brillo agudo y asesino, se apagaron de repente. Su postura relajada y la forma en que ahora sostenía su espada... Era una completa desviación no sólo de su anterior postura de combate, sino de todo lo demás en él.
Sin embargo, no estaba aturdido. Sus ojos desenfocados estaban dirigidos hacia Raraja.
Sólo había una razón probable.
“¡¿Una... una espada demoníaca...?!”, balbuceó Raraja. El muchacho se levantó temblorosamente, de alguna manera se las arregló para ponerse en una postura de lucha con la daga que sostenía.
Garbage seguía revolcándose por el suelo. Por el momento, no parecía que Raraja pudiera confiar en sus habilidades, aunque hubiera querido. Pero no lo hizo. Algo pequeño dentro de su pecho no lo permitiría.
Sin embargo, no tuvo reparos en pedir ayuda al resto de la sala. “¡Hey, haz algo!”, gritó Raraja.
“¿Qué es esa... espada sin filo?”, preguntó Iarumas.
¿Por qué el hombre más capacitado para ayudar sólo mira con los brazos cruzados?
El tendero, que observaba con ojos ciegos, no era mejor. Cuando respondió, su tono estaba lleno de alegría. “Es la Espada de Swisher. Forma parte de mi colección personal, no está a la venta. Es una espada excelente, ¿verdad? Obra de antiguas técnicas de magia y herrería. La maldición... no es más que un detalle menor.”
“Una espada ancha, ¿huh?” Iarumas sonrió. “Qué nombre maldito.”
“¡¿Qué clase de tonterías estás—?!”
—hablando. Así es como Raraja hubiera terminado su frase... pero no tuvo la oportunidad. De repente, el asesino vino hacia él, atacando como un títere controlado por hilos.
“¡¿Qu-Qué?!” Uno de los brazos de Raraja salió disparado por reflejo, esquivando la Espada de Swisher con la daga. Saltaron chispas dentro de la oscura tienda. Raraja tropezó un par de pasos, pero Garbage estaba encogido en el suelo justo detrás de él. El chico apretó los dientes, manteniéndose firme para no aplastarla, y luego se lanzó hacia delante.
“¡¡¡Grah!!!”
Fue un ataque desesperado. Pero la daga en su mano realmente parecía haberse asentado en su palma justo a la perfección.
Wow... Esto es...
¡Impresionante!
Fue estimulante, conmovedor, fortalecedor. Él, lo más bajo de lo bajo, se las estaba arreglando para intercambiar golpes contra una espada demoníaca. Esta batalla se sentía totalmente diferente a cuando se había enfrentado al dragón. Aquella vez, se había preguntado si podría o no sobrevivir frente a un monstruo abrumador.
En este caso, lo que estaba en juego —la vida o la muerte— era similar.
Una, dos y otra vez. Raraja rechazó desesperadamente los golpes salvajes del nuevo títere de la espada. Necesitó todo lo que tenía para protegerse. Su mano se estaba entumeciendo. Honestamente, no tenía confianza en que pudiera ganar esto, pero...
Tal... vez.
Tal vez él podría ganar. Estaba dando una buena pelea. Ese hecho le hizo sentirse ligeramente mareado.
Sí — a pesar que sus pensamientos aún no se habían puesto al día con las acciones reflejas de su cuerpo, su mente se estaba mareando por sí sola.
“¡¿Ah...?!”
*Bwoosh* Se había vuelto codicioso, blandiendo ofensivamente su espada, pero había cortado el aire con más ímpetu del que esperaba.
Oh, mierda.
Lo sintió instintivamente. La abertura fatal. La hoja entrante.
Muerte.
Sólo había cometido un error, pero había sido fatal...
“¡Hahhhh...!”
El repentino grito de guerra que se oyó, sonó tan digno que en realidad pareció lindo.
*¡Thud!* Raraja sintió el suelo temblar. Vio un viento de colores pasar junto a él — una figura plateada y negra saltó hacia adelante, dejando una mancha de huellas humeantes en el viejo piso de madera.
La figura tenía la apariencia general de la Hermana Ainikki... pero con una gran espada tensada para atacar.
“¡¡¡Yahhhh!!!”
Ella retrocedió todo el camino y luego se desató como un mecanismo de resorte. Su espada levantó una ráfaga de viento, la hoja dejó un único rastro detrás de ella mientras se arqueaba por el aire. No hubo sonido, pero Raraja creyó ver un destello de luz.
Todo el mundo en silencio en la sala. Y luego...
Nada pasó.
Los brazos del hombre simplemente se desplomaron, casi como si le hubieran cortado las cuerdas.
¿Ella... falló?
Incluso Raraja, que había conseguido un asiento de primera fila para la acción, asumió eso. Sin embargo, un instante después, las rodillas del hombre cedieron, y —*¡splash!*— una flor rojo oscuro floreció.

Su cabeza salió volando.
Luego, su cuerpo se desplomó de lado. La cabeza que una vez estuvo sobre sus hombros ahora giraba mientras rebotaba por el suelo. Una vez que la cabeza desapareció, el cuerpo que dejó atrás manó sangre de la herida abierta.
