Overlord Volumen 12, Capítulo 2 Parte 4

Lee la novela ligera de Overlord volumen 12, capítulo 2 parte 4 en español.
Raruk Berg

Overlord novela ligera vol. 12
Overlord vol. 12 novela ligera
Traducción jpn-ing: Nigel
Traducción ing-esp: Rawi
Corrección: . . .

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Esta traducción es la versión 2.3 traducido por Rawi. Pronto la versión 4.0.

Overlord Volumen 12: La Paladín del Reino Santo | Parte I

Capítulo 2: En Busca de la Salvación

Overlord volumen 12 Cap 2

Parte 4

La delegación caminó por la ciudad de E-Rantel. Su destino era quizás la posada más lujosa de la ciudad —el Destello Dorado— recomendada por el guardia de la puerta.

Neia miró a las personas con la que se cruzaron.

Por lo que Ryurarius les había contado, ella esperaba que el lugar estuviera lleno de no-muertos y semi-humanos, y que apenas se viera un humano. Sin embargo, la realidad era diferente — la mayoría de los peatones eran humanos.

El único no-muerto que ella había visto era un grupo del mismo tipo que ese guardia, patrullando, y figuras esqueléticas parecidas a caballos envueltas en niebla que tiraban de carruajes. No había otros tipos además de ellos.

Por otro lado, había todo tipo de extraños semi-humanos.

Había Goblins que marchaban ordenadamente por las calles con la dignidad de guerreros experimentados. Eso destrozó la idea que Neia tenía de los Goblins. No, no sólo la suya. También escuchó los jadeos sorprendidos de los paladines.

También había un semi-humano con cara de conejo que llevaba un uniforme de sirvienta, así como un semi-humano bípedo con aspecto de rana, pero ella sólo había visto un ejemplo de cada uno en la ciudad. 

Es más parecido a un país humano normal de lo que imaginaba... bueno, excepto no tan normal, pero, aun así, es bastante similar a una nación humana. Pero nunca adivinaría que aquí gobierna un horrible rey no-muerto.

No había miradas de miedo en los rostros de las personas con las que se cruzaron. Neia no estaba segura de si eso se debía a que habían ampliado su visión del mundo y se habían acostumbrado a ello, o a que no les preocupaba convivir con los no-muertos. En cualquier caso, no parecía haber ninguna confusión en las calles. Incluso oía a los niños reír de vez en cuando.

Supongo que es mucho mejor comparado con Jaldabaoth, entonces...

El caballo de Remedios se detuvo bruscamente. La líder del grupo se había detenido, así que eso significaba que el resto del grupo necesariamente se había detenido también.

"Disculpen, Enanos-san. ¿Puedo hacerle unas preguntas?"

Se dirigió a tres enanos que hacían mantenimiento en el camino. También había tres esqueletos realizando trabajos de construcción a sus órdenes.

Los esqueletos realmente no inquietaron a Neia, pero se sintió ligeramente aliviada de ver por fin algo contra lo que podía ganar. Así de sorprendente había sido el choque cultural desde que habían llegado.

"¿Qué? ¿Eh? ¿Quiénes son ustedes? ¿De qué país son?"

"Pido disculpas por hablar desde el caballo. Venimos del Reino Santo, y estamos tratando de encontrar el Destello Dorado. ¿Podría indicarnos cómo llegar?"

"¿El Destello Dorado? Ah, ¿te refieres a esa posada de clase alta?"

Los Enanos les dieron una idea aproximada de cómo llegar. Era ligeramente diferente del camino que había mencionado el guardia, y parecía que el destino estaba ligeramente fuera de curso. Sin embargo, Neia estaba segura de que pedir direcciones no era el objetivo principal.

"Ya veo. Agradezco la ayuda. Gustav, dales una muestra de agradecimiento."

Gustav desmontó de su caballo y les mostró una pequeña bolsa de monedas.

"¡Oh, las direcciones podemos darlos gratis!"

"Está bien. Después de todo, hemos interrumpido su trabajo."

"¿Están seguros? Bueno, gracias."

Un Enano se acercó para recibir la propina. Luego sonrió. "Con este dinero, podremos comer algo sabroso, así que tienes nuestra gratitud."

"No, no te preocupes por eso...  hablando de eso, ¿qué es lo que hacen aquí?"

"¿Hmm? ¿No puedes decirlo con solo mirarlo? Mantenimiento de carreteras. Porque Su Majestad el Rey Hechicero lo desea. La mayoría de la gente de esta ciudad hace el trabajo, pero nos trajeron como asesores técnicos." —Dijo, y luego los Enanos se rieron con ganas.— "¡Gajajajajaja!"

"Ya veo. ¿Y qué hay de esos no-muertos?"

"Son esqueletos que tomamos prestados de Su Majestad el Rey Hechicero. Ahhhh, tengo que decir que los no-muertos realmente son geniales para el trabajo manual simple. Ahora los veo bajo una perspectiva totalmente nueva."

"¿Usas no-muertos...?"

"¿Qué tiene de sorprendente eso…? Bueno, supongo que no se puede evitar si eres un viajero. Pero en la nación del Reino Hechicero, lo damos por hecho, ¿no? He oído que los no-muertos son de gran ayuda en las aldeas, porque puedes ordenarles que se encarguen incluso de las tareas más duras, como arar los campos. Mira, los no-muertos no se cansan, y no necesitan dormir ni comer. Además, entienden el lenguaje oral y siguen las órdenes — ¡son los mejores! No hay forma de que podamos volver a la época de los caballos y los bueyes. Incluso mi propio país ha empezado a incorporarlos poco a poco."

"¿Por tu país, te refieres al país de los Enanos y no al Reino Hechicero?"

"Oh sí. Venimos de allí y en estos momentos nos alojamos en una posada en el distrito semi-humano del Reino Hechicero."

"¿Distrito semi-humano?"

"Así es. Es la zona donde viven todas las razas que no son humanas. Solía ser el distrito de los barrios bajos de la ciudad, pero luego todo fue demolido. La zona se construyó para que la gente de todo tipo de razas pudiera tener una estancia cómoda. Bueno, no creo que la zona esté terminada hasta dentro de mucho tiempo, pero ya hay una bonita casa donde la gente como nosotros — que somos más pequeños que los humanos — podemos alojarnos sin problemas."

"¡Realmente nos trajeron para estar a cargo de ese proyecto!" Gritó uno de los otros Enanos que se metió en la conversación.

"Ya veo. Pero si derribaron los barrios marginales, ¿a dónde fue esa gente?, ¿a dónde fueron los residentes originales?" Los ojos de Remedios se dirigieron hacia los no-muertos.

"No conozco los detalles, pero he oído que los enviaron a los pueblos o algo así. Había muchas aldeas abandonadas cerca de esta ciudad, así que para restaurarlas, oí que estaban regalando campos. Ahí es donde, la forma en que utilizan a los no-muertos es aún más sorprendente. Escuché que comenzaron un proyecto agrícola masivo con mano de obra de no-muertos. Hace que los precios de los alimentos aquí sean bastante baratos."

"Lo barato no es la parte importante. ¡La parte importante es que hay mucha comida sabrosa! ¡Si viviera aquí, engordaría en un abrir y cerrar de ojos!"

"Si vuelvo así de gordo, mi mujer me gritará: '¿No has traído nada para mí?' y se pondrá de mal humor, ¡así que tengo que volver flaco!"

" Vaya, tuvimos mucha suerte cuando lo decidimos al azar."

Los enanos volvieron a reírse de la misma manera. "¡Gajajajajaja!"

" Por último, ¿sabes el nombre del no-muerto en forma de caballo?"

" No. No, pero no importa, ¿verdad? No hará daño a nadie. La cosa no es más que huesos, pero es de alguna manera superfuerte, así que es genial para el transporte."

"Y veo... ¡Gracias!"

"Gracias a ti también. ¡Buen viaje para todos ustedes!"

Separándose de los enanos, el grupo continuó hacia la posada.

"Capitana, ¿por qué les preguntó el nombre de esa criatura no-muerta en forma de caballo?"

Neia se preguntaba lo mismo. Se había imaginado que eso sería lo que menos le interesaba a Remedios.

"... Gustav. Lo pregunté porque desde que los vimos, has estado actuando de forma extraña."

"Oh..."

"Oye, ¿y sabes el nombre de ese ser no-muerto?"

"... Bueno, un nombre me viene a la mente, pero... probablemente no sea correcta. No puede ser. Debo estar malinterpretando algo. Los no-muertos en los que estoy pensando serían imposibles de controlar."

"Hmm. Bueno, si eso es lo que piensas, probablemente sea la verdad."

Y ese fue el final de la conversación.

Finalmente, tras seguir las indicaciones del guardia de la puerta, llegaron a una magnífica posada que debía ser el Destello Dorado. Había un letrero con una escritura, pero como no podían leer los caracteres utilizados en el Reino, sólo podían adivinar lo que decía. El Reino y el Imperio de Baharuth habían sido una vez parte del mismo país, por lo que tenían muchas cosas en común, pero el Reino Santo nunca formó parte de ese dominio, así que había una gran diferencia entre ellos.

"Gustav, ve a reservar nuestras habitaciones."

"Entendido. Ustedes dos vengan conmigo."

Gustav se dirigió hacia la posada acompañado de dos paladines. Unos minutos más tarde, sólo uno de los paladines regresó.

"Capitana. Hemos podido reservar habitaciones sin problemas. Los establos en la parte de atrás, así que debemos llevar nuestros caballos allí."

"Ya veo. Entendido. ¡Escudera Baraja! Lleva los caballos."

"¡Sí, señora!"

