Overlord Volumen 13, Capítulo 7 Parte 3

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Raruk Berg

Overlord novela ligera vol. 13
Overlord vol. 13 novela ligera
Traducción jpn-ing: Nigel
Traducción ing-esp: Rawi
Corrección: . . .

Warning!
Esta traducción es la versión 2.3 traducido por Rawi. Se sacará una versión en el futuro.

Overlord Volumen 13: La Paladín del Reino Santo | Parte II

Capítulo 7: Salvador de la Nación

Overlord volumen 12 Cap 7

Parte 3

El soldado Robby era un joven de 24 años. Aunque no había recibido una educación completa, comprendía que había muchas cosas en este mundo que no conocía.

Y hoy en especial, no era su día de suerte.

"Humanos. He vuelto... Y veo que os habéis portado muy mal mientras me curaba de las heridas que me dejó el Rey Hechicero."

—Mientras el rugido de ira sacudía el centro de su cuerpo, Robby se meó encima.

Ya no podía sentir sus pantalones empapados pegados a su piel.

Después de darse cuenta del poder del monstruo que tenía ante él, tuvo la premonición de que estaba a punto de morir, por lo que sus instintos de supervivencia se aceleraron. Abandonaron sus inútiles sentidos y rápidamente buscaron una forma de sobrevivir.

Sin embargo, antes de que pudieran encontrar algo, Jaldabaoth había desatado su poder.

"Mueran. Ardan en cenizas bajo las llamas de Ira."

El fuego rugió y una ola de calor golpeó a Robby en la cara. El increíble calor le secó los ojos y lo llenó de un dolor insoportable. El aire caliente que entraba en sus pulmones parecía como si estuviera a punto de prender fuego a todo su cuerpo desde el interior. De hecho, eso fue exactamente lo que pasó.

Su piel se quemó y su contenido de agua se evaporó. Su dermis se quemó y luego la grasa de debajo, seguida por sus músculos y luego sus nervios. Donde las capas subdérmicas eran delgadas, como en los brazos, las llamas llegaban inmediatamente a los músculos y nervios. Esto debería haber causado que los músculos se contrajeran y hacerlo tomar una pose extraña. Sin embargo, las altas temperaturas le sellaron la piel a su armadura, lo que le impidió hacerlo.

Sus ropas, piel, músculos y grasa de su vientre se incendiaron y sus entrañas se derramaron intactas.

Los cuerpos humanos tenían un alto contenido de agua. Si se tratara de un fuego ordinario, las llamas habrían continuado ardiendo hasta llegar al interior del cuerpo, pero, como el aura ardiente de Jaldabaoth era calor generado mágicamente, desapareció al alejarse.

Por lo tanto, las tripas esparcidas de Robby no estaban descoloridas por el calor y seguían siendo de un bonito color rosa. La visión de pilas de cuerpos quemados y las tripas frescas saliendo a través de océanos de sangre eran suficientes para hacer que los espectadores quisieran vomitar. Parecía el infierno en la tierra.

Jaldabaoth dejó a Robby — a quien le había brotado una guirnalda de entrañas frescas — y a más de cincuenta cadáveres quemados a su alrededor mientras caminaba hacia adelante.

Jaldabaoth — el recién invocado Señor del Mal de la Ira, estaba caminando. Incluso eso fue suficiente para matar a la gente que lo rodeaba y que quedó atrapada en su 「Aura Ardiente」.

"¡Muévete! ¡Fuera de mi camino!"

Aunque se escucharon varios gritos de este tipo, el primero en gritar fue el miliciano Francesco.

Él pensó ¿por qué soy tan desafortunado? Gracias al sistema de reclutamiento del Reino Santo, cada ciudadano tenía que hacer su servicio militar obligatorio y alistarse en el ejército.

Ciertamente. Incluso el hijo de un gran comerciante como él — un hombre con un brillante futuro prometido — no era una excepción. Era cierto que su padre había pagado los sobornos apropiados para que lo asignaran a una unidad de holgazanes, pero la vida de un soldado seguía siendo miserable.

Y justo cuando esa miseria estaba a punto de terminar, había estallado esta guerra.

No pasó un solo día en el que no se quejara de su infelicidad y de lo injusto de todo ello. Aun así, todo terminaría pronto y podría volver a ser el heredero de una gran familia mercante y dedicarse a las actividades lucrativas que tanto disfrutaba...

Las cosas estaban a punto de acabar así.

Solo había faltado un poco.

Sin embargo, ahora huía desesperadamente del monstruo que tenía delante.

Si lo atrapaba, sin duda moriría.

