
Traductor ing-esp: Raruk BergCorrector: . . .
✧☠︎✧✧☠︎✧✧☠︎✧
Hrathnir
“¿Es eso... lo que eres...?”
Era la primera vez que Raraja escuchaba un
asombro tan genuino en la voz de Iarumas. El hombre de negro parecía
sorprendido —aturdido, incluso— mientras miraba a la chica pelirroja. Ella se
había echado al hombro la gran espada que había desatado ese destello plateado,
con una mirada de triunfo en su rostro.
“El Caballero del Diamante...”
“Arf.”
El ladrido de Garbage sonó exasperado. No
tenía ni idea de lo que significaba el nombre.
Mientras trotaba para unirse a la primera
fila, los demás se preguntaban cómo había sobrevivido. ¿Qué había pasado
después de ser teletransportada? ¿Cómo había conseguido la espada? Tenían
montones de preguntas y la chica no respondía a ninguna.
Garbage echó un vistazo al trozo de carne que
había en el suelo — ya no era posible distinguir que una vez había sido Goerz.
Luego miró a Iarumas. Raraja. Berkanan y Ainikki.
Por último, miró a Orlaya. Su mirada giró a
Raraja.
Esos ojos —como piscinas azules sin fondo—
miraron fijamente al muchacho.
“¿Qu-Qué...?”
“¡Ladrar!”
Había esperado una patada, pero cuando llegó el impacto, no fue en su
espinilla.

Garbage había abierto mucho su pequeña mano y
le había dado una palmada en la espalda a Raraja. Él la miró, pero Garbage le
mostró una sonrisa enseñando sus dientes.
¿Lo estaba felicitando? Él no tenía ni idea,
pero...
“¡Escucha, tú! ¡Este no es el momento!”
Estoy lleno de golpes y magulladuras, quiso protestar
él, pero no habría servido de nada.
Garbage le ladró con el ceño fruncido,
ignorando por completo lo que dijera.
“Je, je...”
¿Fue Berkanan quien dejó escapar una risita
involuntaria? ¿O Ainikki? Tal vez ambos. La sensación de tragedia inminente
hacía tiempo que se había evaporado. Sólo quedaba una cómoda tensión.
La sensación de siempre, pensó Raraja. Empezaba a sentir que las cosas
podrían salir bien. Sin embargo, se tapó la nariz, tratando de que no se le
notara ese optimismo.
“—————”
El ser invisible seguía sin moverse. No había
forma de que los simples mortales pudieran comprender los pensamientos de un
monstruo de otro mundo, un lord demonio, pero...
Al parecer, una vez que algo logró asestarle
un doloroso golpe (daño), fue lo suficientemente cauto como para esperar a ver
cuál sería el siguiente movimiento de su oponente.
Iarumas miró fijamente a Garbage y su nueva
espada durante un rato, y luego dejó escapar un suspiro agotado. “Ella tomará
el centro. Que todos los demás la apoyen. Garbage— haz lo que sea necesario
para asestar un golpe con esa espada.”
“¡U-Um...!” Berkanan habló vacilante. Parecía
que quería acercarse a Garbage, pero se limitó a tantear un poco su Dragon
Slayer y luego se bajó el ala del sombrero.
“Creo que... um, probablemente, si es sólo un
ataque... puedo... soportarlo...”
Ella siempre se callaba así cuando proponía
algo.
La respuesta de Iarumas fue sucinta, como
siempre. “Entonces pasa al frente.”
“S-Sólo uno, ¿okay? Creo que... uno estará
bien...”
“Eso será suficiente.”
Berkanan asintió frenéticamente, moviendo la
cabeza arriba y abajo. Agarró al Dragon Slayer.
¿Qué me queda por hacer?
Raraja miró a su alrededor. En la mazmorra,
las filas delantera y trasera tenían espacio para tres personas cada una. No
importaba lo enorme que fuera el enemigo al que se enfrentaran, el extraño tamaño
de la mazmorra siempre hacía que pareciera que ese era el número fijo de
personas que podían luchar a la vez.
Supongo que en esta situación, iré en la última fila. Me quedaré atrás,
¿y luego qué?
“Rara...ja...” De repente, una débil voz le
llamó por su nombre. “Ven...aquí. Deprisa...”
Orlaya.