Los ató a un árbol frente a la posada y luego los trasladó uno por uno al establo. Cuidar de los caballos era un trabajo de escudero, pero aquí la posada lo haría, así que ella aprovechó ese lujo y entró.

La posada olía tan bien que pensó, quizás sea para contrarrestar el olor de cualquier huésped que entrara apestando a los establos.

¿Era algún tipo de incienso o perfume?

Desde el exterior, parecía de la misma clase que el lugar en el que se hospedaban en el Reino, pero después de ver el interior, le pareció que podía estar incluso un escalón por encima. Incluso se sintió un poco avergonzada al caminar con su cuerpo sucio debido a su largo viaje — bañarse para ellos, era, esencialmente, solo enjuagarse con agua hasta que pensaran que no apestaban.

Neia se dirigió a la habitación que le indicó el empleado de la posada y tocó la puerta.

"¿Quién es?"

"La escudera Neia Baraja."

Dentro de la puerta estaba uno de los paladines, todavía con su armadura. Tal vez E-Rantel era tan diferente de lo que imaginaban durante sus viajes que estaban ansiosos por ponerse manos a la obra, que incluso aliviar la fatiga del viaje, era una pérdida de tiempo.

"Has llegado justo a tiempo. Estamos a punto de empezar la reunión."

Aunque se preguntaba si era realmente necesario que ella participara, pero no haría falta decirlo en voz alta. Si su superior le decía que hiciera algo, obedecer era la forma de avanzar en el mundo.

"Muy bien, hoy solicitaremos una audiencia con el Rey Hechicero como estaba previsto. Gustav, cuento contigo."

"Por supuesto, Capitana. Pero, ¿qué harán los demás? La idea era que se reunieran con personas influyentes para solicitar ayuda..."

Ya que Momon era un aventurero, habían planeado en un principio ir al Gremio de aventureros, pero Ryurarius les había dicho que el gremio estaba prácticamente en pausa. Los subordinados del Rey Hechicero estaban cumpliendo con los pedidos en su lugar.

"Vayamos al gremio de todos modos. Si hay aventureros con tiempo libre a su disposición, podemos invitarlo al Reino Santo."

"Entiendo. Entonces —"

Gustav dio órdenes a dos paladines, y se pusieron a trabajar inmediatamente.

¿Qué tipo de trabajo tendría Neia?

Como escudera, sus tareas principales eran pulir las armaduras y espadas de los paladines, lavar la ropa e incluso remendar. La mayoría de los paladines de ahora, habían pasado por tales experiencias.

Supongo que la Capitana podría ser una excepción ya que su habilidad sin igual la llevó al rango de paladín de inmediato...

"Entonces, ¿qué haremos los demás? ¿Debemos quedarnos en la posada?"

"Bueno, por los rumores que escuchamos en el Reino, esperaba que este fuera un lugar mucho más oscuro, pero parece una ciudad bastante normal... ¿confío en que dejar salir a unas cuantas personas no sería un problema?"

"No puedo asegurarlo, pero no parece que vaya a haber ningún peligro repentino."

"Ya veo. Entonces tal vez deberíamos hacer que algunas personas vayan al templo y vean si pueden ser un intermediario para nosotros con Momon."

"El gobernante de esta ciudad es el Rey Hechicero, un no-muerto. Me imagino que los templos no tienen mucha influencia."

"Pero somos paladines, caballeros santos. Sería extraño que no visitáramos al menos el templo."

Gustav frunció el ceño. Remedios tenía razón.

"Sí... también es verdad."

"Y además del paisaje que el Rey Hechicero nos ha permitido ver, también sería bueno ver y escuchar la vida de la ciudad a través de su gente. ¿verdad?"

"Eso también tiene sentido...

Pero, ¿qué debemos hacer si nos encontramos con algo que no podríamos tolerar?

Gustav debió haber llegado a esa pregunta, y por eso se mostraba evasivo.

Neia respondió su propia pregunta.

Los paladines son la encarnación de la justicia. Entonces, si actuamos como se supone que debemos hacerlo, puede que el Rey Hechicero nos critique. Si como resultado se negara a ayudar al Reino Santo y miles de personas sufrieran, ¿seguiría siendo lo correcto?

Recordó a su padre, cómo decía que no entendía la idea de justicia de los paladines. Mientras entrenaba y aspiraba a ser paladín, Neia no había pensado mucho en ello, pero desde que el Reino Santo se enfrentaba a estos problemas, se sentía menos segura y recordaba sus palabras a menudo.

Si hubiera podido preguntar a su madre, su duda se habría desvanecido, pero su madre ya no estaba entre los vivos.

No tengo más remedio que responder esa pregunta por mí misma.

Mientras Neia reflexionaba sobre todo eso, la conversación continuaba. Se decidió que un par de paladines iría al templo de los Cuatro Grandes Dioses, y otras parejas verían la ciudad y recogerían información. Remedios y los demás se quedarían en la posada para poder contactar fácilmente con ellos en caso de que algo ocurriera.

Como era de esperar, Neia recibió la orden de pulir las armaduras de todos.

Cuando terminó la reunión, Neia comenzó a ocuparse de cada una de las armaduras, una por una.

Mojando un paño con agua fría, limpió la suciedad.

Como la armadura estaba encantada, no había arañazos ni abolladuras. Si hubiera alguna abolladura, habría que martillarlas desde el interior, y si la persona encargada del mantenimiento no tenía cuidado, acabaría más desnivelada que al principio. Neia no estaba muy confiada con un trabajo tan delicado, así que agradecía poder encargarse del mantenimiento de las armaduras encantadas de los paladines.

Ella estaba muy contenta de sumergir su corazón y su mente en el trabajo. Así, no necesitaba pensar en cosas innecesarias.

Con el sudor en la frente, Neia terminó de revisar las armaduras de todos.

♦  ♦  ♦

La audiencia con el Rey Hechicero se produjo tan rápidamente que Neia no pudo ocultar su sorpresa. Pudieron reunirse con él, el día después de que Gustav fuera a preguntar.

El palacio al que llegó el grupo de paladines del Reino Santo — con Neia en la retaguardia — era terriblemente cutre. Tal vez podría haber sido grandioso para alguien que gobernaba una ciudad de este nivel, pero no era totalmente apropiado de alguien que se llamaba a sí mismo rey. No había una sensación de tranquilidad nacida de una rica historia, nada de la solemnidad, nada del capricho de un individuo poderoso; fue una edificación construida solo para fines prácticos.

Comparado con los palacios reales del Reino o del Reino Santo, era muy triste. Sin embargo, este era la residencia del Rey Hechicero. Ésta solía ser una ciudad fronteriza del Reino, así que probablemente se había limitado ocupar el palacio existente después de tomar el control del lugar.

A medida que los paladines se quitaban los cascos y examinaban el palacio, había un leve aire condescendiente que solo Neia podía detectar. Debían de estar comparando este lugar con el palacio de su país.

¿Quién podría culparlos por eso?

Sin embargo, Neia recordó el barco fantasma y los no-muertos que había visto patrullando por las calles.

¿Por qué un gobernante que podía controlar a no-muertos tan poderosos vivía en un palacio tan cutre? 

Debe haber una razón... Si él quisiera un lujoso palacio, podría hacer que esos artesanos enanos y los incansables trabajadores no-muertos construyeran uno...

Al atravesar las puertas del palacio, dos filas de no-muertos que ella no había visto antes se encontraban frente a frente. A diferencia de los no-muertos que habían visto en la puerta, eran más delgados y sostenían sus lanzas en alto de manera que se entrecruzaban.

De las puntas de las lanzas cruzadas colgaban banderas. A la derecha estaban las banderas del Reino Hechicero, y a la izquierda las del Reino Santo.

El escenario era tal que, debajo de las banderas había un pasillo por el que podían pasar.

Después de eso, sonó una música. Era una canción que no había oído antes, pero pensó que estaba bien aceptarla como parte de la ceremonia.

Una conferencia de hace mucho tiempo surgió en las profundidades de su memoria.

Mantén la mente siempre en alerta cuando te enfrentes a la magia.

Pero aun así, no había forma de que esta música pudiera ser un ataque mágico. Si se trataba de una trampa, no era necesario que ondeara la bandera del Reino Santo.

Neia se mostró valiente mientras caminaba hacia adelante, mientras observaba su entorno al mismo tiempo.

Había una guardia de honor y la bandera del Santo Reino. Esto era una clara señal de que el Reino Hechicero estaba tratando a su delegación como invitados de honor. En otras palabras, Neia y los demás estaban siendo aceptados como embajadores oficiales del Santo Reino. Lo que significaba que Neia estaba representando a su país.

Aunque eso la hacía feliz, la presión le provocó un dolor de estómago debido a los nervios.

Al final del camino cubierto de banderas estaba — Neia jadeó.

Una belleza de clase mundial.

Qué hermosa... Es increíblemente hermosa...

Tenía rasgos hermosos y penetrantes. Un vestido blanco inmaculado que costaba quién sabía cuánto.

Su sonrisa rebosaba de compasión que Neia podría haberla confundido con un ángel. Sin embargo, la prueba de que no era un ángel era el par de alas negras que brotaban de su cintura.

"Bienvenidos, representantes del Reino Santo. Por favor, permítanme que me presente. Soy Albedo, la Supervisora de los Guardianes de Piso y de los dominios de todo el Reino Hechicero de Ainz Ooal Gown. Para ponerlo en términos más familiares, soy la primera ministra."

" Gr-gracias por su detallada presentación. Soy la líder de la delegación del Reino Santo, Remedios Custodio. Muchas gracias de que hayan hecho arreglos para reunirse con nosotros."