Oh, así que esto es lo que significa cuando hablan que llueve sangre... pensó Raraja.
“Que tengas una buena muerte bajo la protección de Dios...”, rezó Aine mientras se bañaba en las gotas de icor que caían. “Uf.” Exhaló y se dio la vuelta.
“Ahora. ¡Oye, Iarumas-sama!”
*¡Whoosh!* Su espada pasó como un látigo por la nariz de Raraja para apuntar directamente al hombre de negro.
“¡Eso no fue muy noble de tu parte! Quedarte solo mirando así...”
Iarumas apartó la punta de la espada empapada en sangre con cierta irritación, y luego se encogió de hombros. “Pensé que se las arreglaría sin mi intervención.” Sin pánico, sin sorpresa. Tampoco preocupación ni alivio. Habló como si sólo estuviera exponiendo los hechos. “El simple hecho de ganar experiencia en la mazmorra no basta para decir que has subido de nivel.”
Tomarse un descanso. Descansar en la ciudad. Eso era lo importante, explicó Iarumas desapasionadamente. Luego, continuó diciendo: “A mí me pasó lo mismo... Probablemente.”
Cuando Iarumas dio un paso adelante para palmear ligeramente a Raraja en el hombro, sus botas hicieron un ruido de aplastamiento en un charco de sangre. Luego se agachó junto a Garbage, manchándose las rodillas de rojo mientras miraba su rostro.
“Voy a sacarlos. No te muevas.”
Ella se limitó a gemir en respuesta. Se oyó un tintineo mientras las agujas plateadas se esparcían por el suelo. Aunque los dardos eran finos y afilados, afortunadamente no habían penetrado demasiado.
Con las agujas arrancadas de sus párpados, Garbage abrió vacilante sus ojos azules.
“¡Arf!”
Una vez que vio sus ojos —como dos profundos estanques de agua clara— parpadear un par de veces, Raraja dejó escapar un suspiro de alivio. Tal vez... él había estado tratando de no notarlos demasiado hasta ahora.
“Ah, cielos...” La Hermana Ainikki dejó escapar un suspiro de resignación, aparentemente despreocupada por las salpicaduras de sangre. Entonces, se dio cuenta de la incredulidad en el rostro de Raraja. “Oh”, murmuró ella, mirando a su alrededor antes de añadir “Dios mio.” Sus mejillas se sonrojaron —del color de las rosas, no de la sangre— y empezó a moverse con incomodidad. “Lo siento. Mira lo que he hecho.”
Totalmente avergonzada, ella mostró la gran espada como si fuera una prenda de moda y preguntó: “¿Vas a comprar esto?”
§§§
Habiendo añadido a la lista una espada a dos manos más de las que habían planeado, su viaje de compras terminó sin más incidentes.
Ya era de noche, y Raraja caminaba por la calle principal de Scale, con una mirada cansada en su rostro.
“Esto no valió la pena...”, murmuró él.
A su lado caminaba Aine, muy compungida. “Lo siento mucho...”, dijo ella. Su cabello plateado se mecía bajo la luz dorada del atardecer mientras agachaba la cabeza.
Cuando ella se mostraba así de sincera, hacía que Raraja se sintiera incómodo. “Nah,” le dijo secamente. “No es gran cosa— estoy acostumbrado a ser el chico de los recados.”
Después de todo, él había tenido que cargar el cadáver.
“No te pediré que limpies la sangre, pero no dejes un cuerpo sin cabeza tirado en medio de mi tienda. Es tu trabajo, ¿no es así?”
Una vez que las cosas se calmaron, se decidió que seguirían la sugerencia eminentemente razonable de Catlob y llevarían el cuerpo del hombre al templo.
Dicho esto, Iarumas necesitaba comprar equipo para Raraja y Garbage, así que no podía marcharse en ese momento. Aine se había ofrecido a hacerlo, pero no podían obligarla a transportar el cadáver mientras siguiera cubierta de sangre. Y, en cuanto a hacer que Garbage lo llevara... bueno, había todo tipo de preocupaciones que venían con esa idea.
Eso solo dejaba a Raraja.
Renuencia, resignación, sentido del deber. Asumió la tarea, mientras sentía que algo no encajaba en ninguna de esas categorías.
Si lo único que tengo que hacer es transportar un cadáver para ellos, sigue siendo mejor de lo que el clan me hizo hacer. Llevar un cadáver al templo en lugar de dejarlo atrás pudriéndose en la mazmorra... Esto le pareció mejor a Raraja, aunque sólo fuera un poco. Aunque, dicho esto, este cadáver en particular no era exactamente un aventurero que había muerto dentro de la mazmorra.
En general, Raraja estaba bien con todo esto — no tenía problemas para encontrar el camino de regreso al templo, y no tenía problemas en perder su tiempo y energía en el camino.
No, el mayor problema era...
“Les dije a los otros sacerdotes que Iarumas descuartizó a un ladrón.”
“Realmente lo siento...” Aine respondió.