Movió desesperadamente las piernas, que se negaron a escucharle debido a su miedo.

Estaba rodeado de otras personas que también huían como él. Por eso no pudo progresar mucho a pesar de su pánico.

En particular, el gordo frente a Francesco era una monstruosidad.

Por lo tanto, Francesco empujó al hombre.

Lo hizo para alejarse un paso más de ese monstruo. Lo hizo por el bien de su alegre futuro.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de empujarlo, Francesco vio que las personas frente a él también tenían la misma idea.

Si el hombre que había sido empujado chocaba con las personas frente a él, era muy probable que se derrumbaran en masa como fichas de dominó. De hecho, eso fue exactamente lo que les pasó a las personas frente a Francesco.

Quizás si solo fueran una o dos personas, podría haberlas evitado. Quizás podría haber saltado por encima de ellos.

Sin embargo, las habilidades físicas de Francesco no eran lo suficientemente grandes como para evitar una gran masa de personas cayendo al mismo tiempo.

Se desplomó sobre el montón.

Se agitó para levantarse, pero no lo dieron tiempo para eso.

El aura de fuego centrada en Jaldabaoth le había alcanzado.

Francesco no tuvo tiempo de gritar. ¿Por qué yo? pensó y luego fue absorbido instantáneamente por la más pura agonía y todo lo que pudo sentir, fue dolor.

Aun así, Francesco había tenido suerte. Eso fue porque había muerto inmediatamente.

Jaldabaoth no paró de moverse, pisoteó cadáveres humanos ennegrecidos mientras caminaba, como si estuviera en un páramo vacío.

"¡CORRAN! ¡CORRAAAAAAN!"

Un hombre gritó lo obvio. Su nombre era soldado Gorka. Era un hombre que tenía fe en sus habilidades con la espada.

Por eso tuvo el valor de gritar esas palabras delante de Jaldabaoth.

Sin embargo, eso fue una estupidez, porque Jaldabaoth cambió de rumbo hacia Gorka. Quizás porque había despertado el interés de Jaldabaoth o quizás solo había sido una mera coincidencia.

Aunque fue una bendición para los que Jaldabaoth había estado persiguiendo, fue la peor suerte imaginable para los que estaban en el nuevo rumbo de Jaldabaoth.

Gorka vio que sería muy difícil huir del monstruo en medio del caos y por eso desenvainó su espada.

Los ojos del monstruo se movieron y menos de un segundo después, pasó junto a Gorka.

Eso fue lo que el monstruo pensó de Gorka.

Solo valía la pena echarle un vistazo.

Gorka rugió y corrió en la dirección opuesta al flujo de personas.

La visión de gente carbonizada colapsando cerca era muy aterradora, pero quizás podría haber alguna esperanza para él. Tal vez podía hacerle algo a ese monstruo.

Gorka aprendió la respuesta con su cuerpo.

El dolor lo llenó.

No era posible que se acercara a ese monstruo.

Gorka ardió con los otros soldados que eran más débiles que él.

Gorka se dio cuenta de algo.

A los ojos de ese monstruo, Gorka no era diferente de los civiles que lo rodeaban.

Si tan solo hubiera huido, se lamentó, antes de que ese pensamiento fuera ahogado por la agonía de ser quemado vivo. Gorka se derrumbó con un grito silencioso, retorciéndose en el suelo como todos los cadáveres que le rodeaban.

Jaldabaoth caminó sin pensar en el objetivo. Sin embargo, si los humanos trataban de huir, él los perseguiría.

"¡Aléjate!"

Ella corrió.

Vivianna, que se había unido a la batalla como una lanzadora de magia divina, corría por su vida.

Su largo cabello rubio se balanceaba salvajemente mientras huía con todas sus fuerzas.

No tuvo tiempo de secarse los mocos o las lágrimas.

Nadie podría vencer a un monstruo como ese.

Alguien estaba diciendo algo.

No tuvo tiempo de preocuparse por eso.

Solo podía pensar en alejarse de ese monstruo.

No podía hacer a un lado a la gente que corría delante de ella. Todo lo que podía hacer, era pasar junto a ellos y seguir corriendo.

Fuera de mi camino.

Fuera de mi camino.

Fuera de mi camino.

¿Por qué había tanta gente en su camino?

No me importa si todos mueren menos yo, pero no quiero morir.

Vivianna corrió con ese pensamiento en su corazón.

Mientras corría ostensiblemente, estaba rodeada de personas que huía en todas direcciones. Incluso Vivianna, que era más rápida que una persona promedio, era tan lenta como una tortuga. No podía alejarse del demonio.