"No hay necesidad de agradecimientos. Su Majestad el Rey Hechicero, está muy preocupado por los acontecimientos en el Reino Santo. Dijo que era natural que se tomara tiempo para reunirse con ustedes."

"Estamos muy agradecidos por eso..."

Remedios parecía abrumada por la sonrisa de Albedo. Su belleza antinatural era tal que, incluso un miembro de su mismo sexo — o tal vez por ello — sería devorada por ella. La mirada de Albedo recorrió rápidamente el resto del grupo, incluida Neia.

"Bueno, Su Majestad los está esperando, así que les guiaré a la sala de audiencias. ¿Podrían seguirme, por favor?"

"S-sí, por supuesto. Entonces, ¿qué debemos hacer con nuestras espadas?"

"Oh, sí, está el asunto ese, ¿no?" Albedo sonrió de manera divertida.

¿Por qué sonreiría así? Se preguntó Neia. Seguramente no podían llevar armas ante la presencia de un rey, así que, normalmente se les pediría que entregasen sus armas. Esto también era una muestra de confianza de la otra parte.

"Normalmente, lo tomaríamos bajo custodia, pero no hay necesidad de ello. Por favor, llévenlos como están ahora."

Neia no comprendía muy bien qué significaba eso.

Lo mismo sucedía para Remedios, y preguntó: "¿Por qué?". Ella debía estar más confundida que nadie, después de haber pasado tanto tiempo sirviendo junto a la Reina Santa.

En respuesta a esa pregunta natural, Albedo volvió a sonreír. "Naturalmente, esto se debe a que confiamos en nuestros honorables invitados del Reino Santo. Y pensamos que nosotros, como nación que cuenta con muchos no-muertos, debemos parecerles un país bastante extraño. Por lo tanto, pensamos que se sentirán más seguros llevando sus armas. Por supuesto, no los consideramos una amenaza. Si prefieren entregar sus armas, ¿podemos...?"

"Ya veo, siendo así, responderemos de la misma manera a la buena voluntad de Su Majestad el Rey Hechicero... ¿Todos ustedes, además de mí, podrían entregar sus espadas? Le pido disculpas, pero porto un tesoro nacional de mi país, así que, espero que entiendan que no puedo entregarla."

"Sí, por supuesto."

Albedo hizo una señal con los ojos, y los no-muertos que salieron tomaron las espadas de todos.

Quizás había paladines que se sentían incómodos por entregar sus espadas a los no-muertos, pero no podían negarse a las órdenes de su capitana.

Neia también entregó su espada y observó a Albedo.

Su hermosa sonrisa aún permanecía en su rostro, por lo que era imposible saber lo que estaba pensando. O más bien, todo lo que Neia podía deducir de su expresión era amabilidad. Parecía querer ser lo más amable posible con ellos. Sin embargo, ¿era correcta la interpretación de Neia? Por ejemplo, si ese no fuera el caso…

—Se nos permitió entrar con nuestras espadas para conocer a su amo. ¿Fue debido a la orden del Rey Hechicero? O... ¿fue porque sabía que no había forma de que pudiéramos hacerle daño?

El Rey Hechicero era lanzador de magia inmensamente poderoso. ¿Quizás era la arrogancia de creer que saldría victorioso sin importar cuántos paladines del Reino Santo se le acercaran?

O quizás tenga guardias no-muertos protegiéndolo. Albedo-sama no parece que tenga ninguna habilidad de combate...

La Primer Ministro, cuya belleza estaba lo más alejada posible de la violencia en este mundo, sonrió con gentileza.

"Vengan todos. Su Majestad está esperando. ¿Nos vamos?"

♦  ♦  ♦

Como se esperaba de la propia edificación, la sala del trono tampoco era tan lujosa como ella se había imaginado. Sin duda, había sido puesta en servicio inmediatamente después de ser tomada sin renovación alguna.

Sin embargo, el trono en sí era precioso. Es decir, emitía un llamativo resplandor dorado. Seguramente no podía ser de oro macizo, pero teniendo en cuenta su tamaño, incluso recubrirlo con láminas de oro habría supuesto un gasto considerable.

Además, la bandera detrás del trono también era impresionante. No estaba segura de con qué tipo de hilo estaba tejido, pero el color era más profundo de lo que el negro por sí solo podía lograr. Con una ligera alteración en los niveles de luz, parecía que podía ser de color púrpura oscuro.

"Por favor, entre, Su Majestad."

"Todos, inclinen sus cabezas." Ordenó Remedios.

Neia, al arrodillarse, se sorprendió ligeramente de que Remedios decidiera que los paladines se inclinaran ante un no-muerto, pero ella no tenía ninguna objeción. Como escudera, estaba bien instruida en la etiqueta de esta práctica ceremonial. Dicho esto, sólo había tenido una ocasión de asistir a una audiencia ante el Rey Santo. Con la cabeza baja, movía los ojos frenéticamente robando miradas desesperadas a los paladines que la rodeaban.

Parece que... todo está bien…

Por supuesto, esa fue su impresión tomada debido a que ella sólo podía verlos de espaldas, así que si los hubiese visto de frente, podría haber visto algo extraño en las posturas de ellos, pero…

¡Está bien! ¡No fui regañada, ni siquiera cuando estuve delante del Rey Santo-sama! ¡Mi padre incluso me elogio por eso!

"Presentando a Su Majestad el Rey Hechicero, Ainz Ooal Gown."

Albedo, de pie ligeramente por delante del trono a un lado, habló, y se oyó un diminuto *ksh* de un papel siendo arrugado que seguramente solo Neia podía oír y luego pasos acompañados por un *clack*, *clack* de algo duro golpeando el suelo. Finalmente, ella sintió que alguien se sentaba en el trono.

"Se les ha concedido permiso de levantar la cabeza."

Lograr la sincronización correcta en eso era bastante difícil. Ser demasiado rápido o demasiado lento sería grosero. Contó un par de segundos en silencio y luego levantó la cabeza.

Overlord, Reunión con el Rey Hechicero

Y entonces, ella no podía creer lo que veía al frente.

E-es el Rey Hechicero, Ainz Ooal Gown.

Su rostro era el de un cráneo desnudo. Puntos de luz roja ardían dentro de sus cuencas oculares. Verdaderamente, su apariencia encajaba con las de un no-muerto. Sin embargo, éste era diferente a todos los que Neia había conocido.

Lo primero que la sorprendió, fue su vestimenta.

Llevaba una vestimenta más costosa que la de cualquier noble que ella hubiera visto desde que comenzó su servicio como escudera.

Su traje era largo y holgado, con mangas extremadamente anchas. La tela era de un blanco puro e inmaculado, y tanto las mangas como el dobladillo estaban bordados con detalles de color dorado y púrpura. Una banda se ajustaba en su cintura, pero a Neia no le pareció extraño. Por muy raro que fuera, desprendía un toque de las costumbres extranjeras, y solo podía calificar el atuendo como magnífico.

Y sus guantes, del mismo color que su vestimenta, tenían placas metálicas que brillaban con todos los colores del arco iris incrustadas en ellos. Una de sus manos sostenía un bastón místico que parecía como si fueran siete serpientes enroscadas entre sí. Eso debía ser lo que producía el fuerte golpeteo que ella había oído.

Sin embargo, lo más sorprendente era el halo de resplandor de obsidiana detrás de él.

... ¿Es realmente uno no-muerto? No puede ser...

La idea que Neia tenía de los no-muertos era la de zombies, esqueletos, espectros y otras criaturas similares.

El Rey Hechicero no podía ser descrito con la misma palabra de no-muerto a los ojos de Neia. Extrañamente, ella no se sintió repugnada por su cara esquelética, e incluso sentía que era puro y majestuoso.

Era un ser inmensamente poderoso, un ser temible, cuyo poder superaba la capacidad de la mente humana para comprenderlo; en otras palabras — era un Ser Supremo.

Olvidando a Albedo, que estaba junto al trono, Neia miró sin querer al Rey Hechicero.

Lo que la trajo de vuelta a la realidad, fue el "Ahora bien", que él pronunció.

"Has recorrido un largo camino desde el Reino Santo, Remedios-dono. Los otros paladines de tu grupo, también."

"En absoluto, Su Majestad, Rey Hechicero."

"Habría organizado una fiesta de estado para darte la bienvenida, pero pensé que no tienes el tiempo suficiente como para entretenerte. En su lugar, he reservado un espacio de mi apretada agenda para organizar una audiencia para ti. Siendo así, no perdamos más tiempo — podemos ahorrarnos largos eufemismos, halagos y cosas por el estilo, ¿no crees? Hablemos francamente. ¿Alguna objeción?"

"Ninguna, Su Majestad."

"Muy bien. Entonces, me gustaría que me contaras cómo están las cosas actualmente en el Reino Santo. Si hablas con sinceridad y sin omisiones, creo que el Reino Hechicero podría ofrecerte algo de ayuda."

Remedios indicó que entendía y habló con elocuencia sobre la situación de su país. 

¿Qué instinto la hizo querer ofrecer esa información? Neia no lo sabía. Aunque, lo más probable era que ella simplemente se hubiera hartado de pensar.

El contenido de su explicación era como el que Gustav le había dicho a Blue Rose — que apenas estaban resistiendo la invasión. Probablemente no estaba muy contenta de contarle esto a otro país, especialmente a uno gobernado por un no-muerto, que el Reino Santo estaba al borde del colapso.

"Ya veo, ya veo. Entonces, ¿cuál es su objetivo al venir a mi país?"

