Capítulo 5: Hawkwind

Traductor: Raruk BergCorrector: . . .
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El verdadero problema vino después.
En un intento de presumir de su presa —o al menos, presumir parecía ser
el objetivo—, Garbage intentó volver corriendo a la taberna mientras seguía
completamente desnuda.
Berkanan se apresuró a detenerla, pero la chica era un desastre
ensangrentado — cubierto de las vísceras de su enemigo caído. Aunque
probablemente era un poco tarde para tener una reacción adversa, Berkanan se
mareó y tuvo una sensación desagradable, como si fuera a vomitar. Además,
Garbage era fuerte.
Mientras la pelirroja arrastraba tras de sí a una Berkanan medio
llorosa, un hombre hizo su lánguida aparición.
"¿Ha terminado?", murmuró él.
Iarumas. El hombre vestido de negro. Mago de la Vara Negra. El líder de
su grupo, probablemente.
Asintiendo al "yap" que Garbage le dio como respuesta,
dirigió su atención a Berkanan. "Supuse que si te iban a robar detrás de
la taberna, había pocas esperanzas para tus perspectivas futuras."
¡Este tipo lo sabía! Pensamientos como "¡Qué horrible! ¿Cómo ha sido capaz? y
¡No puedo creerlo! se arremolinaron en la cabeza de Berkanan. Pero al
final, sólo uno salió de su boca.
"¡Haz algo...!"
"Cierto."
Iarumas, de hecho, había estado haciendo algo, así que Berkanan no
sabía hacia dónde dirigir su ira. Ignorando su queja, el hombre despeinó a
Garbage y se dirigió al pozo. Después de sacar un balde de agua, limpió el
charco de sangre que se había extendido por el suelo y le tendió el balde a
Berkanan.
"¡¿Ah, ah...?!"
"Ponte algo de ropa Garbage. Si viene algún otro aventurero, dile
que casi te roban."
"¿Huh? ¿Huh? Pero yo sólo... ¿Está bien lo que hice?" Aunque
fuera en defensa propia, acababa de matar a un compañero aventurero en medio de
la ciudad. Había leyes contra eso. Contra de matar a personas. Erm...
"Sucede todo el tiempo."
"Quuuu..."
Dicho esto, Iarumas volvió a la taberna para contárselo a alguien,
luego regresó y se echó el cadáver al hombro. Y Berkanan, tras un gran
forcejeo, consiguió de algún modo que Garbage volviera a ponerse la ropa.
"¡Arf! ¡¿Yap?!"
Iarumas miró en su dirección. Quizás se había dado cuenta de repente de
los gritos de protesta de Garbage. Sin embargo, sus ojos no estaban puestos en
ella — sino en Berkanan. Sin ninguna razón en particular, empezó a moverse
torpemente. Incómoda.
"¿Qué, volviste a ser maga?"
Berkanan apretó los labios. "Siempre he sido maga..."
"Hmm", murmuró Iarumas. "Supongo que tiene
sentido."
Y lo que era más importante, Berkanan sentía curiosidad por saber quién
era el dueño de la cabeza que Iarumas acababa de recoger... Hasta hacía poco,
había estado unida al cadáver que ahora colgaba de su hombro.
"Um, er... ¿Qué vas a hacer con él?"
¿Tirar el cuerpo? ¿Esconderlo? ¿Enterrarlo? Iarumas la miró como
diciendo: "¿De qué estás hablando?" Tras esa pausa,
respondió: "Los cadáveres se llevan al templo." Como si fuera obvio.
Por increíble que pareciera, realmente pensaba hacerlo.
Berkanan no se sentía inclinada a volver a la celebración en la
taberna, y no quería ir a dormir a los establos todavía. Siguió a Iarumas. Y
Garbage, a quien había conseguido vestir de alguna manera, trotaba detrás de
ellos. Tal vez la furiosa respiración nasal de la chica era su forma de decir: "¿Qué te parece? ¿Lo has visto? ¡Yo también voy!"