Aunque estaba agotada —todos aquí lo estaban,
pero esta chica lo tenía peor— su único ojo estaba mirando a Raraja. Parecía
atravesarlo.
Raraj vaciló. Iarumas no lo hizo.
“Ve”, le dijo el hombre.
“¿Estás seguro?” Raraja contenía muchas
preguntas implícitas en esas dos palabras.
“Ella es tu compañera. Cuida de ella.”
“Bien...”
No sonaba como si Iarumas estuviera diciendo
que Raraja no sería de utilidad en la lucha. Así que el chico asintió y se
dirigió a Orlaya. No sabía lo que debía hacer, pero le estaban confiando algo —
cuidar de Orlaya. En ese caso, haría lo que pudiera. Y en cuanto se asentó en
ese pensamiento, no le quedó tiempo para dudar.
En su estado de agotamiento, Iarumas llamó a
Aine.
“Ainikki, necesitaremos tu apoyo.”
Tras una pausa, ella dijo: “Cuenta con ello.”
Incluso sin brazos, la monja de cabello plateado seguía siendo hermosa. Sus
largas orejas se balanceaban mientras sonreía. “El apoyo es una importante
función de combate. Espero que muestres tu gratitud más tarde.”
“¿Con dinero?”, preguntó él.
“Con limosna”, corrigió ella.
Los dos compartieron una risa seca y hueca.
Se habían entendido.
Por último, Iarumas miró a Garbage.
“A por él”, le dijo.
“¡¡¡Guau!!!”
Con ese único ladrido, Garbage se levantó de
un salto, señalando el comienzo de la pelea.
§§§
“¡¡¡GROOOOOOORRRLLL!!!”
Los aventureros habían actuado, y la sombra
demoníaca hizo el siguiente movimiento.
El viento oscuro pasó zumbando, ramificándose
en incontables manos. Sus garras se cerraron a la vez sobre Garbage.
Con un fuerte gruñido, la chica voló por los
aires. Su espada osciló a izquierda y derecha, aullando como un torbellino
mientras hacía volar la sombra demoníaca. Sin embargo, eso redujo en gran
medida el impulso necesario para matar al ser invisible.
“¡Grrruff!”
Ella no podía acercarse a eso. Garbage soltó
un gruñido bajo e insatisfecho cuando aterrizó al alcance del demonio.
“¡Garbage-chan...!”
Un gran cuerpo saltó hacia delante para
proteger a la chica — Berkanan. Era la más alta del grupo. Lo suficientemente
alta como para que incluso un lord demonio de otro mundo se fijara en ella.
Dirigió su atención de Garbage a Berkanan. Las
manos sombrías se precipitaron hacia la chica grande como una neblina oscura.
Berkanan tenía miedo. Sus piernas querían correr.
Sus manos temblaban. El Dragon Slayer a la que se aferraba estaba tan falta de
energía como siempre.
Pero... He matado a un dragón. Era un logro tan
grande como ella. Ese pensamiento permaneció dentro de su corazón, como una
chispa en la leña que dio lugar a un fuego crepitante.
“Mimuzanme gainre'einfo (Mi cuerpo es una estatua de hierro sin
corazón).”
En un instante, su cuerpo se convirtió en
acero.
No era una metáfora —「MOGREF」literalmente
convirtió el cuerpo del lanzador en metal.
No reescribió el mundo ni influyó en los
demás. Era uno de los hechizos de nivel más bajo de la mazmorra — lo que lo
situaba junto a 「HALITO」.
Las garras sombrías descargaron poderosos
golpes sobre la forma metálica de Berkanan, haciéndola volar por los aires.
Normalmente, los golpes la habrían matado al instante. O, si su cuerpo hubiera
sobrevivido por poco, le habrían robado el alma.
Sin embargo, una estatua de hierro no podía
morir y no tenía alma que robar.
Obviamente, su espíritu estaba bajo una
tensión sin igual. Sin embargo, había una recompensa — había desperdiciado
totalmente el turno de su oponente. El tiempo que Berkanan les había dado era
casi milagroso... y ella no iba a dejar que se desperdiciara.
“¡Rara...ja...!”
Orlaya se obligó desesperadamente a sentarse.
Raraja sostenía su cuerpo casi increíblemente ligero. Su carne estaba desnuda.