Raraja no podía decirle al templo que una de sus propias monjas había blandido una gran espada y decapitado al tipo.
Hubiera sido un poco exagerado decir que Raraja mintió por ella debido a su moral... Más bien, no quería dañar la reputación de alguien que lo había ayudado.
Bueno, realmente no me importa si es Iarumas...
Y así fue como terminó explicando extensamente esta historia inventada a los sacerdotes del templo a detalle.
“Nunca he tenido una conversación tan sincera y cara a cara con sacerdotes en toda mi vida...”
“¿Arf?”
Trotando por el camino con ellos, Garbage resopló dubitativa por la forma en que Raraja estaba actuando. Qué interés mostraba ella por sus congéneres. En contraste, Iarumas, que caminaba delante de ellos, ni siquiera miró hacia atrás.
Independientemente, Raraja estaba física y mentalmente exhausto. Tampoco tenía la voluntad o el orgullo para tratar de ocultarlo, lo que mostraba una falta de madurez de su parte.
“Hombre, estoy cansado...” Por lo que a él concernía, no se estaba quejando, sólo refunfuñando, pero hizo que Aine se sintiera incómoda. Mientras Raraja había corrido hacia el templo, ella se había aseado. Él pensó que ella debió haber usado un hechizo de algún tipo — después de todo, si todo lo que ella había hecho era cambiarse la ropa, eso no habría quitado la sangre apelmazada de sus mejillas y cabello. Además, aunque no habían echado aserrín ni nada por el estilo, los charcos de sangre del piso de la tienda habían desaparecido por completo.
O... tal vez la tienda de Catlob estaba preparada para manejar ese tipo de cosas...
En fin, ya fue suficiente de divagaciones.
En cualquier caso, Scale era ruidosa a primera hora de la tarde, más de lo que había sido durante el día. Los grupos que habían logrado volver de la mazmorra estaban celebrando su victorioso regreso con el dinero, usando el dinero que habían ganado aventurándose.
No era raro ver grupos caminando cubiertos de sangre — pero ¿una monja solitaria? Eso habría destacado de mala manera. Si aún estuviera manchada de carmesí, la Hermana Aine se habría encogido por sí misma, haciéndose más pequeña que un ratón. O tal vez su fe, que no temía a la muerte, le habría permitido caminar por las calles, con la cabeza bien alta.
No me gustaría eso.
Raraja pensó que debería dejar ese asunto a Iarumas y Garbage.
“¡O-Oh, ya sé...!” Aine de repente aplaudió, llamando la atención del grupo de una manera que parecía un poco forzada.
Se habían detenido justo en medio de la calle principal, por lo que el flujo de personas cortó rápidamente al grupo en dos. Aine sonrió, ignorando a los transeúntes que los miraban con desconfianza. “Como agradecimiento por tu ayuda de antes, ¡esta noche te invito a la taberna!”, exclamó ella. “¡Sí, eso suena bien!”
“¿Yap?”
“Lo sé, ¿verdad?”, respondió Aine alegremente.
“¿En serio?”, preguntó Raraja.
“¡Sí, totalmente!”
Garbage no sabía de qué estaba hablando la monja, y Raraja estaba sorprendido, pero la Hermana Ainikki no dejaría escapar a ninguno de los dos.
Ah, bueno. No era que Raraja tuviera intención de huir con ella. Tenía hambre, tenía la garganta seca, le dolían los pies, y todo su cuerpo se sentía pesado. Aunque no lo había notado, la concentración (HP) de Raraja se había reducido a casi nada, y no solo por la batalla en la tienda de armas — había muchas maneras de agotarse que no involucraban pelear.
Con Raraja y Garbage conformes con la oferta de Aine, el único problema potencial que quedaba era la persona al frente del grupo — el hombre de negro.
“La taberna, ¿huh?”, dijo Iarumas, dejando escapar un suspiro. “No me haré ilusiones...”
Raraja no entendió lo que Iarumas quiso decir con esa respuesta entre dientes. Pero aparentemente, Aine sí. Apuntó con su dedo a Iarumas con una mezcla de asombro, amabilidad e irritación.
“La taberna sirve para algo más que para reunir a los miembros del grupo, ¿sabes?”
“¿Para qué más sería, entonces?”
“Para comer y beber. Es un lugar esencial para disfrutar de todo lo que la vida puede ofrecer.”
“Sabes, por lo que he visto—” Raraja inició, decidiendo apuñalar sin piedad a Iarumas por la espalda. Considera esto una venganza por sentarte y ver cómo casi me matan. “—todo lo que come este tipo son gachas.”
“¡Oh, Dios mío...!” Con una expresión de exasperación, Aine, que era hermosa incluso con sus atractivas cejas arqueadas, se detuvo frente a un establecimiento de bebidas.
El letrero, que llevaba el nombre de un viejo dios, decía: “Taberna Durga”.
§§§
“¡Whoa...!”
En cuanto atravesaron la puerta, el clamor del ruido les golpeó como el aliento de un dragón.
Esta masa de información golpeó a Raraja con tanta fuerza que casi lo derribó.