Al final, Berkanan se limitó a sonreír ambiguamente.
Cuando llegaron al templo, los recibió una elfa de cabello plateado — Ainikki. Berkanan recordó. Era la persona que la había resucitado. Pero, ¿qué
hacía despierta tan tarde? ¿A qué hora duerme? Una vaga sospecha
pasó por la mente de Berkanan. Hace mucho tiempo, en la era de los mitos, los
elfos no necesitaban dormir.
"¡Oh!" Exclamó la Hermana Ainikki. "¡Dios mío!"
Berkanan se encontró atrapada en el rápido flujo de los
acontecimientos, igual que había estado todo este tiempo. La arrastraron al
patio trasero del templo junto con Garbage, luego la desnudaron y la lavaron a
la fuerza.
"¡¿Eeeek?!"
Berkanan chilló mientras la lavaban y le ponían ropa nueva. Todo fue
muy rápido y terminó antes de que la chica pudiera darse cuenta de lo que
estaba ocurriendo. Después de eso, fue abandonada en la posada, y lo siguiente
que supo—
Es de mañana.
No había tenido ni un momento libre para pensar en nada. Simplemente
estaba sentada en la cama, vistiendo de nuevo aquella sencilla ropa interior.
Berkanan dejó escapar un suspiro. "¿Seré capaz de seguirles el
ritmo...?"
Puede que fuera un poco tarde para preguntarse eso, pero aquí nada era
como ella esperaba. Todo el sentido común que había aprendido en el mundo
exterior parecía ya no aplicarse.
De repente, llamaron a la puerta de esta sencilla habitación. Las
paredes eran de piedra — como las cámaras funerarias de la mazmorra.
"¿Huh? Oh, p-pasa."
Una vez que las palabras salieron de su boca, Berkanan se sonrojó,
preguntándose si eso había sido lo apropiado.
"¿Estás despierta?"
Afortunadamente, cuando Aine asomó la cabeza, había una sonrisa amable
y gentil en su rostro.
"El desayuno está listo. ¿Te importaría acompañarme?"
"Uh, um, yo..." Berkanan intentó negarse, pero su estómago la
traicionó — emitió un pequeño rugido que parecía incongruente con su
corpulencia. "Te acompañaré."
"¡Por favor, hazlo!"
§§§
"Entonces... ¿quiénes son esos tipos?"
Todo lo de la noche anterior había terminado. Raraja hizo su pregunta
en tono irritado, molesto por haber sido dejado de lado.
"No son tipos", Berkanan lo
corrigió en un murmullo. "Sólo había un hombre..."
Ambos se encontraban en el templo, sentados en una sala de recepción —
o algo así. A pesar de las enormes cantidades de donaciones que recibía, el
templo era en su mayoría sencillo y modesto en apariencia. Sin embargo, este
lugar era una excepción.
Alfombra de felpa profunda. Un sofá con relleno mullido. Una vidriera
brillante.
Berkanan se hundió en el sofá; Raraja y Garbage no lo hicieron. Iarumas
se quedó de pie junto a la pared.
"¡No, son tipos!", refunfuñó
Raraja. "Esta es, ¿cuántas, la cuarta vez ya? Y eso contando sólo las que
yo conozco..."
"Es la cuarta", confirmó Iarumas.
"La segunda vez fue en la tienda de armas, ¿no? Y la tercera fue
en la mazmorra."
"Uh, ¿entonces cuándo fue la primera...?", preguntó Berkanan.
Raraja no respondió. No había contado esa parte de la historia cuando
habían estado hablando en los establos la otra noche. En lugar de eso, miró
tranquilamente a Iarumas. El chico sabía que era seguro ignorar a la pelirroja sobra
de monstruos que se agitaba de un lado a otro — Garbage parecía estar
disfrutando de la elasticidad del sofá.
"Apuesto a que están detrás de ti, ¿no es así?", preguntó
Raraja.
Iarumas simplemente lo miró. "Realmente no piensas eso,
¿verdad?"