"Bueno, tenemos que pedirle un favor, Su Majestad. Hemos oído que el aventurero llamado Momon está sirviendo a su país. Si pudiéramos tomar prestado a ese guerrero que luchó en igualdad de condiciones contra Jaldabaoth, no habría nada que temer en nuestro país. Le pedimos humildemente que envíe al guerrero Momon al Reino Santo."

El resplandor carmesí de los ojos del Rey Hechicero se desvaneció repentinamente, y luego volvió a reavivarse un momento después.

"Tal y como pensaba. Te daré la respuesta que preparé de antemano: imposible."

"¿Puedo preguntar por la razón que llevó a esa respuesta, Su Majestad?"

"Me temo que tiene que ver con la marca negra de mi nación... Él juega un papel fundamental en mantener la paz en mi país. Es gracias a él que mi gente puede vivir aquí sin miedo."

"Pero, ¿Su Majestad no comanda legiones de no-muertos?"

"Hoh-hoh-hoh " —el Rey Hechicero rio suavemente.— "Parece que ustedes, damas y caballeros del Reino Santo, han visto mis fuerzas de no-muertos y las han considerado bastante satisfactorias. Entonces, ¿aceptarás un préstamo de estas tropas de no-muertos en lugar de Momon? Confío en que todos habrán visto que todos los no-muertos que controlo — son todos guerreros resistentes. Estoy seguro de que podrían aniquilar fácilmente a los semi-humanos."

Remedios se quedó sin palabras.

¿Podría imaginarse a sí misma dirigiendo un ejército no-muertos de regreso al Reino Santo? No, era inimaginable. Comandar a un ejército de no-muertos era totalmente antitético para un paladín.

Ciertamente, un ejército de no-muertos tenía muchos beneficios. Los no-muertos no requerían comida ni mucho de nada en absoluto — incluso podían permanecer en medio de un bosque primitivo indefinidamente sin tener que preocuparte por el reabastecimiento. Eran verdaderamente los soldados ideales.

Pero la idea de aceptar un ejército de no-muertos — llamados enemigos de todas las criaturas vivientes debido a su odio a la vida — en sus fuerzas, era más aterrador que cualquier otra cosa. Para empezar, traer las tropas de una nación extranjera a su propio país era algo que provocaba ansiedad. Era eminentemente posible que pudieran quedarse y ocupar el Reino Santo una vez que se resolvieran todos los problemas originales.

"E-eso sería..."

El Rey Hechicero se rio al ver lo agitada que estaba Remedios. 

"Efectivamente, Remedios-dono. En nuestra nación también hay gente que piensa como usted. El uso de no-muertos para la agricultura, labranza y la seguridad son aplicaciones que la gente está aprendiendo a aceptar poco a poco. Pero, desafortunadamente, a la gente de la ciudad — que tienen poco contacto con estas actividades — no le gusta acercarse demasiado a ellos, así que aún no he conseguido que el pueblo los acepte. Por supuesto, la situación es mucho mejor que cuando tomé aquí el poder por primera vez, pero probablemente requerirá un poco más de tiempo para ello. Momon presta atención a sus inseguridades y se ocupa de muchos asuntos en mi lugar. Si lo enviara ahora, no se sabe cómo explotaría el descontento del pueblo."

"En ese caso, ¿qué tal si nosotros, los paladines, nos quedamos en lugar de Momon-dono para incentivar a las personas en confiar en los no-muertos? Es ampliamente conocido que los no-muertos son enemigos de los paladines. ¿No sería muy eficaz que nos quedáramos y declaráramos que los no-muertos de Su Majestad son dignos de confianza?"

"Umu... Es una propuesta que vale la pena considerar."

Después de un breve período de meditación, el rostro del Rey Hechicero se movió ligeramente para mirar la mano que no sostenía su bastón. "... Hmm. La parte que no cuadra es que eres de un país extranjero. Si alguien que ha pasado por buenos y malos momentos contigo, puedes confiar en esa persona, pero si unos desconocidos aparecieran de repente y dijeran que los no-muertos son confiables, ¿les creerías? Como yo pensaba, no creo que funciones como sustituto de ese aventurero de rango Adamantita, que se ha hecho un nombre en nuestra ciudad."

Su lógica era impecable.

Por lo tanto, ellos no podían discutir con esa lógica. Era especialmente imposible para Remedios, que para empezar era del tipo emocional.

Se había quedado callada cuando el Rey Hechicero dijo de repente, "—Bien. Entonces, cambiemos de tema, pero quería preguntar por algunas personas que no aparecieron en tu informe, Remedios-dono. En el pasado, he oído decir a Momon que Jaldabaoth comandaba unas sirvientas de considerable poder. No las has visto en el Reino Santo, ¿verdad?"

"No, no las hemos visto en el Reino Santo. De hecho, oímos hablar de ellas por primera vez a través de Blue Rose del Reino."

"Ya veo... ¿Así que tal vez eso significa que las sirvientas podrían ser la carta de triunfo de Jaldabaoth? ¿O están al acecho en algún otro lugar?"

"Me temo que no estamos seguros."

"... Creo que mencionaste que el Reino Santo del Sur todavía estaba bien, pero ¿ha estado en contacto con ellos? "

"Hasta cierto punto, sí."

"¿Así que ninguno de sus subordinados se ha infiltrado allí todavía? Quizás estoy siendo paranoico, pero..." 

El Rey Hechicero de repente miró al techo.

"¿Cree que alguien a las órdenes de Jaldabaoth puede haberse infiltrado ya en el sur, Su Majestad?"

"Yo no diría eso, pero me pregunto por qué, si tiene peones tan poderosos, no los ha usado todavía... ¿Recuerdas que al principio de esta conversación dije que debíamos decir lo que pensábamos?  Por lo tanto, permítanme ir al grano: ¿qué tipo de remuneración puede ofrecerme el Reino Santo a cambio de nuestra ayuda?"

Era una pregunta natural y totalmente esperada. Pero era extremadamente difícil de responder.

"Podemos ofrecer la amistad, confianza y respeto de nuestro país."

El Rey Hechicero sonrió ante la respuesta de Remedios.

Pero si se le preguntaba si Remedios estaba equivocada, Neia no podía decir que fuera así. A veces, los paladines iban a la batalla arriesgando sus propias vidas por eso. Por ejemplo, aceptar una petición de una aldea pobre que no podía permitirse compensar y luchar contra una horda semi-humana, era algo que haría un paladín ejemplar.

"Eso es algo típico que diría un paladín. Tuve un amigo en el pasado que podría haber estado dispuesto a entrar en acción basándose solo en esas palabras, pero desafortunadamente, yo no puedo conmoverme con esas palabras. Dije que nada de discursos floridos. ¿Puedes ofrecerme algún beneficio real?"

¿El Rey Hechicero está diciendo que Momon-dono es su amigo? ¿Es por eso que habla de él tan despreocupadamente sin honoríficos y no porque Momon-dono es solo un subordinado?

Remedios permaneció en silencio, mientras Neia reflexionaba sobre esas preguntas. 

No.

¿Cómo podía ella responder? La verdad es que no había nada que Remedios Custodio pudiera prometer.

¿Qué pasaría si lograban expulsar a Jaldabaoth?

Por supuesto, el siguiente Rey ascendería al trono, pero no había muchas posibilidades de que esa persona tratara a los paladines con mucho respeto. Si fuera elegido uno de los nobles del sur con los que no se llevaban bien, Remedios y los otros, existía la posibilidad de que los miembros de su orden fueran incluso encerrados por su incapacidad para proteger a la Reina Santa.

Si eso ocurría, entonces Remedios no podría cumplir la promesa que había hecho aquí. Al fin y al cabo, esta delegación era un grupo de personas normales de posición inestable en la sociedad que venían a mendigar cualquier amabilidad que pudieran encontrar.

Por esa razón, ella no podía garantizar nada. Era casi imposible que una sola persona soportara todo el peso de un estado. Sólo un monarca podía hacerlo.

"Discúlpeme, Su Majestad, Rey Hechicero. Soy el vice-capitán Gustav Montagnés, sirviendo bajo el mando de la capitana Custodio. Por favor, permítame hablar en su lugar."

El Rey Hechicero levantó levemente su barbilla para que Gustav continuara.

"Muchas gracias. No podemos prometer el tipo de solicitud que Su Majestad desea. Incluso si logramos retomar el territorio del Reino Santo, la reconstrucción después de que Jaldabaoth asolara nuestro país llevará un tiempo terriblemente largo, así que dudo que podamos entregar algo que podamos ofrecerle aquí de manera oportuna. Pero me gustaría hacerle un llamado, y es con respecto a lo peligroso que es Jaldabaoth."

"Umu... continúa."

"Su Majestad. Esta vez, él ha aparecido con un ejército semi-humano que no trajo consigo aquella vez al Reino Re-Estize. Si Jaldabaoth no es detenido ahora y se le permite esconderse, no se sabe lo que preparará para la próxima vez que reaparezca."

"Así que lo que estás diciendo es que ahora, mientras ha mostrado su rostro frente a nosotros es nuestra oportunidad de matarlo — que debemos cortar este problema de raíz — ¿verdad? "

"Como usted tan sabiamente percibe, Su Majestad. Con eso en mente, ¿no podría enviar a Momon-dono?"

"Ya veo. Es una razón perfectamente comprensible. De hecho, ya es hora de que ese Jaldabaoth sea exterminado."

"En ese caso—"

Cuando una mirada de alegría estaba a punto de aparecer en el rostro de Gustav, el Rey Hechicero extendió una mano para detenerlo antes que de que golpeara su bastón el suelo.