Alrededor de él, se hablaba de lo que aparecía en cada piso de la mazmorra. Pipa de hierba cara. Comida grasosa. Alcohol. El tintineo de monedas de oro. Risas. Lágrimas.
Los aventureros celebraban haber regresado con vida, se jactaban de haber ganado doscientas monedas de oro y lloraban la pérdida del alma de un miembro del grupo. Esta muchedumbre se enriqueció en la mazmorra, o enriqueció la mazmorra con ellos mismos.
La Taberna Durga era la posada de aventureros más grande de todo Scale — Raraja se había enterado de eso el otro día. Pero que fuera su segunda vez aquí no significaba que estuviera acostumbrado al lugar. Aunque, sí, se había hospedado en una posada, su alojamiento siempre había sido en los establos. Nunca había tenido nada que ver con la taberna a primera hora de la tarde, cuando estaba más concurrida — ni antes ni ahora.
“Vamos, come hasta hartarte”, instó Aine. “No te contengas por mí. ¡Esto es importante para aventureros como ustedes!” Ella abrió camino hacia la taberna, nadando a través de la multitud como si estuviera separando el mar para sus compañeros.
Iarumas la siguió como una sombra, mientras que Raraja y Garbage parecían que iban a quedar atrapados en la aglomeración de personas. Una vez que éstos siguieron a los dos adultos hasta una mesa redonda, Raraja se desplomó en un asiento, exhausto.
Por fin, puedo sentarme...
Misteriosamente, se había sentido bien mientras estaba de pie, pero la fatiga del día parecía golpearlo de golpe ahora que estaba sentado.
Y… el día aún no había terminado.
Sentado junto a Garbage, que lucía pequeña y tranquila, Raraja se aferró desesperadamente a la mesa.
“¿Quieres un poco de carne, Garbage-san?”, preguntó Aine.
“¡Yap!”
¿De dónde viene toda su energía? Aunque Garbage no podía entender las palabras de Aine, la emoción que había en ellas (o algo así) seguía calando en la chica.
Raraja giró y vio con una mirada dubitativa a Garbage mientras ladraba alegremente. Ahora que ella y Aine estaban distraídas, solo quedaba una persona con quien hablar...
“¿Y qué hay de ti?”, preguntó Iarumas.
“Yo... comeré.” Respondió Raraja al hombre sombrío e inescrutable.
Iarumas asintió y llamó a uno de los camareros. Hizo su pedido, sin mostrar ninguna emoción en particular, y luego concluyó con un indiferente “Y yo tomaré las gachas.”
“No, eso no basta”, objetó Aine con brusquedad. Ella hizo un pedido que, si Raraja no había oído mal, incluía un fuerte licor del norte y otros platos más. Entonces, rodeando con un brazo alrededor de los hombros de Iarumas, ella lo estrechó contra su pecho, como lo había hecho con la gran espada.
“Lo siento, Raraja-san, pero ¿podrías cuidar de Garbage-chan?” Lentamente, los hermosos ojos de la elfa giraron para mirar a Iarumas. “Necesito hablar con Iarumas-sama.”
“Un sermón, ¿huh?”
“¡Claro que sí!”
No hubo tiempo para objeciones. Raraja rezo en silencio para que Iarumas descansara en paz mientras observaba a los dos irse juntos. Aunque, una muerte en la que la Hermana Ainikki velara por sus últimos momentos no podía ser tan terrible...
“Urkh...” Raraja frunció el ceño, recordando de pronto el peso del cadáver que había cargado antes. La vida de aquel hombre había sido apagada en un instante...
¿Carne? Raraja no tenía apetito para eso ahora.
Pero...
“¡Perdón por la espera!”
“¡Arf!”
Apareció el camarero, dejando las bandejas de comida, y Garbage ladró su aprobación sobre la carne— los trozos estaban chisporroteando sobre una plancha de hierro caliente. Parecía que Aine realmente había derrochado en ellos.
“¡¡¡Hurra!!!” Gritó Garbage. Si no fuera por la plancha caliente, seguramente habría cogido la carne con las manos para darle un mordisco.
Por el contrario, utilizó un cuchillo y un tenedor para cortar y clavar, abalanzándose sobre su comida con entusiasmo.
Estoy asombrado que pueda comer... Cuando pensó en el desastre que había ocurrido antes, Raraja sintió como si alguien le hubiera golpeado el estómago con un puño.
Ya lo habían mandado a volar antes. Casi había sido asesinado, también. Pero...
Tratar de matar a alguien...
Tal vez no era la primera vez que amenazó con matar a alguien... pero era la primera vez que realmente trataba de llevar a cabo el acto. Matar a una persona no era como matar monstruos. Incluso cuando había ido tras Iarumas, sólo había pretendido maltratarlo un poco, como mucho.
Y, sin embargo, esta chica... No había dudado en blandir su espada ancha contra su atacante.
¿Qué clase de vida ha llevado?
Llevaba un tosco y estrecho collar alrededor del cuello. Su inteligencia era prácticamente la misma que la de un perro salvaje. No hablaba. Lo único que tenía... era una espada.
“¿Hm?”