El calor chispeante acariciaba las puntas de su cabello.

"¡NOOOOOOOOO!"

Pensó en la horrible forma en que se veía la gente mientras morían.

"¡NO QUIERO MORIR!"

Gritar era algo perfectamente natural.

Cualquiera hubiera pensado lo mismo.

Era muy difícil aceptar la muerte con calma cuando se avecinaba ante ti. Esto era más cierto cuanto más se acercaba la muerte.

"¡DUELEEEEEEE!"

El increíble calor significaba que no podía sentir nada más que dolor. Su cerebro fue asaltado por una agonía insoportable. Se dio cuenta de que pronto estaría muerta.

No, no quiero morir. Pensó Vivianna mientras se quemaba hasta morir.

Jaldabaoth siguió adelante en silencio mientras empezaba a aburrirse.

"¡No corráis! ¡Pelead!", gritó un valiente hombre a caballo.

Leoncio era el segundo hijo de un vasallo al servicio de un marqués. Se había unido a la batalla con la esperanza de ser reconocido por su habilidad con la espada. A su alrededor estaban los hombres que su padre había puesto bajo su mando, todos los cuales eran personas que conocían sus habilidades.

El demonio caminó tranquilamente y dejó incontables cadáveres a su paso, cada uno de ellos retorcido en agonía. Quería huir, pero, si lo hacía, su futuro sería sombrío y oscuro. Todo lo que podía hacer, era apostar por un futuro brillante.

Habiendo tomado esa decisión, gritó una y otra vez "¡no corráis!".

Sin embargo, su caballo no era como él. Sus instintos gritaban que el demonio que se acercaba era un monstruo aterrador y por eso quería huir.

¿Qué pasaría si un caballo irrumpiera a galope entre toda esta gente?

Era muy sencillo.

El caballo se enredó entre la multitud y se cayó. La gente sobre la que cayó el caballo gritó. No, algunos de ellos habían muerto.

Leoncio fue lanzado de su silla de montar y cayó al suelo.

Afortunadamente, había aterrizado encima de la gente y no había sido aplastado por la multitud. Sin embargo, un intenso dolor le llenó el brazo mientras intentaba correr. Su brazo se había roto cuando cayó de su caballo.

No tenía ni idea de donde había ido a parar su espada. Debía haber caído por el impacto de ser lanzado del caballo.

Intentó buscarla y en ese momento, se vio envuelto por una ola de dolor. Esta fue la primera vez que Leoncio experimentó tal angustia en su vida.

La agonía le impidió pensar.

En los restos de su mente dominada por el dolor, el único pensamiento coherente que podía formar era, ¿por qué yo?

"Hm."

Alguien se paró sobre un montón de cadáveres quemados. El Señor del Mal a quien se le había dado el deber de actuar como Jaldabaoth, observó a las multitudes que huían.

Era un poco aburrido.

「Aura Ardiente」no era una habilidad asombrosa. Todo lo que hacía, era causar daños por fuego en los alrededores. Uno podría reducir enormemente ese daño con hechizos de resistencia al fuego. Por supuesto, se le había concedido el conocimiento de que el soldado promedio no poseía tales habilidades.

Como demonio, no le gustaba simplemente atormentar a los débiles. Más bien, le gustaba jugar con los débiles que pensaban que eran muy fuertes. Por eso esperaba que un estúpido tan arrogante se mostrase, pero, desafortunadamente no parecía haber nadie así.

El Señor del Mal de la Ira pisoteó un cadáver quemado.

Las entrañas exprimidas por el impacto se carbonizaron en un instante.

El olor de dichas entrañas llenaba el aire.

El Señor del Mal de la Ira se alejó.

Si se pusiera serio y se elevara al cielo, habría muchas más víctimas.

¿Ya se habían dado cuenta estos humanos de eso? El Señor del Mal de la Ira sostuvo esa pregunta en su corazón mientras caminaba.

Todos observaron en silencio como el demonio caminaba orgullosa y majestuosamente de regreso al campamento semi-humano.

Nadie pensó, ¿qué era ese monstruo? Tampoco había necesidad de preguntar. Hasta el más estúpido de los estúpidos sabía la respuesta.

Era el Emperador Demonio Jaldabaoth.

El ser que había pisoteado el Reino Santo e hizo que la gente llorara ríos de lágrimas.

El demonio que había causado estragos en dos naciones demostró un poder que la humanidad nunca podría vencer. Había regresado para llevar la desesperación a la gente que una vez estuvo llena de esperanza.

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