"Sin embargo, enviar a Momon sigue siendo muy difícil. Aunque consigamos exterminar a Jaldabaoth, no puedo dejar que nuestra política interna se desestabilice en su ausencia. Entonces, ¿qué tal esto? Si puedes ganar un poco más de tiempo, hasta que podamos estabilizar nuestra situación. Entonces puedo enviar a Momon — si él está de acuerdo, por supuesto. Según lo que han dicho hasta ahora, deberían ser capaz de aguantar un poco más, ¿no es así?"

"Eso es cierto, pero... ¿cuánto tiempo llevará?"

"Umu... Albedo, ¿qué opinas?" El gobernante giró hacia la Primer Ministro, que había permanecido a su lado todo el tiempo.

"El hecho de que el número de semi-humanos en nuestra nación probablemente aumente, puede retrasar cualquier estimación que podamos hacer. Teniendo en cuenta eso, unos cuantos años. Hmm, sí... Creo que después de cinco años nuestros problemas estarán resueltos."

"Ahí lo tienes. ¿Te parece bien?"

Cinco años. Gustav hizo rodar el número en su boca y sacudió ligeramente la cabeza. "Es un tiempo un poco largo..."

"Ya veo... Supongo que hay que pensar en las necesidades de su país. Al fin y al cabo, es un favor que nos pide una nación amiga." —El Rey Hechicero puso especial énfasis en la palabra amiga.— "Haremos todo lo posible para reducir ese tiempo. Entonces, Albedo, ¿cuánto tiempo nos llevaría si lo reducimos al máximo?"

"En ese caso, tal vez podríamos conformarnos con tres años. Pero podríamos arriesgarnos a que se produjera algunos disturbios en nuestro país."

"Bueno, eso no se puede evitar, supongo. Es para salvar a una nación amiga. Deberíamos derramar un poco de sangre aquí, también... metafóricamente hablando."

El Rey Hechicero lo dijo como una especie de broma, pero nadie se rio.

"... Ejem. Entonces, ¿qué te parece? Hemos acortado el tiempo en dos años."

El Reino Hechicero se había comprometido a acortar dos años, pero tres años seguía siendo demasiado tiempo. No se sabía cuánto daño se haría durante ese tiempo o si el Reino Santo sería capaz de mantenerse como país. No era sostenible. Sin embargo, si lo decían abiertamente, tal vez incluso la promesa de enviar a Momon después de tres años podría ser retirada de la mesa.

Sin embargo, la oportunidad de salvar el Reino Santo estaba justo delante de ellos.

Este era el momento por el que habían venido hasta aquí. Valía la pena arriesgar sus vidas.

Preparada para morir si fuera necesario, Neia inhaló y dijo: "Mis humildes disculpas, Su Majestad, Rey Hechicero."

"... ¿Quién eres tú?"

"Soy una escudera de la Orden de Paladines del Reino Santo. Mi nombre es Neia Baraja. Estoy consciente de lo descortés que es preguntar esto, pero, ¿no podría enviar a Momon-dono mucho antes?"

El Rey Hechicero parecía estar pensándolo profundamente.

"¡Neia! ¡¿Cómo se atreve una simple escudera como tú a solicitarle un favor a un rey?!"

Neia sólo pensó una cosa cuando Remedios la regañó de esa manera.

Por favor espere un poco más, para matar a su insolente escudera.

"De acuerdo, claro. Neia, has dicho, ¿verdad? Entonces, ¿qué tiempo antes debo enviar a Momon?"

"Si pudiera enviarlo lo más pronto posible, se lo agradecería mucho."

"Me pides que envíe a Momon, sabiendo que causará daño al Reino Hechicero, ¿no es así?"

"¡Sí, Su Majestad!" Neia inclinó la cabeza.

Ya se había resignado. Si esto disgustaba al Rey Hechicero, ella simplemente pagaría su error haciendo que el Capitana la ejecutara.

Cerró los ojos, porque sabía que podría ser cortada en cualquier momento.

"¡Su Majestad! Me disculpo sinceramente por la insolencia de mi escudera. No tenemos ninguna intención de causar daño al Reino Hechicero."

"No, no te preocupes por eso. Es natural que a alguien de un país no le importe el daño que pueda causar a otro si eso significa salvar el suyo... Umu. Albedo. ¿Crees que podríamos manejarlo en dos años?"

"Creo que sería muy difícil."

"Ya veo. Aun así... hazlo."

Los ojos de Neia habían estado cabizbajos, pero levantó la mirada hacia el rey a pesar de su propia actitud.

"¡Sí, Su Majestad! ¡Entendido!

El ligero temblor de los hombros de Albedo después de recibir una orden emitida con una poderosa voz, propia de un gobernante absoluto, debía ser la ansiedad por el imprudente desafío de este invitado.

"Neia... Baraja. ¿Qué te parecen dos años, entonces? Puede que sigas pensando que es mucho tiempo, pero si el ejército del sur sigue en pie, pueden aguantar, ¿verdad?"

Dos años seguían siendo mucho tiempo. Pero ella no podía aprovecharse de su amabilidad más de lo que ya lo había hecho.

"¡Muchas gracias, Su Majestad!"

La gratitud en su voz era genuina, porque sentía que las posibilidades de la salvación de su nación eran mejores que antes.

Después de eso, Remedios se inclinó después de ella. "¡Muchas gracias, Su Majestad! Estamos profundamente agradecidos de que haya accedido a la petición de nuestra escudera."

"Está bien. —Capitana Custodio, tiene una valiosa subordinada. Una escudera no puede hacer una petición a un rey extranjero si no amara a su país de corazón... Y no estoy siendo sarcástico, por supuesto."

"No, estoy segura de que debe estar encantada con las palabras de Su Majestad."

"Ya veo. Muy bien, creo que hemos terminado con esto... Ha sido una reunión fructífera."

"—Anunciando la salida de Su Majestad, el Rey Hechicero."

Al oír la voz de Albedo, Neia bajó la cabeza.

Oyó los mismos pasos y el mismo traqueteo que hizo cuando él había entrado, pero esta vez cuando se retiraba. Finalmente, se oyó el sonido de una puerta cerrándose. El Rey Hechicero, debe haber salido de la sala.

"Su Majestad se ha retirado." —Cuando Neia levantó la mirada, Albedo estaba sonriendo, con las mejillas ligeramente sonrojadas.— "Entonces, por favor, permítanme guiarlos a todos hacia fuera."

♦  ♦  ♦

Neia se había preparado para recibir una reprimenda de Remedios, y efectivamente, después de que regresaran a la posada, ésta llegó.

"¡Tú—! ¡¿Sabes lo que has hecho?!"

La cara de Remedios estaba roja mientras se acercaba a Neia. El vice-capitán Gustav se apresuró a extender los brazos y se interpuso entre Neia y la capitana.

"¡Capitana Custodio! ¡Por favor, espere!  No se puede negar que la escudera Baraja actuó sin permiso, pero como resultado, el tiempo de espera se redujo en un año. ¿No debería elogiarla?"

"¡¿Qué tonterías estás diciendo?! ¡Las negociaciones podrían haberse roto por completo! Y en primer lugar, ¡¿cómo podríamos elogiar su intervención sin permiso?! ¡¿Estás bromeando?!"

"La culpa recae en su sirviente." Neia se disculpó desde el fondo de su corazón mientras inclinaba la cabeza.

"—¡¿Eres realmente consciente de que lo que hiciste estuvo mal?! Esta vez las cosas salieron bien, pero si no es así la próxima vez, ¡¿estás preparada para asumir la responsabilidad?!"

"... Mis humildes disculpas."

"¡Te estoy preguntando! ¡Respóndeme! ¡¿Podrías haberle dicho a la gente que sufre del Reino Santo que los refuerzos no llegaron por tu culpa?!"

"No, su sirviente no habría sido capaz de asumir esa responsabilidad."

"En ese caso, ¡¿por qué hiciste algo así?!  ¡¿En qué diablos estabas pensando?!"

Neia levantó la cabeza y miró directamente a los ojos de la Capitana. "Su sirviente consideraba que, si la situación se desarrollaba mal, su sirviente debía ser ejecutada por su oficial al mando como disculpa al Rey Hechicero por las fechorías de su sirviente."

Los ojos de Remedios se abrieron de par en par al oír eso. Pero inmediatamente después, entrecerró con desagrado una vez más. Gustav, a su lado, parecía impresionado.

"¡¿Crees que permitiría eso?! ¡¿Crees que tu pequeña vida sería suficiente para arreglar las cosas?"

"Tu sirviente no lo sabe. Pero pensé que ustedes serían capaces de pensar en algo, Capitana-sama."

"¡¿Y qué harías si no pudiéramos?!"

Ella daba en el punto. Definitivamente era posible que el Rey Hechicero no se hubiera apaciguado con su muerte. Pero la razón por la que Neia había hablado de todos modos, era porque tres años era simplemente demasiado tiempo.

¿Podría ser que la capitana pensaba que tres años estaba bien? ¿Por qué debería ser regañada por alguien que no hizo nada? Sabía que la vida del pueblo del Reino Santo estaba en juego. Pero lo hice porque en un lado de la balanza está la vida de toda la gente del Reino Santo. Estoy segura de que decir algo ahí era lo correcto...

¿Eran los resultados lo único que importaba? ¿O el método era igual de importante? Probablemente nadie podría responder a ese enigma.

En cualquier caso, era difícil — para alguien que había dado un paso al frente para hacer algo — soportar una reprimenda de alguien que no había hecho nada.

Por supuesto, Neia tenía una idea de lo que le ocurriría a alguien que expresara una opinión como aquella. Por lo tanto, no dijo nada e inclinó la cabeza.

"Capitana, por favor, eso debería ser suficiente. Gracias a ella, nuestra espera será un año más corta. Creo que deberíamos equilibrar nuestra respuesta entre la recompensa y el castigo. O al menos elogiarla tanto como regañarla."