Garbage levantó la cabeza. Tal vez reaccionó debido a que Raraja lo estaba mirando mientras reflexionaba. Sus ojos azules —ligeramente oscuros, como una piscina sin fondo de agua clara— le miraron penetrantemente en respuesta.
Él tragó saliva a su pesar.
Ella masticó ruidosamente en respuesta.
Sin tener que pensar en ello, comprendió lo que ella quería decir. “Me lo voy a comer...”, él le replicó. “No puedes comerte el mío.”
“Arf”, dijo ella, lo que pareció querer decir: “Oh, está bien entonces”. Garbage resopló entonces y volvió a luchar con un grueso trozo de carne.
Raraja dejó escapar otro suspiro, tomando su tenedor y cuchillo en la mano. Si no comía, se sentiría como si hubiera perdido... y eso realmente le molestaría. Además, si pudiera desterrar el cadáver del hombre de la imagen de su mente, sería capaz de comer algo de carne de calidad. No era una oportunidad que se presentara a menudo...
Al menos, hasta el momento. No sabía cómo serían las cosas de aquí en adelante. Ese pensamiento le ayudó a abrir el apetito.
“¡Muy bien!” Con eso resuelto, Raraja se preparó para comer, pero entonces...
“¡Hey, pequeño! Sigues vivo, ¿huh?”
Fue interrumpido por un grito estridente y una palmada en la espalda.
§§§
“¡Ja ja ja ja, perdón, perdón!”
Raraja y Garbage estaban ahora sentados en la mesa de Sezmar — la mesa de los All-Stars. Cuando estaba con este caballero de gran corazón libre, Raraja no podía responder con mucho más que un balbuceante, “Cierto” o “Nah”. Este era su segundo encuentro. Era grandioso que fueran amistosos, pero los seis estaban en una liga muy por encima de la suya.
Sí, es cierto — hoy estaba rodeado por los seis. Se sentía como si pudiera morir en cualquier momento.
Garbage, a quien también habían arrastrado, estaba sentada al otro lado de la mesa, masticando su carne con indiferencia. Raraja no podía creerlo...
“Siempre eres así, Sezmar”, se quejó Sarah. “Intenta ser amable con los novatos, ¿quieres?”
“Dices eso, pero sé que siempre actúas como la aventurera veterana sabelotodo”, contraatacó Moradin.
“¡Oye, Prospero!” gritó Sarah, girándose hacia el mago. “¡Díselo a este rhea de mi parte!”
“Por mi parte, creo que puedes ser tan grosera como Sezmar...”, dijo Prospero.
“¡¿Qué has dicho...?!”
“¡No puedo identificar ítems con todo este alboroto!”, espetó el Sumo Sacerdote Tuck. “¡Toma una lección de Hawk! ¡Todos ustedes deberían ser más como Hawkwind!”
Después de todo, así era como se comportaban...
La sacerdotisa elfa y el ladrón rhea estaban a la greña, mientras que el mago se mostraba neutral y el enano se enfadaba con todos.
Cada uno de ellos era un aventurero con tanta historia que Raraja y Garbage deberían haber pasado desapercibidos para ellos.
Urghhhh...
Rodeado por todos lados, Raraja no quería nada más que huir de ellos inmediatamente. Los ojos del aventurero que no estuvo aquí el otro día —un hombre misterioso vestido todo de negro— le afectó especialmente.
Aquel hombre, Hawkwind, permanecía sentado en silencio, inclinando su bebida hacia atrás. El cuenco que tenía delante, en el que había gachas, ya estaba vacío, así que solo le quedaba estar junto a sus compañeros.
Sin embargo, la forma en que sus ojos observaban silenciosamente a Raraja... era increíblemente desconcertante. El chico no podía precisarlo, pero había algo en el hombre — algo que le recordaba a Iarumas.
Tenía esa mirada extraña en sus ojos... como si no viera a las personas como personas.
Raraja tragó saliva en silencio. No importase lo que dijera, sería peligroso abrir la boca — esa fue la sensación que tuvo.
“Um, err, uh...” Raraja miró a su alrededor, evitando el contacto visual mientras buscaba un tema que lo sacara de allí. Un montón de ítems valiosos estaba sobre la mesa ante ellos, y el enano estaba inspeccionando diligentemente el montón. Este era su billete.
“Tuck...-san.”
“Sólo Sumo Sacerdote está bien.” El amable obispo enano esbozó una sonrisa que parecía haber sido tallada en piedra. “¿Qué pasa, joven?”
“Nos ayudó mucho cuando tasaste nuestras cosas la última vez, pero ¿nunca... lo tasas sólo en la tienda?” Con este volumen de tesoros, parecía que sería más problemático de lo que valía para el enano hacerlo todo él mismo. Raraja había estado tratando de cambiar el tema, pero también era algo que realmente se había preguntado.
“¿En casa de Catlob?” Tuck frunció el ceño. “Nos estafaría.”
“¡El precio que cobra por tasar un ítem es la misma cantidad por la que está dispuesto a comprarlo!”, añadió Sarah.