Incluso en esta situación, todavía se sentía increíblemente indeciso sobre
tocarla directamente. Eso lo puso tenso.
Pero Orlaya descartó las luchas del muchacho
con un bufido. “¡Apóyame...! ¡Hazlo... apropiadamente...!”
“¡¿Qué vas a hacer?!”
“¡Mi ojo... ya no ve tan bien...!”
¿Fue por la maldición? ¿El agotamiento? ¿O
porque había sido entregada como sacrificio a los demonios?
La visión del único ojo que le quedaba era
terriblemente borrosa. Incluso su cara estaba borrosa. A pesar de eso, sintió
que tenía que hacer algo. El sentido del deber de Orlaya la obligó a actuar.
Dejar que él la salvara, darle las gracias y
que eso fuera el final... Ella hubiera preferido morir.
“¡Toma... apunta...!”
Raraja respiro profundamente. Inhaló, luego
exhaló. “¡Bien!”
Levantó los delgados brazos de Orlaya desde
atrás y los dirigió hacia el enemigo. Le recordó a Raraja los días en su ciudad
natal — cuando tiraba de la cuerda del arco cuando lo llevaban para ayudar en
una cacería.
¿Orlaya era el arco y él era el arquero...?
No, eso no tenía sentido. Ella era la que había decidido hacerlo — la que lo hacía. Él sólo estaba
aquí como su ayudante.
“No sé lo que estás planeando...” Raraja
sonrió. “¡Pero adelante!”
“¡Yo... lo haré...!”
Dios.
Orlaya nunca había creído en una deidad.
Nunca había pensado que podría confiar en una si existiera. Todo lo que hacía
era gracias a sus propias fuerzas — no podía contar con nada más en este mundo.
Pero ahora mismo, sólo por este momento,
rezaba a Dios.
Ella no rogaría ayuda — sólo pediría que Dios no se interpusiera en su camino. Rezaba por
ello, incluso si eso significaba ofrecer todo lo que tenía a cambio.
“¡¡¡Hea mimuarifnuun (Oh mundo, escucha mi orden)!!!”
La oración de la chica provocó un milagro. Su「HAMAN」cambió el mundo.
Luz blanca pura. La maldición que Orlaya
desató mientras Raraja la apoyaba atravesó al lord demonio. Cada ley de la
física fue reescrita, y por un momento, la naturaleza se inclinó a su voluntad.
“¡¡¡A-Aaaaaah!!!”
Era una voluntad que ya no tenía voz. Orlaya
no podía creer que pudiera derrotar a un demonio.
Pero... en el tiempo que había languidecido
—un período que había parecido durar una eternidad— había practicado esto
repetidamente.
No podía sellar la magia del lord demonio. No
le quedaba poder para eso. Pero...
“¡¡¡Púdrete... maldiiiiiiiito!!!”

Con ese grito, la armadura invisible del
demonio —el hechizo que lo protegía— se hizo añicos de forma audible.
Iarumas sabía lo que eso significaba.
Saltó hacia delante para golpear, pero no con
la katana de su mano derecha. No, levantó su mano izquierda vacía y...
Sus dedos formaron los signos de un hechizo.
“¡Ainikki!”
“¡¡¡Bien!!!”
La santa doncella que servía al dios Kadorto
nunca dejaría pasar una oportunidad como esta.
“¡Oh Dios! ¡Oh Kadorto, gobernante de la vida
y la muerte! ¡Libera a este de su maldito yugo! ¡Salva su alma!”
“¡¡¡Zeila woarif nuun (Oh todos los fallecidos, disuélvanse ante
este resplandor)!!!”
Ni siquiera era un hechizo y, sin embargo, la
ferviente plegaria de Ainikki creó un rayo más poderoso que el「ZILWAN」de Iarumas. Dos
disparos de poderosa energía sagrada golpearon a ese lord macabro, a ese demonio
no-muerto, al ser invisible, triturándolo.
“¡¿¡¿¡¿BAAAAAAZZZZZZZZZZ?!?!?”
Lanzó un grito espantoso. Un grito
agonizante. Y, sin embargo, el demonio no fue derrotado.
Sombras blancas — luz negra. La sombra se
retorció, se estremeció, se sacudió y se hinchó.
El ojo de Orlaya ya no podía ver. Y sin
embargo, y sin embargo...