"...... Tch."

Remedios parecía tener más que decir, pero en lugar de eso, giró sobre sus talones y se alejó.

Uff, Gustav exhaló. Luego se volvió hacia Neia.

"Tu determinación fue magnífica. La Capitana puede ser dura contigo, pero reconoce lo que has hecho."

Eso fue definitivamente una mentira. Nadie puede ocultar una mentira tan grande.

¿Tal vez sus pensamientos se mostraron en su rostro? Gustav la miró a los ojos y luego sonrió amargamente.

"En cualquier caso, iré a hablar con la Capitana sobre esto. Si te toparas con ella ahora, las cosas se pondrán un poco espinosas. Así que ¿podría molestarte para que salgas a caminar un rato?"

"Entendido. Gracias, Vice-capitán."

Neia salió de la posada y se dispuso a dar un paseo con el aire frío del invierno.

"Vaya... hahhhh..."

Aunque le habían dicho que "saliera" a dar un paseo, pero en este país ¿a dónde debería ir?

Neia buscó en el bolsillo de su pecho una pequeña bolsa de cuero. Dentro estaba el poco dinero que poseía. No era mucho, pero había monedas de bronce y plata del Reino Santo. En caso que no pudiera usarlas, todavía tenía una moneda de oro comercial. Sería más que suficiente para una comida. 

Esta moneda de oro era el último rastro de dinero que los padres de Neia le habían dado. Pero, ¿realmente puedo gastar la última mesada de mis padres en esto?

Neia miró la tierra extranjera en la que se encontraba.

"Esto es un dolor de cabeza... hahh..."

"Eso fue un suspiro terriblemente pesado."

La repentina voz tan cerca de ella hizo la hizo saltar.

"Dobla por esa calle. Destacamos demasiado en este lugar."

El dueño de esta voz no era de alguien que ella olvidara tan pronto. Neia estuvo a punto de pedir ayuda, pero logró contenerse. Después de caminar según las indicaciones, sintió que algo la seguía por detrás. Parecía que no era solo una voz lo que se proyectaba — al parecer, el dueño estaba allí, solo que esa persona se había hecho invisible para que Neia no pudiera verlo.

Una vez que estuvieron en la otra calle, la voz dijo, "Gira a la izquierda y ve a ese callejón". Neia obedeció en silencio. El callejón estaba más limpio de lo que esperaba, pero no había mucha gente.

Tras dar unos pasos dentro, Neia se dio la vuelta y se dirigió a la voz.

"Su Majestad, me atrevo a preguntarle, ¿por qué ha venido aquí? ¿Y, está usando magia para hacerse invisible?"

"Ya veo. Me preguntaba por qué hacías todo lo que te decía con tanta confianza, pero te diste cuenta de quién era, ¿eh?" Diciendo eso, el Rey el Rey Hechicero se reveló.

Se había puesto una túnica negra y oscura para no llamar la atención. Pero la túnica tenía un brillo aterciopelado, y ella podía decir que era una prenda de vestir de muy alta gama.

Neia se arrodilló inmediatamente ante él.

"Sí, es como Su Majestad dice. Además... ¿Dónde... está su escolta, Su Majestad?"

"Oh, no he traído ninguno. Después de todo, tenerlo aquí haría que las cosas fueran problemáticas."

"¡¿Q-que quiere decir?!"

"Umu. Quiero hablar con tu capitana en secreto. Quiero que la llames por mí… No, debería ir a su habitación. ¿Podrías abrir la ventana de su habitación? Entraré por ahí."

Esa fue una petición extraña. Normalmente, ella no abriría la ventana de su Capitana. Sin embargo, se trataba del rey de este país — un rey que había prometido ayudar al Reino Santo — quien se lo pedía. Ante la petición del Rey Hechicero, Neia no podía ser tan tonta como para disgustarlo.

La palabra asesinato se le pasó por la cabeza, pero si el Rey Hechicero hubiera querido matar a Remedios, podría haberlo hecho cuando se reunieron en la sala de audiencias.

También existía la posibilidad de que alguien se hiciera pasar por el Rey Hechicero. Pero, esta presencia ante ella que emanaba una soberanía abrumadora era, sin duda, el Rey Hechicero. Todos y cada uno de sus movimientos sólo podían ser realizados por alguien que era un Gobernante Absoluto.

¿Debería confiar en él? ¿O no?

Neia pensó por un momento y eligió lo primero.

"Entendido. Iré ahora mismo y lo haré inmediatamente."

"Ahora que lo pienso, ¿te han enviado para hacer un recado o algo así? Si ese fuera el caso, debería disculparme con tu Capitana."

"¿Eh?"

"—¿Eh?"

Neia intercambió inadvertidamente miradas con el Rey Hechicero.

"... ¿Quieres decir que no estás en tus horas de trabajo? ¿Es como un tiempo libre? Si ese el caso, me disculparé por interrumpir tu precioso — sí, verdaderamente precioso — tiempo libre con mi petición."

"N-no, Su Majestad me muestra demasiada preocupación; no hay necesidad... en cualquier caso, i-iré abrir la ventana de la habitación de la Capitana ahora."

Neia se escabulló junto a Rey Hechicero a toda prisa.

Lo que la había sorprendido era la amabilidad de sus palabras, eran como si alguien hubiera aplicado cuidadosamente un bálsamo sobre sus manos agrietadas y secas. Esas palabras se filtraron en el corazón de Neia y la sorprendió.

Neia corrió con todas sus fuerzas, y llegó a la posada casi de inmediato.

Por supuesto, no podía ir a toda velocidad dentro de un establecimiento de tan alta categoría. Dicho esto, tampoco podía tomarse su tiempo, así que avanzó a una velocidad que no fuera descortés — aunque tenía la sensación de que recibió algunas miradas frías del personal — y finalmente llegó a la puerta de la habitación de la Capitana.

Neia inmediatamente llamó y fue a abrir la puerta, pero estaba cerrada. Por un momento, tuvo una sensación de soledad de que había sido la única excluida, pero este no era el momento.

"Soy la escudera Neia Baraja. Por favor, abra la puerta."

Se escuchó un *click*, y un paladín asomó su rostro en la puerta.

"Disculpe" —dijo ella; ahora no era el momento de respetar todo y cada uno de los puntos de etiqueta. Se dirigió a Remedios, que estaba dentro de la habitación y dijo.— "Es Su Majestad el Rey Hechicero. Desea hablar con usted en secreto, Capitana."

Neia sintió que los ojos de todos miraban detrás de ella con sorpresa.

"No, no está ahí. Esta aquí."

Al decirlo, Neia se acercó rápidamente a la ventana y la abrió.

Como era de esperarse en un establecimiento de clase alta, las ventanas se abrieron suavemente, sin dejar rastro de atascos.

"¡¿Qué estás hacien…?!"

Desde la perspectiva de un tercero, parecía un acto casi peligroso. Era natural que uno de los paladines gritara, sobre todo porque era uno de los que había estado custodiando a la Reina Santa.

Pero Neia no hizo caso. Se asomó a la ventana y saludó al Rey Hechicero, que debía estar afuera.

Después de eso, alguien le tiró del cuello de la camisa.

"¿Qué haces, escudera Baraja, abriendo indiscretamente la ventana? ¿Y dónde se supone que está el Rey Hechicero?"

Se dio la vuelta y se encontró con un paladín con la cara roja. Bueno, tenía sentido estar enojado, pero—

"Creo que eso es suficiente. Ella sólo ha roto sus reglas para conceder mi deseo. Si vas a culpar a alguien, entonces, cúlpame a mí."

Una voz suave reverberó en la habitación.

Con el pie en el alféizar de la ventana, el Rey Hechicero se reveló tranquilamente.

Los paladines llevaron instintivamente la mano a sus espadas, pero Neia se apresuró a detenerlos.

"Hmm... parece que los he asustado. Eso fue una falta de previsión por mi parte. Vine porque quería reunirme en secreto. Me doy cuenta de que entrar por la ventana es de mala educación, pero espero que comprenda que no tenía otra opción... Y también debo disculparme con ella." —Habiendo puesto los pies en el suelo, inspeccionó la habitación con un aire real.— "... Soy el Rey Hechicero, Ainz Ooal Gown."

Cuando se anunció, Neia fue la primera en arrodillarse. Un momento después, escuchó a los paladines detrás arrodillarse simultáneamente.

"Está bien... Deberían ponerse de pie. No tenemos mucho tiempo. ¿Es posible hablar con usted, capitana Custodio?"

"No tengo ninguna objeción. Por aquí, por favor."

Neia suspiró —Uff— mientras se levantaba y sus ojos se encontraron con los del Rey Hechicero cuando éste se dio la vuelta. Por supuesto, él no tenía globos oculares, así que tal vez ella fue la única que sintió que intercambiaron miradas.

"¿No participará esa escudera?"

"Es solo una escudera, Su Majestad."

"Pero, estuvo antes en la audiencia, ¿cierto?"

El tono natural del Rey Hechicero sonaba genuinamente desconcertado y se expresaba con total normalidad, pero el sarcasmo era mordaz.

"Escudera Baraja, ven con nosotros."

"¡Sí, señora!"

Aunque Neia no quería asistir a la reunión, pero por alguna razón, tenía curiosidad por ver por qué el Rey Hechicero podría haber venido.

Remedios y Gustav y el Rey Hechicero estaban sentados ante una mesa, mientras Neia y los demás estaban junto a la pared. Era el mismo esquema que cuando habían recibido a las miembros de Blue Rose.