“Sólo dirige esa tienda para divertirse”, se burló Prospero. “A él no le importa un comino sus clientes.”
Sarah y Próspero se sumaron a la montaña de quejas sobre Catlob. Al parecer, compraba ítems malditos a un alto precio... pero si le pedías que rompiera la maldición, te cobraría por el servicio y luego se quedaría con el ítem.
Eso es gracioso...
Raraja esbozó una sonrisa. Estaba nervioso, pero se obligó a mantenerla mientras preguntaba: “¿Es porque quiere ponerlos en exhibición?”
“¿No es de mal gusto?”, se quejó Sarah.
“Tiene las armas legendarias... aunque no una en particular, grabada en fuego en su memoria”, el rhea, Moradin, murmuró con una risita reservada. Empezó a rellenar su pipa con hierba especialmente para pipa, la encendió con un truco que parecía casi mágico y luego, *puf*, empezó a soplar anillos de humo. Sopló otra fina brizna de humo para enhebrar el anillo, y luego miró a Raraja. “Bueno, todo el que llega a esta ciudad tiene algún objetivo en mente, grande o pequeño. Hace que las cosas sean fáciles de entender.”
“Acaso eso—”
—¿también incluye a Iarumas?
El hombre de negro no tenía recuerdos. ¿Estaría buscándolos? Si era así, ¿qué había estado buscando su antiguo yo?
Raraja se había sumido abruptamente en el silencio. ¿Cómo lo interpretó el ladrón rhea? Puede que Moradin intentara ser un buen senior para su colega menos experimentado, ya que habló en un tono serio, poco característico de su raza. Lentamente, le explicó las cosas a Raraja.
“Tienes que tener cuidado, chico”, advirtió él. “Los ítems mágicos poderosos pueden volverte loco incluso cuando están ahí quietos.”
“Eso suena especialmente significativo viniendo de un rhea”, dijo Raraja.
Moradin se encogió de hombros. “¡Dímelo a mí!”
El Sumo Sacerdote Tuck giró sus ojos, que daban una impresión de prudencia, hacia Raraja. “Pero las armas mágicas no son lo peligroso — son los corazones de sus portadores los que son verdaderamente aterradores.”
“¿Sus corazones?” Repitió Raraja.
“Por supuesto. Básicamente, una persona podría pensar, 'Si soy yo, entonces puedo dominarlo. Puedo tener uno en mis manos. Y una vez que lo tenga, haré cosas maravillosas'.”
“Si soy yo...”, murmuró Raraja.
Tuck asintió. “Precisamente. Tal como está, el orgullo ya es una enfermedad que invita a la muerte.”
“Sumo sacerdote, ahora te comportas como un aventurero veterano sabelotodo”, dijo Sarah, riéndose a carcajadas. La elfa parecía borracha — sus orejas se habían puesto rojas. Seguramente por eso el enano no se molestó en tomarla en serio.
En cierto modo lo entiendo.
Raraja descendió a un mar de pensamientos, aislándose de los bulliciosos aventureros con los que estaba sentado. Después de todo, él había tenido su propia experiencia el otro día — con la Piedra del Demonio— y había terminado mal...
Sin embargo, a pesar de haber perdido la piedra, el seguía pensando, Si pudiera usarla apropiadamente, sería conveniente tenerla.
Sutilmente, Raraja se llevó la mano a la daga que llevaba en la cadera, acariciando la empuñadura. No era un arma mágica, por supuesto. Pero era una obra maestra como ninguna que hubiera imaginado antes. Ahora que la tenía... ¿realmente podía afirmar que no volvería a ponerse en ridículo como lo había hecho antes?
De repente, una voz retumbante, tan fuerte como cuando antes le habían dado una palmada en la espalda, sobresaltó a Raraja.
“Si juegas con armas, tu suerte caerá.”
“¡¿Quhuh?!”
Esa alegre voz exasperantemente y esa sonrisa refrescante pertenecía a Sezmar, ahora sin el casco.
“Aunque entiendo cómo te sientes”, continuó él, “ya que acabas de recibir un arma nueva. ¿Por qué no piensas en algo divertido en su lugar?”
“Eh, no, yo no estaba...”
No, tiene razón. Raraja acababa de ser advertido que el exceso de confianza era una enfermedad... pero el optimismo no era lo mismo que el exceso de confianza. Había sobrevivido hasta ahora. Le habían comprado una nueva daga hoy, y tenía comida delante de él.
Sería raro deprimirse. Debería disfrutar del momento.
Es por eso que...
“No parece que te hayas aventurado a entrar en la mazmorra”, comentó Sezmar. “¿Y, de dónde sacaste eso?”
Ante la pregunta, Raraja esbozó una sonrisa de satisfacción —yo también disfrutaré con esto— y les contó toda la historia.
“Bueno, verás, la Hermana Ainikki le dijo a Iarumas—”
§§§
La taberna Durga enloqueció. La gente golpeaba sus mesas con diversión, las copas se alzaban y los aventureros reían a carcajadas.
Raraja se sentó en medio de todo, asombrado — pero él ahora parecía mucho más alegre.