"¿Qué, estás diciendo que es a ella a quien quieren
atrapar?" Señaló Raraja a Garbage, que rebotó a su lado con un satisfecho
"guau".
La pequeña y sucia niña no parecía más que un perro callejero. No había
ninguna razón para que alguien se fijara en ella — bueno, okay, quizá Raraja
tenía una. Pero no lo suficiente para matarla. Sólo lo suficiente para vengarse
de ella por todas las patadas.
"¿Cuántos problemas causaste?", le preguntó el chico.
"¿Y a quién hiciste enojar en el proceso?"
"¿Arf?"
Garbage le lanzó una mirada que decía "¿De qué estás
hablando?" y luego saltó del sofá antes de que pudiera abofetearla. Debía de
estar aburrida. La chica trotó libremente por la habitación, interesándose por
la vidriera. Representaba a un joven con una armadura de diamantes que
descendía a las profundidades de la mazmorra junto a una hermosa mujer. No era
uno de los cuentos heroicos que Raraja conocía. Probablemente era de hace
mucho, mucho tiempo. Nada de que preocuparse ahora.
"Estamos a punto de ir y asesinar absolutamente a ese dragón
rojo", señaló Raraja. "No tenemos tiempo para lidiar con esta mierda
también."
"No soy bueno averiguando estas cosas", admitió Iarumas con
un profundo suspiro. "Nunca he ido por ahí recopilando información de la
gente."
"Sí, apostaría a que no."
Ese es el tipo de persona que es, concluyó Raraja, sin ver forma de negarlo. Dudo
que siquiera le interese.
Cuando los dos se quedaron en silencio, Berkanan miró torpemente de uno
al otro. Su boca se cerró. Se abrió. Volvió a cerrarse. Y finalmente,
"U-Umm..." Habló. "Creo... que tengo una idea."
"¿Qué?" La mirada de reojo que Raraja lanzó en dirección a
Berkanan la hizo bajar lentamente su mano levantada.
Lentamente, vacilante, observando cómo reaccionaban, murmuró en voz
baja: "¿Por qué no... preguntar a alguien que pueda? Que pregunten por
ahí, que investiguen..."
"Hmm." Iarumas se cruzó de brazos, asintiendo ligeramente.
"En ese caso, tengo a alguien en mente."
§§§
Francamente, era sólo una póliza de seguro. Nadie creía que la chica
pudiera derrotar al dragón de fuego. Pero no, esta creencia no se limitaba sólo
a la chica — de hecho, nadie podía matarlo.
Ni siquiera si se es un aventurero.
Después de todo, los aventureros no eran inmortales. Podían morir, y de
hecho morían. Y no sólo dentro de la mazmorra. Y cuando se trataba de matar
gente fuera de la mazmorra, ellos eran los más experimentados.
Había muchas maneras de hacerlo. Literalmente cualquier número de
formas. Si el aventurero que había enviado como asesino acababa con ella,
entonces bien. E incluso si no lo había hecho, serviría de advertencia...
Mientras el hombre caminaba entre la multitud, pensaba en todas estas
excusas límite, como si tratara de convencerse de su validez.
El aire en Scale... estaba estancado.
La fuente de vitalidad de este pueblo, tanto para bien como para mal,
era la mazmorra.
Ese dragón rojo había cortado el flujo.
Las cosas que Scale necesitaba —las cosas que los aventureros
necesitaban— las muchas cosas necesarias para el entretenimiento, la comida y
para mantener un estilo de vida. Todo había desaparecido. Para obtener todas
esas cosas ahora, la gente tenía que soltar los bienes que habían acumulado
antes que apareciera el dragón.
Ahora la olla de oro infinito estaba tapada.
Mientras caminaba por las calles, vio a aventureros discutiendo con un
tendero por el precio del pan. Lo tenían mejor que la mayoría — los precios que
los aventureros apenas podían permitirse estaban fuera del alcance de los
pobres.