"Muy bien, Su Majestad. Por favor, perdóneme, pero seré directo. ¿Por qué se ha presentado de repente en nuestra posada?" preguntó Gustav, y Remedios asintió.

"Claro. Como dije antes, no me gustan las indirectas. No quiero que la gente me entienda de forma retorcida o equivocada."

Su forma de hablar era tan sustancial de alguna manera, tan indescriptiblemente íntima.

"Aunque ya he decidido enviar a Momon dentro de dos años, pero si estás de acuerdo con una condición, no soy reacio a enviar a alguien tan fuerte como él de inmediato."

"¿A la par de Momon?" Remedios no pudo evitar exclamar.

"... ¿Puedo saber la naturaleza de la petición que Su Majestad desea hacer? Dependiendo de la clase de petición, ruego que nos perdone si no podamos cumplirla de inmediato Su Majestad", continuó Gustavo, y el Rey Hechicero se rio en respuesta a las palabras de Gustav y habló.

"Sí, me lo imaginaba. Me hago una idea de la situación en la que se encuentran... Suena bien cuando se llaman a sí mismos una fuerza de resistencia, pero en realidad son un pequeño grupo de personas armadas que viven en una cueva, ¿verdad?"

Todos en la sala parecieron jadear al mismo tiempo. 

Neia no fue la excepción.

¿Cómo fue capaz de adivinar sobre la verdadera naturaleza de su condición? ¿Cómo se había dado cuenta de su historia? Era especialmente impresionante que hubiera acertado en el detalle de la cueva.

La Capitana y Gustav miraron a Neia. Tenían que preguntarse si ella le había contado su situación al Rey Hechicero. Así que ella negó ligeramente con la cabeza para decir, "no fui yo".

El Rey Hechicero ignoró a Neia y la conmoción de los demás y continuó.

"Incluso si las fuerzas del sur todavía están presentes, no están cooperando con ustedes debido a los problemas profundamente arraigados que existen con los nobles. Dado que no fueron capaces de proteger a la Reina Santa, será difícil que ocupen los mismos puestos bajo el nuevo Rey Santo. Así que, por supuesto, no pueden ofrecerme privilegios como tierras, títulos o comercio. Si lo hicieran, dependiendo de lo que pensara el nuevo Rey Santo, podría estallar una guerra con el Reino Hechicero."

El Rey Hechicero recitó el futuro de su situación con tanta precisión que era como si lo hubiera aprendido de memoria.

"Del mismo modo, no pueden usar los tesoros nacionales como capital de negociación. Por ejemplo, la espada sagrada que lleva, capitana Remedios. Si realmente trataras de comerciar con ella, una opción posible sería decir que Jaldabaoth lo robó todo y entregarme los bienes del país, pero eso sería peligroso. Si le dijera al próximo Rey Santo que hiciste eso, la confianza en los paladines se hundirá como una piedra. En otras palabras, es inútil. Así que tu única opción era hacer lo que hiciste en la sala de audiencias y apelar a mis emociones... Hmm, parece que acerté. Puedo ver en sus caras que di en el blanco."

Una vez dicho esto, el Rey Hechicero se inclinó hacia atrás, apoyándose en el respaldo de su asiento.

El silencio reinaba en la sala.

Era perfecto, demasiado perfecto.

Neia estaba asombrada por su precisa lectura de sus circunstancias.

Así que éste es el al que llamaban el Rey Hechicero, pensó.

Ella había visto a la realeza junto a la Reina Santa una vez, pero sólo había recibido un saludo superficial de ellos; nunca había tenido la oportunidad de interactuar realmente con un verdadero monarca. Así, para Neia, esta era la primera vez que se encontraba con un Gobernante Absoluto, con un discernimiento superior, la dignidad adecuada y con un poder increíble — en otras palabras, un ser perfecto. El impacto fue tan grande que Neia nunca lo olvidaría.

"Dicho esto, cualquiera podría haberlo pensado. Estoy un poco avergonzado de haber sonado como si estuviera presumiendo... Estoy seguro de que ustedes no pensaron que no lo vería, ¿verdad?"

"¡P-por supuesto que no, su Majestad!" contestó Gustav, forzando una sonrisa tensa.

"Bien. Si la gente pensara que soy un idiota que no sabe leer una situación tan simple, no podría afrontar a mis subordinados que trabajan tan duro... Ahora bien, les explicaré lo que busco: sirvientas. Quiero a las sirvientas."

La palabra completamente inesperada que salió de la boca del Rey Hechicero, los dejó atónitos a todos — incluida Neia.

"... Ah, mis disculpas. Debería explicarme mejor. Uhhh, durante nuestra audiencia, dije que Jaldabaoth tiene unas poderosas sirvientas, ¿verdad? Las quiero a ellas. ¿Cuánto conocimiento mágico poseen?"

"Ninguno en absoluto", admitió Remedios abiertamente, y los ojos de Rey Hechicero miraron a su alrededor, como si buscara ayuda.

"Y-ya veo... Entonces no estoy seguro desde dónde debería empezar a explicar... pero, hmm, supongo que... Uhhh, las sirvientas de Jaldabaoth deben estar ligadas a él por algún tipo de mecanismo. Así que si lo derroto y hago que su método sea mío, puedo tomar control sobre esas sirvientas. Así, mi país ganará algunas poderosas sirvientas."

"P-pero no hemos visto a las sirvientas de Jaldabaoth en nuestro país..."

El Rey Hechicero se rio ante la respuesta de Gustav. "Después de todo, fueron vistas en el Reino Re-Estize. Es difícil imaginar que no estén por ahí. ¿O, tal vez se muestren si acorralamos a Jaldabaoth?"

"Permítanme reiterar... no sabemos con seguridad si las sirvientas existen o no. ¿Qué hará si no existen las sirvientas, Su Majestad?"

"Cruzaremos ese puente si llegamos a él, pero no haré demandas adicionales. Habré trabajado por nada. Pero no parecen ser las típicas sirvientas, así que llamémoslas subordinadas de Jaldabaoth. Ah, claro. Ya que podría estar controlándolas con un ítem específico, me gustaría que cualquier cosa en su posesión que no pertenezca claramente al Reino Santo me sea entregada. Si las cosas salen mal y las sirvientas arrasan con su reino antes de que yo tome el control, me gustaría que olvidara su odio hacia ellas una vez que sean mías."

"¿Quiere que perdonemos a los seres que podrían haber devastado nuestro país?" dijo Remedios, sonando algo ofendida, y el Rey Hechicero se encogió de hombros.

"No es que vaya a recibir nada más del Reino Santo. ¿A menos que tengas algo que ofrecer?"

Incapaz de decir nada, Remedios se mordió el labio.

"Su Majestad, creo que lo que quería decir es que sería difícil para nosotros, que no estamos actualmente allí, conseguir que la gente que está sufriendo olvide sus rencores."

"Bueno, tendrás que esforzarte para convencerlos." —dijo el Rey Hechicero un tono gélido— ... Er, puedes explicarles que las puse bajo control mágico y las llevé lejos. Eso podría hacerles sentir un poco mejor, ¿no?"

¿Qué harían ellos?, se preguntó Neia mientras escuchaba hablar al Rey Hechicero. Aun así, negarse después de que él hubiera hecho un compromiso tan grande probablemente haría que todo se desmoronara. Era evidente, que estos eran términos extraordinariamente favorables para el Reino Santo. Si no aprovecharan esta oportunidad, entonces, la única manera de describirlos, sería "Remedios".

"Eso sería un problema. Si se alborotan—"

"¡Su Majestad!" —Gustav gritó interrumpiendo las palabras de Remedios.— "Por favor, permítannos discutir esto por un momento. ¿Podemos tener algo de tiempo?"

Me he comprometido tanto, ¿y todavía necesitan hablar de ello? A Neia le preocupaba que él pudiera reprocharles algo así, pero...

"Claro. Sin embargo, tomar demasiado tiempo me causará problemas, y es molesto ir a otro sitio, así que me gustaría esperar aquí si te parece bien."

La generosidad del rey sorprendió a Neia.

"Muchas gracias. Entonces iremos a discutir las cosas y volveremos enseguida. Discúlpenos un momento, por favor."

"Eso está bien. Hablen todo lo que necesiten."

Los dos se fueron y volvieron muy rápido. La respuesta estaba decidida desde el principio, seguramente.

"Nos disculpamos por haberle hecho esperar, Su Majestad."

"En absoluto. Podrían haber hablado un poco más. Entonces, ¿qué piensan? "

"Hemos decidido que haremos lo que usted diga, Su Majestad."

"No es que haya intentado que se sometan a mí; sólo quería llegar a un acuerdo, pero está bien. Ahora bien, deberíamos poner esto por escrito, pero no tengo el equipo y los sellos necesarios. Hablemos de esto más tarde... No les importa si uso la escritura del Reino, ¿cierto?"

"Hay gente aquí que puede leerlo, así que, está bien. Entonces, Su Majestad, ¿quién es esa persona tan fuerte como Momon-san?"

"Ahh, él está delante de ti ahora mismo — en otras palabras. Soy yo."

El silencio volvió a reinar la habitación, y los ojos de casi todos se salieron de sus cabezas. Después de parpadear un par de veces, sus cerebros comenzaron a trabajar de nuevo.

"¿Su Majestad es tan fuerte como Momon-san?" Neia se quedó helada al oír a Remedios decir eso, pero un hombre ya había entrado en acción.

"P-por favor, espere un momento. Capitana, hay algo más que debemos preguntarle a Su Majestad primero." —Gustav se volvió dirigió el Rey Hechicero.— "Ah, ¿realmente estará bien que Su Majestad deje su nación y vaya al Reino Santo? No sabemos cuánto tiempo tomará esto."