“Hey, ¿es Aine-san realmente una monja?”, preguntó él. Tras verla blandir una gran espada de esa manera, le costaba creerlo. ¿Podría ser? ¿Era ella realmente un caballero de la iglesia, o un paladín — un lord?
Fue Sarah quien respondió (¿respondió?) a su pregunta. “Sin comentarios. ¡Hablemos ahora de Iarumas! Ya estoy enfadada que él esté comiendo junto a Aine, pero ¡¿cómo pudo dejar sola a una chica tan linda como ésta?!”
En algún momento, había envuelto a Garbage con sus esbeltos brazos alrededor de ella.
La chica era escuálida y estaba mal alimentada una vez que le quitabas la espada. Sentada en el regazo de la sacerdotisa elfa, parecía un cachorrito.
“Oye, estás de acuerdo, ¿verdad, Garbage-chan?”
“Guau...”
La niña parecía bastante disgustada por las adulaciones de Sarah — parecía que la muestra de afecto sólo iba en una dirección.
Mientras la elfa frotaba sus mejillas contra Garbage, Raraja fácilmente ignoró los ojos azules que lo miraban con resentimiento. Incluso si hubiera querido ayudarla, Raraja no tenía ni de cerca el coraje que se necesitaría para desafiar incluso a uno de estos seis aventureros.
“Eres tan dura con Iarumas”, dijo Sezmar riendo. “No es un tipo tan malo, ¿sabes?”
“Ese no es el problema aquí.” Sarah acarició vigorosamente a Garbage —que intentaba comer algo de carne— antes de continuar irritada: “Sabes que cada persona ve la mazmorra de forma diferente, ¿verdad?”
“¿Qué es lo que Iarumas dice que ve?”
“Oscuridad y líneas blancas”, respondió Sarah, mirando dudosa al resto del grupo. “¿Puedes creerlo?”
“Nah, eso no puede ser verdad. De ninguna manera”, Moradin agitó sus pequeñas manos desdeñosamente. “Eso tiene que ser una tontería.”
“¡Ja ja ja! En mi opinión, ¡parece una forma elegante de ver las cosas!”, señaló Tuck.
“Iarumas es un mago, como yo”, señaló Próspero. “Siendo así, debería ser capaz de ver las cosas a un nivel más profundo.”
“Tal vez tu habilidad sea baja y sólo te dejes llevar por las ilusiones”, bromeó el enano.
Todos bromearon de aquí y allá, diciendo lo que se les antojaba — sólo Hawkwind guardó un silencio taciturno. No, no sólo él. Raraja estaba igual, tampoco aportaba nada.
Todos los que vienen a esta ciudad tienen algún objetivo, ya sea grande o pequeño.
¿Eso también era cierto en Iarumas?
La pregunta que Raraja había hecho antes regresó a él.
Incluso ahora, después de perder sus recuerdos, Iarumas se aventuró en la mazmorra. ¿Fue porque los había perdido?
¿Quién es el? ¿De dónde vino? ¿Y adónde va?
No, anterior a todo eso...
“Anterior a todo eso...” Las palabras se filtraron de la boca de Raraja sin querer, pareciendo salir naturalmente. “Es cuestionable si incluso Iarumas sea su verdadero nombre...”
“Sí, probablemente sea un alias.” Esa respuesta, que llegó tan fácilmente, la dio Moradin, que estaba aspirando su pipa.
“¿Un alias?”
“Por supuesto. Yo también oculto mi nombre. Y el señor Catlob también.” Moradin soltó una risita burlona, cuya risa parecía preguntar: “¿Ese tipo tenía pinta de ser lo bastante guapo como para ser un Catlob?”.
“Somos aventureros”, continuó el rhea. “A nadie le importará cómo nos llamemos — puede ser lo que queramos.”
Raraja se agitó incómodo porque estaba usando su verdadero nombre.
Este experimentado ladrón rhea debió entender cómo se sentía Raraja. Su tono se suavizó un poco, o eso pensó el chico — aunque podría haber sido su imaginación. “Bueno, me imagino que eso es mejor que ponerse un nombre de trabajo o un nombre de guerra sólo porque uno quiere.”
Raraja dio un suspiro de alivio — había logrado que los All-Star hablara. Tal vez fue por todo el alcohol que había bebido durante la conversación... a pesar de estar demasiado tenso para degustarlo. No es que le importaba de cualquier manera. Lo que Raraja quería, desde el fondo de su corazón, era coraje.
“Entonces, sobre los nombres... ¿Qué hay de ustedes?” Preguntó Raraja.
“El mío es real”, dijo Sezmar riendo. “Proviene de un héroe de hace mucho tiempo.”
“Los magos ocultan sus verdaderos nombres.”
“Yo no lo hago”, dijo Sarah, actuando como si la respuesta de Prospero le hubiera parecido aburrida. Luego, con las fosas nasales dilatadas, añadió: “Si Garbage es su verdadero nombre, les daré una paliza a sus padres.”