Aah, siempre lo supe.
Lo último que vio Orlaya fue...
Es tan bonito...
“¡¡¡Auuuuuuu!!!”
— el destello de
Hrathnir, atravesando cien luces para matar al lord demonio de otro mundo.
§§§
Silencio. Como si todo se hubiera apagado.
Pasó algún tiempo. Berkanan parpadeó.
“Ungh...”
Sentía todo el cuerpo tenso y un dolor de
cabeza palpitante. Hierro (su cuerpo) no se movió — tampoco pensó. Le costó un
gran esfuerzo recordar que era un ser vivo. Para incorporarse.
Luego, miró a su alrededor para comprobar la
situación.
“¿Se... acabó...?”, murmuró ella.
“Probablemente, sí...”
Era sólo una cámara funeraria ordinaria.
Raraja estaba allí junto a ella. El corazón de Berkanan dio una pequeña punzada
cuando vio a Orlaya desplomada contra él, descansando en su regazo. Pero había
decidido anteponer su preocupación por la chica a cualquier dolor que pudiera
estar sintiendo.
“Esa chica, um...” Buscó el nombre. “Orlaya-chan...
¿ella está bien...?”
Hubo una pausa antes de que Raraja
contestara. “Sólo durmiendo, creo.”
“Oh, ya veo...”
“¿Y tú?”
“¿Huh?”
“Berkanan.”
“Ah...”
Soy tan egoísta, pensó. Pero ella no tenía los medios para
tratar de mantener una fachada en este momento. Su expresión se derrumbó en una
pequeña sonrisa.
“Bueno... Diría que estoy bien, pero...” Sí,
ella no tenía la energía para seguir fingiendo. “Estoy súper agotada”, admitió
finalmente.
“Yo también,” Raraja respondió con una
sonrisa.
Al otro lado de la cámara, Garbage ladró
mientras le daba una buena patada al cadáver de Goerz. Probablemente era una
venganza por lo de antes.
“No puedes hacer eso”, la regañó Ainikki.
Garbage no escuchó exactamente, pero parecía
que una patada fue suficiente para satisfacerla. La forma en que salió trotando
y comenzó a explorar la cámara fue tan fiel a su forma que Raraja no sabía si
sentirse impresionao o exasperado.
En cuanto a la Hermana Ainikki, todas las
personas iban al lado de Kadorto una vez que morían. Ella rezaría por el
tranquilo descanso de Goerz y le haría un funeral sencillo.
A Raraja le costaba entenderlo, pero eso no
significaba que tuviera intención de interponerse en su camino.
Iarumas probablemente pensó lo mismo. Dejó
que Ainikki hiciera lo que quisiera y se acercó a los restos de Goerz.
Ainikki, que estaba arrodillada junto al
cuerpo, lo miró. “¿Qué haremos con los demonios superiores en el camino de
regreso?”, preguntó ella.
“Son seres de otro mundo. Con la fuente de su
poder cortada, no pueden permanecer mucho tiempo en este mundo.”
Dicho esto, Iarumas clavó la punta de su
katana en la garganta de Goerz, que en ese momento no era más que un trozo de
carne. La enganchó bajo la cadena e intentó arrancar el amuleto.
El fragmento ya no emitía ninguna luz. La
ominosa presión que el amuleto había ejercido antes había desaparecido — como
si nunca hubiera existido. La cosa estaba ahora en silencio, no era más que un
fragmento.
Iarumas se quedó mirándolo, indiferente, y
luego guardó el objeto en su mochila.
Ainikki respiró aliviada. Le preocupaba que
pudiera poseerlo. No estaba claro si Iarumas se había dado cuenta de su
preocupación o no. Soltó una risa relajada.
“Ahora bien, aún queda una cosa por hacer.”
“¿Qué?” Raraja gimió en nombre de todo el
grupo. “Ya terminamos, ¿no?”
“No seas tonto”, le dijo Iarumas. “Tenemos
que recoger el equipo de Sezmar y los demás y luego regresar.”
“Urgh...”
Raraja se levantó lentamente. Dejó a Orlaya
suavemente en el suelo, y luego Berkanan cogió a la niña, con una sonrisa tensa
en el rostro.