"Eso no es un problema. A diferencia de Momon, puedo utilizar la magia de「Teletransportación」. Así que, una vez que lleguemos a su base, podré ir y venir del Reino hechicero en cualquier momento."

"P-pero, aun así, tener al gobernante de una nación viniendo en persona a ayudarnos parece—"

"Después de escucharme, ¿no pensaste que vendría en persona? ¡Voy a derrotar a Jaldabaoth y tomar control sobre las sirvientas! Dudo mucho que pueda hacerlo desde el Reino hechicero. Y para responder a su pregunta, capitana Custodio, soy más poderoso que Momon."

"Entonces, no hay ningún problema, ¿verdad, Gustav?"

"¡Por supuesto que hay problemas con eso! Su Majestad, ¡no podemos soportar las bromas en este momento!", exclamó el Vice-capitán, sujetándose el estómago.

"No estoy bromeando. No hay nadie más que pueda luchar contra Jaldabaoth y ganar. Además, iré solo. No tengo intención de llevar un ejército. Por eso he venido a hablar ustedes en secreto."

"Pero, ¡si Su Majestad sufriera una herida de Jaldabaoth que no pudiera curarse, la relación entre nuestros dos países se arruinaría!"

"—Es lo que piensa Gustav, pero ¿Su Majestad, predice algún problema como ese?"

"Ninguno en lo absoluto."

"Pero—"

"¡Gustav! Estoy hablando. ¡No me interrumpas!" —Después de extender su mano para detener a Gustav, Remedios se inclinó profundamente.— "Entonces, por favor, ayúdenos, Su Majestad."

♦  ♦  ♦

En la habitación, con una atmósfera como si hubiera pasado una tormenta — bueno, en cierto sentido, ciertamente había sido así — Gustav explotó.

"¡¿En qué estabas pensando?! ¡Reclutando a un REY! ¡El rey de un país! ¡¿Cómo puedes pedirle que venga a luchar contra Jaldabaoth?!"

Neia estuvo de acuerdo con él.

Puede que no opere con las sensibilidades comunes, pero esto iba en contra del sentido común.

En medio de todo esto, Remedios murmuró. "Oye, ¿realmente te importa lo que le pase a un no-muerto?"

La habitación se quedó en silencio una vez más.

"... Tienes un demonio contra un no-muerto. No importa quién sea eliminado, no perdemos nada... ¿Me equivoco?"

Los ojos de Gustav se abrieron de par en par. No porque aceptara la opinión de su Capitana, sino porque estaba sorprendido por lo que ella acababa de decir.

"Ambos son enemigos de la humanidad. Entonces, lo ideal sería que ambos bandos se destruyeran entre sí... no es que pretenda activamente eso. Aunque el Rey Hechicero sufra una herida de muerte en la lucha contra Jaldabaoth, no le ayudaremos. Así de simple."

Las palabras de Remedios resuenan extrañamente fuertes en la silenciosa habitación.

"... Capitana. ¿No crees que, si el Rey Hechicero pereciera, todos los no-muertos que controla serían liberados y crearían un alboroto impío?"

"Cuando llegue ese momento, serán el Reino, el Imperio y la Teocracia los que se lleven la peor parte. Los apoyaríamos, estoy segura, pero el daño que hemos sufrido al luchar contra Jaldabaoth es demasiado grande. Me gustaría que nuestros vecinos aguantaran hasta que recuperemos algo de nuestra fuerza... Si lo piensas así, nuestro país se beneficia al máximo en un enfrentamiento entre Jaldabaoth y el Rey Hechicero..."

"¡—Capitana!" —gritó Gustav con una mirada severa.— "¿Hay algo de justicia en eso?"

"Lo hay. Es todo por el bien de nuestra nación. Es para salvar a las personas que más sufren. No es que quiera sembrar la desgracia en tierras extranjeras. En realidad, quiero que gane el Reino Hechicero que apoya al Reino Santo."

¿Quién eres? pensó Neia mientras miraba a Remedios, que estaba diciendo todo esto en un tono calmado y equilibrado.

¿Ésta era realmente la Capitana de la Orden de Paladines del Reino Santo, Remedios Custodio?

Neia no la conocía muy bien. En su mayoría, sólo la había visto desde la distancia. Pero, por lo que había oído de la Capitana, le pareció que se trataba de una persona completamente diferente a lo que era.

"Gustav. ¿Has terminado de oponerte? Si estás a favor, entonces tenemos que seguir adelante."

"¿Ah?"

"...Tenemos que pensar en cómo exprimir al Rey Hechicero por todo lo que vale."

Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Neia.

¿Por qué estoy oyendo una conversación como esta? se preguntó Neia. No, no podía ser la única. Mirando a su alrededor, vio que todos los paladines tenían la misma expresión. Probablemente Neia tenía la misma mirada.

"Gustav, ¿tienes alguna idea?"

"N-no, s-señora. Pero antes, ¿qué deberíamos hacer una vez que hayamos traído de vuelta al Rey Hechicero?"

"Bueno, si el Rey Hechicero no es todo palabras y realmente puede luchar contra Jaldabaoth, ¿qué tal si retomamos la capital? Y entonces, podemos pedirle que derrote a Jaldabaoth en ese momento."

"... No, esa es la peor idea. El Rey Hechicero dijo que derrotaría a Jaldabaoth, controlaría a las sirvientas y regresaría a su nación, así que para sacar el máximo provecho de esto, deberíamos dejar el asesinato de Jaldabaoth para el final... Capitana, si hacemos lo que propones, no tenemos forma de vencer al ejército semi-humano restante."

"Entonces, ¿cuál debería ser nuestra estrategia?"

Gustav se quedó pensando un momento y luego hizo una sugerencia. "Primero, reunamos muchos aliados. En otras palabras, necesitamos liberar a nuestros camaradas que están encarcelados en los campos."

"¡Ya veo! Una idea excelente. Después de todo, hay gente importante a la que quiero rescatar."

"Quieres decir los miembros de la familia real, ¿verdad?"

"Así es", respondió Remedio.

La Reina Santa había sido asesinada, pero no había informes de que el resto de la familia real hubiera muerto. Si lograban salvar, aunque sea a uno de ellos, esa persona podría alzarse como símbolo para conseguir el apoyo total de los nobles del sur.

"Además, me gustaría salvar a los nobles que podamos."

La mayoría de los nobles no habían expresado su aprobación a la Reina Santa, de modo que Remedios no se preocupaba por ellos. Sin embargo, debería haber algunos nobles del norte con lazos familiares en el sur. Si ponían a esas familias en deuda, podrían solicitar abiertamente una ayuda más activa a los nobles del sur.

Remedios le lanzó a Neia una mirada penetrante. "Escudera Neia Baraja, te nombro ayudante de Su Majestad. Influye en él para que trabaje en nuestro beneficio."

"¿Eh? ¡¡¿¿Eeeeeehhh??!! ¡Po-por favor, espere un minuto! Sólo soy una simple escudera— ¡no puedo servir a un rey!"

"Todo lo que necesitas hacer es trabajar duro en ello, ¿no?"

"¡Esto no se trata de trabajar duro o no!"

Normalmente, ella se rendiría, pero esta vez se resistió desesperadamente. Esto no era el tipo de cosa que ella podía aceptar tan fácilmente. ¿Remedios se ha vuelto loca?

"¡E-eso es cierto Capitana!" —Gustav la apoyó— "Si no le asignamos una dama de cierta categoría para servir como su sirvienta, Su Majestad podría sentirse insultado."

"... ¿Hay más mujeres en el Ejército de Liberación?"

La mayoría de las mujeres sin habilidades de combate habían sido evacuadas al sur. Sin embargo, no era como si no hubiera mujeres en absoluto. El Ejército de Liberación aún tenía algunas mujeres entre ellos. Gustav estaba a punto de hablar para sugerir una de ellas, pero Remedios habló antes.

"Una mujer de la Orden de Paladines. Si yo diera órdenes a una mujer del sacerdocio, ¿qué crees que harían los templos? Mi hermana ya no está. Y además, este tipo de funciones deberían recaer en alguien que estuviera aquí para escuchar mis pensamientos. ¿Quieres que le deje el trabajo a un tercero?"

Ya me lo estás dejando a mí, pensó Neia, pero no dijo nada.

"En ese caso..." Gustav miró a Remedios.

"¡Necesito estar luchando en primera línea! Además, ¿quieres que haga compañía al Rey Hechicero? ¿O crees que debemos dejarle todo a él?"

"Aunque tengas la intención de usarlo, no podemos hacerlo tan descaradamente. Y hay cuestiones de confianza involucradas. Además, si parece que el Reino Santo no puede oponer resistencia, puede decidir conquistarlo directamente..."

Cuando Gustav se quedó sin palabras, Neia se dio cuenta de que su apoyo había sido derrotado.

"—Entendido. Aunque no sea la correcta para la tarea, trabajaré duro y haré lo mejor que pueda."

"Sí, y sólo para reiterar. Tu misión es hacer que el Rey Hechicero sea más fácil de usarlo. Di lo que sea que lo ponga de buen humor."

Esto era más que un desafío; era absurdo. Neia no creía que pudiera lograrlo. Pero se rindió y bajó la cabeza. Nada de lo que diga la hará cambiar de opinión.

“¡Sí, señora! Haré todo lo que pueda, así que espero que todos me apoyen."

"Claro. Si necesitas algo, pídeselo a este tipo". Señaló a Gustav.

Mientras la desesperación llenaba su corazón, Neia se sorprendió al descubrir que también se sentía algo emocionada.

Su Majestad el Rey Hechicero, ¿eh...?

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