“Mhh...” Garbage seguía en el regazo de Sarah, envuelta en un abrazo afectuoso. ¿Había ella renunciado a resistirse? Parecía haberse quedado casi sin fuerzas mientras se metía perezosamente la carne a la boca.
Ella lanzó miradas a Raraja, todavía gritando silenciosamente por ayuda, pero él las ignoró.
“Ahora que lo pienso— ¿es 'Hawk' también es un nombre de trabajo?”, preguntó Sarah.
“Es probable, ¿verdad?”, adivinó Tuck. “Creo que nunca nos lo ha dicho.”
Cuando le preguntaron: “Oye, ¿qué opinas?” Hawkwind se limitó a encogerse de hombros en silencio.
Pero hasta eso estaba fuera de los pensamientos de Raraja.
Lo que restaba de la noche, Raraja no dijo absolutamente nada.
§§§
Y así, un día extremadamente agitado llegó a su fin.
Desde el saqueo de cadáveres en el templo hasta la celebración del final del día en la taberna, Raraja había estado a merced del flujo de los acontecimientos... que ahora lo habían depositado sobre la paja de los establos.
Aine había regresado al templo; Iarumas había ido a su habitación, y Garbage había trotado tras él.
Raraja ahora se encontraba solo, su cuerpo exhausto se hundía en la paja mientras miraba distraídamente hacia el techo.
Tan... cansado...
Había pasado por demasiadas cosas... tantas cosas... desde la mañana hasta la noche.
Transportar cadáveres, ir a la tienda de armas, ser atacado por algún tipo de ladrón, comprar la daga, ir a la taberna.
Algunas cosas habían ido bien, otras no. Sentía que la mayor parte no lo había sido.
Ya sabes, ese tipo... El hombre de la taberna que había contratado a Raraja —si se le podía llamar así— le había tendido una trampa para asesinarlo. El atracador de Catlob llevaba una capa idéntica, así que los dos hombres debían de formar parte del mismo grupo... ¿Verdad?
No había forma de averiguarlo ahora — al ladrón le faltaba la cabeza. Y no había forma de resucitarlo gratis.
Aun así, sin embargo... ¿No podría él haber manejado mejor las cosas? Tanto el tipo... como el propio Raraja.
Claro, Raraja había sido forzado a ponerse a la defensiva, pero de ninguna manera podría haber dado un gran swing como ese. Si hubiera estado en la mazmorra...
No...
Si la Hermana Ainikki no hubiera estado allí, estaría muerto.
Sus movimientos habían sido increíbles. Los de Garbage también, aunque ella había metido la pata. Raraja no podía hacer movimientos como esos.
Y luego... estaba Iarumas. Raraja había visto sus movimientos el otro día, en la mazmorra...
Era incomparablemente rápido. Los All-Stars probablemente eran igual de rápidos.
Raraja se había vuelto más rápido, pero los demás estaban en otro nivel.
Claro, se podría decir que es una diferencia de experiencia, y eso sería el final de todo...
Pero la forma en que Raraja usaba su cuerpo, la forma en que se movía... Tiene que ser un factor importante. Mientras siguiera siendo arrastrado por su propio cuerpo, nunca llegaría a ninguna parte.
Por lo menos, necesito acostumbrarme a la forma actual que me encuentro ahora...
Más allá de los límites del mundo... Si Raraja iba a ver lo que había ahí fuera, entonces no podía descuidar el terreno bajo sus propios pies. Porque, a diferencia de su antiguo clan, ahora estaba en posición de construir una base sólida.
Mientras yacía pacíficamente, todo comenzó a encajar en su cabeza...
Ah.
“Fue lo mismo para mí... Probablemente.”
Entonces, así fue, ¿huh? Raraja soltó un suspiro al darse cuenta.
See... fue por Iarumas. La razón por la que Raraja estaba vivo. La razón por la que ahora era capaz de pasar sus días de maneras que nunca antes había imaginado. Todo era incuestionablemente debido a (no “gracias a” — se negaba a admitirlo) el hombre de negro.
Pero, al mismo tiempo, Raraja no sabía. No sabía de qué habían hablado Iarumas y la Hermana Ainikki, ni qué estaba pensando Garbage.
¿Qué pasa con todos ellos?
Aine y Garbage. Los All-Stars. Iarumas.
¿Por qué ellos vinieron aquí? ¿Desde dónde? ¿Y a dónde iban?
¿Qué era él —Raraja— exactamente? ¿En qué podía convertirse?
El muchacho reflexionó lentamente hasta que perdió el conocimiento y se sumió en la oscuridad.
Despertaría una vez más cuando el sol del amanecer arrojara sus primeros rayos en los establos. Cuando llegara la mañana, todos estos pensamientos se habrían desvanecido.
Y la mazmorra... le estaría esperando.
Notas
- ↑ También conocido como Cuchilla del Silencio, es un arma recurrente en la serie Final Fantasy. Suele ser una daga o espada corta que inflige la dolencia de estado Silencio además de dañar al enemigo.
- ↑ Es una hoja de espada el cuál gira de manera espiral, similar a un taladro causando mucho daño.
- ↑ No es un error, aquí el viejo elfo habla en 3ra persona.