Los mendigos se agazapaban en los callejones, los que no se habían
convertido en aventureros y no podían llegar a ser comerciantes.
Qué lamentable.
El hombre pasó deprisa, mirando a los mendigos, los tenderos y los
aventureros como si fueran excrementos dejados a un lado de la carretera.
El precio del pan deberían haberlo fijado la realeza y la nobleza. Si
el mundo fuera como debería haber sido, sus hombres irían por ahí haciendo
pública la decisión. Este tipo de anarquía arbitraria no debería haberse
tolerado.
Si tan sólo no existiera la mazmorra. Era la causa de todo esto. Ese
agujero maligno a las afueras del pueblo, excavado en la tierra fuera de las
murallas. Si tan sólo ese absurdo calabozo nunca hubiera aparecido.
¡Entonces no estaríamos luchando tanto contra esa maldita bastarda
pelirroja...!
"¿Estás tan seguro de eso?"
"¡¿—?!"
Todo se volvió negro cuando el hombre dobló la esquina hacia el
callejón. Sus recuerdos se detuvieron allí.
No — tal vez acababa
de recobrar el sentido.
El hombre se encontró en la oscuridad. No podía moverse. Atado. O atado
con magia. No podía sentir nada por debajo de su cuello. Así que, en lugar de
luchar, el hombre —el espía— miró en las profundidades de la penumbra, buscando
al dueño de la voz que había oído.
Sólo había oscuridad. Luego, una sombra. Parecía surgir lentamente del
suelo, adoptando forma humana.
Un hombre vestido de negro—un hombre con kimono—un hombre enmascarado.
El espía no podía hablar.
¿Qué es esto...?
La muerte encarnada.
Si el espía ofendía al hombre, estaba seguro que moriría. Absurdo,
¿verdad? Nadie hubiera creído tal cosa. Por supuesto que no... ¿verdad? Eso era
demasiado tonto, demasiado ridículo.
Este hombre que estaba ante él, estaba comiendo tranquilamente grano
cocido al vapor que se había formado en una bola.
¡Si me muevo, moriré!
El espía temía incluso tragar saliva. No podía respirar. No podía
parpadear.
El hombre terminó de comer, con los ojos fijos en su objetivo.
"Ahora bien", murmuró él en voz baja. "Me han pedido que haga
esto, así que haré lo que deba." Mientras hablaba, el hombre se acercó a
paso relajado. "Tengo muchos métodos. Atado como estás, podría
sacrificarte con「KADORTO」..."
El espía apretó los músculos del estómago. Probablemente le esperaba
una tortura, un interrogatorio o algo por el estilo. No diría ni una palabra.
Si su boca funcionaba, podría lanzar un hechizo. O incluso morderse la
lengua. No se sometería tan fácilmente.
Y sin embargo...
"Muere si lo deseas. Estoy haciendo esto para matar el tiempo de
todos modos."
¿Por qué el espía sentía que cualquier cosa que hiciera no tendría
sentido?
§§§
"Son la Iglesia del Colmillo."
Aquella noche estaban reunidos en una sala del templo. El hombre
vestido de negro —Hawkwind— reveló esta información alegremente.
Raraja no había escuchado el nombre antes. ¿Pero qué hay de los otros
cinco en la habitación?
Él miró a Berkanan. Ella sacudió la cabeza vigorosamente. Su cabello
negro, que estaba atado hacia atrás, se balanceaba de lado a lado. En cuanto a
Garbage... ni siquiera tenía sentido preguntar. La Hermana Ainikki se limitó a
sonreír en silencio.
Sezmar se encogió de hombros — fue Iarumas quien, finalmente, en tono
exasperado, formuló la pregunta.
"¿Qué significa eso?"
"Parece que se han visto reducidos a ser espías de la familia
real. O quizá, para ellos, eso sea ascender en el mundo."
¿Huh? Raraja sintió una
repentina confusión ante este intercambio —una desconexión—, una respuesta
incongruente con lo que había creído que era la pregunta.
No sonaba como si Iarumas hubiera estado preguntando quiénes eran.