No se podía contar con Garbage para la
búsqueda, Ainikki había perdido ambos brazos, y Berkanan y Raraja estaban en
mal estado. Iarumas tendría que encontrar el equipo por sí mismo.
“Somos un grupo lamentable, ¿huh?”, comentó
Raraja.
“Suele pasar”, dijo Iarumas. “Así son las
aventuras.”
§§§
Había una persona más, olvidada por todos.
“¡Qué... debacle... ha sido esto!”
El hombre se arrastraba por el suelo de
piedra de la mazmorra, con sus vestiduras sacerdotales manchadas de un rojo
oscuro. Era un Sacerdote del Colmillo — uno de los secretos del reino de
Llylgamyn.
Aunque había sido bisecado por Goerz, se
había aferrado a la vida — por poco. Esto se debía probablemente al poder del amuleto.
Aunque al final se lo había robado Goerz, el sacerdote había seguido siendo su
propietario hasta el momento en que eso ocurrió. El amuleto debió de mantenerle
con vida a pesar del golpe mortal.
Poco importaba en ese momento. No importaban
los resultados de sus esfuerzos, si regresaba a su pueblo habiendo perdido el
amuleto, sólo le esperaba la muerte.
Aun así, tuvo que hacer su informe. Y sólo
por esa razón, siguió arrastrándose.
“Maldita, maldita... ¡Maldita esa perra
mestiza!”
Maldijo como si estuviera escupiendo su
propia sangre. Incluso sabiendo que estaba minando la vida que le quedaba, no
podía contenerse. Sin embargo, necesitaba calmar su rabia al menos un poco — si
moría furioso, no podría descansar en paz.
Pero...
“Por cierto, quería hacerle una pregunta.”
El sacerdote jadeó. “¡¿Huh...?!”
Al principio, pensó que era la propia parca
la que hablaba. La figura sombría de un hombre apareció ante él. Un hombre
vestido con un kimono negro.
No llevaba armas ni mostraba signos de poder
mágico. No había nada en él que hiciera recelar al sacerdote.
Entonces, ¿por qué este hombre desarmado era
tan aterrador?
“¿Por qué estás tan obsesionado con esa
chica?”, preguntó el hombre. “No es más que una vergüenza para la familia real.
No es como si llevara la sangre del emperador.”
“Una pregunta fácil... Es una niña maldita,
una portadora de calamidades”, rugió el Sacerdote del Colmillo. Acorazó su
corazón contra el terror que le inspiraba el hombre que tenía delante. “¡Como
la princesa Margda o la reina Beyki! ¡La hermana de la reina Sorx se convirtió
en bruja! ¡Y en cuanto a la princesa Dalia...!”
Era la historia de la historia de Llylgamyn.
Este reino se había enfrentado a muchas
calamidades, y cada vez siempre había habido una mujer en el centro del caos.
La princesa Margda en tiempos de Davalpus. La
reina Beyki en el cataclismo. Sorx en el sufrimiento de la Reina Iris. Y
finalmente, la princesa Dalia...
Una princesa bastarda —nacida en la misma
época en que apareció la mazmorra— no podía ser más que una niña malvada que
invitaba a maldecir la tierra. Pisoteando la misericordia que habían mostrado
al no simplemente matarla, había acudido a la mazmorra.
Y entonces...
“¡Si se deja vivir a esa chica, no pasará
mucho tiempo antes de que nos sobrevenga alguna calamidad irreversible!”,
chilló el sacerdote.
“Eso me gustaría”, dijo el hombre. Soltó una
risita divertida. “Sería una aventura divertida.”
“¡¿Qu—?!”
El Sacerdote del Colmillo no dijo nada más.
¿La razón de su silencio? Bueno, era
extremadamente simple.
Su cabeza estaba separada de su cuerpo, lo
que hacía imposible seguir hablando.
El halcón del viento que trae la muerte
—Hawkwind— había decapitado al sacerdote con un solo tajo de su mano,
eliminando al objetivo sin dejar ni una salpicadura de sangre. Satisfecho con
su obra, el hombre contempló la oscuridad de la mazmorra.
“El flujo de las cosas parece haber cambiado.”
Eso fue todo lo que dijo antes de que todo se hundiera en la oscuridad.
Todo había terminado.
Gracias por leer: Blade & Bastard Vol. 3 capítulo 8, y si encuentras algún error en la traducción, reportar en comentarios.