Sin embargo, cualquier extrañeza que estaba sintiendo fue disipada por
un silbido casual de Sezmar.
"Buen trabajo haciéndolo hablar".
"Todo el mundo tiene una debilidad", se regodeó Hawkwind en
voz baja. "Nadie es una excepción." Berkanan pensó que podría haber
mirado en su dirección. Aunque lo hubiera hecho, sólo fue un instante.
Hawkwind se cruzó de brazos y se apoyó en la pared de la esquina de la
sala. Su postura daba la impresión de ser definitiva — como si creyera que ya
había hecho su parte y había dicho todo lo que debía decir.
Berkanan, a quien Hawkwind había mirado, habló en un murmullo
vacilante. "L-La familia real... ¿El rey...?"
"Me pareció haberla visto antes en alguna parte", susurró
Aine.
Sezmar asintió. "He estado pensando que su cabello es del mismo
color que el del actual príncipe."
En la sala, no especialmente amplia, la pelirroja Garbage miraba al
vacío como si aquello no tuviera nada que ver con ella. Sin embargo, pronto se
dio cuenta que todo el mundo la miraba. Les devolvió la mirada con
desconfianza. Esos ojos azules miraron a cada uno de ellos por turnos. Al
final, su mirada penetrante se fijó en Raraja.
El chico la miró boquiabierto. "¿Quieres decirme que es una princesa?"
"Arf."
"Sí, de ninguna manera. De ninguna manera."
"¡Guau!"
Al momento siguiente, Raraja saltó y soltó un grito de dolor. Garbage
le había dado una buena patada en la espinilla. La chica seguramente no
entendió lo que había dicho, pero sin duda era sensible al sentimiento
despectivo. Ella miró a Raraja con un resoplido satisfecho mientras él se
agarraba el tobillo y se retorcía de dolor.
Berkanan murmuró: "Creo que está bien", como excusándose.
Luego hizo un gesto con la mano, apartando los ojos mientras Raraja la miraba
con resentimiento. Probablemente Berkanan intentaba evitar que la patearan.
Nadie —ni siquiera Sezmar, que observaba divertido— intentó ayudar a
Raraja.
"Sea cual sea su historia, no significa mucho", murmuró
Iarumas.
Maldiciendo en voz baja mientras se ponía de pie, Raraja frunció los
labios ante este comentario. "Tiene que importar para algo..."
"¿Crees que al dragón le importa?"
"Bueno, no..." Raraja refunfuñó. "Pero esa no es la
cuestión."
"No querrás que interfieran, Iarumas", dijo Sezmar. Bajó la
voz a un susurro. "Yo también he oído rumores sobre esta Iglesia del
Colmillo. Espías para la familia real. Usuarios de magia. En el mundo exterior,
son oponentes bastante aterradores." Despues de esto, Sezmar agrego,
"Sin embargo, no sé que tan lejos los llevaran en la mazmorra."
¿Cómo iba Raraja a interpretar eso? Bueno... el chico pensó
distraídamente. Hasta ahora, ella se las ha arreglado para
salir airosa, pero...
"Grrrrr...", gruñó Garbage.
"Una princesa, huh..." Seguro que no parece una. En el momento en
que Raraja pensó eso, sintió que venía otro golpe y se apartó de un salto.
"¡Whoops! ¡No voy a dejar que me pateen tantas veces!"
"¡Arf! ¡¡¡Arf!!!"
"¡D-Detengamos esto...!" Berkanan se apresuró a interceder.
Pero sus palabras no iban a detener el ataque de Garbage.
La trifulca levantó un alboroto en esta pequeña sala dentro del templo,
pero los otros tres lo ignoraron. Dos aguerridos aventureros y una monja se
miraban entre sí, como si pensaran: Bueno, ¿qué hacemos?
"En cualquier caso, creo que estará más segura en la mazmorra.
Será mejor para ella si no levantamos un clamor sobre la situación." La
Hermana Ainikki habló con su habitual tono de voz suave, pasando los dedos por
el cabello rizado de la pelirroja y acariciándole la cabeza. Garbage enseñó los
dientes y gruñó.
Sin embargo, aunque la chica se había mostrado irritada al principio,
al final se rindió y se calmó. No es que hubiera aceptado los aspavientos —no
lo había hecho—, pero sin duda se había dado cuenta de que intentar luchar
contra Aine era inútil.
Mientras seguía acariciando a la pelirroja como si fuera un perrito, la
elfa de cabello plateado continuó despreocupadamente. "Sí, más seguro en
la mazmorra. ¿No es cierto, Viento del Halcón que Trae la Muerte?"
El hombre de negro no respondió. Sin embargo, su silencio fue más
elocuente que cualquier otra cosa. Aine asintió satisfecha.
Sí, ella tiene razón. Raraja podía ver de dónde venía esa idea. Ya sea que Garbage eligiera
huir y esconderse o luchar, Scale —y la mazmorra— eran buenos lugares para
hacerlo. Ciertamente mucho mejor que el vasto páramo alrededor del pueblo.
Dentro de la mazmorra, sus asesinos, esos payasos de la Iglesia de lo
que sea, no podían conspirar contra ella. En cuanto a los monstruos, eran intrusos—juguetes—predadores—igual
que los aventureros.
La mazmorra no estaba del lado de nadie. Raraja se había dado cuenta de
eso hace poco.
Aunque... Eso asumiendo que estos asesinos no llamen monstruos de nuevo
como la última vez.
"Pero, ¿qué hacemos al respecto?" preguntó el chico. "No
podemos quedarnos sentados, esperando a que nos ataquen noche tras noche,
¿sabes?"
"Hrm." Iarumas se cruzó de brazos y gruñó. "Sería un
problema si interfirieran en nuestra exploración... Hey."
"¿Hm?"
Era Sezmar a quien había llamado. Aine seguía acariciando a Garbage, y
el autoproclamado caballero libre había estado ocupado observando a la chica
como podría observar a un cachorro. De pie junto al gran cuerpo de Sezmar,
Berkanan parecía casi una chica normal. Aunque eso era exactamente lo que era.
"¿Alguna idea?", preguntó Iarumas.
"Bueno..." El hombre de buen carácter consideró la pregunta
de la misma manera despreocupada que podría haber considerado el menú para la
cena de esta noche. "¿Quizá no sea necesario pensarlo demasiado?"
"¿Oh?"
"¿Por qué decidieron atacarla ahora? Podrían haberla
dejado en paz. Porque, de cualquier manera, esta chica—" El afable y
apuesto hombre continuó con una sonrisa, su tono no era diferente del habitual.
"—va a morir enfrentándose al dragón rojo."
Berkanan se sobresaltó con una silenciosa sorpresa — su voz temblaba.
Una mano agarró su bastón y la otra, su vaina. Su mirada cayó a sus pies más
rápido que una estrella fugaz.
Ella no pensó: Él es horrible. No, su depresión
siempre iba dirigida a sí misma. ¿Era su búsqueda imprudente, temeraria e
imposible, como siempre había pensado? ¿Era la lenta Berka una idiota de nuevo,
sin saber cuál era su lugar?
Mientras los pensamientos se arremolinaban en su cabeza, las palabras
de Iarumas, "Ya veo a dónde quieres llegar", los atravesaron.
"Son buenas noticias, entonces."
"¿Huh...?", murmuró Berkanan, confundida.
"Significa que están preocupados por lo que pueda pasar si la
chica se enfrenta al dragón rojo... y gana", explicó Aine.
Berkanan levantó la cabeza. Raraja le dedicó una sonrisa.
Sezmar asintió, sin cambiar de expresión. "Entonces, esto es lo
que estoy diciendo..."
El corazón de la vorágine —una chica pelirroja— se quedó mirando al
espacio, sin prestar atención a la conversación a su alrededor.
"Seamos héroes."
"¿Arf?"
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